Aeroparque: una ranchada más en la Ciudad

✈︎ Un centenar de personas en situación de calle duermen todas las noches en el aeropuerto porteño. La empresa concesionaria los quiere expulsar, a pesar de que se trata de un espacio público. El Gobierno porteño, por ahora, está lejos de ofrecer una solución.

Ocho meses lleva Mariela viviendo en Aeroparque. Más de los que estuvo en el último hotel familiar que le consiguió el Gobierno porteño, antes que la desalojasen. Se mueve en una silla de ruedas a la que va atado su perro Toto. El ala sur del aeropuerto, por donde se realizan los embarques nacionales, es como el living de su casa. Por allí pasan a diario miles de pasajeros y turistas, que caminan como si atravesaran un territorio a esta altura ajeno: desde hace meses se convirtió en una ranchada más como las tantas que se levantan en la Ciudad, y donde duermen a diario casi 100 personas en situación de calle.

“Acá tengo un techo calentito. Y buenos baños. Cuando dormía en los cajeros, venía la policía y me pegaban. La última vez me rompieron mi certificado de discapacidad. Y en el último hotel que estuve no me dejaban tener perros. Pero acá eso no pasa. Entre los que dormimos, que somos muchos, nos llevamos bien. Salvo por alguna gente que pasa y nos discrimina, es tranquilo, nadie nos molesta”, explica Mariela a El Grito del Sur sobre las razones que la llevaron a dormir en el lugar.

Los pasajeros que ingresan al sector de embarques nacionales por la noche, antes de subirse a su avión, se encuentran ante una realidad dura, aunque para nada sorpresiva para quien camina por la Ciudad a cualquier hora. Sobre el piso del hall, a pocos pasos del patio de comidas, personas solas duermen sobre un colchón improvisado de cartones, una detrás de la otra, como si formasen una fila. Los rincones y las esquinas son para las familias o para los grupos de tres o más, que ranchean juntos. Sobre las barandas hay ropa tendida, los enchufes ubicados en los espacios comunes para cargar teléfonos están ocupados y cada tantos metros hay que esquivar un bártulo disperso sobre el piso para poder pasar. Los asientos de espera también están llenos. 

Los más pobres, en resumen, invadieron un espacio público pensado para otros, para los que pueden volar, que casi siempre bajan la vista o les bailan los ojos mientras avanzan con su equipaje en mano intentando no entrar en contacto con la miseria ajena. Pero más que los pasajeros o los turistas —en muchos casos es su primera impresión sobre Buenos Aires—, los más molestos con la situación son los directivos de Aeropuertos Argentina 2000, la empresa concesionaria de los 35 aeropuertos que tiene el país. 

Según pudo saber este medio, desde hace meses que la empresa se los quiere sacar de encima. En el último tiempo, motorizaron operaciones de prensa para exagerar los aspectos desagradables del problema. Incluso hubo una reunión con autoridades del Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA) y del Gobierno nacional para pedir explícitamente una solución, que para los empresarios pasa por implementar una suerte de derecho de admisión, si es necesario, con uso de la fuerza pública. 

Por ahora, el Ejecutivo porteño se mantuvo al margen, aunque hubo contactos informales. Como Aeroparque es un espacio público, nadie puede impedir la presencia de nadie, y salvo excepciones, las personas en calle lo utilizan únicamente para dormir seguros y a resguardo de las olas de frío. El Programa Buenos Aires Presente, cuyas autoridades conocen la situación desde hace años, prefiere no meterse, en un sentido literal: según cuentan quienes paran en el lugar, rara vez vieron ingresar al edificio personal vestido de amarillo de la famosa Línea 108. 

A fines de abril, el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño tiene previsto realizar un nuevo censo sobre la población en calle, pero no está claro que pasen por el lugar. Por ahora, esa tarea la realizan los efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), que todas las noches piden documento. El personal de seguridad privada, además, “realiza inteligencia sobre cada uno de ellos, saben quién es quién de los que están ranchando ahí”, según contó a este medio una fuente que vela por los derechos de los sin techo.  

Hubo algunos casos, de todos modos, que bordearon lo gracioso: una tarde, un varón se echó a correr por el medio de la pista y hubo que postergar algunos vuelos. También hay personas con algún padecimiento en salud mental. Para las organizaciones que trabajan la problemática consultadas por este medio, la salida más viable es que el Ejecutivo porteño se dé una política seria de vivienda transitoria para muchos de ellos, que por alguna razón —más que evidente— prefieren dormir en Aeroparque antes que en un parador. 

Es el caso de Gastón, que duerme hace un año con su mujer en uno de los rincones del ala sur. “Me ofrecen un parador, pero eso implica que me tenga que separar de ella —dice señalando a su Carmen, su mujer—. Yo lo que pido es un trabajo, para poder pagarme un techo. Soy herrero, trabajé como peón de campo, sé hacer muchas cosas. No es justo esto esto que estamos pasando, yo no quiero vivir acá”.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.