Siempre que llovió, ¿paró?

⛈️ El gobierno nacional decretó que el 2024 es el “Año de la Defensa de la Vida, la Libertad y la Propiedad”, pero no hace más que romper esta premisa cuando la lluvia nos deja muertos, heridos e inundaciones.

Si, la semana pasada llovió mucho. 

Detrás de las lluvias, el dengue y las olas de calor se esconde algo muy importante que modifica nuestras vidas. Y no, no es ninguna conspiración de esas que se ven en videos de YouTube y en Twitter, sino que es algo respaldado por evidencia científica. Detrás de estos fenómenos está el cambio climático

Para comprender la gravedad del asunto, no necesitamos profundizar en datos teóricos ni técnicos. Seguramente te afectaron en alguna medida las lluvias de la semana pasada. ¿Viste lo inundado que estaban el conurbano bonaerense, Areco, CABA o Entre Ríos? 

El agua estaba a un metro de altura y adentro de las casas. Una mujer tuvo que parir en un auto. Hubo chicos internados por electrocutarse tocando la heladera o un poste de luz. Y lo más grave: el impactante video de un cadáver flotando en el agua. 

Estas fueron las consecuencias más terribles de este fenómeno, pero hay muchas otras historias de familias enteras que perdieron sus bienes personales o vieron severamente afectada la estructura de su casa. 

Estas catástrofes sociales y ambientales van a ocurrir más frecuentemente si el Estado decide retirarse de uno de sus roles primordiales: el de garantizar la vida de los ciudadanos realizando obra pública. 

Pero vayamos por partes. 

Es normal y natural que llueva. El cambio climático no se evidencia en una lluvia aislada, sino que es una variación grande en los patrones de temperatura, lluvias y viento (entre otros factores) de un área específica. No implica únicamente que haga mucho calor durante un día, sino que, con el correr de los  años, vaya haciendo cada vez más calor. 

Para graficarlo: de los cinco veranos más cálidos en la historia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuatro de ellos ocurrieron durante los últimos diez años. 

El cambio climático genera que fenómenos que son naturales ocurran cada vez de forma más frecuente, y que sean mucho más extremos. Además, las consecuencias son de lo más variadas. Dependiendo del área que se estudie, pueden ir desde sequías hasta inundaciones. 

EL MUNDO SIGUE GIRANDO 

Si la historia terminara acá y te dijera que no queda nada por hacer, y que hay que quedarnos mirando cómo la humanidad empeora su calidad de vida, te estaría mintiendo. 

La ciencia recomienda dos tipos de acciones para combatir al cambio climático: las de mitigación (tratar de minimizar el calentamiento del planeta) y las de adaptación (tratar de protegernos de las consecuencias ya existentes). 

Pensar estas acciones sin la presencia del Estado es como tratar de jugar al fútbol sin pelota. Podés tener la cancha más linda, el pasto más cuidado, los jugadores más caros y la hinchada con más aguante, pero si no tenés una pelota para jugar, el resto de las cosas no tienen sentido.

El Estado debe destinar dinero a la obra pública para que las consecuencias del cambio climático, que se hacen cada vez más visibles, afecten en la menor medida posible a la población. Para esto se necesitan dos cosas muy importantes: voluntad política para financiar las obras y aprecio por las vidas humanas de quienes se ven afectados por las catástrofes. 

La primera parece no formar parte del plan de este gobierno. Por un lado, la obra pública está frenada. Por el otro, el Presidente cree que “el calentamiento global es una mentira”, e incluso ha dicho que “una empresa puede contaminar un río todo lo que quiera”. O sea, Milei no cree en el cambio climático y el Poder Ejecutivo no parece buscar que la próxima inundación te afecte menos. 

La segunda tampoco se estaría viendo: después del temporal increíble que ocurrió en diciembre, el Presidente viajó a Bahía Blanca (donde hubo 13 muertes) para decirles a los locales que “van a lograr resolver esta situación con los recursos existentes”. 

ARGENTINA NO SE DEBE RESIGNAR  

Normalizar que el Gobierno no financie obra pública es condenarnos a una lógica del subdesarrollo. Y la Argentina, este país conocido mundialmente por su historia de resiliencia y lucha, no puede resignarse a vivir cada vez peor. Los argentinos debemos y merecemos vivir mejor, y para eso necesitamos que el Gobierno invierta para que las olas de calor, el dengue, las inundaciones y todas las problemáticas derivadas del cambio climático nos afecten menos. 

Y esta inversión debe tener en cuenta que la crisis climática acentúa más y más las brechas ya existentes en la sociedad. No es lo mismo pasar un día muy caluroso en una casa de concreto usando el aire acondicionado que hacerlo en una casa de chapa, con poca ventilación y con muchas personas compartiendo un mismo ambiente. 

El 2024, que según el gobierno es el “Año de la Defensa de la Vida, la Libertad y la Propiedad”, podría ser el momento para que el Ejecutivo invierta en estas políticas de adaptación al cambio climático, que literalmente afecta enormemente a la vida, la libertad y la propiedad de todas las personas. 

¿Qué va a pasar cuando ocurra la próxima inundación? No podemos esperar a lamentar más muertes ni destrozos para que el Gobierno se digne a cumplir con sus obligaciones.

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