Cinco poemas de amor, por Camila Mermet

😍 En un nuevo Día de les Enamorades, El Grito del Sur le pidió a la joven poeta autora de "Relicario" que elija sus cinco poemas preferidos bajo la temática del amor.

Camila Mermet nació en 1998, es estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires, poeta, gestora cultural y tallerista. Oriunda del Conurbano, fue criada por mujeres trabajadoras y en el año 2023 publicó su primer poemario, Relicario, de la mano de Halley Ediciones. Va a realizar el taller “Apuntes sobre el amor” este jueves 15 de febrero de 20 a 22 hs de manera virtual y la lectura de poesía “Vermú y poesía” hoy a las 19 hs en Godoy Cruz 1757. 

Ferviente defensora del amor y las letras, en un nuevo Día de los enamorados le pedimos a la joven que nos recomiende cinco poemas de amor y hete aquí el resultado. Algunos versos para leer solo, acompañados, en pareja, trieja o en grupo. Para regodearse, degustar y regalar. Para mimarse y mimar.

Elegía del recuerdo imposible – Jorge Luis Borges 

Qué no daría yo por la memoria 

de una calle de tierra con tapias bajas 

y de un alto jinete llenando el alba 

(largo y raído el poncho) 

en uno de los días de la llanura, 

en un día sin fecha. 

Qué no daría yo por la memoria 

de mi madre mirando la mañana 

en la estancia de Santa Irene, 

sin saber que su nombre iba a ser Borges. 

Qué no daría yo por la memoria 

de haber combatido en Cepeda 

y de haber visto a Estanislao del Campo 

saludando la primer bala 

con la alegría del coraje. 

Qué no daría yo por la memoria 

de un portón de quinta secreta 

que mi padre empujaba cada noche 

antes de perderse en el sueño 

y que empujó por última vez 

el 14 de febrero del 38. 

Qué no daría yo por la memoria 

de las barcas de Hengist, 

zarpando de la arena de Dinamarca 

para develar una isla 

que aún no era Inglaterra.

Qué no daría yo por la memoria (la tuve y la he perdido) 

de una tela de oro de Turner, 

vasta como la música. 

Qué no daría yo por la memoria de haber oído a Sócrates 

que, en la tarde la cicuta, 

examinó serenamente el problema de la inmortalidad, 

alternando los mitos y las razones mientras la muerte azul iba subiendo desde los pies ya fríos. 

Qué no daría yo por la memoria de que me hubieras dicho que me querías y de no haber dormido hasta la aurora, desgarrado y feliz. 

Claudia Masin

La luz de la luna – Claudia Masin

Hay quienes no formamos parte de la especie más que como el error,

la anomalía que confirma la precisión 

y el equilibrio de las cosas.

Como las crías enfermas, 

defectuosas, que las perras apartan alzándolas del cuello con la boca, 

no se espera de nosotros ninguna fortaleza ni coraje.

La mayoría de las veces no hace falta matarnos: el cuerpo vaciado del amor 

y del deseo de los otros pasa rápido. Una mancha en el cielo 

que pocos llegan a ver antes de que se apague a miles de años luz, sin poder hacer contacto con la tierra, 

sin que nadie la extrañe.

Pero a veces, contra todas las probabilidades,

una raíz crece desaforada, sostenida en el aire hasta clavarse en la materia, 

arrastrada por un deseo salvaje,

por el empuje de la vida que resiste aunque sepa que en ese esfuerzo descomunal

corre el riesgo de –finalmente- quebrarse.

Dejá que tu cabeza descanse en mis manos, me dijiste, prometo 

no soltarte. Y yo, que lo único que sabía era que había que escapar del amor como quien escapa 

de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar

más vulnerable, me quedé 

sin embargo en ese abrazo y fui curado de las enfermedades de los otros, de lo que hicieron conmigo 

para salvarse. No hizo falta que nadie más me tocara. Un cuerpo 

sostenido en otro cuerpo se vuelve una casa.

Alfonsina Storni

XIX – Alfonsina Storni 

Amo y siento deseos de hacer algo extraordinario. 

No sé lo que es. 

Pero es un deseo incontenible de hacer algo extraordinario. 

¿Para qué amo, me pregunto, si no es para hacer algo grande, nuevo, desconocido?

César Fernández Moreno

Si yo tuviera un corazón – César Fernández Moreno

Yo tenía una melodía 

íntima poderosa 

ahora quién la escuchará 

soy un disco semicircular 

ando fuera del tiempo 

como una barca por el aire 

derivó suelto disponible 

a trechos arrastrado por el viento 

de los que siguen su camino 

por dónde va mi tiempo 

en el ayer lo escucho 

girar perseverante 

su piñón inconexo 

luego es antes 

después es nunca 

ya soy una burbuja 

una gota que cae 

que se evapora ya 

mis noches y mis días 

cubos negros y blancos

se disponen en fila 

habitados por nadie 

pero donde uno acaba y otro empieza 

donde una yerma cara de luz 

limita con una yerma cara de sombra 

allí brota un manantial de tu recuerdo 

se multiplica y crece 

hasta que todo es un río de alcohol o de miel 

avanzando impetuoso entre el sol y la luna 

por qué necesitaba hundir la cara en vos 

por qué razón el mundo era como tu pecho 

qué fuerza me lanzaba en esa dirección 

en forma de cometa hacia tu fondo 

habíamos decidido cortar el mundo en dos mitades pero yo vuelvo a mezclar la mía con la tuya 

y te digo te quiero 

ahora que tu oreja escucha otra almohada 

te digo te quería 

quería no quererte 

te hubiera querido si hubieras llegado a tiempo 

qué tardecitas las de entonces 

qué otoños a lo largo de la avenida que entonces tenía otro nombre todavía se podía conseguir casa fácilmente 

conseguirme fácilmente 

yo era sencillamente la foto de mi libreta de enrolamiento el menor soplo de viento me dejaba desnudo 

si te hubiera encontrado bien temprano un sábado de aquellos pero entonces eras ridículamente chica todavía sin pechos 

no supimos nadar por el mismo andarivel de tiempo

quedamos mal situados para abrazarnos 

nuestro amor fue el roce anómalo de dos planos de tiempo perdido no atinamos a ser el uno para el otro 

tu ausencia es inaudita 

por qué no estás ahí hablando con voz que se te cae y rutinario yo la alzo con tus gestos desacertados forzando tu belleza 

con las extensas zonas animales de tu cuerpo 

cómo sostenerme la cabeza con manos que no te previamente acariciaron para qué dibujar esta letra con tu caligrafía 

sin vos el cigarrillo se me extravía en remotos ángulos del cenicero 

yo quería adherirme a tu piel inmortal tocarte bien 

te podía rodear con mis hombros cubrir con mi altura 

pero vos eras pura irreductible como un elemento 

y yo siempre llevaba guantes 

cómo entregar un corazón ajeno 

como anegarme si ya estaba ahogado 

una bala perdida solo mata una vez 

por eso te dejé para siempre en la cola del colectivo 

por eso te encerré en el ascensor y te dije planta baja a través de las rejas por eso voy dando tumbos sobre las copas de los árboles buscando un pelo de tu trenza 

aunque no sea el más precioso 

para colgarme de una vez

Mary Oliver

 Mary Oliver  

Dos o tres veces en mi vida descubrí el amor. 

Cada vez pareció que iba a resolverlo todo. 

Cada vez resolvió una buena cantidad de cosas 

pero no todo. 

Y sin embargo me sentí agradecida como si de hecho, 

verdaderamente, hubiera resuelto todo.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios