Memorias del bombardeo

📚 El 16 de junio de 1955, la Armada bombardeó la Plaza de Mayo para derrocar a Juan Domingo Perón. "La cotidianidad interrumpida. Testimonios de los bombardeos a la Plaza de Mayo" recupera la voz de las personas que vivieron ese momento.

El 16 de junio de 1955, Elena tenía 24 años y trabajaba en una fábrica de cerámica ubicada en la calle Perú 441, a metros de avenida Belgrano. Cerca del mediodía los hicieron salir de la empresa. “No decían qué pasaba, pero nos dimos cuenta. Yo me di cuenta”, recordó. Ese día estaba previsto un espectáculo aéreo en el que se lanzarían flores desde aviones como una señal de apoyo al gobierno de Juan Domingo Perón -el 11 de ese mes había sido la multitudinaria marcha opositora del Corpus Christi, convocada por la Iglesia-, pero aviones de la Armada salieron de la base de Punta Indio con la inscripción “Cristo vence” y a las 12:40 Néstor Noriega, jefe de la escuadra, tiró una bomba en Plaza de Mayo, la primera de muchas que caerían sobre la Ciudad hasta las 17:40. Recién en 2010, el Estado presentó los resultados de una investigación que arrojó que los ataques causaron 309 muertes.

“Vimos cierta dificultad a la hora de juntar los testimonios, falta de interés. Nos preguntaban por qué hablábamos de esto que había pasado hace tanto tiempo y había personas que no estaban muy dispuestas a dar su testimonio”, dijo a El Grito del Sur Malena Velarde, directora del programa Memorias Recientes de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), becaria doctoral del Conicet y UNSAM y una de las compiladoras del libro La cotidianidad interrumpida. Testimonios de los bombardeos a la Plaza de Mayo.

La investigación comenzó en 2014, cuando Velarde y sus colegas aún eran estudiantes de la carrera de Letras. En ese momento entrevistaron de forma grupal a personas que participaban de los encuentros de “Abuelas Relatoras para la Identidad, la Memoria y la Inclusión Social”, un programa que hacía PAMI en conjunto con Abuelas de Plaza de Mayo y les preguntaban qué estaban haciendo el 16 de junio de 1955. 

“Muchos nos decían que era la primera vez que les preguntaban eso -afirmó Velarde-. Los ejes en los que dividimos los testimonios fueron infancia, hogar y trabajo. Había personas que eran niños al momento del bombardeo; otras, mujeres en su mayoría, que estaban esperando a un padre o esposo en la casa y en el eje del trabajo aparecen los testimonios de quienes vieron las bombas más de cerca”.

Y eso fue lo que le pasó a Elena. Después de salir de la fábrica y en medio de los estruendos corrió hasta avenida de Mayo, intentando de alguna manera llegar a tomarse un transporte que la llevara a Constitución para volver a Lanús. “La imagen la tengo grabada acá y no se me va a borrar jamás. Yo vi los aviones largando metralla y dirigiéndose hacia la Plaza de Mayo (…) yo no puedo describir el sentimiento de pánico. No tengo palabras para describir eso. Pero ver la metralla que largaban, escupían, los aviones, para mí fue horroroso. Hay películas de eso. La gente inocentemente iba a la Plaza de Mayo a mirar porque era el lugar de aglutinamiento: en la época de oro del peronismo era eso. Todos iban a la Plaza de Mayo”, relató.

“Para mí no es una Revolución Libertadora. Y agradezco este tiempo porque yo nunca pude hablar así y ahora tengo 83 años y lo puedo decir. Han cambiado todas las cosas. Yo nunca tuve afirmación política, ni fui militante, ni afiliada a ningún partido político; soy de origen obrero, y mi aristocracia es la del trabajo”, completó Elena.

En el caso de las mujeres que estaban en sus casas al momento del ataque, Velarde señaló que en su mayoría respondían que no tenían nada que aportar. “Pero muchas veces no tener nada para contar era no haber estado en ese lugar público, esta idea de que el único dato relevante lo aportaba quien estaba ahí”, remarcó. En esos relatos prima la ausencia de un familiar que no llega en el horario habitual, el relato de algún vecino, la espera en la vereda, pero nunca el haber escuchado del bombardeo a través de la radio.

Susana tenía 13 años y su hermano -que trabajaba en el centro- se salvó porque se bajó antes del trolebús en el que viajaba a su casa. “Yo no tengo recuerdos de que se haya hablado a la noche, salvo de lo de mi hermano. Hubo silencio. De eso no se habló nunca más. Y durante cincuenta años no se tocó nunca más el tema, como si no hubiera existido”, contó. Recién cuando se publicó un informe con la cantidad de víctimas del ataque, Susana empezó a hablar. “Para mí fue muy valioso porque empecé a llamar a gente de mi edad y a preguntarles: ¿Te acordás?”

Perón observando los destrozos causados por los ataques. Foto: Archivo General de la Nación

En La cotidianidad interrumpida, les investigadores señalaron que las pocas imágenes que hay del bombardeo se obtuvieron gracias al coraje de quienes se animaron a sacar fotos o filmar, pero que ese material fue luego utilizado por la dictadura militar para reforzar la propaganda antiperonista. Con el regreso de la democracia en 1983, esas imágenes se difundieron en documentales como La República Perdida (de Miguel Pérez) y Perón. Sinfonía de un sentimiento (de Leonardo Favio).

“Nos parece importante volver a instalar la pregunta de qué pasó ese día y pienso dos motivos. Por un lado, la generación que lo vivió está muriendo y hay que preservar esas vivencias -remarcó Velarde-. Y, por otro lado, hacer una pregunta sobre el pasado reciente que pueda recuperar la vivencia de lo doméstico, de quienes habitan ese espacio y tener la representación de qué significó el ‘55 para esas personas porque el bombardeo no alcanzó solo a los que estaban en la Plaza, sino que fue lacerando el tejido urbano”.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.