“La calle es nuestra, es orgullo, espacio de queja y de festejo”

🏳️‍🌈 A más de 30 años de la primera Marcha del Orgullo LGTBQI+ en Argentina, el activista, periodista y VIH+, Lucas “Fauno” Gutiérrez repasa el origen de esta fecha, por qué se nacionalizó su celebración en noviembre, y los mensajes de “afecto y lucha” que abanderan a colores.

El 28 de junio de 1969, diversas personas LGTBQI+ se resistieron a la represión policial, a la que los oficiales acostumbraban ejecutar con impunidad de operativo en el bar Stonewall Inn, de Nueva York. Desde ese freno, y hartazgo, de su visibilización, por la valentía de quienes estaban allí, se conmemora el Día Internacional del Orgullo LGBTQI+. Sin embargo, en Argentina la comunidad ya se estaba organizando desde antes. En 1967 «el primer intento de organización homosexual” en Latinoamérica (describe Néstor Perlongher, escritor y pionero de la gestación del movimiento) se reunía con el nombre de Nuevo Mundo, todavía bajo la dictadura del general Juan Carlos Onganía, y entre tantas iniciativas comenzaron el activismo de informar a medios porteños. Ese fue el origen de una conciencia colectiva.

La agrupación se reunió con otras organizaciones, conformando el Frente de Liberación Homosexual (FLH), que incluso editó la primera revista LGTBQI+ en el país: Somos, en 1976. El mismo año, tras el golpe de Estado que desencadenó la última dictadura cívico militar en el país, la comunidad fue perseguida y violentada. 

El 3 de julio de 1992 fue la primera Marcha del Orgullo en el país. Fue viernes, y el cierre de una semana de muestras y conferencias que inició el lunes 28 de junio. En la Ciudad de Buenos Aires, la movilización fue encabezada por Carlos Jáuregui y César Cigliutti al frente de Gays por los Derechos Civiles (Gays DC), junto a la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina (Sigla), Transexuales por el derecho a la vida (Transdevi), Grupo de Investigación en Sexualidad e Investigación Social (ISIS), la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) y Convocatoria Lesbiana. Alrededor de 250 personas se movilizaron desde Plaza de Mayo hasta el Congreso Nacional. Muchos y muchas asistieron con máscaras, por temor a ser reconocides y perder sus puestos laborales. Pero sí contaron con el apoyo de las Madres de Plaza de Mayo.

“Lo importante es reconocer el recorrido histórico”, señala el activista, periodista y VIH+, Lucas “Fauno” Gutiérrez en diálogo con El Grito del Sur. “Las marchas que se hacían en los ’90 había gente conviviendo con VIH y con sida, entonces no podían marchar en esos fríos invernales”, manifiesta al tiempo que explica el motivo por el que en Argentina se celebra el Día del Orgullo el primer sábado de noviembre, que a su vez conmemora el aniversario de la fundación de Nuevo Mundo.

Primera Marcha del Orgullo en Argentina

“Hoy en día el 28J acá en Argentina, es la marcha contra los transfemicidios, travesticidios y transcrímenes de odio y me parece importantísimo que se siga visibilizando, y no sólo eso sino que se dé respuesta porque somos una región donde las personas travestis-trans tienen un promedio de vida de 35 a 40 años. Entonces el cambio de fecha surge de unificar un poco las luchas VIH con LGBTQI+. Entender que somos interseccionales, y que estamos atravesades por situaciones similares y que a la vez cada une tiene sus particularidades. Me emociona cómo históricamente siguen estando unidas tantas luchas que al final del día, caemos bajo el mismo paraguas”, expresa. 

Para describir ese recorrido histórico al que hace referencia, Lucas elige habitarlo en una imagen con enorme valor simbólico: la familia. Ante la elección de la identidad sexual y el género, muchas y muchos han sufrido primero la violencia y la negación intrafamiliar. Como escribió alguna vez la autora Aurora Venturini (Las Primas), “la familia es el origen de todas las violencias”. Entonces, aquellas jóvenes, chicos o adultos que dejaron sus hogares o tal vez otro espacio de pertenencia, formaron sus propios “círculos de amor”, diría Gabriela Mansilla (Yo nena, yo princesa), la mamá de Luana (la primera infancia trans en obtener su DNI tras aprobarse la Ley de Identidad de Género). 

“Me parece súper afectuoso. Nos hace pensar en nuestros árboles genealógicos identitarios, no solamente ese que viene tan apegado a la biología sino a quienes nos precedieron en esta lucha histórica construyendo nuestras emocionalidades”, asegura Lucas. “Eso me generan espacios como Nuestro Mundo, el Frente de Liberación Homosexual, y cuanto vamos aprendiendo con activismos como el del Archivo de la Memoria Trans”, añade.

Carlos Jáuregui en una Marcha del Orgullo.

La primera piedra

“Mi activismo parte desde el VIH y de ahí llega a lo colectivo”, sostiene Lucas. La primera vez que escuchó hablar del virus fue en el colegio. “Una especie de mantra de prejuicios y estigmatización”, recuerda. Además de la información llena de condena, otra cosa le llamó la atención y la sensibilidad: “El virus no tenía rostros, historias o afectos”. Su diagnóstico lo recibió en 2008 y, desde entonces, comenzó a movilizarse primero en lo personal para llegar a lo comunitario. “Porque con los años me di cuenta que yo no estaba hablando solo de VIH, sino de derechos. Porque si yo no tomo la medicación, tiene que ver con un sistema de salud que está negando a muchísimas personas”, afirma. 

La palabra marcha, también tiene una connotación altamente simbólica. En 1969, Estados Unidos estaba en constante toma de las calles en relación a varias problemáticas como el antirracismo, la oposición a la guerra de Vietnam y, por supuesto, el Orgullo. En la actualidad, en Argentina las movilizaciones también tienen su historia y su sentido. Sin ir demasiado lejos: hace apenas unos días el pueblo jujeño fue reprimido brutalmente por expresarse contra la reforma constitucional del gobernador Gerardo Morales (y precandidato con Horacio Rodríguez Larreta).

“Somos una nación que marcha. Históricamente. Siempre hemos marchado. La calle es nuestro lugar de diálogo, no sólo es donde siempre hemos salido a decir las cosas, sino también a celebrar — defiende Lucas, mientras añade —. Es nuestra. Es orgullo, es espacio de queja, de crítica, de encuentro, de festejo. Por eso cuando se hace una marcha del Orgullo es tan importante asistir. Porque se hace una lectura política. Se suele tomar de referencia la marcha del Orgullo como es la Ciudad de Buenos Aires, pero tengamos presente que hay marchas del Orgullo a lo largo y ancho del país, y todas tienen esa misma importancia sociopolítica, emotiva, histórica. Imaginate en tu ciudad donde creés que no tenés otros diálogos ni otros pares, ver una marcha de gente como vos, y no me refiero solo a lo LGBTQI+, sino a gente que tiene otra manera de pensar las cosas distinta a la norma, ni mejor, ni peor y que debe ser respetada”.

Marsha P. Johnson.

Recuperar la historia nunca es sencillo. Ni la información estuvo tan al alcance hace años como ahora. Lo primero que Lucas supo de los hechos de Stonewall fue la participación de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, “dos gestoras trans y grandes protagonistas”. “En un principio yo creía que eran drag queens, que también porque tenían que enmascarar cierta masculinidad en la calle”, se sincera. 

Ambas encabezaron las primeras y las siguientes movilizaciones y visibilizaron las realidades de muches, desestereotipando que la revolución sucedía sólo en manos de varones rubios y blancos gays cisgénero. “Nosotras estábamos involucradas en muchas luchas, yo y otras personas trans. (…) Ustedes tenían derechos, nosotras no teníamos nada que perder”, las cita el periodista. También a Stormé DeLarverie, “una lesbiana (afroamericana) a la que se le adjudica (haber tirado) la primera piedra” contra la policía y que dio origen a la resistencia. “Porque lo primero que tenemos que recordar es que Stonewall fue una revuelta en un lugar que no era un paraíso, sino que era un lugar tan fisura que no importaba quién entraba. Entonces las personas que se fugaban, se metían ahí. Me parece muy importante desromantizar todos estos recorridos, pero sobre todo para poder tener visiones mucho más amplias de lo que ha sucedido”, señala Lucas.

Hoy, con muchos derechos conquistados, con la sanción de la Ley de Identidad de Género (2012), de Educación Sexual Integral (2006), de Matrimonio Igualitario (2010),  y una revisión en temas y derechos de género y diversidades, ¿cuál es la situación? ¿De qué no se habla?

“Todos los derechos conquistados no son techos, sino puntos de inflexión, cuestiones para seguir trabajando. Hoy en día puedo andar de la mano con un pibe en la calle pero tengo que estar mirando por precaución y cagazo que me caguen a piñas. Eso no se detiene. Hace cuatro semanas, a cuatro compañeras travestis trans migrantes les pegaron en la calle, y las que terminaron presas fueron ellas. Seguimos sufriendo situaciones que requieren atención, obviamente en otro contexto: tenemos ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, y eso se celebra. Ahora falta que se nos incluya. La política nacional no habla de nosotros, nosotras y nosotres. Somos eternos relegados. Siempre hubo que hablar de otra cosa. Entonces seguir pensando que somos el tema para hablar después, mientras las personas LGBTQI+ son asesinadas y recién el año pasado logramos que salga una ley de VIH, me parece una falta de respeto de parte de todos los partidos políticos. Seguimos teniendo que remar no sólo como disidencias, sino como colectivos que parecemos no ser prioritarios ante avances de derecha”, reflexiona Lucas.

Hoy, frente a la conflictividad histórica y la conciencia de reparación, Lucas enfatiza en la necesidad de colocar el foco en las generaciones actuales. “Me parece que el mensaje de ‘Señor, señora no sea indiferente, matan a las travestis en la cara de la gente’, me gustaría contraponerlo con los mensajes de afecto y lucha que vamos construyendo. Quiero que a mis compas no las maten y que eso construya un diálogo para las generaciones que vendrán”, finaliza abanderado en colores, orgulloso.

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