«El papa Francisco invita a dar una batalla para la cual no hay soldados»

⛪ A diez años de que Jorge Bergoglio fuera ungido como el primer Papa argentino y latinoamericano, el teólogo Oscar Campana analiza qué cambios ha logrado llevar adelante el Pontífice y las resistencias al interior de la Iglesia.

Diez años sobre dos mil no son absolutamente nada. Pero son bastante significativos si se trata de hablar del papado de Francisco, el primer Sumo Pontífice argentino y latinoamericano. A una década de la llegada de Jorge Bergoglio a la jefatura de Estado del Vaticano y a lo más alto de la Iglesia Católica, El Grito del Sur se comunicó con Oscar Campana, teólogo, escritor y docente, para hablar sobre los cambios y las deudas de Francisco, su legado al interior de la Iglesia y como líder religioso, el rol de la mujer en el catolicismo y la batalla contra el Opus Dei y los sectores más conservadores. «La gran deuda no sólo de Francisco sino del Concilio Vaticano II es haber abierto expectativas que la institución no parece dispuesta a conceder», señala.

¿Qué representa la figura de Francisco al interior de la larga historia de la Iglesia? ¿Qué cambios y rupturas generó su llegada al papado?

En primer lugar, ningún Papa se había animado a ponerse de nombre Francisco, con una clara referencia a Francisco de Asís, que es una especie de santo entre los santos en la historia de la Iglesia. La primera ruptura es esa: si Francisco de Asís representa el sueño de una iglesia despojada, alejada de la riqueza y el poder, la figura del papa Francisco trata de marcar ese camino en una institución muy compleja y con una larga historia. Una institución acorralada por discusiones y que atraviesa hace mucho tiempo una profunda crisis, reflejada en cuestiones administrativas y en el tema económico, que sigue siendo una llaga abierta (el Papa acaba de nombrar un nuevo director del Banco Vaticano). Pero la crisis también se manifiesta en una lejanía con la cultura contemporánea que la Iglesia no logra acortar, que se manifiesta en la emergencia del tema de los abusos. En medio de esto aparece un papado que trata de contener cosas, de atacar varios frentes y problemas y que ya lleva 10 años en los que ha logrado transformar algunas cosas, pero en los que las resistencias a sus políticas aparecen cada vez más a flor de piel.

El Papa hizo grandes modificaciones en el estatuto del Opus Dei y tuvo un enfrentamiento abierto con los sectores más conservadores. ¿Cómo explicarías las correlaciones de fuerza al interior de la Iglesia?

Hubo dos papados, que son los de Juan XXIII y Paulo VI, que junto con el Concilio Vaticano II de la década del 60, trataron de abrir la Iglesia al mundo, a la cultura contemporánea occidental, a una mirada más universalista y con un fuerte énfasis puesto en las cuestiones sociales. Sin embargo, ponen en marcha una reforma que queda a mitad de camino porque los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI implicaron una apuesta por los sectores más conservadores de la iglesia leyendo que esa apertura de Juan XXIII y Paulo VI había tendido a desdibujar la identidad católica con una crisis de vocaciones, la falta de sacerdocio, los curas que dejaban el ministerio y entonces creían que había que volver a una Iglesia donde los curas volvieran a usar sotana o que se volviese a permitir el latín. Y durante todo ese período de Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia Católica se convirtió en una institución fuertemente expulsiva de personas, de pensamientos. El resultado es que se llega al siglo XXI con una Iglesia con una fuerte apuesta a una mirada conservadora pero que sigue siendo una institución en retroceso en términos sociales y además con gran cantidad de arbitrariedades que se cometieron bajo esos dos pontificados. Cómo de ahí sale un pontificado como el de Francisco es algo difícil de explicar. Pero el Vaticano, donde se vinculan poder político y económico, llegó a un punto límite donde de pronto ganó voz la figura de Bergoglio que tenía claro hacia dónde ir y no tenía miedo de enfrentar algunas cosas que está enfrentando.

¿Qué resortes de poder pudo tocar el Papa en este tiempo?

El Papa maneja un resorte de poder importante que es la elección de los cardenales, que son quienes eligen después al próximo Papa. Francisco se encargó de nombrar muchos cardenales: si hoy hubiera un cónclave te podría decir que tres cuartas partes son cardenales elegidos por él y con un perfil más cercano a su figura. Creo que es el reflejo de la comprensión de que lo que hay que modificar en la Iglesia no será trabajo de un solo papado sino de un largo período histórico y que habrá que ver de qué manera es posible continuar sus transformaciones.

¿Aquellas transformaciones institucionales y discursivas redundaron en un cambio al interior de la Iglesia?

Yo creo que en algunas cosas sí. Por lo menos lo que sentimos muchos en América Latina es que lo que antes había que hacer en las sombras hoy se convierte en una pastoral más social, como la cercanía a los pobres. Hoy se respira otro aire. A mí no me gustan las metáforas militares, pero tengo la sensación que el Papa Francisco invita a dar una batalla para la cual no hay soldados. Y es evidente: si estuvieron durante 30 o 40 años haciendo de la Iglesia una institución expulsiva, si a la teología que planteaba una mayor apertura a la sociedad la fueron, literalmente, condenando. En 2005 fue condenado por Roma un teólogo como Jon Sobrino, una de las figuras máximas de la teología latinoamericana vinculada a la opción por los pobres. Lo pongo como ejemplo de una institución que se cerró tanto sobre sí misma que de repente aparece Francisco hablando de una Iglesia en salida, en las fronteras, que parece que invita a una batalla para la que hay pocos soldados. Y lo digo con dolor, porque no alcanza con la mera presencia si no hay una cierta claridad política de hacia dónde hay que ir. Uno dice: por lo menos que se dé esa cercanía con los más pobres y algo bueno va a venir porque sin duda Dios habita en el pueblo. Pero los procesos son lentos y no se cuánto ha permeado en los planes de estudio teológicos o en cosas que solo podés contemplar en el mediano y largo plazo.

¿Cuál es el rol de Francisco ante el avance del evangelismo en América Latina, sobre todo en relación a la cercanía entre las expresiones neopentecostales y los gobiernos de derecha?

Perder a los pobres en manos del evangelismo no es una posibilidad, es algo que en algún sentido está ocurriendo si no es que ya ocurrió y se consolidó. Basta entrar a cualquier barrio popular de los suburbios latinoamericanos y encontrarse con más templos pentecostales que con capillas católicas. Creo que esa lectura viene desde hace tiempo pero yo no sería tan maniqueo en asociar sin más evangelismo a discurso neoliberal, porque no en todas partes ocurrió. Fijate el caso de Brasil: el PT cuando gobernó solo pudo sancionar leyes en el Congreso con las bancadas evangélicas, aunque en Argentina es una realidad bastante distante. Pero una lectura que se hace desde miradas progresistas y también conservadoras es que el catolicismo «perdió a los pobres» por obra y gracia de la plata de Estados Unidos que apostó al crecimiento del evangelismo. Sin embargo, yo prestaría más atención a los procesos sociales que a esa mirada conspirativa.

¿Cuáles son las deudas en el programa político de Francisco?

Un papado que abre puertas y ventanas, que invita a una mayor participación, a un cierto horizontalismo o asambleismo eclesial, tiene el problema que cuando vos abrís tenés que hacerte cargo de lo que surja. Un tema recurrente es el rol de las mujeres en la Iglesia, después se adorna diciendo que la mujer es importante, aunque no puedan ser curas. O el tema del laicado, se trató de impulsar que hombres casados pudieran ser curas y parecía que salía pero no salió. Siempre nos termina faltando un centavo para el mango. Creo que la gran deuda no sólo de Francisco sino del Concilio Vaticano II es haber abierto expectativas que la institución no parece dispuesta a conceder. Y esto acrecienta la sensaciones de distancia con los procesos sociales. Algunas de estas decisiones que no se tomaron, de haberse adoptado, hubieran generado un impacto al interior de la Iglesia y en la sociedad que hubiera sido muy interesante conocer y evaluar. El gran haber es que en un mundo que parece cada vez más a la deriva y cerrado en la idea de un neoliberalismo que apunta a un consumo que va a acabar con la gente y el planeta, el papado de Francisco aparece como testimonio de que a nivel de los grandes líderes pueden pensarse otras cosas. Y también de lo difícil que es generar cambios en el tiempo en que vivimos.

Compartí

Comentarios

Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.