Lago Escondido: una marcha para plantar bandera

🗻 Las columnas comandadas por FIPCA realizaron este lunes un primer acercamiento a la tranquera con que el magnate británico Joe Lewis mantiene obstruido el ingreso al Lago Escondido. Los esperaron capataces y un operativo policial.

Fotos: Carlos Sainz Ochoa

Desde El Bolsón

«¡El que no salta es un inglés!», cantan unas cien personas casi todas vestidas con gorros, remeras y banderas celestes y blancas y, por supuesto, también saltan. No están ni en la cancha ni en un festejo patrio ni en un recital, ni siquiera en una movilización tradicional por el centro porteño. Están cantando y saltando mientras avanzan por la banquina de la Ruta 40, muy cerca del paraje El Foyel, a medio camino entre El Bolsón y Bariloche. Los rodea un paisaje patagónico clásico de montañas, cipreses y pinos, bañados por el sol de las cuatro de la tarde. El cantito de lucha tiene como destinatarios, paradójicamente, a otro grupo de argentinos, que reciben el agravio y miran pasar la caravana al otro lado de un portón enrejado de tres metros de alto y barrotes negros y gruesos. La reja resulta infranqueable y divide el mundo en dos: de un lado está la ruta; del otro, el camino que lleva al Lago Escondido. Por eso el canto busca ser irónico, tiene la finalidad de ser hiriente: está dedicado a los lugartenientes del magnate inglés Joe Lewis, uno de los terratenientes extranjeros más polémicos del país, quien se apropió de ese paraje hace ya casi tres décadas.  

La escena se repite unas cuatro veces a lo largo de poco más de una hora: la columna de militantes comandada por la Fundación Interactiva para Promover la Cultura del Agua (FIPCA) avanza sobre la ruta hacia la tranquera, canta, grita, golpea la reja y luego retrocede. Se mueve como una ola, que lleva y trae símbolos patrios: las banderas y los cantos hablan de Malvinas, de soberanía, de “fuera inglés”. Impávidos, los capataces que custodian el territorio en disputa al otro lado de la tranquera apenas se mueven. Se esconden detrás de una bandera argentina de unos veinte metros, subidos a sus caballos y vestidos como gauchos, como si necesitaran reafirmar ellos también su nacionalidad. Al combo le suman folklore a todo volumen: suenan Cafrune y Figueroa Reyes, entre otros. Cada tanto muestran sus gomeras, a modo de amenaza. Están listos para entrar en acción si la situación lo requiere. Lo poco que se les escucha decir cada vez que un militante los increpa es «esta es propiedad privada», lo que repiten como un mantra.

Fotos: Carlos Sainz

La escena, además, volverá a repetirse durante toda la semana, advierte Julio César Urien, referente de FIPCA: “La idea es avanzar, dar un paso atrás, volver a avanzar. Nuestra estrategia se basa en la paciencia, nuestra consigna es ir día a día y ver qué tipo de resistencia nos encontramos. También se basa en actuar pacíficamente: nadie va a tirar una sola piedra, estamos muy atentos a que nadie nos infiltre. Sabemos que tenemos la razón de nuestro lado: la tranquera debería estar abierta y dejar el paso libre para que cualquier argentino o argentina que lo desee pueda acceder al Lago apropiado por Lewis. Así lo dice la Justicia, los sucesivos fallos así lo dicen hace más de diez años, el último de septiembre del año pasado. El camino de Tacuifí es público y debe garantizarse el paso”, describe en diálogo con El Grito del Sur

Urien habla con la seguridad que da la experiencia: la de este año es la séptima marcha que organiza FIPCA (la primera fue en el verano de 2017) y, además de ser “la más numerosa en convocatoria” —se movilizaron desde varias provincias hasta El Bolsón unas 300 personas — hay “un acumulado”, dice, de varios años de persistir en la misma idea y de pulir las formas de concretarla. 

En paralelo a la caravana que visitará una y otra vez la tranquera de El Foyel, otro grupo avanza a paso persistente rumbo al Escondido vía el camino de montaña, que no es para cualquiera: para transitarlo es necesario superar las inclemencias del clima, caminar más de 15 kilómetros diarios, dormir en refugios y atravesar en kayak otro lago vecino, el Soberanía, antes de llegar a destino. En años anteriores, varios militantes fueron interceptados por los capataces de Lewis a puro piedrazo y amenaza y debieron dar marcha atrás. Pero esta vez Urien y los suyos creen que la travesía llegará a buen puerto: “Son unos 69 compañeros, a bordo de 12 kayaks, que estamos seguros que esta vez van a lograr ingresar”, afirma. 

Los montañistas fueron bautizados como “columna Juana Azurduy” y, de acuerdo al último parte de FIPCA, habían llegado este lunes hasta el refugio de La Orqueta y se encontraban muy cerca de plantar bandera en el lago de Lewis. La organización estaba por presentar un Habeas Corpus para resguardar su integridad y para que sean escoltados por agentes de seguridad (la policía de Río Negro o la Gendarmaría). El objetivo de máxima es que una vez asentados en el Escondido puedan salir del territorio ajeno vía el camino de Tacuifí, encontrándose con el resto de sus compañeros, que a esa altura (antes del próximo fin de semana) habrían logrado abrir la tranquera en El Foyel. Una suerte de círculo perfecto: abrir el Lago por sus dos caminos públicos, demostrar que la fortaleza extranjera es vulnerable.  

Pero “el enemigo” (así llaman desde FIPCA a los capataces locales) también aprende. “Lewis quiere enfrentar pueblo contra pueblo”, dice Urien. Para este miércoles, de hecho, se empezó a convocar a una movilización en defensa de la estancia del inglés. Varios medios locales, en paralelo, hablan de las organizaciones como “una patota kirchnerista que llegó a El Bolsón”. La detención en la madrugada del lunes del activista mapuche Facundo Jones Huala tampoco ayuda: el clima que se respira en la comarca es de tensión política. Algunos vecinos y vecinas de la zona incluso advirtieron que los capataces mandaron a electrificar la tranquera. 

A la configuración de ese clima también ayudó el escándalo desatado a partir de la filtración de los chats del teléfono del ministro de Seguridad porteño, Marcelo D´Alessandro, que debió pedirse licencia. De los chats se desprende que D´Alessandro intentó encubrir una visita clandestina a la mansión de Lewis frente al Lago junto a una plana ilustre de jueces y fiscales, entre ellos Julián Ercolini y Pablo Gabriel Cayssials, el procurador de la Ciudad Juan Bautista Mahiques y José Rendo, CEO del Grupo Clarín. Por eso Urien reafirma que el inglés cuenta con la complicidad “de las mafias locales” para sostener su imperio, al que considera “un enclave británico”.  

Pero no sólo se trata de la complicidad del poder con sede en Buenos Aires. Sandra Contreras, referente de ATE en El Bolsón, lo cuenta así: “Lewis es conocido en la zona como un señor rico que ayuda a la gente, más allá de los intereses geopolíticos que sabemos que tiene. Hubo una Navidad que él mismo salió a repartir Pan Dulce. Tiene la mejor cancha de fútbol de la comarca. Ayuda a los clubes sociales, que sí ingresan. Con la fundación Lago Escondido enseñó inglés a mucha gente. Y además hay un grupo de gente que trabaja en la estancia, que también lo va a defender”. 

Romper ambos cercos, el físico del cerco y el político de los medios y los funcionarios locales, es una de las obsesiones de Fipca desde hace varios años. Para eso cuenta, además de la militancia de años, con un fallo reciente de la Cámara Civil de Bariloche que ordena -por enésima vez, en el marco de una causa de más de una década- que el gobierno de Río Negro no sólo tire abajo la tranquera de Lewis y abra el camino público, sino que lo señalice, lo arregle y lo abra a la comunidad. La gobernadora Arabela Carreras, sin embargo, apeló el fallo y considera que no está firme todavía. 

La gobernadora no es la única que defiende el actual statu quo alrededor del Lago. El intendente de El Bolsón, Bruno Pogliano, acaba de entregarle un premio a la gestión de la estancia. Antes de llegar a la intendencia, Pogliano fue el contador oficial de la empresa Laderas S.A., que figura a nombre de un pariente de Nicolás Van Ditmar, la mano derecha histórica de Lewis.  

El magnate compró las 12 mil hectáreas que encierran el Lago en 1996. La compraventa se realizó por unos 12 millones de dólares a un grupo de 12 hermanos que lo ocupaban de hecho y obtuvieron la titularidad de las tierras, por entonces fiscales, justo antes de vender. La operación fue denunciada por diversas irregularidades, entre ellas que violaba el decreto ley que cuida la posesión de las tierras de fronteras (el lago está a apenas 6,6 km del límite con Chile, por lo que resulta geoestratégico) y el propio Código Civil de la Nación, que establece explícitamente la libertad de navegación de todos los lagos dentro del territorio argentino. La causa terminó cajoneada a poco de andar. 

Con el último fallo en la mano, Urien y FIPCA presentaron un pedido de amparo en la Justicia de Bariloche este martes para que las autoridades locales abran los caminos y custodien a las columnas que buscan ingresar. “Estamos haciendo un acto de ciudadanía, ni más ni menos. Y de defensa de la patria”, resumió.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.