Arbolitos de la calle Florida: una especie nativa que pinta de verde el Microcentro

💵 Entre Avenida de Mayo y Córdoba a ambos lados de la peatonal. En español, inglés o portugués. De todas las edades, orígenes y perfiles. Los arbolitos de Florida ya son una especie autóctona. ¿Cómo funcionan y quiénes están detrás del narcomenudeo de dólares?

Son las 13 en Florida y Rivadavia, hora pico para oficinistas que salen del trabajo en su hora de almuerzo. En las cuadras que van entre Córdoba y Avenida de Mayo, la multitud amorfa unifica a turistas, empleados públicos, ambulantes, empresarios y altos funcionarios. Todo se congrega en una masa humana que se mueve al calor de un grito de corazón: «Cambio dólar, compro, vendo, pago mejor».

Dice el mito urbano que, previo a la pandemia, casi un millón de personas circulaban a diario por la peatonal más icónica del centro porteño. El Covid-19 redujo sensiblemente la circulación, pero lo que no mermó fue la presencia de arbolitos. Unos 20 por cuadra pueblan la zona más caliente, las cinco cuadras que separan las avenidas Rivadavia de Corrientes.

«La semana que el dólar subió 150 pesos fue desastrosa», cuenta un venezolano de mediana edad que trabaja en la esquina de Florida y Diagonal Norte hace 4 años. «Es parecido a los días que hay marchas o piquetes. La gente no quiere comprar ni vender, se nos complica mucho el trabajo», explica. Es uno de los pocos que se anima a hablar, a costa de resguardar su identidad.

Sobre Avenida de Mayo, al lado del Farmacity, un otrora puesto de diarios hace las veces de sala de recepción. Ocho personas forman fila mientras esperan que el vendedor pase a acompañarlos hasta el negocio de la galería donde se hará el canje. «Son cinco minutos, va y viene», dice el encargado de la parada en referencia al arbolito, que fue a acercar a otro cliente a la cueva.

No miente. El trámite es rápido. El arbolito llega hasta el puesto de diarios y camina junto al cliente intentando entablar una relación. Cuenta una anécdota en la que le cambió carísimo reales a unos brasileros y luego se los llevó a hacer un city tour por Buenos Aires. «Eso es lo lindo de este laburo, que hacés guita y además conocés gente», dice. Llegamos a la cueva, un local en el fondo de una galería de Florida, en un entrepiso semivacío. El cambio es rápido. Hoy lo venden a 298. «¿No me dejás una propina?», finaliza antes de terminar la operación.

El Covid-19 redujo sensiblemente la circulación, pero lo que no mermó fue la presencia de arbolitos.

La ley penal tributaria prohíbe terminantemente la oferta y venta de divisa extranjera en la vía pública. «Imaginate qué pasaría si vas a Washington o a Madrid y te ponés a cambiar euros en la calle», suele referir el economista Horacio Rovelli. Pero en la calle Florida no aplica: la mayoría de las veces en que se avecinan operativos judiciales, el rumor de los allanamientos llega antes y los «cueveros» deciden cerrar ese día.

Así sucedió por última vez en 2020, cuando Gendarmería irrumpió en varias galerías de Florida con el objetivo de acopiar pruebas y detener a los responsables de los delitos de lavado de activos, tráfico de divisas al exterior y posibles vínculos con el narcotráfico.

El trasfondo del lavado vinculado al narcotráfico atraviesa todo el negocio: en marzo de 2015, Hugo Díaz -un operador que regenteaba una cueva en Corrientes y Florida- se esfumó sin dejar rastros. Lo mismo sucedió con Damián Stefanini, quien desapareció el 8 de marzo de 2015 luego de ingresar a la cueva financiera de Diego Guastini en la calle Florida 520.

En la calle el clima es relajado. Son una especie de tarjeteros de boliche, de vendedores ambulantes VIP. «Algunos somos fijos y otros trabajan por comisión. Los que estamos fijos podemos ofrecer el precio más alto. Los que están por comisión se quieren matar esos días», cuenta un arbolito de no más de 25 años. Esos días refieren a las crisis financieras: mientras las cuevas ganan, los pequeños vendedores de a pie pierden.

«Vamos que hoy jugamos», grita un vendedor con gorrito de Atlético Tucumán, apoyado en una bicicleta. La tarde empieza a caer y quedan los últimos arbolitos, que no se marchitan con el paso del tiempo.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.