«Los policías también son víctimas de los discursos punitivistas»

👮 Esteban Rodríguez Alzueta, director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales de la Universidad de Quilmes, analizó el asesinato de Lucas González en diálogo con este medio. "El gatillo fácil dejó de ser patrimonio de la policía: hay que pensarlo al lado de los linchamientos y la justicia por mano propia", explicó.

El asesinato de Lucas González, de apenas 17 años, a manos de tres agentes de la policía de la Ciudad puso otra vez sobre el tapete la discusión sobre la violencia policial, los discursos punitivistas y la formación de las fuerzas de seguridad. El Grito del Sur se comunicó con Esteban Rodríguez Alzueta, investigador y director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), para hablar en profundidad sobre el tema.

¿Cuál es la importancia de la formación del personal policial al pensar los casos de gatillo fácil?

Incide bastante. Si uno ve el gatillo policial con las estadísticas en la mano, no son muchos los homicidios que comete la policía en comparación con los que cometen los vecinos armados, los que se cometen en ocasión de robo, las parejas violentas. En este país tenés más chance que te mate tu vecino porque está armado o en una pelea con gente conocida a que te mate un policía. Esto no significa que no sea un problema, es un gran problema porque hablamos de actores que fueron especialmente entrenados para usar la violencia letal o no letal de acuerdo a parámetros de proporcionalidad, oportunidad y legitimidad, con criterios adecuados a estándares internacionales de derechos humanos. Ahora, los policías saben que están mal estas ejecuciones extrajudiciales, que es algo que no pueden hacer y no es fácil matar una persona: saben que se pueden jugar la carrera. Una gran mayoría de las policías entraron a la fuerza como una estrategia de supervivencia, entonces podés perder el trabajo con todo lo que eso implica para un tipo de los sectores populares. Saben que hay pabellones y unidades exclusivos para la fuerza, saben que los jueces no repiten la misma sentencia porque no tienen todos la misma biblioteca en su despacho, saben que cada vez hay más medios alternativos que identifican la violencia policial como un tema central, saben que hay movimientos sociales y partidoS políticos que también tomaron el tema. Fijate que a Lucas lo matan y muy rápidamente la sociedad organizada salió a responder. Ese reflejo está hoy en día, hay una musculatura social que hace que salgamos y eso la policía también lo mira.

Hablás del reflejo social ante los casos de violencia institucional. ¿Cómo ves estas marchas antirrepresivas en diálogo con las protestas punitivistas y que exigían endurecimiento de las penas?

Hay muchos políticos de la oposición a los que no se les cae una idea y hacen política con la desgracia ajena, con el dolor del otro. Se dedicaron a hacer política con el tema de la seguridad y por eso escuchamos a Espert diciendo que tenemos que transformar a los delincuentes en queso gruyere o a Maslatón que dice que la paz se consigue si estamos todos armados. Incluso Berni dijo algo en la misma línea. Estas declaraciones no colaboran. Pero los policías también son víctimas de este tipo de declaraciones, porque les hacen creer que la política los va a apañar pero lo cierto es que no los apaña nadie en este momento. Es verdad que no es lo mismo este caso que Chocobar, pero ninguno de los funcionarios actuales reflejaron la actitud que tuvieron en su momento Macri, Bullrich o Vidal. Igualmente creo que tampoco podemos apelar al pánico: hay que pensar el gatillo policial sin golpes bajos, sin hacer lo que hace la derecha cuando piensa el asesinato del kiosquero en un robo. No podemos repetir lo mismo y medir muertos, a ver cuál vale más que otro. Estamos ante un nuevo estadio en Argentina de violencia, hay una acumulación de violencia y verla solamente desde el gatillo policial es tratarla de un modo reducido. El gatillo fácil dejó de ser patrimonio de la policía. Por eso hay que pensarlo al lado de los linchamientos y la justicia por mano propia, al lado de las peleas de grupos de pibes que terminan con un muerto. Hay que pensar estas violencias una al lado de la otra para entender determinadas dinámicas que están poniendo las cosas cada vez más difíciles y casi siempre las víctimas son de los mismos sectores sociales.

Este año se presentó un proyecto de ley contra la violencia institucional en el Congreso. ¿Creés que puede llegar a traer algunos cambios de fondo?

Los cambios institucionales siempre son lentos. Vos podés tener la mejor ley de todas, pero eso tampoco te garantiza que en el corto plazo puedan desandarse rutinas que se han hecho carne en determinados agentes o miembros de la policía. De nada sirve el mejor protocolo si no hay control externo o la policía mejor entrenada, si tenés una Justicia que está mirando para otro lado, o fiscales que no dirigen una investigación y jueces que no controlan lo que se está haciendo. Por supuesto que no es todo el Ministerio Público, ni toda la policía, pero cuando hablamos de gatillo policial no estamos hablando de un comportamiento generalizado de toda la policía sino de una rutina organizada según determinados criterios. Los policías nunca se equivocan: siempre detienen a la misma persona, cuando disparan siempre le apuntan a las mismas personas. En este país, un joven morocho y que vive en un barrio popular y viste ropa deportiva tiene más chances de ser baleado que un adulto que vive en un barrio residencial.

¿Hay experiencias de formación en otros países y ciudades que sirvan como referencias para replicar en Argentina?

No es sólo una cuestión de capacitaciones. Las capacitaciones pueden estar, pero no sirven de nada si no hay protocolos y la realidad es que hay muy pocos. Para el uso de la fuerza letal hay protocolos, aunque casi no existen controles internos. Lo que pasa en Argentina es que las fuerzas policiales solo tienen que rendir cuentas a sus propios jefes. No hay un sistema de rendición de cuentas externo. Y sabemos que los controles de la Justicia son en cámara lenta. Es la política la que tiene que hacer alguna reforma para que los policías tengan que rendir cuentas por sus actuaciones a organismos de la sociedad civil. Al mismo tiempo, hay que poner en crisis el imaginario social que suele activar pasiones punitivas porque, hasta la semana pasada, con la muerte del kiosquero muchos vimos cómo determinados cliché habían copado la parada y ganado los titulares de noticieros en televisión: cosas como «el que mata tiene que morir», «si no hay justicia policial habrá linchamiento vecinal» o «pena de muerte». Ese tipo de bravatas sociales, avivadas por la pirotecnia de algunos dirigentes políticos, termina llegando a algunos policías y pone nuestra vida cotidiana en un lugar cada vez más difícil. Y pone más difícil la vida de muchos jóvenes de barrios populares.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.