Casa Fuegah: cómo emergió y se defiende el primer bar-café LGBTQI+ de San Juan

🏳️‍🌈 Inició como fiesta en Buenos Aires, para regresar a su provincia natal y formar allí su hogar: la primera usina de diversión y abrigo para la comunidad “no dicho como minoría, sino como todes”, aclara Matías de la Cruz en esta nota donde habla de la salud de Naira Castillo y responde a los ataques violentos con arte.

—Esta bandera enorme que ves acá fue lo primero que pusimos cuando llegamos. Esto antes era una casa de familia tipo— cuenta mientras se ríe, pícaro por la paradoja. Matías de la Cruz recibe a El Grito del Sur y va haciendo un tourcito entre las mesas de madera. Murales a mano del artista local Lulito y, al lado, un mostrador de indumentaria, perchero y maniquí. Todo es una combinación aesthetic-acogedor. Foquitos de luces, cabina de DJ tapizada en tela rosa peluche, un YAS! de neón en otra esquina. Las paredes realzan íconos: Carlos Jáuregui, Moria Casán, Lohana Berkins, Freddie Mercury que canta I want to break free, y el comandante Ricardo Fort. Del otro lado, un rincón tributo con una foto mural de Cris Miró de la que salen rayos de luz o de superheroína. 

Afuera es enorme: un patio detrás de la cocina, metros que pronto darán fiestas. El otro, de juegos. En su extremo izquierdo, una casita no en el árbol y detrás un metegol. Ahí la vemos. Está extendida horizontal y colgada en el fondo. Sus colores contrastan con el cielo que está oscuro, porque ya son más de las 19 en agosto. Meses atrás, mientras arreglaban y acomodaban –mientras la transformación y el movimiento se estaba gestando puertas adentro– plantaron su arcoíris que salvaguardaba la entrada.

–Acá la bandera está puesta— dice con ímpetu y gesticula su puño como quien se asienta. —Han pasado situaciones acá: nos roban las banderas o las cortan, alguna que otra piedra que vuela. En la última fiesta Fuegah, arañaron a una persona que trabaja acá. Yo estaba ahí, fue peligroso. Son actos que a nosotras nos afectan, pero a la vez nos llenan de más ganas todavía. Nos ha pasado también con vecines. Tenemos un restaurante que es el típico de la familia sanjuanina, que no les copa mucho que estemos acá. ¿Pero saben qué? Este también es un restaurante familiar—.

Casa Fuegah es el primer café-bar LGBTQI+ en la provincia, de la región cuyana en su totalidad, que se inauguró en mayo de 2023. Está ubicado en la zona de bares característica sobre la Av. Libertador Gral. San Martín 3041, en el departamento de Rivadavia, oeste de la capital. “Acá en San Juan siempre ha sido todo muy nocturno. Las personas vienen a cenar y entran en la fantasía porque todo el tiempo les estamos ofreciendo algo distinto: hoy es noche de Tarot, también hay shows musicales, mañana es noche de Palacio con looks de época y antifaces. Además vienen niñes y quedan fascinades. El otro día vino una adolescente que quería probar su primer trago con alcohol y que la madre le había dicho que la iba a llevar acá. En Cuyo no tenemos un lugar así donde puedas comer riquísimo, que también haya coctelería y que una draga se abra de piernas. Esa variedad es lo que queremos”, manifiesta Matías, une de sus ideólogues-fundadores.

Casa Fuegah es el primer café-bar LGBTQI+ en la provincia, de la región cuyana en su totalidad, que se inauguró en mayo de 2023.

“¿Nos han tocado momentos difíciles? Sí, obvio porque en la sociedad hay reticencias”, añade. La semana pasada se dieron a conocer dos atentados por parte de INADI. La explosión en el domicilio (barrio San Luis, departamento de Rawson) de la artista trans, diseñadora, y Reina del Sol, Naira Castillo (32), y de su pareja Federico Navarro, que luchan por su vida en el hospital Marcial Quiroga; y el repudio de Fuegah a los actos de vandalismo y el arrojo de un artefacto explosivo desde un auto en la primera edición de Viciosx, una celebración estilo erótica con bondage. “Por poco no le cae a nadie que estaba ahí. A los pocos minutos que publicamos nuestro comunicado, nos enteramos. Entonces ahí se mezcló todo: parecía que había una bomba en Casa Fuegah y otra bomba en lo de Naira. Lo que sabemos es que está en terapia intensiva. Los partes médicos los maneja la familia y respetamos eso. Estamos para acompañar. Ella trabajó muchas veces con nosotras, no tenemos una relación tan personal pero es una persona súper querida y si bien el peritaje dice que fue algo con gas, por supuesto siempre las dudas están. Cuando pueda nos contará, es la única persona que sabe realmente qué pasó”, asegura Matías. 

“Un lugar donde quien quiera puede venir pero con todo lo nuestro”

Cuando se remonta al origen, establece un principio: desde el inicio “fue generar nuestras propias cosas”. “Yo me fui a los 19 de acá, enojadísima con San Juan porque en esos momentos (años 2004/2005) no se podía hacer nada. Buenos Aires cuesta mucho. Para nosotras que vamos de una provincia con una rítmica completamente diferente, ingresar a ese mundo es una locura”, describe.

Pero como a quien se va, el pasado se le presentó en quien hoy es su socie y amigue, Juan Manuel Flores. “Con Juanma nos conocíamos de acá de chiquites, pero nunca más nos vimos. Y da la casualidad que en Buenos Aires -es muy raro que allá te encuentres con alguien tantas veces- me lo empiezo a cruzar todo el tiempo. Iba al Parque Centenario, estaba ahí. Iba a la feria del Parque de los Andes, me lo encontraba ahí. Un día una amiga me llama para darle una mano en el teatro El Extranjero de Abasto (porque nosotras escribimos, actuamos y estamos preparando Fuegah para hacer Microteatro). Arranca la función, yo me quedo en el barcito, porque ya había visto millones de veces la obra. En paralelo, la concesionaria de ese bar era una amiga de Juanma, que también lo había llamado porque se le había enfermado el mozo. Yo estaba sentada y veo que llega Juanma, después de las veces que no nos habíamos dado bola y pienso ‘otra vez este sanjuanino, qué ganas’. El momento y la vida nos cruzó en ese lugar. Entonces le digo —sentate, vos sos de San Juan—. —Sí, vos también— me contesta. —Sentate y tomémonos un vino—. Y ahí arrancamos”, recuerda.

Matías le invitó a la gestión de «¿Me convidás fuego, amor?«, unas tertulias culturales LGBTQI+ con una radio comunitaria que organizaba sobre la Avenida Estado de Israel y Gascón. “Tuvo un montón de ediciones que fueron mutando, empezamos a poner música, porque no se querían ir y de ahí se desprende Fiesta Fuegah”, la idea ancestral de la Casa. Reunieron primero a 30 personas al principio, 50 después, 200 como máximo. En esa época cuenta que “estaban empezando a emerger las movidas potentes LGTBQI+; fiestas muy populares como la PLOP que ya había tenido su proceso”. “Siempre hablo con Juanma que Buenos Aires ha sido como nuestra universidad en aprender a empoderarnos en lugares culturales porque muchas veces te va mal. Nosotras siempre nos reímos porque decíamos: —En esta edición vamos a ganar 10 mil pesos, y terminábamos en 50 mil—”, rememora, consciente del recorrido. Hoy finalmente viven de Fuegah, y la fiesta ya junta a más de 2.000 personas. “Así como San Juan nos expulsó, Buenos Aires también nos empezó a echar en un momento”, añade.

Matías de la Cruz

¿Cuándo sentiste que te echó Buenos Aires?

En el 2018, yo estaba en el último departamento y ya no me estaba sintiendo cómodo en la Ciudad. Me molestaba el colectivo largo, levantarme tan temprano para ir a trabajar, tener un sistema de trabajo de ocho horas…

Te vuelven a meter en una cajita cerrada…

Te vuelven a meter en algo. Bueno, choices. Una elige. Te quedás en la cajita, que me parece bárbaro, o buscás otra cosa. En ese momento, yo había entrado a laburar en Educar, sociedad del Estado del Ministerio de Educación de la Nación y justo en San Juan abren un centro de innovación educativa donde estaban buscando quién lo coordine. Me presento. Fui, me postulé, me hicieron las entrevistas y quedé. Ese fue más que un puntapié, un trampolinazo. Porque vine con el laburo asegurado, con algo mejor de lo que venía haciendo, donde aprendí un montón y donde acabo de renunciar la semana pasada para quedarme a trabajar en la Casita Fuegah.

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Matías volvió primero de la Ciudad de la Furia. Más tarde, regresó Juan Manuel. Trajeron la Fiesta a San Juan. El 29 de febrero de 2020, Fuegah había alcanzado su mayor convocatoria hasta el momento, con una producción que siguieron pagando por meses, y aunque con glitter, ya circulaba el alcohol en gel. Estalla la pandemia. Quedarse en casa. Empezaron de nuevo. Primero, las transmisiones en vivo de Instagram. Con la venida progresiva de la presencialidad y las mesas separadas, se fusionaron al espacio Mamadera con su propuesta teatral. Con el paso de los días, crecía la fuerza de crear un centro cultural y como toda vanguardia comenzaron a escribir su manifiesto. Archivado el propósito, salieron a buscar alquiler: las propuestas se caían. De modo que concentraron la energía en hacer crecer la movida Fiesta, que hoy es de las más masivas. Hasta el verano. “En enero cerramos todo. Ahí aparecieron nuestros socios: y la idea se unió con el capital. Además aprendieron mucho porque son del paqui tradicional. —Tenemos un lugar— nos avisaron. Vinimos y les dijimos: —Esto es un montón—. —La llave— nos dieron. Y ahí arrancamos y ya llevamos tres meses”, se enorgullece.

¿Leíste a Camila Sosa Villada? Ella genera sobre todo en Las Malas una crónica de lo que era esa Córdoba del año 2000. Desde tu visión, ¿cómo es San Juan?

Sí, la leí. Yo soy fan. Estando en la mismísima Buenos Aires, sabía que San Juan tiene una potencia de desarrollo a nivel cultural. Es una sociedad súper abierta, con sus reticencias también pero va en un montón de situaciones mucho más adelante: por ejemplo, un lugar como Casa Fuegah, donde puede venir quien quiera pero van a tener todo lo nuestro, a comparación de otras situaciones donde nosotres hemos consumido la cultura que no nos representaba. Bueno, ahora todes tienen la oportunidad acá. Donde más espacios tengamos para ir, vamos a estar mucho mejor.

¿En qué lugares te sentiste en casa?  

Cuando empezamos a generar estos espacios. Cuando estoy con las personas que me gustan, haciendo lo que me gusta, en los lugares que me gustan. No me he sentido en casa al principio de mi mudanza a Buenos Aires, que la pasé fatal, de pensión en pensión. Por eso le pusimos Casa porque este es un lugar donde realmente se da calor.

  • Javier Milei (La Libertad Avanza) obtuvo la mayoría de votos en las PASO. ¿Cómo impacta esto en la comunidad? 

Después del domingo hay una locura comunitaria a la que hay que ponerle el pecho, pero no queremos alarmar nada. Somos parte de una generación que tiene otra información y que se las tenemos que contar a les más pequeñes: la situación no es la misma. Pero ¿cómo vamos a hacer para sostenernos si llega a suceder lo que creemos que va a suceder? Tenemos un tiempo para repensar. En Argentina hemos hecho un avance tan grande, no somos una sociedad que nos vamos a quedar quieta de brazos cruzados viendo cómo nos sacan los derechos como el show éste que hace en la pizarra mientras empieza a sacar ministerios. 

Cuando se remonta al origen, establece un principio: desde el inicio “fue generar nuestras propias cosas”. “Yo me fui a los 19 de acá, enojadísima con San Juan porque en esos momentos (años 2004/2005) no se podía hacer nada. Buenos Aires cuesta mucho. Para nosotras que vamos de una provincia con una rítmica completamente diferente, ingresar a ese mundo es una locura”, describe Matías.

Justamente la Argentina está frente a un contexto violento que se contrasta con un momento muy amoroso, de liberación y empatía. ¿Cómo lo ves vos?

Fuerzas con las que tenemos que convivir. La fricción va desde el desconocimiento. ¿No conocés lo que pasa acá porque te parece extraño? Bueno, extraña es la vida. Ahora nos saludamos con los vecinos. El otro día pasamos con ramos de flores. Es la forma en la que nosotras les respondemos a ese odio, a la agresión disfrazada de comentario. Hasta que nos conozcamos, y que la sociedad en general comprenda que estamos acá y no nos vamos a mover. 

Hablamos del concepto casa, ahora vayamos con fuego. Hay algo que remonta a Stonewall y al Día del Orgullo en la fusión de ambas y en ese “no nos vamos a mover”. ¿Qué sentido le das?

Sí, no solamente Fuegah es una fiesta o un bar ahora; es un concepto, una identidad. Tiene que ver con la liberación que las personas sienten al venir acá, somos auténticas y nos hemos vinculado desde ese lugar. ¿Por qué no puedo estar yo que no soy la hemonía? También desterrar prejuicios como: Esta persona tiene el arnés pero no tiene el cuerpo marcado. ¿Lo puede hacer y la está pasando bomba? —Sí—. Nos divertimos mucho, nos genera como un brote, y desde ese concepto nace.

¿Cómo ves la cuestión generacional con el avance en la obtención de derechos?

Me encanta. Porque en esos años 2005-2010 ese mundo me lo estaban construyendo desde otro lugar y Casa Fuegah va a seguir generando otros mundillos. Ahora es el desafío: que funcione todos los días, se viene la parte cultural, abrir el café durante el día.

El deseo es otra palabra que te marca. ¿Qué otros deseos tenés hacia delante?

Todo el tiempo vas a ver deseo en mí. Es una de mis cuestiones que me atraviesan. Nuestra gestora de proyectos culturales es El Deseo. Deseo que este lugar no quede solo en esta provincia, que se expanda, viajar, que los otros proyectos que como el manifiesto están encajonaditos empiecen a salir.

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