Alan Calabrese, el Morro y la máquina de violencia del deporte

La pregunta acerca del impacto que tiene la cultura hetero-patriarcal en las subjetividades masculinas dentro del deporte y la vida en general puede contribuir a abrir algunas líneas de reflexión ante estos dos últimos casos de suicidio. 

En los últimos días, dos referentes del mundo del deporte se quitaron la vida. Por un lado, el Morro García, jugador de fútbol uruguayo que se desenvolvía desde el año 2016 en Godoy Cruz de Mendoza y máximo goleador de dicho club en Primera División. Por el otro, Alan Calabrese, jugador, vocero y miembro de la comisión directiva del club de rugby diverso “Ciervos Pampas”.

Si bien se trata de dos casos que a priori pueden no tener relación, la pregunta acerca del impacto que tiene la cultura hetero-patriarcal del mundo del deporte en particular, y de la vida en general, en las subjetividades masculinas puede contribuir a abrir algunas líneas de reflexión ante estas noticias tan tristes.

En ese sentido, «en el afán de la noticia» debemos ser muy cuidadoses, respetar el difícil momento que atraviesan las familias y amigues, evitando caer en miradas deterministas, patologizantes, que «cantan la justa» y que en definitiva atentan contra el debido duelo de las personas que hoy sufren estas pérdidas. Por ello, las reflexiones que comparto aquí no pretenden explicar ni definir taxativamente los por qué de estos tristes acontecimientos a partir de ideas generales sobre el hetero-patriarcado, sino contribuir al debate y la reflexión en el camino de construir un mundo más digno de ser vivido para todes.

Al ver las noticias que circulan tras lo sucedido encontramos, para el caso del Morro García, que se trataba de un jugador que atravesaba un cuadro depresivo manifestado de distintas formas y en distintos momentos. Muchas de estas noticias reparan en el impacto que tenía para el Morro la distancia con su hija en Uruguay, a quien no veía hacía más de un año producto de los limitaciones para trasladarse que produce esta pandemia. Otras notas ponen el foco en el impacto que había tenido en este jugador las estigmatizaciones por un supuesto doping positivo por el uso de «drogas sociales» cuando se desenvolvía en un club de Brasil. Que el Morro transitaba por momentos de depresión ya era sabido en el ambiente. Sin embargo, desde la comisión directiva de Godoy Cruz el énfasis no estaba puesto en sus dificultades personales sino en su «sobrepeso» y en el carácter negativo de su liderazgo.

Por este motivo, el presidente de dicha institución había anunciado durante el año 2020 la desvinculación del Morro diciendo que «ya era parte del pasado». Creer o reventar… Muestra cabal de que los mandatos de la masculinidad hegemónica no nacen de un repollo y de que el fútbol es la panacea de esos mandatos. No importan los sentimientos, las necesidades afectivas y subjetivas, las responsabilidades parentales, ni los problemas personales: hay que estar en forma para meter goles, para embocarla o sino sos historia. Algo de esto dejaba entrever el Morro en declaraciones en las que sostenía: «No somos robots, ni maquinitas, ni estamos hechos de acero» al situar que había atravesado problemas personales que no habían sido fáciles para él y que habían impactado en su rendimiento. Si no podés con todo, sos un maricón y el mundo del deporte no es para vos.

Algo de esto se refleja en el caso de Alan Calabrese. En una entrevista televisiva, el jugador de Ciervos Pampas daba cuenta del bullying y la discriminación que había sufrido en la escuela secundaria por su aspecto afeminado y que provenía de sus compañeres y, sobre todo, del docente de Educación Física. Alan contaba que el profesor lo bastardeaba y lo trataba de «nena» y, por este motivo, él no solo se había alejado de su afición por los deportes sino que también había abandonado la escuela. Más de lo mismo y peor, en este caso tratándose de un joven diverso sistemáticamente violentado por la institución normalizadora de la escuela y el deporte.

En ese sentido, su ingreso a Rugby Ciervos Pampas constituía para él la posibilidad de reencontrarse con sus deseos y motivaciones desde el respeto y la inclusión, que inclusive lo habían motivado a retomar la escuela y a tener la fuerza y el coraje para ser mariposa. Sin embargo, hoy también lamentamos su pérdida, su decisión de apagarse frente a un mundo tan hostil que, salvo contadas excepciones, margina y violenta a las identidades feminizadas, a quienes se corren de la norma.

Volviendo a la idea inicial de construir un mundo más digno de ser vivido para todes, me parecen valiosas las declaraciones de Juan Cruz Komar, jugador de Talleres de Córdoba que frente a la pérdida del Morro planteó la necesidad de que el lamento de hoy no se olvide mañana, y que en todos los clubes de fútbol haya áreas de profesionales de psicología. También es fundamental seguir dando la discusión y sensibilizando contra la violencia de género y hacia personas disidentes en los ámbitos del deporte, tema que salió a la luz durante los últimos meses a raíz de declaraciones incómodas de ex jugadores como Seba Domínguez acerca de lo cavernícola que aún es el mundo del fútbol.

Seguramente no todo se resuelva con estas medidas, seguramente muchas cosas estén quedando por fuera de estas líneas de reflexión. De hecho, pocos días después de estas noticias estamos lamentando el femicidio de Úrsula en manos de su pareja, un oficial policial que, a pesar de las denuncias recibidas contra su accionar violento, asesinó de 40 puñaladas a esta joven de 18 años. Desde los feminismos la bronca y el hartazgo es total, y hay una interpelación directa hacia los varones para dejar de sostener esta máquina de violencia y desigualdad llamada hetero-patriarcado. En ese sentido, algunas de las ideas planteadas nos pueden permitir avanzar en ese difícil pero urgente camino de desarmar las lógicas y prácticas de violencia que hacen del mundo un lugar tan hostil.

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