Por una agenda ambientalista que enamore

🌳 Luego del impacto social que generó el último informe del IPCC, Micaela García y Julián Monkes reflexionan sobre los efectos adversos de la ecoansiedad.

Foto: Alejandra Bonaccini

En los últimos días se dio a conocer el último informe del IPCC que, al igual que los anteriores 5 ciclos de evaluación, presenta de manera integral y consistente la evidencia de que el sistema climático se está acelerando de forma generalizada debido a la influencia humana. Múltiples líneas demuestran que el aumento del dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero en la atmósfera son el principal responsable de muchos de los cambios observados en los diversos componentes del sistema climático. El calentamiento es inequívoco y la temperatura media mundial ya superó en 1,1 °C los niveles preindustriales provocando efectos negativos a nivel social, ambiental y económico

Si bien el revuelo que produjo esta noticia en la sociedad es positivo -ya que indica que cada vez más gente se preocupa por el ambiente-, genera también una gran ecoansiedad que atenta contra la capacidad de los movimientos ambientalistas de interpelar a más gente.

Foto: Green Peace
¿Por qué hablamos de 1,5°C?

En 2015, los países que firmaron el Acuerdo de París se comprometieron a enfocar todos sus esfuerzos en mantener el aumento de la temperatura a 1,5°C. Esto, si bien puede parecer insignificante, tiene efectos asociados importantes: un aumento mayor a los 2°C implicaría cambiar nuestras formas de vida de manera radical. Del mismo modo, aunque solo haya medio grado entre 1,5°C y 2°C, las consecuencias de cada escenario son diferentes. Por solo dar unos ejemplos, en un escenario de 1,5°C la probabilidad de precipitaciones intensas (riesgo de inundación) en algunas regiones, así como la probabilidad de sequías y déficit de agua en otras, sería menor respecto al escenario de 2°C, entre otros factores. En ese sentido, de no ser posible limitar el calentamiento a 1,5°C, será necesario realizar los esfuerzos suficientes para no sobrepasar los 2°C.

Pero ¿qué podemos hacer para no sobrepasar el calentamiento de 1,5 grados? La climatóloga Inés Camilloni explica que se deberían disminuir las emisiones en un 7,6% al año de aquí al 2030. Para ello es necesario una acelerada descarbonización, lo que implica reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles, aumentar los sumideros de carbono y la eficiencia energética, y generar una transición rápida hacia el uso de energías renovables. Está claro que mantener la situación actual, en la que la temperatura global es en promedio 1,1°C más alta que en el periodo preindustrial, no es suficiente. De continuar así, en 2040 se alcanzaría los 1,5°C, en 2060 los 2ºC y en 2100 llegaríamos a 2,7ºC. 

En nuestra región, el sexto informe del IPCC proyecta un aumento en los extremos de calor y, en general, una mayor presencia de sequías. Sin embargo, también muestra que el sector más húmedo de nuestro país tenderá a tener mayores precipitaciones. Es decir, aquellos lugares secos se volverán más secos, y los lugares más húmedos, se volverán aún más húmedos. Siendo que Argentina es un productor de alimentos, esto podría aumentar los riesgos de pérdidas económicas y la inseguridad alimentaria debido a la afectación de los cultivos. 

Cambios irreversibles

Hay algunos cambios en el sistema climático que ya sucedieron y son irreversibles. Un ejemplo de ello es el colapso de la capa de hielo marino potencialmente en curso para la cuenca del glaciar Thwaites, Antártida occidental. Esto sucede porque, al aumentar la temperatura del planeta, el hielo que está en el interior del continente comienza a derretirse. De este modo, al alterarse el grosor y la extensión del hielo, queda expuesto a que entre más agua, generando que se derrita aún más el hielo. Lamentablemente, en este caso, se traspasó un punto de inflexión y no hay manera de volver atrás: esa área de la Antártida necesariamente va a colapsar. Como consecuencia aumentará el nivel del mar, lo cual, a su vez, incrementa el riesgo de inundaciones

Saber esto genera una enorme impotencia y nos aterroriza, ya que éste es tan solo un caso de los cambios que transitaremos. Sin embargo, algunos de estos cambios podrían ralentizarse y otros podrían detenerse limitando el calentamiento. En su búsqueda por llamar la atención, la mediatización de las alteraciones climáticas se concentra mucho más en los impactos irreversibles que en las medidas de mitigación y adaptación o en los cambios que podríamos evitar. De hecho, algunos de los comunicadores solo difunden los escenarios más graves. Si hay algo más preocupante que estos cambios es la mercantilización de ellos. La espectacularización del cambio climático vende. Tanto en su formato hollywoodense con propuestas distópicas -con películas como 2012 o Mad Max- como en su formato mediático. Como dijo en este tweet Tais:“El mensaje apocalíptico da likes, clicks y no genera lo más importante: hacer los cambios drásticos necesarios para alcanzar un escenario de efectos menos dramáticos”.

Ante la sensación de impotencia, de irreversibilidad y del colapso total como único destino posible, se termina generando una parálisis colectiva, ya que, como escribió el abogado ambientalista Enrique Viale: “Si ante el Colapso Ecológico solo pensamos en un futuro distópico, actuamos de manera individualista y egoísta. Pensar (y buscar) un futuro utópico te hace enfrentar las dificultades de manera colectiva y solidaria”.

La agenda ambiental nos empuja a actuar con urgencia, pero no hay salida posible si sembramos desesperanza. Retomando a Camilloni, “no estamos condenados a la extinción”, pero sí estamos condenades a actuar. Militar por nuestra propia supervivencia nos va a dar (eco)ansiedad, más aún porque los destinos y el rumbo no están en nuestras manos. ¿Qué salida se puede construir desde la bronca, la desesperanza y la impotencia? El tiempo de hacer diagnósticos se acabó, incluso el de seguir proponiendo nuevas soluciones. 

La historia nos muestra que los grandes cambios estructurales -como el que necesitamos- vinieron del pueblo organizado, con su masividad y su propia heterogeneidad. Después de muchos años recién estamos empezando a construir una retórica que ata las problemáticas ambientales con las desigualdades sociales, es un avance. Pero, ¿estamos interpelando a esa gente que decimos que se va a ver afectada? 

La lucha ambiental va a contracorriente de un mundo que se nos presenta desde el exitismo, el ahora, el “no hay tiempo”. La única forma que tenemos de ganar masividad es con tiempo, perseverancia y presencia en los territorios, articulando con los excluidos de un sistema que tiene solo un 1% de la población mundial entre sus beneficiados. Poner en el centro a le otre es una necesidad; no solo para construir la salida política que necesitamos, sino también para movilizar otros colectivos militantes de un país tan movilizado como el nuestro, porque no militamos por nuestra propia supervivencia; militamos, desde el ambiente, por un mundo más justo. Imaginar un mundo diferente, más sano y sustentable, es un imperativo de nuestro tiempo, pero sobre todo, es un llamado al compromiso con quienes ya sufren las penurias de este sistema desigual.

No se trata de plantear estos temas como si fuera una cruzada por nuestra salvación. Es necesario entender que tenemos que mitigar lo más posible sus impactos, pero lo más importante es acompañar este proceso para adaptarnos y construir un mundo más empático y justo en un entorno más hostil. 

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