«Uno de los sectores que más se enfrentó a la represión policial fue el movimiento estudiantil»

✊🏼 A 20 años del Argentinazo, Gabriel Solano y Santiago Gima reflexionan acerca del papel del movimiento estudiantil universitario en la rebelión popular de diciembre de 2001.

Veinte años han pasado de aquellas históricas jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 y si algo quedó en la memoria de la juventud, y en particular en la del movimiento estudiantil, ha sido la capacidad organizativa como estrategia de acción frente al avasallamiento de sus derechos. Para comprender en detalle cómo se forjó la tradición de lucha del movimiento estudiantil universitario en particular, El Grito del Sur habló con Gabriel Solano, legislador de la Ciudad de Buenos Aires e histórico dirigente del Partido Obrero, y Santiago «Freddy» Gima, militante también de uno de los principales partidos de izquierda de la Argentina. «El movimiento estudiantil fue uno de los puntales de lucha contra el menemismo, sobre todo en la lucha contra la Ley Federal de Educación y la Ley de Educación Superior durante toda la década del ’90. Ya entrando al 2000, cerca del 2001, empezó un proceso de luchas muy importantes que llevaron -bajo el gobierno de Fernando De la Rúa- a una ocupación general de facultades y grandes marchas contra lo que fue el recorte de (Ricardo) López Murphy, que había sido nombrado ministro de Economía y su primera medida fue anunciar un recorte general de salarios y una reducción del presupuesto universitario, que derivó en una gran protesta que terminó con López Murphy fuera del Ministerio en una semana», recuerda Solano.

El legislador porteño era, en ese entonces, estudiante de la carrera de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y Gima estudiaba Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales de la misma universidad, aunque militaba en Ciencias Económicas y en Medicina. En el 2001, además, Gima, que desde hace cinco años ya se encontraba dentro de las filas de la UJS, empezó a militar en la Villa 31 y participaba de las asambleas barriales que se conformaron en La Matanza y a las que él iba a transmitir la voz de los y las estudiantes universitaries. «En esas asambleas se votaban planes de lucha que en la universidad se aplicaban a rajatabla», cuenta.

«Contra el menemismo la Franja Morada también parecía opositora, aunque una oposición media cobarde y tibia. En cambio, cuando asume el gobierno de De la Rúa la dirección histórica del movimiento estudiantil, que era la Franja Morada, ya aparece directamente vinculada al gobierno nacional. Y esto cambia la situación: queda más claro el papel de la Franja y la izquierda empieza un proceso de crecimiento muy importante, que derivó en la conquista de muchos centros de estudiantes y de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) en el año 2001», destaca Solano.

El Partido Obrero fue una de las tantas organizaciones de izquierda que se fortaleció al calor de las jornadas de diciembre del 2001. Mientras que a comienzos de ese año había poco más de 30 estudiantes entre sus filas, al finalizar el número se había triplicado, reuniendo a más de 100 estudiantes de las distintas facultades de la UBA. «Ahí empezó un proceso político distinto, porque la Franja Morada empezó a perder los centros de estudiantes. En sintonía con las votaciones que se iban realizando en el país, donde crecía el voto bronca, el voto a la izquierda y la caída muy fuerte del Gobierno de la Alianza», resalta Solano. Y sigue: «Ya el 28 de diciembre del 2001, ocho días después de la jornada que derivó en la caída directa de De la Rúa, el congreso de la FUBA elige una nueva dirección desplazando a la Franja Morada y colocando a la izquierda y sectores independientes al frente».

Y fue Santiago Gima uno de los que resultó electo en aquella ocasión y pasó a ser el vicepresidente de la federación universitaria más importante del continente, con Iván Heyn, de la agrupación independiente TNT, quien asumió el cargo de presidente. «El movimiento estudiantil jugó un gran papel en este proceso, fue en algún sentido la expresión más militante, más consciente y más radicalizada de esas capas medias que se iban a agitar a partir del Corralito. Pero ya había todo un proceso de desplazamiento político que se había vivido en los apagones y un montón de movilizaciones previas», refuerza Gima.

Solano, por su parte, asegura que «el 20 (de diciembre) especialmente uno de los sectores que más se enfrentó a la represión policial fueron los pibes de los barrios y de las facultades».

Pero así como el 19 y 20 de diciembre representaron una enorme rebelión popular, también sentaron a partir de la consigna «Que se vayan todos» las bases de un fuerte descreimiento de la política. Pasó el 2001, llegó Duhalde, se fue Duhalde, pasaron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández y si algo se mantuvo fue la capacidad organizativa de la juventud. Por qué y cómo logra vencerse poco a poco esa idea para volcarse nuevamente de manera masiva en los centros de estudiantes, en las organizaciones y partidos políticos, e incluso llegando a ocupar cargos de representación institucional, es lo que intentan responder Solano y Gima.

Éste último reflexiona: «La subjetividad predominante era que estábamos frente a una crisis de representación política, entonces ‘que se vayan todos’ refería a los políticos, como que el problema eran los políticos ‘porque eran unos chorros’. Y los políticos podrán ser unos chorros pero la naturaleza de la crisis era una crisis capitalista, había una bancarrota capitalista, los bancos confiscaban los ahorros, los capitalistas le daban las fábricas a los obreros para que se hagan cargo. Entonces la salida a una bancarrota capitalista tiene que ser una salida de clase, obrera y socialista. Ese tipo de percepción estuvo presente en el 2001 pero de manera minoritaria, estaba presente en algunas corrientes de izquierda con algunas posiciones del movimiento popular, pero prevalecía esta idea antipolítica, muy característica de esa época».

Solano, por su parte, explica que «la consigna ‘que se vayan todos’ expresaba la bronca popular contra todos los que gobernaban y habían gobernado. Y no solo contra el Poder Ejecutivo, sino también contra el conjunto de las instituciones del Estado: la Justicia, el parlamento. Es decir, un cuestionamiento de orden general al conjunto del régimen político». «Pero tenía un defecto esa consigna -advierte-, porque es evidente que no se van a ir todos, sino que son suplantados por otro gobierno, por otro poder. En política ocurre como en la naturaleza: no existe el vacío, de algún modo se llena. Y el movimiento del 19 y 20 de diciembre no tenía preparado cómo ocupar el vacío que generaba la caída del gobierno, entonces eso fue ocupado por otros».

«Y cómo hubo una rebelión popular tan importante tuvieron que adecuar los métodos para poder controlar esa rebelión. Los métodos para eso primero quisieron ser la represión, y vino la jornada del 26 de junio de 2002, con el asesinato de (Maximiliano) Kosteki y (Darío) Santillán, pero la lucha que generó esa represión demostró que no era viable y el gobierno de Duhalde, que la ejecutó, tuvo que anunciar que no se presentaba a elecciones y anticiparlas para abril del 2003. O sea, cansada la vía represiva se pasó a la vía de cooptación y el gobierno que va a venir, que es el de Néstor Kirchner, busca cooptar un sector del movimiento popular para transformarlo en funcionarios al Estado», agrega el legislador y dirigente del PO.

Por último, Solano expresa: «Nosotros, como militantes del Partido Obrero y luego del Frente de Izquierda también, siempre rechazamos esa cooptación y ser funcionarios de cualquier gobierno. Los cargos institucionales que ocupamos, en mi caso como legislador de la Ciudad de Buenos Aires, son por el voto popular y lo hacemos con un mandato concreto sobre la base de nuestro programa y no sobre la base de un compromiso con el Gobierno».

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).