Jardín Botánico: el marco para una linda selfie

🤳🏽 La muestra lumínica e inmersiva Secret Garden despertó la polémica acerca del uso de un espacio público para fines privados. ¿Qué impacto tiene el show de luces, sonido e instalaciones en el pulmón verde de la Ciudad?

El 1 de julio se estrenó Secret Garden, una muestra lumínica inmersiva en el Jardín Botánico Carlos Thays de la Ciudad de Buenos Aires que consta de 17 postas que incluyen instalaciones de luces LED, humo, proyecciones y figuras gigantes montadas en distintas partes del predio. Por la módica suma de $4.500 pesos -o $3.900 para quienes son menores de 17 años-, las y los visitantes pueden participar de un clásico del Gobierno porteño: permitir el uso del espacio público para el lucro privado.

“Es todo el marco de una linda selfie. Y de hecho pasa eso: las personas que van están parando todo el tiempo para sacarse fotos o filmar. El mensaje que transmite la muestra, además, es muy vacío. Hay mucha publicidad y poco concepto”, dijo a El Grito del Sur María Paz Carreira Griot, comunera de la Comuna 14 por el Frente de Todos, sobre los carteles lumínicos con frases como Je T’ aime, Love is love y las luces dispuestas sobre plantas y esculturas del Botánico. “Todo eso está puesto por cualquier lugar del Botánico, las luces se cruzan y se cuelgan de árboles o estatuas, se usa como si fuera la escenografía de algo cuando es un lugar patrimonial”, agregó.

Mónica Capano, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, aseguró que el Gobierno de la Ciudad no cumplió con el debido proceso para habilitar que Secret Garden se monte en el espacio diseñado por Carlos Thays. “El Gobierno de la Ciudad sabe que cualquier intervención en un monumento histórico nacional debe, en primera instancia, ingresar a la comisión. Y ésta, en virtud de sus facultades, puede determinar si esa intervención es respetuosa del patrimonio protegido”, sostuvo.

Consultados por Infobae, desde la Secretaría de Ambiente de la Ciudad respondieron que se “valora y respeta de manera inequívoca el cuidado patrimonial del Jardín Botánico Carlos Thays”; por lo tanto, “cada vez que se realiza un evento dentro del predio se asegura de que ninguna de las actividades puedan generar inconvenientes para el Jardín, garantizando su normal funcionamiento”.

Secret Garden (realizada por la productora 6 Pasos) funciona a partir de las 18hs, horario en el que el Botánico está cerrado al público general, hasta las 22hs y está programada hasta el próximo 31 de julio. La Secretaría indicó que la muestra “se desarrolla sobre una fracción de 10.500 metros cuadrados de las 7 hectáreas y media que tiene el predio y el recorrido está limitado a no más de 500 personas por noche, separadas en 8 tandas, las cuales transitan por los senderos peatonales preexistentes”.

Pero según los propios organizadores, el evento lleva más de 30 mil entradas vendidas y el mapa del recorrido disponible en el sitio web oficial deja en evidencia que Secret Garden ocupa mucho más de la mitad de la superficie del Botánico.

“El Botánico no estaba en buenas condiciones antes de la muestra. Si desde las 18 hasta las 22hs va a entrar gente todos los días después del horario de funcionamiento para el público general, ¿cuál va a ser el desgaste del lugar? ¿Y cuánto del dinero de esas 30 mil entradas vendidas va a ser reinvertido en el Jardín Botánico? Queremos saber cuál es la modalidad y cuánto le queda de esto al Gobierno de la Ciudad”, remarcó Carreira Griot.

Un grupo de investigadores, paisajistas, historiadores, ambientalistas, arquitectos y patrimonialistas (compuesto por Carlos Anaya, Ana Bas, Fernando Belvedere, Sonia Berjman, Gabriel Burgueño, Andreína Caraballo, María Alejandra Di Fabio, María Angélica Di Giacomo, María Rosa Gamondès, Mora Gutiérrez Cullen, Natalia Karbabian, Marcelo Magadán y Fabio Márquez) publicaron una carta abierta en defensa del Jardín Botánico y prevén hacer un abrazo simbólico el próximo 16 de julio.

“Es uno de los pocos sitios de la ciudad en los que prima el verde vegetal vivo. A tal punto, que constituye un oasis de vida para la flora, la fauna y los seres humanos que buscan sosiego y calma en la ajetreada y ruidosa vida urbana. Es por el follaje frondoso de sus árboles y el suelo absorbente que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lo ha designado primer refugio climático de la ciudad, para ser utilizado cuando el verano nos traiga temperaturas extremas. En este contexto, llama la atención que, en vez de ampliar esta manera de entender el espacio verde público a las plazas y parques, se haga el camino contrario, llevando al Jardín Botánico artificialidad, plástico y metal”, expresaron en la carta y manifestaron su preocupación por cómo las instalaciones pueden afectar la flora y fauna del lugar.

Según Diego Medan, titular de la cátedra de Botánica General de la Facultad de Agronomía de la UBA, el Jardín Botánico, compuesto en buena parte por plantas que no son nativas, está enclavado “hace muchas décadas en un área céntrica de una enorme ciudad, por lo tanto sujeta a una, probablemente creciente, contaminación lumínica, acústica y del aire”. “Las plantas y los animales que conviven ahí están obviamente adaptados a estas condiciones, de lo contrario o ya han muerto o se han marchado, en el caso de las aves. En nuestra latitud y clima, la mayoría de las plantas que crecen a cielo abierto están en este momento en receso vegetativo y reproductivo, es decir no están creciendo activamente ni están en flor”.

En diálogo con este medio, el investigador añadió: “Una dosis extra de luz a lo largo de un mes, podría tener algún efecto sobre las plantas. Es imposible generalizar sobre cuál sería éste, ya que las respuestas a la luz (duración, intensidad, calidad) dependen de la especie. Se podría hipotetizar que, a causa del espectáculo, algunas especies podrían florecer, al llegar la primavera, un poco antes que de costumbre”.

Sobre la exposición a la luz, Medan explicó que la dosis extra de luz que reciben ahora las plantas se produce luego del solsticio de invierno, “con lo cual la luz adicional a lo sumo refuerza la ‘señal’ que las plantas están recibiendo de día”. “Si el espectáculo hubiera tenido lugar en verano u otoño, cuando los días van acortándose, la luz extra podría haber tenido un efecto opuesto al natural”, conjeturó.

Pero para Carreira Girot “la discusión no es sólo sobre el daño que se puede generar ahora”. “Hay que abrir la discusión de si dejamos que las muestras se hagan donde las empresas quieran y en el momento que sea o trazamos un límite cuando hay un lugar patrimonial que tiene un fin determinado, que en este caso es el estudio de las plantas. El Botánico es un lugar de recreación, de conexión con la naturaleza y de silencio en la Ciudad y eso no está mal”.

La comunera agregó que a algunos vecinos de la zona Secret Garden les produjo una serie de molestias. Uno de ellos, dijo, es que se reclamaba la apertura de la entrada al Botánico que está sobre la calle República Arabe Siria y eso se hizo solo por la muestra, ya que es por donde salen los visitantes y está el stand de merchandising. “También circula mucha más gente de noche y la preocupación central es cómo va a quedar el Jardín Botánico -manifestó-. Se está generando la utilización de bienes públicos que son gratuitos para todos y todas, pero para ver algo más ‘especial’ se tiene que pagar. ¿Es necesario que un lugar que se pensó para el estudio de las plantas, para la tranquilidad, esté abierto en invierno con luces y música para generar dinero? ¿Es necesario que todo genere plata?”.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.