Román contra todos los que se vengan

💙💛 Macri se envalentonó con su nuevo eje ultraderechista y va por todo. Tras el balotaje, deberá enfrentar al único que no pudo doblegar nunca. Con caños y gambetas, Riquelme le ganó como jugador y como político y hoy se le planta en Boca. Elecciones el 2/12, que definen mucho más que el destino de la 25ª provincia.

LA ÚLTIMA RESISTENCIA

“Yo nunca fui ni voy a ser empleado de ellos”. La frase retumbó como bomba atómica en el mundo del fútbol. Corría el 30 de abril y Juan Román Riquelme, tan hábil con las palabras como con la pelota, disparaba con destinatarios múltiples: el sistema mediático (que fustigaba a un Boca falto de juego pero que avanzaba en sus competencias) y la oposición política del club, que opera desde principios de año para voltearlo en las elecciones de este 2 de diciembre. La victoria 3-1 ante Racing fue el momento que el ídolo eligió para salir a ponerle nombre a una situación que arrancó en febrero, con la clausura de la tercera bandeja sur a 24 horas del partido con Central Córdoba a raíz de un video del clásico movimiento de la tribuna difundido en clave tremendista por Clarín.

“Yo tengo la suerte que desde que debuté a los 18 años en este estadio contra Unión, no tengo jefe, y sé que a esa gente le molesta porque no me pudo controlar nunca” exclamó el máximo ídolo xeneize, que en su nuevo rol de dirigente fue aún más a fondo: “le pido a los hinchas de Boca que hagan memoria y no se dejen llenar la cabeza con esta gente mala que no quiere al club, lo quieren usar para hacer política, no para otra cosa. Tenemos que cuidar nuestra casa y esa gente no tiene que volver nunca más”. Las cartas estaban echadas. El 2023 sería el año de la batalla final entre dos adversarios históricos, y Boca sería, una vez más, el espejo donde se reflejase la disputa política entre dos modelos de país.

Macri y su modelo privatista, versus Riquelme y su bandera de un club social. La batalla está planteada hace años pero llega, tal como en el país, a un punto cúlmine este fin de año. Macri va por todo. Envalentonado por el nuevo eje ultraderechista que conformó con Milei, habiéndose sacado de encima todo resabio de moderación, liberado en su verdadera naturaleza elitista y privatista, el ex presidente olió sangre y se lanzó como un tiburón para intentar dos batacazos seguidos entre el 19-N y el 2-D. Riquelme será esta vez la última resistencia al neoliberalismo, que viene por su sueño de privatizar todo, incluyendo la máxima pasión del pueblo argentino: el fútbol.

HISTORIA: BOCA, POR RIQUELME Y A PESAR DE MACRI

Suele esgrimirse como argumento en favor de Macri que sus presidencias llevaron a Boca a lo más alto del mundo. De hecho, ese sentido común construido en los medios que siempre lo apañaron lo catapultó a la política y la jefatura de Gobierno porteño en 2007. “Si lo hizo en Boca lo puede hacer en la Ciudad”, se decía por entonces y se repitió en 2015 en clave nacional. Lo cierto es que la historia permite, de mínima, cuestionar profundamente esa idea.

Macri siempre tuvo una relación tirante con los ídolos del club, incluso en los momentos de apogeo. Para ejemplo basta recordar el mítico topogigio de Riquelme tras un gol en un superclásico con una Bombonera estallada. Corría el 2001, Boca era campeón de Argentina, América y del mundo, pero la dirigencia presionaba a un plantel que le había dado todo al hincha y le daría mucho más.

Ese mismo año, tras conseguir el pase a una nueva final de la Copa Libertadores en el estadio del Palmeiras, en Brasil, el plantel de Boca permitió que las cámaras de TV entraran al vestuario y transmitieran en vivo los festejos. “Boca va a salir campeón el día que se vayan todos los hijos de puta de la comisión” fue uno de los tantos cánticos contra la dirigencia encabezada por Macri.

El mismo año tuvo lugar otro hecho histórico: Macri interrumpió una conferencia de prensa de Carlos Bianchi para exigirle explicaciones por su decisión de dejar el club a fin de año, que limaba la imagen del presidente por no poder retener al técnico multicampeón. La falta de respeto sin precedentes de Macri en modo jefe provocó uno de los desplantes más famosos de la historia del fútbol: Bianchi se levantó de la conferencia y lo dejó en ridículo y hablando solo. Las glorias del club, en su mejor momento, se le plantaban y desautorizaban en público al presidente.

Más adelante en el tiempo, la dinámica continuó con Daniel Angelici, delfín de Macri en Boca, con quien Riquelme tuvo sucesivos cruces en su regreso al club. La cúspide de esa tensión fue el anuncio del ídolo de que dejaría Boca justo antes de una final de copa, y la icónica imagen de la salida de Riquelme esa noche en la que le negó el saludo al entonces presidente.

IDENTIDAD Y MODELO DE CLUB: SIN FINES DE LUCRO O SOCIEDAD ANÓNIMA

El deseo de Macri siempre fue el mismo y tiene que ver con su ADN: privatizar Boca. Ante sus fracasos anteriores en Boca y en el país, ahora cuenta con el impulso de su nuevo aprendiz, Javier Milei, quien abiertamente expresó que pretende un modelo de fútbol como el de Inglaterra, con sociedades anónimas financiadas por capitales. Esta cuestión, que va contra la identidad misma del fútbol nacional, generó la respuesta de clubes de diferentes categorías ante el riesgo real que representa un triunfo electoral de Macri y Milei.

El primer gran movimiento que realizó Macri durante su primera presidencia, iniciada en 1995, fue modificar el estatuto del club en un sentido antidemocrático. Aquella dirigencia estableció que, para presentarse a elecciones y formar parte de la comisión directiva, la lista en cuestión debía acreditar en su patrimonio bancario un monto equivalente primero al 10% y luego 5% del patrimonio neto del club. Con esa jugada, Macri se aseguró el control de Boca para la casta empresaria, e inició una deriva que iría poco a poco limando la identidad del club más popular del país.

En un primer momento, ello derivó en el cierre de inscripciones para socios y la progresiva limitación al ingreso a la Bombonera. Más adelante y con la gestión de Angelici, eso continuó y otros símbolos identitarios fueron pisoteados. La Bombonera cayó en estado de abandono, y mientras al hincha le costaba entrar a la cancha el club destinaba plateas a un sector empresarial corporativo y vendía paquetes “Boca experience” para turistas. El objetivo era el mismo que sostienen ahora: construir un nuevo estadio shopping, con el monumental negocio que eso significaría para sus constructoras amigas.

Boca jugó en esos años con camisetas verdes, violetas y rosas. El negocio con las marcas de ropa deportiva superaba el valor de los colores. Pero el modelo de club de negocios excedía el fútbol. Regía entonces la máxima noventista por la cual toda disciplina que no fuera redituable era candidata al cierre. Se desfinanciaron así los deportes amateurs, y los jugadores de las inferiores eran moneda de cambio para traer supuestas estrellas que sólo funcionaban como golpes de marketing.

Boca estaba desconectado de su identidad, su barrio y toda pertenencia social. Los abonos y la colonia de vacaciones eran los más caros del país y no tenían becas. “Boca mujer” era una pantalla vacía para la discusión sobre la perspectiva de género en el país, y no había ninguna referencia a tragedias históricas, tanto para Xeneizes como para el país, como la Puerta 12 o la última dictadura cívico militar.

Ante esa situación, Riquelme fue la piedra angular sobre la que se fundó el Frente para recuperar la Identidad Xeneize, que arrasó en las urnas hace cuatro años. La figura de Riquelme permitió articular a distintas vertientes de la vida partidaria del club, e incluso a organizaciones políticas y sociales xeneizes como Boca Es Pueblo, que militaban desde afuera del club. El mandato era recuperar la identidad, volver a ser un club de fútbol, reconectar con el barrio de la Boca y el ADN popular que marcaron décadas de gloria y generaron fascinación en el mundo entero. Sobre ese concepto, Juan Román Riquelme fundó su causa.

Boca volvió a abrir disciplinas cerradas durante el macrismo, recuperó la Bombonera en todo su esplendor, y hoy financia y difunde los deportes amateurs para fomentar su espíritu de club social y deportivo. A su vez, la Fundación Boca Juniors reemplazó la cáscara vacía del “Boca social” del macrismo, y hoy chicos y chicas del barrio de la Boca y otras localidades son invitados por el club a desarrollar actividades. Se generó un fuerte compromiso con los DDHH, y el club tiene una política de reconocimiento para hinchas desaparecidos por la dictadura y para actores civiles como las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. A su vez, el Departamento de Inclusión e Igualdad se propuso impulsar una agenda real en perspectiva de género, no exenta de contradicciones, pero con fuertes avances frente al vacío que suponía el área para la gestión de Macri y Angelici.

LA 25º PROVINCIA

Las elecciones en Boca tienen un peso que excede absolutamente lo futbolístico y derrama a la política nacional. En ese sentido, Riquelme aparece también como una trinchera frente al avance de la nueva ultraderecha radicalizada de Macri y Milei, y los resultados del 19-N y el 2-12 tienen múltiples conexiones y consecuencias cruzadas.

Macri hizo lo imposible para desgastar a la actual gestión de Boca. Las operaciones mediáticas y judiciales florecieron en estos años. La frutilla del postre fue el inaceptable suceso relatado por Riquelme este viernes, en el cual su hermano, que fuera secuestrado en 2002, resultó perseguido el pasado 1 de noviembre (justo antes de viajar a Brasil para la final de la Copa) por una camioneta de civil, que trasladaba funcionarios de la Justicia que los interceptaron para secuestrarle el celular. La acción absolutamente intimidatoria, de corte mafioso, sólo se explica por los turbios manejos del poder de los que Macri hace un culto.

El ex presidente juntó a toda la oposición e irá como vice de su ex ministro de Modernización, Andrés Ibarra. No tuvo pruritos en exponer su deseo de que Boca perdiera la final con Fluminense, cuando afirmó días antes del partido que Milei le había pedido que le devolviera “la alegría de ser de Boca”. Días después, cientos de miles de almas bosteras peregrinarían a Río de Janeiro por un sueño que para Macri no generaba esa alegría.

La relevancia política de la figura de Riquelme cobra, tal vez a pesar suyo, una dimensión gigantesca en este contexto. En una jugosísima entrevista con Jorge Rial, este viernes Riquelme trazó paralelismos entre la situación política de Boca y la del país en el lenguaje críptico que maneja tan bien como el Indio Solari.

Además de resaltar los logros de su gestión: 28 millones de dólares de superávit frente al club endeudado que recibió, ser el club que más títulos y más finales jugó en estos años, el debut de 34 jugadores de las inferiores, la suspensión del cobro de la cuota social durante el año de pandemia y la suspensión del cobro de adicionales para la Copa Libertadores.

“Tenemos derecho a soñar que vamos a ser un mejor país y para eso estamos” dijo el ídolo xeneize, y cuando le preguntaron si será candidato respondió que defenderá al club y que eso “para mí es una forma de vida, porque sino en nuestro país permitimos que pase lo que sea”. En relación a los ataques contra su dirigencia señaló: “Hicieron la misma campaña que hicieron para la presidencia”.

En clave electoral, Riquelme llamó a la participación masiva en las urnas en una línea que se repite desde el gobierno nacional. “La gente va a ir a disfrutar y lo único que queremos es que cada vez que tengamos elecciones sea un día importante para nuestros hinchas y que vayan todos. Tenemos 90 mil para votar, y ojalá que vayan los 90 mil, tenemos que disfrutar de votar y defender a nuestro club y estar orgullosos de ser bosteros”, sentenció en armonía con el llamado a votar despojados de bronca y con esperanza que viene enarbolando Unión por la Patria.

Consultado por su voto, dijo que “siempre lo tengo en claro”, y aunque no fue explícita su oposición con Macri, su cercanía con Sergio Massa y postura frente a las elecciones son pistas más que evidentes. “Yo disfruto cada vez que hay que ir a votar, para mí es un momento maravilloso cuando hay que votar por nuestro país como por nuestro club, tenemos que hacerlo con alegría y felicidad y soñando que a partir de que se terminan la elecciones y tenemos nuevo presidente las cosas van a ir bien”. Tiro libre al ángulo, y a buen entendedor pocas palabras.

“No nos podemos dejar embarrar ni llenar la cabeza porque es lo que pasa en el país también”, dijo Riquelme. El torero ya le pegó un baile político a Macri en 2019, cuando amagó hasta último momento con un frente de unidad con el sector de Angelici y los gambeteó para echarlos de la institución. Ahora el 10 también defiende, y juega en paralelo el partido xeneize y el nacional. Porque son inseparables. Porque en ambos se juega lo mismo: la identidad social frente al negocio descarnado. Y dos semanas después del balotaje, para bien o para mal, al genio de la pelota le tocará ser la última resistencia política.

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