De jugar con muñecos a criar hijes

🤰 En nuestro país, diez adolescentes se convierten en madres por cada hora. Las vulneraciones que se entrecruzan dejan en claro la ausencia del Estado.

Cada hora, diez adolescentes se convierten en madres en Argentina y son violentadas por un Estado ausente que se acerca a ellas muy tarde y de forma imperativa para, en vez de darle herramientas, ofrecerles miradas punitivistas y revictimizantes. Diez adolescentes por hora atacadas por una sociedad patriarcal que margina y discrimina basándose en prejuicios y estereotipos impuestos.

La tasa de fecundidad que se usa en estadísticas sobre embarazo adolescente es la de los bebés nacidos vivos de madres de entre 10 y 19 años. Luego se desagregan los casos de madres que van de 10 a 14 años (fecundidad temprana) y de 15 a 19 años (tardía). “Aunque ninguno es tardío. Si no es planificado es temprano, o precoz, si se quiere, pero esa es la clasificación que se hace con el corte etario”, aclara Juan Carlos Escobar, director de Adolescencias y Juventudes del Ministerio de Salud de la Nación para Página/12. Estos datos quedan sesgados, ya que dejan de lado los casos de aborto.

Si bien en los últimos años se presentó un descenso en los embarazos de 15 a 19 años, la cifra entre la población de 10 a 14 continúa estable, según sostiene Unicef. El 70 por ciento de los embarazos en adolescentes no son intencionales y ocurrieron en el marco de una relación sexual sin protección anticonceptiva o por imposición. La cifra asciende al 80% en el grupo de niñas de 10 a 14 años. Esto se relaciona directamente con el abuso de poder, el no consentimiento de las relaciones y la imposibilidad de planificación de ese embarazo. Además suele estar asociado al abuso sexual, especialmente en los círculos íntimos de parte de padres, abuelos y tíos, entre otros.

Pero, ¿qué sucede con ese otro caso de embarazo intencional en la adolescencia? Éstos derivan de diferentes factores: entre ellos, muchas adolescentes ven la maternidad como un único proyecto de vida -basado en el refuerzo del rol de madres, esposas y amas de casa- ante la falta de oportunidades socioeconómicas. Lejos de la realidad, las estadísticas demuestran que estas jóvenes generalmente no tienen la escolaridad terminada, perpetuándose luego de maternar en trabajos de poca productividad y empleos no registrados donde su situación marginal, tanto por clase social como por género, prolonga las condiciones de subalternidad. De cada cuatro bebés hijos de madres entre 18 y 19 años, tres tienen madres que no alcanzaron a finalizar sus estudios. Si se analiza el grupo completo, el nivel educativo que resulta mayoritario entre las adolescentes que experimentaron la maternidad en el año 2016 es el secundario incompleto.

En lo sanitario, los embarazos en la adolescencia obstaculizan el desarrollo psicosocial de la madre y el bebé enfrenta una menor edad gestacional, menor peso al nacer y un peor estado de nutrición infantil. Las complicaciones durante el parto son una de las principales causas de muerte adolescente.

Más allá del discurso culpabilizante

Para generar una mirada integral del fenómeno es fundamental terminar con el mito de que el embarazo no planificado es el resultado de actos “irresponsables” sin tener en cuenta la serie de vulneraciones yuxtapuestas entre sí: la falta de educación sexual, las dificultades en el acceso a la información y los métodos anticonceptivos eficaces y la imposibilidad de decidir sobre su capacidad reproductiva son solo algunos de los factores que atraviesan a les adolescentes. 

Según el Plan Nacional de Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia 2017-2019 (Plan ENIA), en Argentina 1 de cada 4 mujeres que tuvo su primer hijo en esa etapa tendrá el segundo antes de los 19 años. El Ministerio de Salud de la Nación, en tanto, alerta que en el 80% de las maternidades públicas del país, el 29% de las adolescentes fue madre por segunda o tercera vez antes de los 20.  

El embarazo precoz se incrementó aún en situaciones de distanciamiento como las que impone el COVID-19: de acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), cada 6 meses que se mantenga el aislamiento social, preventivo y obligatorio se proyectan 7 millones más de embarazos no planeados en el mundo.

En este marco, Luciana Malamud -presidenta de la Asociación Civil SAHDES- aseguró a FEIM que “en general, las adolescentes que conocemos llegan con embarazos avanzados, de 6 meses mínimo. Muchas que se han tenido que ir de su casa porque sus familias no querían que lo tuviera y ellas sí. O lo escondieron hasta entonces y ya no lo pudieron hacer más porque crecía mucho la panza o tenían alguna afección que atender. Lo esconden de sus padres y/o madres porque tienen miedo de su reacción. Muchas veces sus parejas, o los papás del bebé, desaparecen cuando se enteran del embarazo. Y a veces ni se enteran. En esos casos tratamos de ver si es viable reconstruir ese lazo, al menos con el bebé”.

Ilustración: Daniela López Guadarrama

Los embarazos en la adolescencia constituyen un hecho que compromete enormemente las trayectorias de vida de les adolescentes y las posibilidades de integración social. Es importante que se planteen medidas en todos los ámbitos en los que se ha dado la espalda a las personas con capacidad de gestar, empezando por garantizarles una infraestructura de servicios públicos de cuidado para sus hijes, como una sala maternal en todas las escuelas, trabajar para que se conozca y se termine con la violencia obstétrica, y que se genere un espacio de contención y acompañamiento real. Ni que hablar del cumplimiento de la Ley de ESI que lleva casi 15 años de su sanción y, sin embargo, no se aplica efectivamente.

No podemos ni debemos seguir ignorando esta realidad, invisibilizada pero pura y existente. Debemos luchar porque se la conozca y se la respete; y hablar de lucha es indudablemente hacer valer los derechos que nos han quitado a lo largo de nuestra vida.

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