No hay solución gremial sin solución política

🗣️ Ni gremial ni corporativa. Cristina tocó en la UOM y volvió a demostrar quién dirige la batuta. Del otro lado, halcones y palomas se despluman y ni el dueño del zoológico los puede reunir. De yapa: el triunfo de Lula, las coaliciones antineoliberales y el efecto Mundial.

No hay solución gremial sin solución política. El cartel azul con letras blancas que coronaba la mesa que compartieron Cristina Fernández de Kirchner y el titular la UOM, Abel Furlán, pasó casi desapercibido en el análisis político que muchos colegas se esmeran por realizar sobre las palabras de la vicepresidenta. Sin embargo, esta idea fundamental dialoga y complementa de manera directa el discurso de Cristina: «Es necesario representar y organizar el peronismo», dijo y para eso (agrego yo) la solución es política.

La solución política está íntimamente ligada a la discusión interna del peronismo. Es política porque no es corporativa, no es sectorial ni gremial. Es una respuesta holística, integral, estratégica y de país. No es la salida de un grupo con intereses particulares compartidos, la de «los movimientos sociales» o la de una fracción de la dirigencia sindical. Es una propuesta de soluciones conjuntas y no por las partes. La salida es política y la representación debe ser del peronismo. Primero la Patria, después el Movimiento.

Cristina volvió a la centralidad de la escena política para reivindicar su rol de conductora del peronismo. Ya casi nadie de quienes intentaron poner en duda este hecho incontrastable de la realidad lo discute. Uno de los pocos (además de la dirigencia del Evita y la dirigencia de un sector de la CGT) es el propio Alberto. Urgido por recuperar capital político, el Presidente se tomó el primer vuelo charter a São Paulo para abrazarse con Lula, tras el tercer triunfo del metalúrgico en Brasil. Ahora se encontrará con Andrés Manuel López Obrador en un intento de mostrar músculo internacional. Nobleza obliga: así como su gestión interna ha sido cuanto menos inconsistente, las apariciones de Fernández en materia internacional han sido correctas. Un hombre de Estado for export, más de los barcos que de la selva o los árboles.

El regreso de Lula fue un insumo invaluable para reabrir las discusiones en una Argentina golpeada. Dejó varios saldos: las finales las ganan los titulares, los sectores minoritarios deben acompañar y no pretender protagonizar, la memoria histórica de los pueblos persiste a pesar de la cárcel y las persecuciones. Y, además, las expresiones políticas de la ultraderecha tienen un correlato social vigente, transversal y preocupante: mientras el propio Bolsonaro los mandaba a guardar a su casa, los camioneros de Brasil seguían en las rutas pidiendo una intervención militar. El monstruo corriendo por derecha al propio Doctor Frankenstein.

La realidad muestra una pauta: pese a que lo vendan como el triunfo de las «oposiciones», mientras en Europa avanzan las ultraderechas, en América Latina se imponen coaliciones antineoliberales. Esta definición implica dos señalamientos: por un lado, el carácter coalicionario, que las vuelve elefantes con pies de barrio, grandes monstruos amplios y heterogéneos con dificultades para tomar decisiones de fondo, donde la autoridad de la conducción política juega un rol fundamental. Por el otro, su carácter antineoliberal: no son ni populares, ni de izquierda, ni siquiera progresistas. Parten de un antagonismo constitutivo con un enemigo amenazante, pero para que no dilapiden su capital político tienen que estar dirigidas por sectores que transformen el statu quo, no que lo reproduzcan. Sino crecen las ultraderechas como discurso de impugnación a un sistema (¿a una democracia?) que funciona con 50% de pobreza. Si no se enfrenta a los poderosos, la sociedad lee a los gobiernos populares como garantes del orden establecido y se radicaliza por derecha. Remember Brasil también en ésta.

Álvaro García Linera es el teórico político más importante de las últimas dos décadas. En sus últimas alocuciones sobre Argentina señala que la inflación dejó de ser un fenómeno económico para transformarse en un fenómeno social. La necesidad de soluciones drásticas para frenar la descomposición del salario pone a la sociedad en estado de disponibilidad: «hacé lo que quieras, pero resolveme esto». El problema fundamental es que las ideas disponibles y las soluciones latentes son todas conservadoras, ortodoxas. Por eso el apoyo unánime al ministro Massa. Es lo que hay que hacer, there is no alternative. Las salidas que eviten el recorte son voces marginales en un coro corrido a la derecha.

La buena noticia que introdujo la victoria de Lula -junto a la idea de un sí se puede de los propios- fue la ebullición de las internas opositoras. De Larreta en el Congreso radical hasta Bullrich amenazando a Felipe Miguel, la coalición amarilla da sobradas cuentas de que está pasando acaso su peor momento del albertismo. En la pajarera no pareciera haber nadie que pueda sentar en la misma mesa a halcones y palomas y pese a los intentos del dueño del zoológico, la invitación al desayuno que organizó Mauricio Macri no prosperó y ambos bandos se siguen desplumando por el primer lugar en la chapa presidencial.

Mientras tanto, en el albertismo miran con buenos ánimos el Mundial. Un reciente paper de la Universidad de Surrey (Inglaterra) demuestra que «ganar la Copa Mundial de la FIFA aumenta el crecimiento del PBI en al menos 0,25 puntos porcentuales en los dos trimestres siguientes». El problema, nuevamente, será que ese crecimiento no se lo queden tres o cuatro vivos. La única conclusión que nos deja este tiempo histórico es que con diálogo y pidiendo por favor, los dueños del país no reparten la torta. Guardar en favoritos y recordar en ocho meses.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.