Nicolás Pousthomis: «Creo que el 2001 todavía se cuela en algunas expresiones»

📷 El fotógrafo e integrante de Sub Cooperativa habla sobre algunas de las emblemáticas imágenes que tomó el 19 y 20 de diciembre del 2001 y que están en el libro "Uno a uno".

Foto: Sub cooperativa

«(…) con el tiempo mejoré mi técnica, pero seguro que nunca volveré a sacar fotos tan buenas… Fotos con cantos de alegría, gusto a sangre y olor a goma quemada», escribe Nicolás Pousthomis como introducción a las imágenes que tomó el 19 y 20 de diciembre del 2001, con una Nikon a medio romper, entre balas policiales y vidrios rotos. Esas fotos, que luego se reprodujeron en diarios, portales, revistas y libros, vuelven 20 años después a los feeds de Instagram, con el sonido de las cacerolas, para ilustrar el mayor estallido social y político de las últimas décadas. Esas capturas en blanco y negro están surcadas por la imprecisión de las siluetas de quienes sabían que ya no quedaba nada que perder. Traen el ardor del reclamo por el hambre del pueblo, que nunca queda caduco.

Luego de formar parte de las asambleas de artistas de esos años y con la misma lógica cooperativista forjada en fábricas recuperadas y emprendimientos, en 2004 Nicolás fundó Sub cooperativa, un colectivo fotográfico conformado por Gisela Volá, Gerónimo Molina y Verónica Borsani en Buenos Aires y Olmo Calvo Rodríguez en Madrid.

En 2016, Sub editó el fotolibro «Diciembre», un racconto personal de los registros del levantamiento, apelando al carácter performativo de la imagen para activar la memoria en pleno macrismo. Cinco años más tarde, este sábado y domingo, el colectivo presenta «Uno a uno», un proyecto realizado en conjunto con La Balsa Editorial donde las fotografías en blanco y negro se intercalan con imágenes de los medios de comunicación masiva y la publicidad, articulando un relato sobre la fiesta menemista que terminó en estallido y pobreza. 

Días antes del aniversario, Pousthomis habló con El Grito del Sur sobre el quiebre histórico que significó el 2001, su impacto artístico y la forma de registrar las protestas a partir de la irrupción de las redes sociales. «Reconfigurar el tejido social a través de la organización en red es un legado del 2001 que pervive en muchas cuestiones», reflexionó. 

¿Cómo surge el libro “Uno a uno”?

Este libro es producto de una aventura muy particular que consistió en volver a hablar de las imágenes del 19 y 20 de diciembre del 2001 de otra manera. En 2016, cuando editamos «Diciembre», había cierto clima social y un ánimo caldeado por el gobierno de Mauricio Macri que hacía que nos resultase interesante traer a la memoria ese material. En ese momento, la idea de sacar el fotolibro fue que el 2001 no quedara como algo tan pasado y nostálgico, sino que al manipular un objeto cada une pueda revivir su experiencia. Hoy, a dos décadas de la crisis, no nos interesaba reeditar el material de la misma forma, entonces surgió la propuesta de La Balsa Editora de fusionarlo con “Universos de mi tiempo”, el trabajo de recolección de imágenes de los ’90 que hizo Federico Paladino a través de las publicidades de la época y la figura de Carlos Menem.

¿Por qué la necesidad de volver a los ’90 para contar el 2001?

«Uno a uno» se conforma de dos relatos muy diferentes, pero que conviven muy bien: el trabajo que hizo Federico sobre la historia de Menem contada como una fábula a través de las propagandas y los medios hegemónicos y el material de Sub funciona como un epílogo de esa historia, mostrando lo que generó la década neoliberal. De hecho, la tapa del libro es la Ferrari de Menem estrellada, en alusión a las consecuencias de una década de pizza y champagne que finalmente tuvo como resaca tardía pobreza y desintegración. Nos parecía interesante jugar con imágenes que no fueran nuestras y mostrar cómo los medios se esmeraban en representar cierta realidad cuando en la calle se vivía otra situación. El libro no aspira a responder preguntas, sino a abrir interrogantes. Se maneja en un territorio ambiguo. Hay dos lenguajes visuales muy distintos que se mezclan, se van generando ciertos ejes teóricos pero nunca se llegan a definir del todo.

¿Cómo fue el proceso por el cual lograron fusionar los materiales?

El trabajo de armado del fotolibro duró un año, pero en un momento nos dimos cuenta de que lo interesante era el diálogo que podía despertar revisando lo que había pasado. Por eso accedimos a la invitación del Festival de Libros de Autor (FELIFA), para armar una redacción efímera en la cual, durante tres días, convocamos a artistas visuales, fotógrafos, antropólogos y sociólogos para charlar sobre qué significaban esas imágenes y la importancia de hacer una reconstrucción. Así fuimos generando este relato y llegamos a la conclusión de que tenía que ser un trabajo conjunto y no dos libros por separado.

Yendo al 2001, ¿cómo crees que repercutió la cobertura fotográfica del 19 y 20 de diciembre?

Creo que esa cobertura fue una bisagra porque cambió la manera de concebir los medios hegemónicos: hasta ese momento la gente no dudaba de lo que decían los diarios, no existía el concepto de postverdad. Es verdad que había diferentes líneas editoriales, pero se asumía que lo que salía publicado era cierto. A partir del 2001, no solo quedó en claro que los medios eran formadores de opinión, sino que además se evidenció que utilizaban esta capacidad de manera tendenciosa, que omitían más de lo que decían. En el 2001 muches fotografes, artistas y vecines nos convocamos para poder armar un archivo colectivo y poder contar realmente lo que sucedió en las calles. De allí surge Argentina Arde y otros grupos artísticos. En ese momento yo utilizaba Indymedia, que era una plataforma precursora de las redes sociales donde podías publicar sin tener un editor y hacer comentarios en los artículos de otres. Fue la primera cobertura masiva de esta manera y logró forjar otro relato.

Fotos: Sub cooperativa

Como dice Inés Ulanovsky en su nota, fue una de las últimas coberturas analógicas. ¿Qué diferencia hay con las protestas actuales?

Yo creo que la diferencia que hay con el día de hoy es que todo llega más rápido. No sé hasta qué punto eso es bueno o es malo. Si moviliza más a las personas o desmoviliza. No tengo una respuesta. A mí como fotógrafo documental no me cambia tanto, porque siempre busco otras historias que puedan complementar el panorama. De hecho, mi cobertura de diciembre del 2001 es muy subjetiva, está marcada por la participación del evento, se nota que formé parte del hecho. No es una fotografía analítica, sino que trata de compartir un proceso político con una visión muy dirigida. 

¿Crees que tu vínculo con lo que estabas viviendo contribuye a la potencia de las fotografías?

El vínculo con un proceso político o un evento siempre se ve reflejado en las imágenes. Al estar conectado con lo que sucede, las fotos se cargan de ese discurso personal, de esa información que pasa entrelíneas. Seguramente si hubiera sido contratado por una revista, no me hubiera metido en el medio de los manifestantes o no me hubiera quedado en el centro del conflicto poniendo en riesgo mi vida. Ahora veo las imágenes y siento que fue poco profesional e irresponsable de mi parte, pero al mismo tiempo me marcó. De hecho, la manera en la que trabajamos en Sub como cooperativa, la idea de la autogestión, de no tener alguien que edite y elija qué se publica, también nace del 2001. Es parte de nuestros genes ideológicos y tiene que ver con la manera en que nos conformamos. 

Finalmente, ¿qué nos queda del 2001 en la actualidad?

El legado del 2001 está latente en la gente. El 19 y 20 de diciembre la sociedad salió y desafió todo lo que representa el Estado de Sitio. Para mí ese quiebre marcó el límite hasta el cual estamos dispuestos a soportar la violencia institucional, no solo en la memoria colectiva de la población, sino en las instituciones. El Poder Ejecutivo sabe que si pasa ciertos límites, la gente va a salir a la calle como lo hizo en ese momento. Después están los movimientos sociales, las cooperativas de trabajo, las fábricas recuperadas, los emprendimientos. Creo que el estallido todavía se cuela en algunas expresiones de la sociedad. En el 2001 fenómenos como las asambleas populares mostraron que había otra manera de organizarse y ejercer la política, corriéndose del poder partidario y verticalista para ir hacia prácticas más cotidianas, una agenda política afectiva. Reconfigurar el tejido social a través de la organización en red es un legado del 2001 que pervive en muchas cuestiones.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios