Contra el cine, los libros y el teatro: ¿por qué la Ley Ómnibus va por la cultura?

📚 Argentina es el país más lector de Latinoamérica y una de las principales usinas de producción cinematográfica. El teatro, el arte y el cine en riesgo. Testimonios en primera persona del intento de desguace del sistema cultural nacional.

– El INCAA no existe más-, arengaba Javier Milei en entrevistas con Fantino, cuando por entonces era candidato. Hoy presidente, algunas promesas persigue cumplirlas.

-¿Tocar el INCAA? No lo va a hacer- respondían durante los últimos meses, quienes interpretaron que muchas de sus intenciones se mantendrían en discursos de hartazgo. 

Sin embargo, la pregunta es: ¿por qué?

A 20 días de gestión el mandatario envió al Congreso Nacional para ser tratado en sesiones extraordinarias la Ley Ómnibus, un proyecto de 351 páginas con más de 664 artículos llamado «Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos» que entre sus puntos dispone el cierre del Instituto Nacional del Teatro (INT, derogando la Ley 24.800, que regula la actividad teatral y garantiza «el apoyo del Estado») y del Fondo Nacional de las Artes (FNA), propone eliminar el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), dejar sin efecto la Ley de Precio Único del Libro, modificar del sistema de asignación de recursos del Instituto Nacional de la Música (INAMU) y el desfinanciamiento del INCAA.

“El artículo del FNA llama mucho la atención, no sólo para nosotros sino en sectores más conservadores del propio diario Clarín donde la pregunta es: ¿Por qué?”, reflexionan trabajadoras y trabajadores del Fondo Nacional de las Artes en diálogo con El Grito del Sur. “Porque el Fondo no es uno de los organismos con el cual se creó esta imagen de ‘organismo militante y ñoqui’, y toda esa construcción que se hace de trabajadores del Estado, sino todo lo contrario, tiene un prestigio nacional e internacional. Siempre se movió con parámetros muy claros, muy transparentes. En la pandemia tuvo un rol claro saliendo a ayudar a los artistas, y tiene sus propios recursos: que es el dominio público pagante, una tasa que pagan televisoras, radio, y sobre todo los mismos artistas”, explican. 

Entonces, ¿cuál es el objetivo o la razón por la que hacen esto? Hay varias hipótesis. “Una de índole más personal. El que redactó toda esa ley es (Federico) Sturzenegger (ex Presidente del Banco Central de la República Argentina desde 2015), que durante el gobierno de Macri, su pareja (Josefina Rouillet) trabajó en el Fondo y no se fue de la mejor manera. Una cuestión revanchista”, señalan. Por otro lado, advierten, un “rol de distracción”. Es decir, ante la poca probabilidad de que se vaya a votar en sí misma la ley (y en este punto se acerca al punto de a quienes argumentaban que no tocaría la cultura), modifica el desarrollo, financiamiento y fomento de la actividad cultural en Argentina. “Es muy difícil obtener la cantidad de votos para cerrar el FNA pero ese rol distractivo no es neutral, porque se apruebe o no, es un organismo que queda marcado por la intención del Poder Ejecutivo de cerrarlo. De aprobarse o no el FNA va a funcionar distinto, y van a hacer mucho mal a la cultura, al arte. Si uno revisa el objetivo de esa Ley Ómnibus nota que apunta a sacar todas las trabas legales que hoy tienen muchos de los recursos y patrimonios nacionales para poder ser vendidos, y como saben que eso va a ocasionar respuestas a nivel social establecen medidas que faciliten el uso de la fuerza para poder reprimir la eventual movilización”, contextualizan.

La cultura como la conocemos: “el rubro del libro en alerta”

Delfina Migueltorena es docente, comunicadora, y fundadora de la librería Mercurio, un espacio autogestivo que recientemente mudaron a la Avenida Diaz Velez. Cuando buscaban local por el barrio porteño de Almagro, la prioridad era hallar un espacio donde pudieran desarrollar también un cine barrial. “Encontramos un comercio con un subsuelo grande donde planeábamos proyectar películas a precios amables. Una inversión así sería imposible pensarla sin el apoyo del FNA o alguna financiación del Estado”, nos cuenta.  

“Javier Milei es un presidente que no quiere a su país y desconoce su historia. El Fondo Nacional de las Artes, por ejemplo, permitió que Antonio Berni, Astor Piazzola, Jorge Luis Borges, Leonardo Favio, María Elena Walsh, Alejandra Pizarnik, Ricardo Piglia, entre otros, desarrollaran sus proyectos artísticos. Proponer el cierre de ése organismo es desconocer su aporte y negar la posibilidad de que argentinos/as de clases bajas y medias proyecten un futuro en el mundo del arte”, sostiene Delfina. 

Prohibir y quemar libros fue una de las medidas en común de las dictaduras más sangrientas. Sin ánimos de sonar tendenciosa, y lejos de asemejar procesos políticos tan atroces a nuestro presente, es significativa la persecusión a la cultura. Ninguna de estas medidas tiene carácter urgente ni erradicaría –como dijo el presidente al comunicar el DNU– que 6 de cada 10 niños y niñas estén en situación de pobreza. Estamos ante un gobierno democrático. 

“Hoy puede sonar excesivo hablar de prohibición, pero sin duda la derogación de la ley empobrecería la oferta literaria y amenazaría la bibliodiversidad de la que disfrutamos hoy” —destaca Delfina— “El arte nos ayuda a cuestionar el mundo en que vivimos y eso incomoda. Este es un gobierno al que le molesta la pregunta porque lo expone y reconoce que la cultura es un generador de interrogantes constante. La ley ómnibus no sólo deja vulnerable al cine, al teatro, a la música y al rubro del libro quitando financiamientos, alentando el cierre de organizaciones y derogando leyes vitales para la industria. Si no que también respalda los intereses de grandes empresarios y monopolios dejando en claro a quién está dirigido este gobierno”.

El proyecto de Ley Ómnibus propone la eliminación de la Ley del Libro (la 25.542) que establece el PVP (Precio de Venta único al Público), es decir un valor fijo que se mantiene en todas las librerías. ¿Por qué eliminar la Ley del Libro? Como el argumento de la educación por voucher, “es una cuestión de competencia”, “si tu escuela (o local) es más demandado tendrás más recursos para ampliarlo” (sic Carolina Píparo), o como le comentó una seguidora a Delfina en sus redes sociales, que las librerías “salgan del victimismo”: “van a haber otras librerías que tendrán optimismo, visión de negocio, saldrán de su zona cómoda, encontrarán nuevos caminos, se reinventaran o le buscarán la vuelta de alguna forma y saldrán adelante”.

“La ley no conviene porque las empresas y grandes cadenas podrían acceder a comprar mayor cantidad de unidades —por ende a mejores precios— lo cual en principio beneficiaría a quien compra libros porque los pagaría a un precio bastante más bajo ahí que en una librería de barrio. Eso llevaría a la desaparición de la mayoría de  las librerías independientes. Hasta acá alguien —con poca empatía y noción de lo colectivo— podría preguntarse ¿y cuál sería el problema? Una vez que esas empresas monopolicen gran parte del mercado, la historia se repite: los libros vuelven aumentar a precios irrisorios, y como no hay otra opción porque las librerías chicas al no poder competir con esos descuentos, fueron cerrando. La gente va a tener que elegir entre endeudarse por un libro o dejar de leer. A la larga esto no beneficia a nadie”, cuestiona. 

«Películas que no mira nadie y recaudan millones»

“Siempre estaba esta disyuntiva de si nuestro país necesita menos películas de mayor capital o poder tener mayor cantidad de películas con diversos diseños de producción que puedan fomentar una cinematografía diversa. Esto ya ni podría ser discutido. Realmente con la Ley Ómnibus es llevar al muere al 80% o 90% de las películas que así se realizan”, comenta a este medio la directora Andrea Testa (realizadora de “Niña Mamá”, “Pibe Chorro” y “La Larga noche de Francisco Sanctis”), actual presidenta del Colectivo de Cineastas e integrante fundadora del movimiento Cine Argentino Unido.

Un espacio que surgió frente a las amenazas de Milei como candidato, cuando amenazaba con cerrar el INCAA, y aprovechando el récord de nominaciones argentinas a los Premios del Festival de San Sebastián (donde pasaron cerca de 25 películas y “Puan” fue la gran ganadora). Si en Argentina se cuestionaba la importancia de su cine, el mundo vería una bandera en su defensa. “Nuestro cine ha participado en festivales internacionales donde se muestra la marca Argentina. El INCAA agrupa una diversidad enorme de trabajadxres que traen riquezas económicas y culturales de nuestro país, y eso es lo que tapan”, señala.

¿Qué es lo que cambió desde “Argentina, 1985” hasta ahora? La película que trajo al presente lo que significó que el nuestro fuera el único país del mundo en que se juzgara a militares en un juicio civil. Desde ahí, La Libertad Avanza removió bases y principios que creíamos consolidados, volver a sembrar jurisprudencia y paradigmas comunes de derechos humanos. “¿Qué es lo que pasó de la nominación, que la festejamos como un Mundial, o como lo fue ganar el Oscar con otras películas? Creo que son puntos de nuestra historia del cine que cada tanto dan cuenta de lo importante que es la cultura, el cine y su sostenimiento. Claramente hay una discusión más ideológica que económica sobre por qué atacar la cultura”, reflexiona Andrea, al tiempo que enumera y desmiente los puntos más importantes de los artículos que modificarían la industria del cine argentino.

“Los mitos que circulan sobre el INCAA son muchos y tienen que ver con estas operaciones mediáticas. Una es la idea de que ‘los trabajadores son ñoquis’, otra que ‘se producen películas que no ve nadie y se llevan millonadas de dinero’, como si una película la hiciera una sola persona. Seguro haya películas que no tengan la mayor cantidad de espectadores pero las películas siguen viviendo más allá de su paso por las salas: en festivales, muestras, escuelas, en la plataforma Cine.Ar. Falla el encuentro en las salas porque muchas veces no se destinan pantallas, porque está cambiando la distribución, lugares donde la conectividad no llega. Es muy fácil decir ‘no las ve nadie’, y como directora de películas que no tuvieron mucho tiempo en salas puedo decir que sigo mostrando las pelis y me las siguen pidiendo”, asegura.

“Hay un mito muy fuerte sobre cómo se financia el cine nacional, donde se da a entender maliciosamente que los impuestos que recauda el Estado que podrían estar destinados a mejorar los hospitales, se envían a la producción de películas que no mira nadie. Esto no es así. El Fondo de Fomento se financia de lo recaudado en las entradas de cine, los impuestos de asignación específica (son recaudación del ENACOM desde AFIP). ¿Qué pasa con esto? con estas asignaciones (que se aprobaron el año pasado con una prórroga de 50 años) se genera una vuelta de recursos: hablo del cine, en ese caso vuelven a invertirse en la economía: puestos de trabajo, se contratan servicios de catering, se paga a proveedores de cámaras, luces, maquillaje, vestuario, utilería, posproducción. Todo está sostenido en una rueda que vuelve a generar ingresos tributarios al país. Con la ley hablamos que estos créditos serían a tasas del mercado (equivalente al 10%), esto es ahogar a la producción o que solo puedan producir grandes empresas que cuentan con otro respaldo. Otro de los puntos es que elimina cualquier regulación sobre la cuota de pantalla, imagínense lo difícil que va a ser estrenar en carteleras. Además se saca el financiamiento y sostenimiento de todas las escuelas nacionales de cine desde la ENERC pero también muchas otras regionales, esto es gravísimo”, especifica la cineasta.

De Argentina al mundo

Según el portal Iberoamericano de Gestión y Cultura, Argentina es el país más lector de Latinoamérica con 56% de la población (seguida por Brasil con 48% y Chile con un 35%). “Cuando asumió Milei, varios espacios culturales señalamos que algunas de sus propuestas eran inconstitucionales y se nos acusó de promover una campaña del miedo. Fuimos inocentes. Esta ley que se envía al Congreso pretende eliminar las facultades del Congreso mismo. Creo en la palabra y su potencia pero también que esto no puede limitarse al discurso, tenemos que poner el cuerpo y salir a la calle”, destaca Delfina, al tiempo que advierte: “Nos encontramos con muchos seguidores haciendo un paralelismo con Fahrenheit 451, la distopía de Ray Bradbury que relata un futuro dónde los libros están prohibidos y existen «bomberos» que los queman. Cuando le preguntaron al autor si él creía que algo así podía ser posible, señaló un escenario incluso peor: ‘un país donde no sea necesario quemar libros porque a la gente ya no le interese leerlos’”. 

“Yo pude estudiar en la ENERC por ser pública y desarrollar mis proyectos audiovisuales a través de becas y subsidios. Y por eso dedico tiempo en devolvérselo al país. Me parece importante que todas y todos podamos cuidarlo, pero no por proteger lo individual sino para que más personas puedan acceder y elegir qué clase de vida quieren llevar. Parece una idea utópica pero si no la peleamos cada vez va a ser más difícil porque el mercado homogeniza los gustos y concentra el capital y sabemos por nuestra historia quiénes terminan siendo los grandes ganadores, y como pueblo no podemos seguir sufriendo que nos roben lo poco que nos queda”, cierra Andrea, que extiende la convocatoria de una Asamblea general el miércoles 3 de enero a las 18.30 horas.

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