Mucha tela para cortar

👕 Los residuos de la industria textil se encuentran entre los más contaminantes y en Argentina falta una legislación que regule su separación y tratamiento. Qué propuestas existen para solucionar este problema.

Los residuos de la industria textil, la segunda más contaminante del planeta, aún no cuentan con políticas de gestión en Argentina que permitan realizar una separación de origen y evitar que toneladas de ropa y descartes provenientes tanto de las fábricas como de casas particulares no terminen formando parte de vertederos y basurales. Actualmente, los incipientes proyectos que buscan reciclar este tipo de residuos se encuentran agrupados -en su mayoría- en cooperativas ligadas a la economía circular y pequeñas empresas.

«Los residuos textiles tienen un impacto alto por varios motivos: muchas industrias y la cadena comercial no tienen control sobre lo que hacen, hay muchos vertederos y también envío al CEAMSE de materiales que son aptos para reciclar», explicó la arquitecta Marta Yajnes a El Grito del Sur, quien trabajó en su tesis de maestría sobre cómo reinsertar los residuos de tejeduría plana en materiales para la construcción.

Los textiles pueden dividirse de muchas formas: tejidos de punto y planos, confeccionados con fibras sintéticas y naturales. Si bien todos los residuos provenientes de la industria son potencialmente reciclables, una cualidad los equipara: no tienen separación de origen del resto de Residuos Sólidos Urbanos (RSU). Según la Agencia de Protección Ambiental (APRA) de la Ciudad de Buenos Aires, del total de residuos textiles, únicamente la friselina es recolectada por los puntos verdes. En tanto, el componente de materiales textiles ocupa el séptimo lugar dentro del flujo de residuos recolectados por el servicio de higiene urbana de CABA, representando el 4,7% del total en 2015, según indicó el Estudio de Calidad de los Residuos Sólidos Urbanos.

Asimismo, es posible diferenciar tres tipos de residuos textiles: aquellos provenientes de casas particulares -denominados de «posconsumo»-, los descartes producidos por las industrias y aquellos que fueron confeccionados para la venta pero por fallas en su fabricación no fueron comercializados («preconsumo»). A nivel mundial, se calcula que el 87% de las fibras que se usan para confeccionar la ropa se incinera o va directo a un vertedero, mientras que el 60% se desecha antes de que se cumpla un año desde su fabricación, según estimaciones del Banco Mundial.

Agustina Vilariño, diseñadora industrial de la Universidad de Buenos Aires e integrante del Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) de reciclaje de la Universidad Nacional de San Martín, remarcó que «el impacto que tienen los residuos textiles en el ambiente es muy malo, la realidad es que es un problema enorme. La industria textil es la segunda contaminante del mundo, no solamente por los descartes textiles en sí, sino por toda la cadena de valor». 

Actualmente, la demanda se concentra en la necesidad de implementar normativas que regulen la trazabilidad de este tipo de residuos, ya que no hay regulaciones que permitan la separación de los textiles de otros RSU, y los proyectos disponibles «son a nivel local y no son algo que esté regularizado, no hay una ley Responsabilidad Extendida del Productor (REP) para textiles, por ejemplo. Falta un montón de normativa y de involucramiento del Estado para poder tener un control más riguroso de lo que sucede», destacó Vilariño. 

A su vez, «la mayoría de las empresas que reciben residuos textiles lo hacen para hacer trapos de piso, alfombras o paños aislantes», indicó la diseñadora sobre el proceso conocido como downcycling, que convierte a los productos primarios en materiales de calidad inferior. 

Entre las principales dificultades para llevar adelante iniciativas de reciclaje textil, Yajnes enumeró «la falta de financiamiento y de lugares serios para hacer ensayos, falta de interés de cooperativas, falta de continuidad en el tipo de residuos recibidos, falta de interés de los empresarios para hacer clasificación y entrega de los residuos y trazabilidad», entre otros.

Si bien aún no existen datos oficiales de cuántos residuos genera la industria textil, «hace unos años era alrededor del 5% de los RSU (RSU)». De este 5%, -advirtió Vilariño-, «el 98% es reciclable». La dificultad para el reciclado también radica en la composición de estos residuos, ya que para su recuperación se deben separar de cierres y botones. «Eso es un trabajo costoso y laborioso, y que por lo general se consigue un producto de calidad inferior, que se tiene que cobrar barato, y si no se puede costear la mano de obra que se necesitó para sacarle, por ejemplo, todos los avíos», agregó.

De este modo, tanto Yajnes como Vilariño coincidieron en la necesidad de incentivar los incipientes proyectos de reciclaje e implementar una normativa que regule la generación y separación en origen de textiles, principalmente de las grandes empresas, las cuales «no tienen ninguna ley que les obligue a hacerse cargo de los descartes», señaló Vilariño, y agregó que «hay muchas complejidades y al mismo tiempo hay muchas oportunidades para poder innovar».

En tanto, entre las iniciativas nacionales de reciclaje textil se encuentra el Centro Verde Telas, ubicado en la ciudad de Córdoba, que funciona desde fines de 2022 como centro de recepción, acondicionamiento, tratamiento y producción de residuos textiles que provengan tanto de los hogares cordobeses como de empresas y emprendedores que trabajan en el rubro textil. Al establecimiento ingresa «cualquier tipo de residuo textil, desde la remera que descartamos porque no vamos a usar más y nos convence para donar hasta los residuos y sobrantes de grandes empresas como Renault», indicaron desde Verde Telas, que se encuentra trabajando en pruebas de producción de prendas que van «desde camperas, chalecos, buzos, hasta libros para niños con personajes creados a partir de tela».

En su primer mes de apertura, el Centro recibió más de 10.000 toneladas de desechos textiles y se mantienen optimistas: «En materia de economía circular, intentamos cambiar un paradigma mientras cuidamos nuestra casa común. Y en ese proceso buscamos también la posibilidad de generar oportunidades para emprendedores y emprendedoras».

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