Villa 20: “El hambre es un problema”

🍞🍯 "La situación es crítica", denuncia un informe sobre alimentación de la Red de Organizaciones de Lugano, que describe recortes en los distintos programas del Gobierno porteño durante la pandemia.

En la Villa 20 el hambre es un problema. Así, con esas palabras, de forma cruda y desesperada, un informe realizado por la Red de Organizaciones de Lugano, que forma parte del Comité de Crisis del barrio creado por la pandemia, denuncia que el Ejecutivo porteño dejó de brindar asistencia alimentaria de forma abrupta a partir de la segunda mitad del año pasado. “No hay vacantes en los comedores comunitarios y tampoco se subvencionan nuevos. El ajuste en el envío de mercadería es una constante: los bolsones con productos alimentarios se redujeron únicamente a las personas con Covid, a sus contactos estrechos y a algunos mayores de 65 años, dejando por fuera a la gran mayoría de la población, que también los precisa. El barrio está en una situación muy grave y nos siguen dando la espalda, contrario a lo que dicen públicamente”, describe la situación a El Grito del Sur Viviana Reinoso, referenta de la Red.

El informe, titulado “La política alimentaria del GCBA durante la Pandemia”, se basa en cinco ítems, a través de los cuales se analiza el estado de situación de cada uno de los cinco programas de asistencia que la Ciudad tiene disponibles para desplegar en el barrio: los planes “Ticket Social” y “Ciudadanía porteña”; las “canastas nutritivas” que se entregan en escuelas y jardines; los “módulos alimentarios y de limpieza”, a cargo del Instituto de Vivienda (IVC); los bolsones que se reparten en mano a las personas contagiadas; y la asistencia directa a los comedores. En todos los casos, dice el informe, “no se implementó una política alimentaria suficiente y adecuada”.

Respecto de “Ticket Social” o “Ciudadanía porteña”, programas que el Ejecutivo porteño entrega en mano individualmente, el informe especifica que no hubo un incremento de beneficiarios acorde a la emergencia. Un 73 por ciento de los vecinos del barrio, estimativamente, no lo cobra. Además, “no se realizaron ajustes o aumentos de los montos asignados por hogar” a quienes sí lo reciben, “ni tampoco se asignaron bonos complementarios”. Para peor, un 49 por ciento tampoco recibió el IFE, implementado por el Gobierno nacional.

Pero la peor de las situaciones se registra en los comedores comunitarios, donde “el Gobierno porteño recortó a la mitad las raciones de carnes y verduras y también en los insumos para preparar las viandas que se reciben”, asegura Reinoso. “Hubo un pequeño aumento al principio de la pandemia, pero luego esa ayuda desapareció. Mientras tanto, las listas de espera para un plato de comida, en vez de bajar como se suponía que iba a suceder a la par de las reaperturas, en realidad aumentan día a día. Por eso decimos que la situación es de hambre, y que el hambre es verdaderamente un problema en el barrio”, agrega.

Dos de los apartados del estudio se centran en los programas de asistencia directa tanto del IVC como del Ministerio de Educación, las dos instituciones que concentran la mayor intervención del Estado porteño en el barrio. Respecto del primero, se denuncia un uso político. “El IVC se corrió de sus obligaciones respecto del derecho a la vivienda y del proceso de reurbanización” del barrio, que quedó “suspendido”. Eso generó una sobrecarga en la gestión de la emergencia de las personas que realizan trabajo comunitario, en su enorme mayoría mujeres. “Los espacios creados para la gestión participativa de aquel proceso se utilizaron para fines que no fueron pensados y que los excedían, es decir la definición de la política alimentaria y de salud en pandemia”, dice el informe.

Además, el Ministerio de Educación del GCBA “dejó de otorgar un almuerzo” en escuelas y jardines, que consistía en “un sándwich, una fruta o barrita de cereal”, que reemplazó por bolsones que contenían productos imperecederos de escaso valor nutricional. En este punto, el informe recoge testimonios de los propios vecinos respecto de las viandas. “Es muy poco, solo me dan dos cajas de leche por cada quince días y yo uso un montón con los chicos”; «Es una lotería, a veces llegan todos los productos rotos, te dan menos de lo que dicen. Me da mucha bronca»; «No es igual que comer en el comedor, no tiene nada de alimentos frescos», son algunos de los testimonios recogidos.

“Estamos en una situación crítica y necesitamos que el Estado se haga presente y coordine con las organizaciones de base del barrio. El hambre no espera”, concluye Reinoso.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.