Ser docente en CABA y atravesar el límite de lo absurdo

👨‍🏫Si bien desde el inicio de la pandemia mostraron trabajo y compromiso con las comunidades educativas, les docentes vuelven a ser protagonistas (y víctimas) de un sinfín de titulares, notas y fallos jurídicos.

Durante los últimos días fuimos protagonistas de un sinfín de titulares, notas, móviles y fallos jurídicos. Les docentes, desde el inicio de esta pandemia, mostramos vocación de trabajo y compromiso con las comunidades en las que estamos insertes. Conocemos mejor que nadie las dinámicas institucionales y las relaciones entre la escuela y el territorio. Fuimos los primeros y las primeras afectadas por la interrupción de la presencialidad. Nuestras vidas fueron alteradas en varios aspectos, sobre todo en la domesticación de todo lo que hacemos. Las aulas se trasladaron a nuestros celulares, computadoras, cocinas y a las mesas de los hogares. Sostuvimos semana a semana la entrega de cuadernillos y bolsones. En el 2020 fuimos parte de la gesta histórica de sostener la educación y el cuidado de la vida, sin un mínimo reconocimiento del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Lo hicimos por lo que creemos, por nuestro trabajo, por nuestros chicos y nuestras chicas.

Nos parece necesario recordar cómo transitamos el 2020 y analizar cómo llegamos al 2021. Hicimos lo que había que hacer: mantener, sostener y profundizar el lazo entre alumnes y docentes. Mientras que hacíamos eso, quienes tienen la responsabilidad de equipar las escuelas, realizar obras, comprar computadoras y generar planes de conectividad no lo han hecho. En un regreso acelerado, nos presentamos en los edificios el 8 de febrero, y nada había cambiado. Las aulas sin ventilación siguen sin ventilación, los barbijos llegan a cuenta gota, los termómetros fallan, el alcohol escasea y tenemos un protocolo cuya aplicación resulta, cuanto menos, dificultosa. Sin embargo, y ante este escenario, avanzamos una vez más poniendo el cuerpo y comenzando con la “presencialidad cuidada”.

Con el correr de las semanas, la cantidad de contagios dentro y fuera de las escuelas fue en aumento. No son inventos, y el Jefe de Gobierno lo sabe: los casos de contagios en CABA vienen superando día a día el pico histórico del 2020. Las camas escasean cada día más, y ya hay maestras que no reciben la atención que necesitan. El propio Ministro de Salud porteño afirma que necesitan más respiradores. Algunes dirán que es instalar miedo, pero saben que es la simple y cruda realidad que están atravesando la Ciudad, la región y el mundo.

A este malestar se suma la interrupción sistemática de nuestras clases. De lo que nadie parece querer hablar. Les docentes que no han tenido hasta ahora estudiantes aislades, o dispensades, o aislamiento de burbujas se cuentan con los dedos de la mano. Cualquier docente lo sabe, cualquier autoridad escolar, cualquier familia. Nuestro trabajo es de anticipación y planificación en un escenario tan complejo, que nuestra tarea pedagógica se vuelve cada día más difícil. Lo planificado hoy debe modificarse mañana. Es éste el devenir que ninguna conferencia de prensa puede tapar.

Sin embargo, pareciera que nuevamente quieren ponernos en el ojo de la tormenta. Los mismos y las mismas que son responsables de la realidad del 2020, que recortaron el presupuesto educativo en un 10% y 70% el destinado a infraestructura escolar, quienes quisieron cerrar nuestras casas de formación y nuestras escuelas nocturnas, hoy quieren construir con consignas vagas que la educación es su prioridad. “La educación es esencial”, repiten por ahí. “La única aula segura es la que no se cierra”, quieren hacer creer. Como si con palabras pudieran borrar su desidia y vaciamiento. ¿Nos toman el pelo? Como si el debate fuera clases sí o clases no, dejando de lado la pandemia y nuestras realidades. Llegando al límite de lo absurdo, jugando con el trabajo y organización de los y las docentes y de las familias con anuncios a la medianoche. Desconociendo fallos y hasta el Estado de Derecho mismo. Parece ficción, pero no lo es.

Cabe preguntarnos en qué momento la vida pasó a tal segundo plano. En qué momento el respeto, los argumentos y la coherencia pasaron a dejar de importar. Cómo es posible que tengamos que estar pidiendo que se respete, además, algo tan básico como un fallo judicial federal, basado en la argumentación mínima que cualquiera de nuestros y nuestras estudiantes conoce al estudiar Cívica y formarse para la ciudadanía. Cuándo atravesamos tanto el límite de lo absurdo, que ya ni siquiera parece importar cómo garantizar el objetivo principal de la escuela, que es enseñar y aprender, en condiciones sanitarias mínimas.

Entre tanto caos, entre tanta locura, queríamos compartir estas reflexiones. Porque nos preocupa mucho esta situación y estos falsos debates a los que quieren empujarnos. Nosotres seguiremos trabajando para darle la mejor educación a nuestros chicos y nuestras chicas, y el mejor cuidado, aunque eso implique suspender temporalmente la presencialidad en los momentos que la situación sanitaria requiera. Seguiremos acompañando a nuestras familias, que sin dudas creen en nuestra tarea y se esfuerzan por garantizar un futuro mejor para sus hijes. Seguiremos poniendo el cuerpo. Pero no de cualquier manera, no a cualquier costo. Esto es lo que está en juego. Esperemos que aún no sea tarde y podamos volver a un debate genuino, racional, donde la educación efectivamente sea prioridad y no un simple slogan, invisible en los hechos para la gestión de la CABA.

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