Mujeres del mar

🚢 Capitanas, buzas y oficiales de máquinas cuentan la discriminación en su trabajo y las consecuencias a las que se enfrentan por ser mujeres.

Las mujeres dicen el mar es nuestro y no necesitan permiso, las mujeres dicen el mar es nuestro y saben que se lo merecen, las mujeres dicen el mar es nuestro y llevan años luchando por el lugar que ocupan y porque otras puedan ocuparlo en el futuro.

Lucia De Pascuale es la primera y única mujer en Latinoamérica con habilitación para realizar buceos profesionales a gran profundidad. Ella llegó a certificarse gracias a la posibilidad de rendir las materias libres que la prefectura naval abre para civiles de manera gratuita; sin embargo, su carrera estuvo colmada de obstáculos. “Es un título que lo consiguen pocos y menos mujeres, porque resulta que después no te dejan ejercer. Como para trabajar te meten en una cámara, te comprimen y pasas ahí muchos días donde hay solo un baño y tenés que compartir todo con hombres ya empiezan las excusas para no tomarnos”, cuenta la buza, que asegura que actualmente no puede vivir de su profesión por la discriminación.

“Nosotras en el país somos muy poquitas con la libreta al día y con ganas de trabajar de esto y estamos desempleadas de buceo trabajando en otra cosas”. Esta marginación se convierte en un círculo vicioso, ya que para subir de categoría las buzas necesitan acumular horas de buceo que solo pueden certificar la misma empresa que las contratan. “Necesitamos contrataciones para subir de categoría, pero como son súper machistas las empresas llaman a todos menos a las mujeres. No hay una empresa en el país que tenga a una mujer en planta permanente”, continúa.  

Nancy Jaramillo contesta el teléfono desde el mar. Ella empezó como camarera, se hizo marinera, pasó a ser piloto de pesca de primera y ahora es la primera mujer argentina en obtener el título de capitana de pesca. Si bien ella consiguió trabajo cuando se recibió, en el momento en que intentó cambiar de buque pesquero la rechazaron tanto los armadores como sus colegas por ser mujer. “No fue hasta que se conoció que era la primera mujer capitana que se me empezaron a abrir las puertas. Ahora sí puedo ir a las embarcaciones y me aceptan, pero al principio fue difícil. Nunca estuve sin trabajo pero me costaba que alguien me llevara. Fueron años duros porque no me daban la posibilidad de elegir, tenía que aceptar lo que viniera y sino me quedaba sin trabajo por mi condición de mujer, porque pasaba todo por ahí”, afirma. “Vivimos en una sociedad muy machista donde los hombres piensan que las mujeres no estamos capacitadas para ocupar ciertos lugares y cualquier otra cosa molesta”, continúa. 

“Yo empecé a postular y me llamaron para cubrir un relevo recién cinco años después. Nunca me dejaron en el círculo de las personas a las que contratan usualmente y pueden vivir de eso. Me tomó 18 años llegar a ser buza de gran profundidad por estas condiciones y ahora ni siquiera me dan trabajo mientras sé que contratan a todos los compañeros varones que se egresaron conmigo. Incluso a veces traen gente de afuera y yo que estoy en Capital con mi libreta nacional no puedo trabajar de esto”, señala Lucía. “A partir de que yo hice las denuncias empezaron a contratar a una buza de categoría inferior y la muestran de vez en cuando para parecer que contratan mujeres”, cuestiona. Además de las empresas y sus colegas, la joven asegura que el gremio tampoco se solidariza con las mujeres y que desoyeron los pedidos que éstas hicieron para agregar cláusulas específicas en el convenio colectivo del trabajo.

Gisela González se egresó de la escuela nacional fluvial en el 2012 como conductora de máquinas navales. En su primera navegación en un barco pesquero sufrió un ataque sexual por parte de un oficial de cubierta que entró a su camarote y la quiso violar. Si bien en ese momento ella dio aviso al gremio, todo quedó en la nada y el caso no fue abordado. “Nunca tomaron medidas, ni en el gremio ni como empresa. Yo creo que, si bien pasaron muchos años, aún siguen al día de hoy sin las políticas necesarias para afrontar la temática de género”.

Las mujeres dicen el mar es nuestro y llevan años luchando por el lugar que ocupan y porque otras puedan ocuparlo en el futuro.

Cuando quiso volver a navegar Gisela no conseguía trabajo por ser mujer, lo que llevó a que se le vayan venciendo los títulos que tuvo que renovar de su propio bolsillo e incluso la llevó a dormir afuera del puerto de Mar del Plata. “Decidí irme a Mar del Plata a buscar suerte. Allí estuve 40 días durmiendo en la calle sin que el gremio viniera a ayudarme y con todos los riesgos. Ahí corría a los empresarios para pedirles trabajo. Así fui conociendo marineros y logré hablar con Nancy Jaramillo, que me ayudó y me embarqué con ella en una marea”.

“Está muy estereotipado el trabajo, es de los tipos que son fuertes y si hay una mina es para quilombo y te están evaluando en todo momento, aparte del acoso. Es un ambiente laboral súper hostil y por eso no hay mujeres a bordo. Cuando aparece una mujer formada con experiencia no les gusta”, cuenta Lucía. “Todo el recurso petrolero, el transporte fluvial y el recurso pesquero son trabajos muy bien pagos y no creen que tengamos el derecho a acceder a ellos”.

Sobre la discriminación laboral, Nancy explica: “Toda mi vida fue discriminada, no sólo por mis compañeros, sino cuando vos llegas a tierra y decís que sos capitana y lo primero que te dicen es que sos puta porque estás arriba en un barco con hombres. A mi me han insultado y amenazado, incluso han amenazado a mi hijo. Recién en este último año y medio con el avance de los feminismos, se está empezando a cambiar la cabeza de a poco”. “Ahora cuando subo a un barco se sorprenden de que no es tan malo que haya mujeres a bordo e incluso algunos piensan que está bueno. Imaginate si fuéramos más mujeres que podríamos demostrar eso”, asegura la capitana y se muestra positiva respecto a los cambios generacionales.

“Yo tuve que realizar una denuncia al INADI por todo lo que estaba pasando y lo mal que me hizo. Como me acerqué a los medios y tuvo repercusión desde el gremio empezaron a amenazarme a mi y a mis hijos. Ahí hicimos una mediación porque ya era una cuestión hacia mi persona por ser mujer. Ellos prometieron que iban a darme trabajo pero no se cumplió y no hubo un seguimiento”, relata González. “Cuando subís a un barco no te ven como una compañera de trabajo sino que siempre tenés esa carga de estereotipo por tu género. No nos ven como profesionales”, agrega.  

Con el impulso de su militancia y el acompañamiento de sus compañeras, ahora las tres se reunieron para pensar un proyecto de ley que, basándose en el antecedente de la norma presentada por la senadora Nancy González para instaurar un cupo femenino en la marina, pueda asegurarles el cupo en todas las profesiones marítimas, además de los derechos necesarios para que las mujeres del mar puedan ejercer su trabajo en igualdad de condiciones. “El cupo vendría a comenzar un camino que nos abriría lugares. Siempre que hay cambios culturales va a haber conflictos. Va a tardar hasta que como sociedad podamos ver que subir a un barco es lo más normal del mundo, ya seas mujer u hombre”, aporta Jaramillo. “Nosotras tenemos la idea de que cuanto más estemos en la lucha más tenemos la posibilidad de llegar a tener un trabajo digno como nuestros compañeros”. 

“El cupo podría ayudar pero también que se cumplan las leyes y protocolos que ya existen, que se capaciten las empresas y gremios para respaldarnos, que se den charlas de género a bordo, que existan protocolos de contención para casos de abuso. Tiene que haber una desnaturalización para que cambie algo porque ahora es normal que te discriminen”, finaliza Gisela.

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