Nora Dalmasso: la espectacularización del crimen y la mala víctima

📺 A 15 años del crimen, empezó el juicio por el asesinato de Nora Dalmasso. Rocío Rovner, docente e investigadora en comunicación, analiza la cobertura mediática del caso.

La madrugada del 25 de noviembre de 2006 Nora Dalmasso fue asesinada en su casa, ubicada en el exclusivo barrio privado Villa Golf, en la ciudad cordobesa de Río Cuarto. Así empezó la cobertura de uno de los crímenes más resonantes del repertorio policial argentino con abundantes detalles de la vida sexual de la víctima, que derivaron también en la venta de una “jocosa” remera que decía: “Yo no me acosté con Norita”.

Pocos días después del crimen circulaban notas periodísticas que caracterizaban a Dalmasso como una mujer que supuestamente hablaba con soltura de temas sexuales cuando se reunía con sus amigas, mientras que otras estaban dedicadas a la cantidad de amantes que tenía o podría haber tenido.

“Una de las características que marca este caso es la hipersexualización de esta víctima -reflexiona Rocío Rovner, docente e investigadora de la Carrera de Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en diálogo con El Grito del Sur-. En los medios se construyó ese acontecimiento con elementos que alimentaron la espectacularización. Los primeros titulares hablaban de que estaba ‘desnuda y estrangulada’, nunca poniendo el foco en el perpetrador, sino en la víctima”.

Vista de la casa en Villa Golf, donde encontraron asesinada a Nora Dalmasso. Foto: Télam.

“Y desde el momento de la muerte de Dalmasso los medios hacen un recorrido por su vida, una vida sexual activa, llena de salidas con amigas, se baraja la hipótesis de que tenía 18 amantes, una relación con su hijo (de quien también se expuso su vida sexual) y más rasgos que construyen un relato cautivante para los espectadores”, agrega.

Las noticias de ese momento hablan también de la posición de las piernas de la víctima, de las lesiones en órganos sexuales que podrían ser de haber tenido “sexo violento” consentido o producto de una violación y de si tenía o no maquillaje puesto como indicador de si había recibido a un amante en casa mientras su marido y el único acusado de la causa, Marcelo Macarrón, estaba de viaje en Punta del Este.

“Los distintos fiscales que pasaron por el caso se enfocaron en si Nora Dalmasso tuvo sexo o no antes de morir. Esto nos lleva a pensar que hay distintos estereotipos que se refuerzan en el propio sistema de justicia -apunta Rovner-. Se manejó la hipótesis de la violación, del sexo intenso, sin profundizar nunca sobre la gravedad. Estos estereotipos, estos prejuicios, estas creencias sobre las víctimas, sobre las violencias sexuales son construidos y edificados en los discursos mediáticos. En el caso de Dalmasso y en el de muchas otras mujeres, eso supone que hay mujeres que son ‘violables’ y otras que no, buenas víctimas y malas víctimas, un modo correcto de ser mujer y uno que no”.

Nora Dalmasso

El apodo que usaban sus amigas, “Norita”, se convirtió también en una forma burlona de referirse a la víctima mientras que se hablaba de un “pacto de silencio” del grupo de mujeres que prestaban declaración ante la Justicia, pero no querían (algunas) que sus identidades se difundieran en la prensa.

Circularon, además, numerosas fotos de Dalmasso y, cuando se terminó el “archivo”, una periodista no dudó en publicar imágenes del cadáver.

“Una de las primeras cosas que se pueden pensar es la revictimización, la escenificación del hecho, la reconstrucción una y otra vez de la escena del crimen en los noticieros, la foto del cadáver, el morbo, los títulos, zócalos, las fotos que se elegían, no es menor. Se ejerce una violencia simbólica en su modalidad mediática sobre una mujer que fue víctima de una muerte violenta”, analiza Rovner.

Quince años después, con el concepto de “femicidio”, el agravante de violencia de género en el Código Penal y movimientos feministas movilizados en 8Ms, #NiUnaMenos y martes verdes, el caso Dalmasso tiene otro color, pero no Justicia: el juicio comenzó esta semana y con Macarrón como único imputado.

“Si ahora nos hace ruido la cobertura del caso me parece que hay que reflexionar sobre cómo se mediatizan estos acontecimientos, cómo se difunden los detalles, pensar en cómo proteger la intimidad de las personas en situación de violencia, sobre todo pensando que femicidios y violaciones son las dimensiones más extremas de las violencias, pero que previamente hay una construcción que viene de estos lugares, del lenguaje, de la comunicación. Pensar una transformación en lo educativo y cultural tiene mucho que ver con cómo nos informamos y conocemos estos casos”, concluye la especialista.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.