La estructura de una ilusión

⚽ Hoy la Argentina juega por segunda vez la semifinal de la Copa América femenina, esta vez contra Colombia. Ilusiones y realidades que permiten predecir un final feliz en la cancha.

¿Qué se necesita para tener una ilusión? Nada. Las ilusiones son generosas y nos permiten imaginar según nuestros deseos. Soñar con resultados favorables. Pero más allá de la generosidad de las ilusiones, es necesario tener un anclaje en la realidad. Yo no puedo ilusionarme, porque sí, con ganar un premio nobel de química. Necesito algo que sustente esa ilusión. La selección argentina tiene con qué ilusionarse en la Copa América que se disputa en Colombia.

Contra el seleccionado local, que está llenando estadios en cada presentación, Argentina se juega algo más que la clasificación a la final del torneo. De ganar, obtendrá el pase al Mundial de Australia/Nueva Zelanda 2023 y a los Juegos Olímpicos París 2024. En caso de terminar en el tercer puesto, también tendrá una plaza en el mundial. Cuarto y quinto puesto deberán jugar un repechaje por la clasificación. Argentina ya consiguió su lugar en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. En suma, los próximos dos años de competencias oficiales también están en juego en los partidos que quedan.

La semifinal, a diferencia de los encuentros anteriores, será televisada por la TV Pública. Luego de que toda la fase de grupos se viera solo a través de Direct TV, complicación que se solucionó por la socialización de links de páginas piratas, el canal del Estado argentino logró conseguir los derechos para transmitir los dos partidos que quedan. Es una gran oportunidad para que quienes no suelen acercarse al fútbol femenino, lo hagan a través de nuestra selección. Como dijo la periodista Romina Sacher: “Haga patria, aliente a las pibas”.

Con el triunfo contra Venezuela, Argentina consiguió, por segunda vez consecutiva, la clasificación a semifinales de la Copa América. Entre lo sucedido en la Copa América de Chile 2018 y lo que pasa ahora hay casi un abismo. Hoy existen dos palabras que sostienen y estructuran la ilusión argentina: proceso y convencimiento. Lo primero requiere tiempo, trabajo y cuestiones que excedan a la propia selección, como que los clubes desarrollen el fútbol de inferiores. Lo segundo sucede en tiempo presente y es que las jugadoras se sienten cómodas y convencidas con el juego que plantea el cuerpo técnico. “Hoy se sufrió un poquito, pero esta Selección me representa. Este cambio es el que pedíamos post Mundial”, remarcó Florencia Bonsegundo tras la victoria.

Primero hay que saber sufrir

Dentro del plantel había una certeza: la copa empezaría después la primera fecha contra de Brasil. En el mundo del fútbol no es habitual reconocer la superioridad del rival de antemano. Esto no significaba resignar el partido, pero sí saber que el equipo brasileño tenía grandes chances de ganar. No solo por juego. Son años de estructura los que llevan de ventaja. “El primer partido, contra las brasileñas, fue muy físico. Se nota mucho la diferencia. Ellas vienen trabajando desde hace mucho con nenas, con juveniles. En nuestro país recién algunos clubes están incorporándolo”, le dijo Daiana Falfán, la número cinco titular, a Ayelén Pujol.

El 4 a 0 con el que terminó el partido contra Brasil no reflejó lo sucedido en el juego. Argentina se plantó bien y logró defenderse lejos del arco de Vanina Correa. La jerarquía de las brasileñas pudo más que el orden táctico del elenco nacional. El partido reflejó algo que había dicho el entrenador Germán Portanova en la previa a la Copa América: “No podemos elegir ganar siempre, pero sí cómo perder. Y si me preguntás cómo prefiero perder, te digo que tratando de ir a buscar el partido, de jugar de una determinada manera”.

La contracara se vio en el último partido de la fase de grupos. Tras golear a Perú y Uruguay respectivamente, Argentina se jugaba la clasificación contra Venezuela. Ambos equipos llegaban con los mismos puntos, pero la diferencia de gol pesaba a favor de Argentina. Con un empate la clasificación a semifinales estaba asegurada. De antemano se sabía que el partido más parejo del grupo sería contra la selección vinotinto. Y así se dio.

Argentina supo jugar, pero también defenderse. Cómo y cuándo aguantar. Tanto el empate como, tras el gol de Florencia Bonsegundo, el triunfo. Los equipos se forman no solo a partir de aquellos momentos donde las cosas fluyen, sino principalmente de cómo se sostienen cuando eso no pasa. Argentina supo sobreponerse a una goleada en el primer partido y defender cuando tuvo que hacerlo.

Una ilusión con argumentos

Cuando Colombia y Argentina ingresen al campo de juego del Estadio Alfonso López en la ciudad de Bucaramanga, las tribunas estarán repletas de camisetas amarillas. Durante toda la copa el público local llenó los estadios para ver a su selección. Se esperan más de veinte mil personas para la semifinal. Será el primer partido que Argentina dispute a estadio lleno, pero el juego desplegado por el equipo de Germán Portanova permite imaginar un batacazo contra las locales.

Correa; Chávez, Barroso, Cometti, Sábile; Núñez, Falfán, Bonsegundo; Yamila Rodríguez, Larroquete, Banini. A excepción de algunas variantes en el lateral derecho y de que Estefanía Banini no jugó de titular en el partido contra Brasil, el equipo argentino sale de memoria. La estructura se fue consolidando a través de los partidos. El juego también.

Cuando las cosas no salen, las manos de Correa y los cierres de Barroso y Cometti sostienen a la selección. Daiana Falfán es la titular más joven de Argentina, también la jugadora que más quites realizó contando a los cuatro equipos que están en semifinales. Romina Núñez y Florencia Bonsegundo son los motores que van de área a área. Por ellas pasan las transiciones de ataque a defensa. Una muestra de eso fue que el gol de la victoria contra Venezuela llegó con Bonsegundo atacando el espacio y llegando hasta el área chica para definir.

La ofensiva tiene tres pilares: Banini, Larroquete y Yamila Rodríguez. La delantera misionera que juega en Boca es la goleadora del equipo con cuatro tantos (tres contra Uruguay). Banini, generalmente tirada contra la banda izquierda, es la encargada de manejar el tiempo. De pensar. Sus botines emanan gambetas, amagues, habilitaciones y descansos. Cuando la selección tiene que bajarle el ritmo al partido, lo mejor es que la pelota pase por los pies de Banini. Su talento no la exime de esfuerzos: durante el partido contra Venezuela se la pudo ver cerrando como una defensora más cuando hizo falta. Larroquete es la punta de lanza, el faro en ataque.

En competencias como la Copa América es necesario tener buen recambio. Para poder cambiar el curso de un partido desde el banco de suplentes o reemplazar una jugadora en caso de lesión. Argentina tiene muy buenas variantes. Dalila Ippolito es quizás la promesa más grande de esta selección. Su velocidad y desfachatez son fundamentales en los segundos tiempos. Los goles de Soledad Jaimes esperan también sentados en el banco de suplente. En el mediocampo Ruth Bravo podría ser titular tranquilamente.

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Argentina llegó a la Copa América con la idea de consolidar el proyecto comenzado hace menos de un año por Germán Portanova. El entrenador repite constantemente que, más allá de los resultados, es necesario tener una idea y tiempo para poder desarrollarla. “Quisiera tener varios años en la Selección y que se me reconozca porque dejé mi sello y un determinado juego dentro del fútbol femenino”, le remarcó a Delfina Corti en una entrevista antes de la Copa. Clasificar al mundial sería una buena forma de apuntalar ese proceso. Los triunfos, se sabe, tienen buena prensa. Algo que necesita el fútbol femenino para seguir creciendo. La idea de levantar la Copa es algo difícil si se mira a Brasil, las claras candidatas. Eso no impide sostener una ilusión como quien se aferra al amor. Sino que le pregunten a Laurina Oliveros. La arquera suplente le dijo a Ayelén Pujol: “Soñé que ganábamos la Copa”. Las ilusiones, se sabe, son generosas. Pero Argentina tiene material de sobra.

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