«Todo episodio traumático colectivo deja alguna huella, aún cuando se intente borrar»

🧠 La psicóloga Alicia Stolkiner analiza en diálogo con El Grito del Sur las huellas psíquicas de los traumas colectivos y el modo en que operan las categorías discursivas que construye el neoliberalismo.

Encierro, angustia y muerte, tres palabras que atraviesan nuestro presente desde hace más de un año. Detrás del justificado énfasis con el que se aborda la preocupante situación económica, emerge la pregunta por la salud mental. Una sociedad en estado de alerta, que debió recluirse para cuidarse y aunar esfuerzos en pos del bien común. Una segunda tanda de restricciones que perdió su novedad y su carácter extraordinario para transformarse en una nueva cotidianeidad. Un siglo atrás, el poeta Antonio Machado escribió que «todo pasa y todo queda». Y todo trauma deja huella, me permitiría agregarle (después de la siguiente charla) en este costumbrismo pandémico que nos toca vivir. Para analizar el impacto de la pandemia en la salud mental, comprender las huellas psíquicas de los traumas colectivos y el modo en que operan las categorías discursivas que construye el neoliberalismo, El Grito del Sur habló con Alicia Stolkiner, psicóloga, profesora de la Universidad de Buenos Aires y una de las voces más calificadas para abordar estos temas.

¿Cuál es el impacto de las nuevas restricciones en la salud mental y su diferencia con el 2020, donde todo parecía una novedad?

La restricciones no son exactamente las mismas que en ese momento inicial donde se estableció el ASPO, que fue un primer momento muy estricto, atendiendo a las circunstancias de un sistema de salud con dificultades para atender la epidemia y que se podía desbordar a una velocidad muy rápida. Esa no es la forma en que se están planteando las medidas ahora. Pero es cierto que llevamos un año y lo que empieza a suceder es que la gente rearma pequeñas formas de vida cotidiana más o menos rutinarias atendiendo a las circuntancias y los cuidados básicos. En el verano se armaron unas rutinas más abiertas y, de nuevo, otra vez hay que modificarlas, lo que trae un desaliento: la situación no sólo no termina sino que parece agravarse de vez en cuando.

¿Existe una huella psíquica que pueda quedar en la sociedad una vez terminada la pandemia?

Todo episodio traumático colectivo deja alguna forma de huella en el discurso, en la memoria, aún cuando se intente borrar. Y obviamente influyen en cómo la sociedad va a construir determinadas explicaciones, relatos, narrativas y su propia explicación en relación a sí misma a partir de una situación así. Yo suelo decir que hay episodios traumáticos colectivos que organizan la temporalidad de una sociedad: cuando yo trabajaba en Nicaragua, uno le preguntaba a alguna persona sobre una experiencia de su vida y decían: «fue antes del terremoto» o «fue después de la guerra». Ahora, decir que va a dejar huella no significa que va a dejar enfermedad, que no es lo mismo. La vida está llena de episodios que van dejando huella. Algunos episodios son felices y otros no. En estas últimas etapas de construcción imaginaria del neoliberalismo, está el intento de crear un estado permanente de felicidad absoluta y eso realmente no se condice con lo que es una vida común.

¿Qué experiencias exitosas hay de tratamientos colectivos de un trauma social?

La experiencia argentina con la dictadura. De la negación hasta la aparición y la producción artística: una película que saca un Oscar por primera vez, poniendo en escena la apropiación de los niños durante la dictadura, más allá de las discusiones que suscita la película. Un movimiento que se sostiene de manera discursiva, política y estética, porque hay una estética alrededor de cómo se construyen las terapias colectivas. La explicación es también un terreno en disputa. Me acuerdo que un equipo en España planteaba tres momentos en el proceso de memoria: una generación que la atravesaba, una generación que la olvidaba y otra que comenzaba a recuperarla. Pero eso es España, no somos nosotros.

¿Cómo se relaciona este «estado de felicidad absoluta» que pregona el neoliberalismo con las protestas que critican las limitaciones a la libertad individual?

Hay un autor, Terry Eagleton, que dice que la idea de libertad que sólo encuentra su límite en el exterior, en una especie de expansión absoluta, es el origen del terror. Para esa idea de libertad el otro es un límite externo para la expansión de mi libertad, entonces cuantos menos otros haya, mejor. Ahí encontrás que, por ejemplo, el límite para ser dueño de miles y miles de hectáreas en Argentina era el hecho de que estaban habitadas. Pero en nombre del progreso y utilizando la categoría de «raza», se consideran autorizados para privarla. El antropólogo que acompaña a Roca dice que podían apropiarse las tierras de una ‘raza infértil’. Y es muy curioso porque después se inscribe en la memoria colectiva como la Campaña del Desierto. Pero el lugar no era un desierto, estaba totalmente habitado. Hay un fotógrafo que se llama Res que recuperó fotos del fotógrafo que acompañó a Roca y volvió a los mismos lugares en que se habían tomado esas fotos y fotografió el lugar en el presente. Y cuando uno ve ambas fotografías se da cuenta de que en realidad hubo un proceso de desertificación. Los pueblos originarios procesaron ese episodio traumático en una especie de subsistencia. Y los sobrevivientes se invisibilizaron.

¿Qué sucede con el discurso antivacunas? ¿Cómo se pueden rebatir estas ideas desde la academia?

La Argentina es un país totalmente pro-vacunas. En EE.UU., cerca de un 35% de la población no se quiere vacunar. Y hay países de Europa Oriental donde ofrecen plata a la gente para que se vacune. Pero, hecha esta salvedad, creo que en nuestro país tuvo mucho impacto la vacunación contra la Polio. Yo soy de la generación que todavía recuerda la epidemia de Polio. Pero volviendo a la pregunta, no se puede rebatir científicamente el pensamiento anti-científico. Porque es verdad que todos los que nos estamos vacunando en este momento estamos siendo parte de un experimento mundial y sometidos a información cruzada que forma parte de la batalla geopolítica de los laboratorios por el mercado. Y parte de ese discurso está orientado a favorecer algunas marcas, por ejemplo la Pfizer y desfavorecer a otras. Pero lo que necesitamos es un acto de confianza en el discurso científico: la ciencia moderna, más allá de que es un producto de la modernidad y alguna vez fundamentó una categoría como «raza» para justificar la dominación, forma parte de una de las respuestas necesarias que sin duda es científica.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.