El peor de los nuestros para evitar al mejor de ellos

✍️ La fórmula es sobre todo una apuesta por elegir el rival y una estrategia bífida del kirchnerismo. La "reelección" ideológica del albertismo, el poder del aparato y la agonía silenciosa de las utopías.

El peor de los nuestros es preferible al mejor de ellos.

El mantra se repite en círculos peronistas y aloja una profunda verdad, tanto en su generalidad como en la particularidad de sus premisas. Pero con un conector novedoso. Debiera decir: el peor de los nuestros es para evitar al mejor de ellos.

La elección de Sergio Massa como candidato representa, en principio, una derrota del sector popular frente a los intereses conservadores que componen la flamante Unión por la Patria. Es la concesión de la dirección del proceso electoral al sector minoritario, el que cuenta con menor poder de organización y movilización pero con mayor capacidad de daño. Es la «reelección» ideológica del albertismo: ni relato, ni igualdad, ni política transformadora. Con orden y progreso (para algunos) alcanza. El peronismo del statu quo.

Pero la fórmula es sobre todo una apuesta por elegir el rival y una estrategia bífida del kirchnerismo: sostener posiciones cruciales por si se gana, ocupar lugares de resistencia estratégicos por si se pierde.

No hace falta un perfil con pluma a tinta del Ministro de Economía para conocer los intereses que representa. Originario de la Ucedé, devenido en peronista conservador, antikirchnerista férreo convertido en aliado estratégico de Máximo, conciliador, rosquero y amigo de Rodríguez Larreta. Uno que presume de estar en la lista de «mejores amigos» en el Instagram de la embajada yanqui. Un perfil que podría encontrar lugar en una boleta celeste tanto como en una amarilla.

A Massa (como a Scioli en 2015) lo ponen los gobernadores. Es una apelación a la territorialidad, a la estructura, al aparato. Las elecciones provinciales no son nacionalizables en su estructuración ni en su resultado, pero sí pueden arrojar pistas. El ausentismo es una de ellas: Tierra del Fuego y Chaco fungen de ejemplos. La provincia de Buenos Aires en 2021 también lo fue. ¿La lectura? La gente tiene que votar, porque ese voto blando que se quedó en casa suele inclinarse hacia el peronismo. ¿La receta? Donde huelga la esperanza, conduce el aparato. Organización y verticalidad a falta de utopía: con los gobernadores solos no se puede, pero sin los gobernadores…

Massa es también la apuesta de todo un sector que construyó su identidad por oposición: el peronismo antikirchnerista. Alberto, el Movimiento Evita, la CGT de Daer, la mayoría de los gobernadores, un puñado de intendentes y el vecinalismo azul o algunos de los radicales conversos. Esta vez pusieron presidente pero perderán lugares en las cámaras: CFK busca evitar el escenario legislativo del macrismo, donde la CGT, el Evita o los diputados «de los gobernadores» facilitaron el crédito al FMI o incluso votaron por el desafuero del ex ministro Julio de Vido.

A Massa (como a Scioli en 2015) lo ponen los gobernadores. Es una apelación a la territorialidad, a la estructura, al aparato.

Massa es una derrota a priori, pero es también una apuesta por elegir rival. La llegada de la candidatura más de centro posible por parte del peronismo prende fuego la trinchera rival, que no venía nada tranquila. Horacio Rodríguez Larreta, dos veces alcalde de Buenos Aires, el mejor de ellos, hijo de un aristócrata desarrollista y bisnieto del Ministro de Relaciones Exteriores de José Figueroa Alcorta, ahora mira con preocupación el escenario pese a contar con una abultada caja y un domo protector de millones de pesos en pauta. Es que Massa representa otra jugada de ajedrez de la reina en el sur: achica el espacio de representación de la derecha moderada, obliga a escorar posiciones al larretismo y busca unificar la oferta Bullrich-Milei. Es una apuesta a un noviembre donde se enfrenten en un cuarto más oscuro que nunca la ex-Montonera y el Ministro de Economía. Ahí, se estima, podría ganar el peronismo. ¿Wado no hubiera ganado también ese mano a mano? Quedará esa respuesta en el terreno de la especulación y en la nostalgia de los que resisten con aguante.

Cristina garantizó diputados y senadores, representación local y provincial. Si a Massa lo ponen los gobernadores, entonces hay que empezar a poner gobernadores (si es que en un futuro se quiere elegir a un presidente). Kirchneristas puros hay poco más que tres: el Coqui Capitanich -en un duelo complejo de cara a las generales-, Alicia Kirchner en el sur y el gobernador de la determinante provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Axel fue tal vez el principal ganador del kirchnerismo en este cierre de listas: reedita su candidatura, posiciona una gestión exitosa, evita la aventura derrotista de ir a defender la gestión de Alberto en una boleta presidencial y continúa ocupando el rol de «promesa», solo que en 2027 lo haría con dos gestiones provinciales encima.

El epílogo de la falsa unidad. Casi sobre la hora inscribió su candidatura presidencial el dirigente popular Juan Grabois. Sin estructura más que su propio espacio (Patria Grande), el discípulo del Papa cumplirá un rol secundario pero importante: buscará expresar al sector del kirchnerismo silvestre, a la izquierda nac&pop, a la militancia y a los sectores más revolucionarios del peronismo que no tienen intenciones de votar a Massa. Es un dique de contención para evitar la fuga de votos por izquierda, pero también un salvavidas discursivo para que en campaña, aunque sea uno solo de los candidatos peronistas, hable en nombre de los pobres y los excluidos, más que de las Pymes y el capital nacional.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.