Salvo contadas excepciones, como lo ocurrido ayer en San Luis, los oficialismos provinciales demuestran un amplio poderío que se materializa en triunfos electorales. Hoy los gobernadores gozan de una clara autonomía política y económica que les garantiza estabilidad en sus territorios, pero también la posibilidad de alzar la voz defendiendo sus intereses frente a cualquier intento de «atropello» de Nación.
Los triunfos de los oficialismos en Corrientes, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Tierra del Fuego y Tucumán permiten pensar en una hipótesis: que el supuesto descontento generalizado con los partidos gobernantes no alcanza necesariamente a las arenas provinciales aunque permea en mayor o menor medida a partir de un crecimiento de la abstención electoral y el voto en blanco. Asimismo, no se puede traspolar en forma directa una lectura de estos comicios al ámbito nacional, dado que las dinámicas provinciales son otras (desde hace varias décadas están signadas por el poderío hegemónico o alternado entre el PJ y la UCR) y la constitución de nuevas estructuras político-partidarias resulta mucho más dificultoso.
De acuerdo con el politólogo Julio Burdman, estos resultados electorales responden a una razón general: los gobernadores tienen mucha plata. El federalismo argento está marcado por la presencia de provincias ricas y una Nación pobre. Desde 2018 hasta acá, casi la mitad de lo que recauda el Estado nacional va automáticamente a las provincias, pero la Nación debe resolver en forma solitaria la deuda con el FMI, las jubilaciones, los planes sociales y las universidades, entre otras cuestiones.
Miembros del PJ -en su mayoría- y de la UCR, estos caciques provinciales buscan incidir a su manera en la conformación de las listas de cara a las elecciones presidenciales de este año. Así como en Juntos por el Cambio están repartidos entre el apoyo a Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que se enfrentarán en una interna, en el peronismo reclaman una lista única y, si bien algunos simpatizan con Massa y otros con De Pedro, su principal exigencia está puesta en poner a un compañero/a de fórmula propio. Cabe destacar que la presidencia del Senado se trata de un espacio estratégico en el vínculo con los altos mandos provinciales.
Prácticas como el desdoblamiento electoral, que en los hechos resultaron eficaces para conservar sus territorios, también representan una limitación: la provincialización de la política tiende a escindir el accionar de los gobernadores respecto a los proyectos nacionales de soberanía. Un ejemplo claro de esto surge a partir de las limitaciones en la posibilidad de que el Estado nacional administre el litio y otros recursos naturales, puesto que la Constitución de 1994 provincializó la minería y los hidrocarburos brindando cuantiosas ganancias en dólares a estos territorios y echando por tierra el armado de una estrategia nacional a partir de legislaciones y regulaciones unificadas.
Lo cierto es que, envalentonados por una realidad que les sonríe a la gran mayoría, el núcleo de gobernadores condicionará su apoyo al armado de las listas nacionales. En base a alcanzar una presencia que implique un avance si se compara con la actual coyuntura, es que movilizarán su tropa y recursos para hacer funcionar su eficaz maquinaria político-territorial. Éste representa -sin lugar a dudas- su principal activo y lo que más seduce a la vicepresidenta Cristina Fernández, portadora de la lapicera, quien no obstante teme por no lograr una síntesis que signifique romper con las posturas conservadoras que suelen enarbolar los mandatarios provinciales.
