«Nueve Reinas te mostraba la manera en que te habían estafado y encima ponerte contento»

🎞️ En el año 2000, el director de Fotografía Marcelo Camorino grabó una película, que un año después resultó premonitoria. Y con el correr de más de dos décadas coordinó su remasterización para que hoy pueda reestrenarse en el cine. ¿Quedan cosas por decir sobre esta obra, el plan perfecto de Bielinsky? Su colega nos asegura que sí.

—¿Qué significa y qué significó “Nueve Reinas”? 

— Que 24 años después seguimos hablando de la película.

Marcelo Camorino está de regreso en Buenos Aires. Hace años que vive en Colombia, a una hora de Cartagena, y un trabajo le coincidió para que pudiera regresar, justo para el reestreno de “Nueve Reinas”. “Se alinearon los planetas y yo pude estar acá”, nos cuenta. ¿Cómo se vuelve a ver la capital a los ojos de alguien que la retrató en una película que a su vez cimentó la imagen de esa ciudad ante sí misma y ante el mundo?

“Fue una película que podía ser una película más en su momento y resultó que creció y escaló como una gran película. Tuvo importancia para todos nosotros. Todavía hoy recibo muchos trabajos por haberla grabado. ¿Entendés que la seguimos analizando? Me parece trascendental como obra. Es volver a ver lo que era Buenos Aires, lo que eran los teléfonos públicos”, expresa en esta charla con El Grito del Sur. Fuera de la periferia porteña, Camorino ha filmado en México, en España, y viene de grabar un comercial en San Pablo (Brasil), donde uno de los técnicos lo reconoció: —¿Vos hiciste la fotografía de ‘Nueve Reinas’?—. “Entonces le comenté que había remasterizado la película y empezamos a hablar”, relata consciente e igualmente asombrado, de que el avance del tiempo le siente al film cada vez mejor.

En febrero de 2000, Marcelo aceptaba la propuesta de Fabián -un director con el que había trabajado en publicidades- y que le pedía que se sumase a su equipo para filmar su ópera prima (con un guión que ganó un concurso sin antecedentes en Argentina), que por aquel entonces se llamaba “Farsantes”, y que acababa de contratar a Ricardo Darín y a Gastón Pauls para contar la historia de dos estafadores que se conocen y deciden colaborar para estafar a un empresario español fanático de las estampillas. Como cuando Marcos y Juan estrechan su mano y se presentan: —¿Hacemos negocios, Sebastián?— y el otro le corrige: Juan —.

“A mitad del 2022 me llamaron de Patagonik, Julián Setton y Juan Pablo Galli para comentarme de que tenían la intención de hacer la remasterización de ‘Nueve Reinas’ y me ofrecieron estar en ese proceso, fundamentalmente porque Fabián no estaba, y porque la idea era conservar el espíritu que había tenido originalmente la película cuando se estrenó. El propósito era conservar la manera en que se había hecho la película, conservar la voluntad de Fabián y las conversaciones que habíamos tenido en su momento sobre cómo debía ser la imagen de la película. Podríamos haber modificado el contraste, haberla hecho más cálida o más fría, más luminosa, más oscura; un montón de variantes”, reconoce y recuerda que lo primero que hizo fue ver una proyección analógica de la cinta en el Museo del Cine: “Esa fue una de las partes más emocionantes, porque era volverme a encontrar en la película, en una proyección analógica, a través de un proyector con el parpadeo que tiene la lámpara, o sea, con todo eso que da la nostalgia del cine”.

“Una de las cosas que me parece fundamental hoy por hoy del tema de la remasterización digital es que antes la película que venía de Buenos Aires, iba a Santa Fe o a Mendoza era una copia que había sido pasada a 200 veces en un proyector y que llegaba a una provincia totalmente lastimada. En mi adolescencia fui mucho al cineclub donde veías los films con ratas, mugre y hasta con principios y finales cortados. Hoy, en todas partes, la gente puede llegar a valorar la película como fue concebida. Eso me parece importante, dejando de lado la nostalgia del parpadeo, de la luz de la sala oscura”, complementa respecto al proceso que implicó jornadas de retoque cuadro por cuadro, de color y de la separación de sonido que estaba todo agrupado (la banda de sonido, las voces, los efectos), tarea que Patagonik realizó en Europa.

“Nueve Reinas” fue una de las elegidas en la selección Klasikoak de la pasada 71° edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, para su digitalización. “Ricardo Darín es muy reconocido en el festival de San Sebastián y ese fue uno de los motivos por los cuales para mostrar el Master digital de la película”, destaca Marcelo.

Finalmente, la obra maestra se reestrenó el jueves 22 de febrero en las salas de los cines argentinos, donde más de 4.000 espectadores y espectadoras la vieron en el marco de La Fiesta del Cine, un beneficio promocional que deja el valor de las entradas a $1.500.

Cuando recibís ese guión, una de las preguntas que te hiciste fue cómo contar esa Argentina o esa Buenos Aires contemporánea, pero que a la vez vaya en relación al cuento que iban a contar. ¿Qué decisiones tomaste para crear esas imágenes?

Tuvimos una serie de conversaciones con Fabián, donde una de las cosas que me plantea es que quería que la imagen fuera lo más documental posible. La película transcurre la mayor cantidad de tiempo en la calle. Él quería que la cámara estuviera muy cerca de los actores y que se moviera junto a ellos. Una decisión que fue muy acertada e innovadora: incorporar el steadycam (el primer estabilizador de cámara, que venía del antecedente de Stanley Kubrick en “El Resplandor”) tanto tiempo. En ese entonces, esa técnica se utilizaba tres o cuatro jornadas de un rodaje de 40 y 45 días y generalmente para resolver un problema técnico. Sin embargo, nosotros lo tuvimos más de 35 días, o sea, un 70% del rodaje y el operador fue Matías Mesa.

¿Cómo aportaste tu mirada a la que ya tenía Fabián?

En nuestras primeras conversaciones, filosofando sobre cómo debía ser la imagen, me di cuenta que debía ser una imagen donde no tengamos ningún contraluz, porque el contraluz recorta el personaje. Había que ver de qué manera poner la luz que tuvieras sentido, por ejemplo en el lobby del hotel y que no se notara que era una luz puesta en artificialidad. Si la volvés a ver, te vas a dar cuenta de que no tiene ningún contraluz, que los personajes se despegan por el valor que tiene el fondo o por el valor que tiene la figura pero casi por completo con luz natural. Y con un steadycam a 360° con dos ópticas distintas, o sea, una óptica más abierta y una óptica más cerrada para estar más presente sobre ellos y moverse a 360°. Esas eran las cosas que había que resolver en el rodaje y que bueno, era un desafío interesante. 

La película incursiona en traer ese punto de vista donde nadie o pocos estaban viendo y que trae el Nuevo Cine Argentino.

Sí, había antecedentes: “Mundo Grúa” (1999) y “Pizza, birra y faso” (1998). Nosotros veníamos de ver películas exitosas con 200.000 espectadores y de pronto “Nueve Reinas” reúne un millón y medio. ¿Por qué? Yo creo que la diferencia es porque la gente entendía que era una película de autor, pero que tenía una impronta industrial, con una factura muy fuerte en cuanto a la resolución de técnica y de la imagen. Y también porque me parece que era premonitoria de cosas que empezaban a ocurrir en la sociedad argentina: un año y medio después sucedió la gran estafa a la sociedad argentina y ya estaba reflejada en la película. A mí me sorprendió muchísimo cuando después ocurrió lo que ocurrió en el 2001 con el corralito. Una de las mejores cualidades es el guión. Como espectador no te das cuenta de lo que en verdad se está tramando. Recién al final, ves que había otro personaje más complejo (y podríamos añadir, hasta los gerentes del banco, huyendo con todo el dinero). Eso es muy interesante: nadie se da cuenta de cuál es la subtrama que hay detrás de todo eso. (Añade, como metáfora de la crisis).

Hablando del espectador, en ese momento era muy común la frase «No miro cine argentino”. Tiempo en que Campanella retoma esta frase en “El hijo de la novia” justamente con Darín. Ambas películas tienen una impronta muy importante en su carrera. ¿Qué quiebre sentís que “Nueve Reinas” trajo en ese debate, que empieza a cambiar esa opinión?

Nombraste justo a Juan, que es otro importante director que hace films de autor, con una impronta muy desarrollada pero con una estructura de cine industrial. O sea, Juan hace lo que uno quiere ver. Entonces eso me parece que son cosas de Fabián, que tal vez venían de un poquitito de antes, con Adolfo Aristarain, pero cuando la impronta industrial era más limitada. “Nueve Reinas” te identifica; comienza a identificar a una sociedad. Veías una ciudad que era la ciudad donde vos estabas viviendo y te estaban mostrando de la manera en que podías ser estafado en la puerta de tu casa y ponerse contento además. O sea, la vieja le da el anillo a Juan y está contentísima. Entonces eso creo que fue lo distinto de la película y lo mismo que pasó con “El hijo de la novia”. Dentro de la enfermedad del personaje de Norma Aleandro, hay y se transmite una sonrisa.

Fuiste la persona que defendió el punto de vista de Bielinsky en su remasterización, ¿pero cómo era segundear su mirada que generalmente iba en contra de los productores que le pedían ajustarse al presupuesto? Como esa primera toma que grabaron en Florida y Córdoba…

Eso fue como el inicio del rodaje pero como una previa, una semana o diez días antes de iniciar oficialmente. Un equipo reducido fuimos a filmar a Florida y Corrientes, Florida y Córdoba, y ahí había unos extras que hacían estas acciones (lo que Marcos le muestra a Juan en la emblemática escena “bueno de eso se trata, están pero no están”) y nosotros con un teleobjetivo las íbamos grabando, semi escondidos en el medio de cierta cantidad de gente. La otra parte interesante de la película es que el final se filmó dos veces porque a Fabián no le gustaba cómo había quedado. Era una de las últimas tomas que habíamos grabado y entonces le propuse a la producción filmar de nuevo. Como una semana después volvimos a juntar a una parte grande del equipo en el mismo lugar de filmación. Ahí Fabián encontró una manera distinta (el famoso plano secuencia) para ir descubriendo a los personajes. El único que quedó de la primera filmación es el actor español (Ignasi Abadal como Vidal Gandolfo), porque ya no estaba más en Buenos Aires.

“Nueve Reinas” transmite desde sus fotos, como la ardua escena de la corrida que hasta quedó como el póster. ¿Cuáles volvés a ver y todavía te dan orgullo?

La corrida fue un gran aporte porque Gastón se lastimó (y luego Darín) y tuvimos que reprogramarlo, pero además por cómo se filmó: con la cantidad de planos que tiene y con una cámara moviéndose a la par del de los dos motoqueros, que le daba un dinamismo propio del cine de acción. Pero en lo personal me gustó mucho hacer la escena donde Juan se encuentra con su padre, porque había que recrear una luz de cárcel en un set. Una escena clave porque, además de verificar la historia del personaje, te está anticipando que va a terminar jodido porque hasta el padre lo puede engañar con las cartas.

¿Cómo y desde qué lugar sentís que “Nueve Reinas” todavía hoy representa la argentinidad?

Fabián supo mostrar esa argentinidad de la cual muchos se sienten orgullosos y es esa habilidad para obtener beneficios de un otro. Me parece que tenemos que revisarlo porque no está bien, pero sí está bien que se vea en la película (sonríe).

Hablamos de lo importante que fue esta película para Darín. ¿Cómo fue dirigirlo y tus interacciones con Fabián y con el elenco en el set?

Fue una película divertida de hacer. Fabián era una persona que sabía lo que quería pero mucho más lo que no quería. A Ricardo lo había dirigido también en «El Faro” (después en “La Fuga” y muchas más) y le gustaba a veces patear un rato al arco entre descansos, o jugar a las cartas. Me parece que ese ambiente que se generó fue muy importante para la película, pero también pienso que no tiene que ser siempre así.

¿Podemos seguir hablando de esta película que ya es un clásico? ¿Nos quedan cosas por decir sobre esta obra?

Yo creo que sí. La película tiene una impronta muy fuerte donde habla de alguna manera la condición humana. No sé si habrá otras cosas más para hablar, pero me parece que cuando el espectador puede entender que uno como individuo puede ser manipulado para que otro obtenga un beneficio es jodido ¿no? verse reflejado en esa situación. O sea, la escena del baño (“Lo que faltan son financistas”, o el trato con su hermana -Leticia Brédice- para que le cuente la verdad sobre la herencia de los abuelos al hermano –Tomás Fonzi–) te cuestionan cuánto vale tu moral. Son las desgracias del capitalismo. Y con manipulación también me refiero a esta parte donde se cree que el cine argentino es financiado por el Estado. Hacerle creer a la gente que la economía es la que da el dinero para el cine argentino. Todas las cinematografías de nuestros países tienen que tener un cine industrial e independiente, porque es donde se genera la representación de nosotros, de las regiones de un país, los lugares y las idiosincrasias. El Estado le debe más al cine argentino que el cine argentino al Estado (cita de Juan Villegas), porque lo que generó el cine argentino en los últimos 30 años o más, con el primer Oscar que ganó “La historia oficial” hasta ahora, fue esa representación de los argentinos a través del cine.

Compartí

Comentarios