El otro Barracas

⚽️ El barrio que hoy observa fútbol de Primera con Barracas Central, hace cien años fue protagonista importante del fútbol argentino por otro equipo.

Barracas es uno de los siete barrios porteños que ven brillar un estadio de primera división de fútbol masculino en sus calles. Se trata del Claudio “Chiqui” Tapia (4400 espectadores), cancha que lleva el nombre del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y referente del club. Se encuentra en Luna 1211, en intersección con Olavarría. 

El Guapo, como le dicen, genera una contradicción. Por un lado, es un equipo con innegables vínculos con el poder, en particular desde la cúpula de la AFA. Por el otro, una imagen de cierta estirpe popular, como lo demostró la concurrencia desde las afueras del estadio en el último partido contra River (1° de julio pasado). 

Pero la actual novedad futbolera del barrio tuvo, hace 100 años, una contraparte: el equipo grande de Barracas supo ser otro. Gigante y místico. Con un estadio que escribió páginas gloriosas del fútbol argentino. A diez cuadras de Olavarría y Luna, el barrio tuvo otra historia de amor. Futbolero. 

Transparente

El río Limay nace en el famoso lago Nahuel Huapi, de Bariloche, y es conocido, entre otras cosas, por formar parte de la división entre las provincias de Neuquén y Rio Negro. 

También es una calle de Buenos Aires. Tiene siete cuadras: nace en Alvarado y termina en el Riachuelo. Entre la Avenida Iriarte y Río Cuarto, la calle Río Limay atraviesa un cuadrilátero que hizo historia en nuestra ciudad (se completa la forma geométrica con Perdriel y Luzuriaga): allí se encontraba un Stadium que entre 1920 y 1937 albergó espectáculos futbolísticos rutilantes para 37000 personas. 

Sin actuaciones necesariamente brillantes, Sportivo Barracas fue animador de los primeros lugares del fútbol argentino entre mediados de la década de 1910 y principios de la de 1930. Creado en 1913, ascendió a primera división y fue animador de aquel torneo hasta 1931, momento en el que se profesionalizó el fútbol y, por más que tenía un lugar, eligió no ser parte. Uno de sus logros fue la consagración en la Copa de Competencia Jockey Club de 1921. 

“Sportivo Barracas fue en primera división algo relativamente corto que tuvo la suerte, por diversas cuestiones políticas, de recibir un préstamo en 1919 que le permitió en mayo de 1920 inaugurar su estadio. Este estadio, que pronto quedó anacrónico, fue durante la década del 20 del siglo pasado un lugar casi mitológico del fútbol argentino”, le dice a El Grito del Sur Carlos Aira, periodista de Radio Gráfica y autor de dos libros sobre ese momento histórico del fútbol argentino: Héroes de Tiento. Historias del fútbol argentino 1920-1930 y Héroes en tiempos infames. Historias del fútbol argentino 1930-1940

Como expresa Aira, más allá de los logros de la escuadra, lo que hace grande al equipo y a su fisonomía en el barrio es el estadio. Primero, por su capacidad. A su vez, en pleno Barracas se extendía un monstruo de cemento con un tribuna techada sobre la calle Luzuriaga además del terraplén con gradas, como indica el sitio web Viejos Estadios

Más allá del aspecto edilicio, lo que impacta del estadio son sus historias. La cancha de Iriarte y Luzuriaga fue sede del primer título de la selección argentina en el Campeonato Sudamericano de 1921; fue también el lugar en el que se realizó el famoso “gol olímpico” de Césareo Onzari, directamente desde el córner, contra la selección uruguaya, medalla de oro en los JJOO de París 1924; también allí se dio el famoso encuentro en el que Argentina se consagra campeón continental contra Brasil en Navidad en 1925; en ese mismo año, peleó el reconocido boxeador argentino Luis Ángel Firmo; también en Iriarte y Luzuriaga se llevó adelante la gira del equipo italiano Genoa en 1923;  se dio el primer partido que el Real Madrid jugó fuera de Europa, en 1927, contra la selección argentina; el partido del Barcelona en 1928 contra el combinado nacional también fue en ese estadio. 

Dice Aira: “No hay ningún partido de Sportivo memorable, pero sí los eventos. Todos los grandes partidos que fueron parte de una masificación del fútbol generaron que ese escenario sea mitológico”. Donde hubo un mito latente del fútbol argentino, hoy hay una cuadra cualquiera. Donde el fútbol escribió páginas de gloria, pasa la calle Río Limay, que significa, en mapuche, “transparente”. Un espejo de la historia del fútbol argentino, en Barracas. 

Una gomería y una heladería

Los avatares de Sportivo cambiaron en una decisión sorprendente. “Sportivo Barracas, por decisión de su presidente, no se suma a la Liga Argentina de Fútbol profesional en 1931 y ahí empieza a recorrer un camino en el cual cae definitivamente en 1937. A fines de los 60 se volvería a afiliar.  Dejó de ser porque sus dirigentes, sobre todo su presidente, cuando se da la discusión en los primeros meses de 1931 sobre qué posición tomar en el conflicto de la profesionalización del fútbol porteño, toma la decisión extemporánea, porque los poderosos querían a Sportivo Barracas dentro, de no sumarse. Esa decisión hace que el club se quede en la Liga Amateur, en la cual va a tener un rol importante pero la diferencia de interés que generaba el fútbol oficial y de la liga era tan grande que pronto languideció Sportivo Barracas. Hoy ocupa el rol que ocupa por eso. Decide el club salir del fútbol en 1937, se abroquela en otras disciplinas, pierde su estadio en 1936 y a partir de allí ya no tiene razón de ser. El club existía como un club de barrio más, pero había perdido lo que no le había sucedido a ningún otro equipo: tenía un nombre propio, jugadores importantes y las malas decisiones de lectura del momento que atravesaba el fútbol le impidió continuar un camino que lo hubiera puesto como un equipo importante, de primera división”, explica Aira. 

El club hoy se encuentra en la quinta división del fútbol argentino y no tiene estadio propio, por lo que tiene que hacer de local en el Nuevo Francisco Urbano, de Morón. Sportivo se desafilió en 1937 y volvería recién treinta años después (1967), pero nunca encontró un nivel ni siquiera cercano al que supo tener su camiseta, su nombre y su cancha cerca de los años veinte. Su presidente es el reconocido empresario de medios y secretario general de SUTERH, Víctor Santa María. 

Su historia tuvo dos hechos particulares. El primero es que entre 2003 y 2010, en un fenómeno poco común, el club pasó su localía a una ciudad de la provincia de Buenos Aires y, en su honor, cambió su nombre a Barracas Bolívar. La movida estuvo asociada a los intereses del grupo inversor que manejaba sus riendas, vinculado al reconocido periodista Enrique Sacco. En el medio de este proceso, el 25 de febrero de 2007, jugó Ricardo Bochini con la camiseta de Sportivo Barracas Bolívar, según sus palabras para que sus hijos lo vean jugar, en un partido famoso porque fue el único de los 715 partidos oficiales del “Bocha” a nivel clubes que no jugó con la casaca de Independiente. 

El 19 de junio de 2019, el periodista Oscar Barnade escribió en el diario Clarín sobre el primer título oficial de la selección argentina en la cancha de Sportivo. El artículo se tituló: “El primer título en un estadio del que ya no quedan ni rastros”. “La esquina de Iriarte y Luzuriaga, en el barrio porteño de Barracas, suele pasar inadvertida para la mayoría de los transeúntes de la segunda década del siglo XXI. Pero allí, justo en esa esquina en la que hace nueve décadas había un imponente estadio de fútbol, el de Sportivo Barracas, hoy se levanta una casa de piedras rectangulares como las que abundan en Mar del Plata. Más allá hay una gomería y, ya en Iriarte y Perdriel, la heladería Maja. Allí, donde estaba el círculo central, atraviesa ahora la calle Río Limay; y en uno de los arcos, Río Cuarto. Allí, la Selección Argentina se consagró por primera vez campeón de algo. Y la Copa América fue su primer trofeo. Allí, en esa superficie de 100 metros cuadrados estaba la cancha del equipo que ahora deambula por la Primera C, la cuarta división del fútbol argentino. Sportivo Barracas fue animador y uno de los grandes de la época amateur”. 

En Barracas, hace 100 años, hubo otro guapo. Un grande. 

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