«Rodolfo es una fuerza imposible de callar»

✍️ A 44 años de la desaparición de su papá, Patricia Walsh conversó con El Grito del Sur sobre aquel 25 de marzo de 1977 y la lucha que vino después y sigue hasta hoy por recuperar la casa de San Vicente y el cuento inédito "Juan se iba por el Río", también secuestrado y desaparecido.

Casi hasta el último día de su vida, Rodolfo Walsh siguió escribiendo. Entre los recuerdos que atesora de su papá, Patricia Walsh rescata el sonido de los dedos golpeando la máquina de escribir hasta altas horas de la noche. En uno de los “momentos difíciles” de la clandestinidad obligada por la dictadura, que ya le había matado una hija, Victoria, y reventado su casa en el Delta, Rodolfo se propuso dejar testimonio a través de la “Carta Abierta”, que le llevó un año de trabajo y que logró meter en el buzón de San Juan y Entre Ríos antes que lo interceptara una patota de la ESMA. Patricia fue una de las personas que se encargó, más tarde, de distribuir las copias. Pero, en paralelo a la carta, Rodolfo también había vuelto a escribir ficción: había retomado un texto que fue una novela imposible y que se iba acomodando al género que mejor dominaba, el cuento. Tuvo varios nombres, pero lo conocemos ahora como “Juan se iba por el Río”. Es uno de los tesoros culturales perdidos de la Argentina: según los propios cuadernos personales del escritor, se había pasado años leyendo textos del siglo XIX, un espacio de tiempo con muy pocas referencias, para captar el tono con el que debían hablar los personajes. Rodolfo había retomado ese texto en su casa de San Vicente, donde vivió el último tramo de su vida hasta aquel 25 de marzo de 1977. La casa fue reventada una vez que cayó, ese mismo día. En la redada fueron “secuestrados y desaparecidos”, como dice Patricia, varios de sus papeles, entre ellos el boceto en el que trabajaba. Le cuenta a El Grito del Sur: “Rodolfo dejó de escribir muchas veces, porque no pudo, porque no quiso, porque no supo, pero volvió a hacerlo, una y otra vez. Juan se iba por el río es la prueba de que volvía a escribir. Aunque el cuento esté también desaparecido, sabemos lo que cuenta, sabemos quién lo escribió, sabemos quién se lo robó. También sabemos quien lo busca sin descanso, y no es ningún Gobierno”.

La historia del cuento y de la casa son casi una misma historia, y Patricia se propuso hace tiempo militar para cerrarla. La búsqueda se basa en algunas pistas concretas que fueron surgiendo en la «Causa Walsh», un desprendimiento de la megacausa ESMA centrada en las circunstancias de la desaparición del escritor. Patricia sabe que “esos papeles y el cuento Juan se iba por el río fueron llevados a la Esma» y que «hubo testigos que contaron cómo una detenida desaparecida fue obligada a ordenarlos, que allí (en la ESMA) estaba el cuento» y también que «otro sobreviviente lo leyó y recordó su comienzo». Pero no dónde está: confía en la tarea de un periodista -del que prefiere reservar el nombre- que también siguió la huella y le contó hace unos años que «un detenido desaparecido logró sacarlo y llevárselo al exterior, antes de morir en el exilio». «Seguimos buscando el cuento. Juan era el nombre de su protagonista. Duda, su apellido”, relata Patricia. Hasta ahora no se encontró ninguna copia.

El allanamiento de la casa se produjo durante la madrugada del 26 de marzo, pocas horas después de la caída de Rodolfo. Patricia llegó de día, acompañada por Lilia Ferreyra, la compañera de su padre. «Fue el segundo día más triste de mi vida, sólo comparable en el dolor al día en que supe que mataron a mi hermana, y eso había ocurrido seis meses atrás», dice. «La casa estaba vacía y destruida. El terreno mostraba los restos del accionar que luego supe era el grupo de tareas de la ESMA, que había estado allí rompiendo todo, bombardeando la casa. Se robaron todo lo que pudieron, aunque los objetos no tenían valor económico».

Lo que siguió después fue una continuación del horror por otros medios: 44 años después, la casa sigue usurpada por la hermana del ex comisario de la Bonaerense Rubén Sala, el primero en ocuparla después del allanamiento. La pelea de Patricia es por recuperarla. Ya se organizaron marchas y visitas encabezadas por organismos de Derechos Humanos. Fue nombrada de interés cultural por la municipalidad de San Vicente, que denominó la calle Triunvirato con el nombre del escritor. Pero la propuesta de expropiarla para convertirla en un sitio de la Memoria todavía no prosperó.

Rodolfo y sus dos hijas, Victoria y Patricia, a fines de los años 50s

«Volví a esa casa muchas veces. Hablé con los vecinos, varios de los cuales fueron a declarar como testigos en el juicio Esma, y contaron lo ocurrido allí. Con la hermana del comisario también hablé. Quise entrar, pero no me dejó pasar. Pusieron rejas, y luego lonas verdes, para que no veamos más la casa desde afuera. La hermana del comisario me dijo que nunca se iría. Le dije que el lugar fue declarado sitio histórico, y que tratamos de que salga una ley provincial, para expropiar lo que sabemos debe ser un sitio de memoria porque allí se escribió una carta importante…», dice Patricia.

«Es doloroso contar esto, pero es imposible callar», sigue. «Han pasado 44 años y la casa donde se escribió la Carta Abierta, que hoy se publica sin descanso, especialmente en esta fecha, simplemente porque es el mejor texto que describe las razones por las cuales cometieron semejante genocidio, que también lo incluyó como víctima a él, sigue usurpada», resalta.

«Rodolfo propuso el ejemplo de resistir la injusticia, y fue lo que hizo aunque le costara la vida. Pero no pudieron silenciarlo. Recuerdo intensamente todo lo que nos pasó aquellos días de 1977, y descubro año tras año cómo no han podido silenciarlo, y cómo es que su voz se alza cada vez más fuerte, aunque sonrío pensando que él hablaba poco, y con voz muy pausada, pero lo que escribía podía tener una fuerza imposible de callar”.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.