Wanda Nara, dueña de la información: los daños de la mala praxis periodística

🤔 Luego de que Jorge Lanata diera al aire un presunto diagnóstico de enfermedad, finalmente la conductora y empresaria hizo llegar su palabra. Cuando su vida se cubre como asunto nacional, ¿su salud puede ser realmente privada? ¿Qué derecho tiene a la intimidad?

Soledad Ferrari es periodista especializada en Salud y tanatóloga, profesión que ejerce como voluntaria en hospitales donde acompaña a pacientes en proceso de final de vida. “Asimilar un diagnóstico de una enfermedad terminal, como puede ser el cáncer, la leucemia, diabetes insulinodependiente y otras tantas, es toda una elaboración que no se hace de un día para otro, y que requiere de un equipo interdisciplinario que sostenga al paciente y a su familia. Es un tema muy delicado y que no se debe analizar ni en las redes sociales ni en los medios de comunicación, sino que se trata en intimidad y merece mucho respeto y cuidado, más aún cuando hay menores de edad en el medio”, reflexiona a El Grito del Sur.

Desde ese lugar empatiza con la modelo, empresaria y conductora, Wanda Nara. “Por los chicos, se te cruza todo por la cabeza. Tenía a los nenes llorando mientras hablaban en los medios. Sentí que se caía todo y me hice fuerte y que todos sientan que estaba bien pero se me desmoronaba todo. No podía caretearla”, dijo por primera vez esta semana, tras varias especulaciones sobre su salud, a través de una conversación por chat que leyó al aire el conductor Ángel De Brito (LAM). «Estoy en shock, asimilando. Cuando yo pueda entender, quizás lo cuente públicamente. Fue duro, porque me enteré por la tele. Nadie me confirmaba un diagnóstico. El análisis final me llegó el jueves pasado (12 días después). Mientras se barajaron seis tipos de patologías. Y con lo de Lanata moví cielo y tierra para que me lo digan a mí. En el primer momento entraban enfermeras llorando y me abrazaban. Y yo le decía a Mauro: ‘Me voy a morir y no me lo dicen’. Entré en pánico por no saber qué me estaba pasando”, completó el periodista evocando la palabra de Wanda. Las panelistas reaccionaron estupefactas: —Qué tremendo—, dicen. En el fondo, el mensaje -como el de la tapita de un yogurt- sabe a vanagloriarse del buen periodismo

***

Hace más de 20 años, Soledad propuso a la Editorial Atlántida fundar Para ti Mamá, una revista especializada. La firma funcionaba en aquel entonces como una colección de páginas con artículos en “moda, personajes, belleza y lifestyle”. “Quise hacer un medio de maternidad y salud, que no había en ese momento”, asegura. Su receta fue darse cuenta que el empoderamiento de una mujer, de esas lectoras, implicaba conocer, apropiarse, ser dueñas de la información y disponer de estos datos.

Impulsó esta iniciativa a raíz de una mala praxis que le ocasionaron. “Me llegaron a decir que mi embarazo se había detenido y me hicieron un raspado, cuando yo seguía teniendo ahí a mi hijo que hoy tiene 22 años. Eso significó un quiebre en mi vida. Afortunadamente no me hicieron ningún daño más allá de lo emocional -que es un montón- y el embarazo fue perfecto” —recuerda— “Con información y luego otro embarazo pude terminar de sanar la violencia que había ocurrido”.

“Así como hay una mala praxis médica puede haber una mala praxis periodística”, sostiene la autora del libro El Negocio de la Salud (2018) y que uno o una como periodista “tiene que saber que hay cosas que no se hacen”. 

Soledad Ferrari

***

Wanda dijo una vez: “soy gracias a los medios”. El rótulo de “mediática” llegó a la televisión antes que el reality de consumo constante que devino con las redes sociales. Tampoco hay que irnos demasiado lejos en el tiempo. Meses atrás, el aluvión de intimidades, chats y especulaciones se bautizó como Wandagate (nombre que viene del famoso Watergate, el escándalo político estadounidense de las escuchas al gobierno de Richard Nixon). Todes opinan y opinaron. Sin excepción. A cambio, la modelo inauguró en el país su línea de cosméticos con local en el Shopping Abasto. Hasta Mauro Icardi llegó a reconocer que ellos jugaban con la información que daban a la prensa.

Hace dos semanas, Wanda ingresó (el miércoles 12 de julio) al Sanatorio Los Arcos con fuertes dolores abdominales y sus primeros análisis habrían señalado valores altos en los glóbulos blancos, lo que puede indicar una enfermedad hematológica o una infección. De allí buscó una segunda revisión y se atendió en Fundaleu. Con esta información circulando, el periodista Jorge Lanata tomó el tema en su programa radial por Mitre, donde sin filtro, haciéndole honor al nombre del ciclo, expuso: “Lo que nadie está diciendo es que Wanda Nara tiene leucemia”. Al tiempo que acusó de “corporativismo” al periodismo de espectáculos por no propiciar semejante diagnóstico al aire. Paradójicamente esos ciclos de chimentos que acusó, terminaron dando clases de moral.

Días después, la propia protagonista escribió en un posteo vía Instagram: “Como toda mamá, intenté ocultar a mis hijos mis miedos y mis angustias. Sobre todo porque aún no tenía un diagnóstico certero. Lamentablemente, el viernes recibieron por un periodista la confirmación de un diagnóstico que ni yo misma tenía (…) Lo mantendré en mi intimidad, sobre todo para resguardar a mis hijos”. 

Con una vida como la de Wanda, ¿reconocer o aceptar un diagnóstico la vuelve vulnerable? ¿Le derriba el imperio de la imagen que construyó ladrillo por ladrillo? ¿Se puede disociar su aspecto público del privado? 

“Por supuesto lo de Lanata fue completamente injustificado e incorrecto”—señala Soledad— “Y me llama la atención porque es sumamente inteligente. Él se justifica porque Wanda expone y siempre expuso toda su vida, pero eso no nos da derecho a los periodistas a ventilar o informar cualquier cosa que no corresponda. Hay algo que se llama ética periodística y eso no se debe transgredir. No importa el personaje que tenemos enfrente ni si habla o no de sus intimidades”.

En esa línea de dilema moral entre lo que se sabe y se debe, existen fallos, antecedentes, derechos y garantías. En Argentina, el caso Ponzetti de Balbín, Indalia c/ Editorial Atlántida S.A. s/ daños y perjuicios (1984) estableció jurisprudencia sobre el Derecho a la Intimidad. En 1981, la esposa e hijo del dirigente radical iniciaron las acciones legales luego de que el medio publicase en tapa una foto del político cuando se encontraba internado en la sala de terapia intensiva de una clínica en la Ciudad de La Plata, donde posteriormente falleció.

El juicio resultó a su favor y estableció dos puntos importantes. Uno: que en el caso de “personajes cuya vida tiene carácter público”, las y los comunicadores están autorizados a divulgar información siempre y cuando “justifique el interés general”, no así cuando su conducta (la de Lanata)  “fomenta indiscreciones”, no posee consentimiento de la parte protagonista (Wanda), “daña su imagen” o presupone “que no tienen un sector de vida privada”. Dos: estos comunicadores están sujetos a responsabilidades “ulteriores”, ya que de tomar la reprimenda antes se consideraría censura.   

“En lugar de pedir disculpas o retractarse, Lanata redobló la apuesta”, advierte Soledad Ferrari en referencia a la editorial que enunció en PPT (Periodismo para Todos) donde se desentendió con frases del estilo: «¿Cuál fue el daño que produje?». 

“Que Wanda sea la persona que más exhibe su vida privada, no le da derecho a nadie a dar una información que no dio la protagonista”, repara la periodista y escritora.

El termómetro de precaución y hermetismo se extendió hasta estos últimos días, en los que la empresaria –quien ya con una suerte de “alta voluntaria” viajó a Estambul con sus hijos e Icardi– utilizó la herramienta de preguntas de la red social para responder vía historias que se encontraba “bien” de salud. En ese clima, desde seguidores y panelistas se instalaron especulaciones: de que si viajó al exterior por un tratamiento, más el espacio televisivo destinado a Andrés Nara y sus desafortunadas declaraciones

“Recibir un diagnóstico en el cual corre riesgo tu vida es abrumador”, afirma Soledad desde su experiencia con pacientes. “Somos humanos. El miedo a la muerte lo tenemos todos. A los 20 si estás sano mucho no se te ocurre, pero a partir de determinada edad lo empezamos a tener más presente. Es parte de la vida convivir con eso”, añade la periodista, quien además fue una de las que comentó aquella publicación de Wanda.

“Yo no la sigo a Wanda, ni la consumo, no me interesa su vida privada ni comparto su forma de comunicarse, ni las declaraciones u ostentación que hace sobre su dinero, pero cómo no voy a empatizar con una madre de cinco hijos chiquitos que pudo haber recibido un diagnóstico así y que ellos se enteran a través de un periodista, es un espanto. Me sensibilizó desde lo humano y como periodista me resulta una vergüenza. Me conmueve una persona que está atravesando una enfermedad amenazante para su vida”, concluye la periodista.

A su llegada a Estambul,  ciudadanas y ciudadanos recibieron a Wanda con carteles de apoyo: «Mejorate pronto» (en traducciones de inglés e italiano), que difundió, junto a sus mensajes de agradecimiento. A su regreso al país comenzará el tratamiento. Mientras tiene una medicación. Esto es todo lo que se sabe. Hasta su próxima historia.

Compartí

Comentarios