Se cumplen 6 años de la dudosa muerte de Andrés Campoy y, a medida que pasa el tiempo, crecen las dudas. El joven de 20 años fue hallado sin vida el 13 de junio de 2014 en las cercanías de Luján de Cuyo, a la altura del kilómetro 1060 de la Ruta 7. Andrés viajaba en su Peugeot 504 cuando fue detenido por un control de Gendarmería.
A partir de allí las versiones se bifurcan: desde la fuerza afirman que Campoy se habría suicidado. Familiares, peritos y organizaciones de Derechos Humanos no avalan esta hipótesis y señalan que Campoy tenía una carabina del año 1890, de un metro de largo, que se encontraba en completo desuso y que el joven se disponía a vender. También señalan que no se hallaron manchas de sangre en el interior del auto y que Andrés, en palabras de los peritos judiciales, “desde el punto de vista psicopatológico, (…) se puede inferir en términos de probabilidad que no presentaba un síndrome pre suicida en su último periodo de vida”.
Andrés estudiaba Licenciatura en Higiene y Seguridad en la Universidad Aconcagua y su madre intuye que aquella tarde salió rumbo al oeste con la intención de vender una carabina, cuando lo detuvieron dos gendarmes: Maximiliano Alfonso Cruz (24) y Corazón de Jesús Velázquez (25). Según la declaración de los imputados, al momento de ser requisado en el control, Andrés se dirigió al asiento trasero, tomó una carabina y se disparó. El Grito del Sur se comunicó con Mónica Campoy, madre de Andrés, para conocer las novedades del caso.
«Hace 6 años que estoy pidiendo justicia, pero el juez Walter Bento lo dejó todo parado. Después de seis años, en febrero de este año, han hecho la pericia del arma que traía Andrés, aunque no tenemos los resultados porque con esto de la pandemia quedó todo suspendido. La causa está caratulada como ¨homicidio agravado por fuerzas de seguridad¨», explica Mónica. «A ambos imputados , el juez Walter Bento los dejó libres por falta de mérito y los dos siguen en funciones: Cruz en Campo de Mayo y Velazquez en Córdoba. Nunca fueron detenidos ni tampoco investigados».
Mónica señala que, gracias a los peritajes post psicológicos, la licenciada Marta Mula -del Cuerpo Médico Forense de la Justicia de Mendoza- concluyó que Andrés no se podría haber quitado la vida. «No les importó nada. Todo quedó cajoneado porque nunca se investiga a la Policía o a Gendarmería cuando matan a alguien», explica la madre del joven.
Mónica señala que los gendarmes nunca fueron sometidos a indagatoria y que, en un primer momento, declararon que Andrés se había suicidado dentro del auto, para después cambiar su relato. «Él justo llevaba ese día una carabina de colección de 1890, que era del abuelo y no funcionaba, que estaba arrumbada y que medía un metro. ¿Cómo llega a usarla, dentro de un auto en que no hay salpicaduras de sangre? Lo mataron afuera, lo subieron y yo nunca voy a saber por qué lo mataron. Nunca encontraron casquillo, el único es el que tenía en la cabeza y Andrés nunca tuvo pólvora en las manos ni en la boca. Y tampoco nunca pudieron abrir su celular, ni en Mendoza ni en Buenos Aires», sentencia Mónica.
«Ahora, después de tanto tiempo, pudimos lograr el peritaje del arma de Andrés. Hasta ahí hemos llegado», dice la madre y agrega: «lo importante es que el caso de Andrés no se olvide y que podamos tener justicia».
