PROmover las rejas: el debate sobre el uso de las plazas y parques en CABA

🌳 La práctica de "enrejar" plazas y parques no es un fenómeno nuevo, ni exclusivo de nuestro país. En CABA comenzó allá por los '90 y se intensificó desde el año 2007. Dialogamos con dos sociólogos para tratar de entender un poco más esta cuestión.

De acuerdo con datos provistos por el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana (CABA) a principios de 2023, de un total de 279 plazas y parques, 96 cuentan con cercos perimetrales. Ante esta modalidad, dos posturas avivan el debate sobre la cuestión: por un lado, está la versión de que las rejas son para evitar actos de vandalismo e inseguridad, en pos de «proteger» el espacio público. Por el otro, surge el interrogante por la vulneración y restricción de estos lugares.

El primer punto reviste cierta complejidad conceptual, dado que sería poder entender de qué hablamos cuando mencionamos al espacio público. Para Diego Vázquez (D.V.), Licenciado en Sociología y Magister en Estudios Urbanos: «El concepto de espacio público tiene una gran tradición en las ciencias sociales y la filosofía. Si hablamos de plazas, parques, calles o lugares abiertos de la ciudad hay que pensarlos como espacios urbanos públicos. Esto plantea dos cuestiones básicas: por un lado, el libre acceso y la externalidad de estos espacios y, por el otro, la copresencia de mucha gente o masas». 

Juliana Marcús (J.M.), Doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Sociología (UBA), complementa: «Desde el urbanismo y la política siempre se buscó la manera de denominar qué es el espacio público, considerándolo como el espacio de libre circulación, en pocas palabras y a groso modo; la calle, los espacios exteriores. Responde más a una construcción social, relacionada con los contextos y circunstancias particulares de cada época».

Las rejas en las casas, por poner un ejemplo, implican cierto límite entre un espacio privado y la calle (lugar público), así podríamos plantear el interrogante sobre su función en plazas y parques. Ambos especialistas coinciden en afirmar que la colocación de cercos responde a un intento de ordenar un espacio que se presenta como conflictivo y caótico.

J.M.: De alguna manera pone límites a la circulación, pero es un intento de ordenar, lo cual no significa que realmente llegue a cumplir con la capacidad de controlar todo lo que suceda allí, eso es impracticable. Es una estrategia que busca justificar los usos que corresponden a cada lugar. 

D.V.: El tema estuvo muy en auge hace unos 10 años cuando empezó todo el proceso de enrejamiento de los principales parques y plazas durante la jefatura de Macri. Es un intento del GCBA para lograr cierto orden urbano; establecer horarios (apertura y cierre), accesos, poner reglas/normas de uso correcto, o determinar prácticas legítimas en las plazas (comportamientos adecuados como tomar mate, jugar, hacer gimnasia o caminar) y otras prácticas ilegítimas (ir de noche, tomar cerveza, vender ropa o comida, etc.). Por otro lado, un fenómeno interesante es el de poner bares, mesas o cobrar por ciertas actividades dentro de la plaza o parque, eso lo pensaría más desde la mercantilización de los espacios.

De un total de 279 plazas y parques, 96 cuentan con cercos perimetrales.

Uno de los actores principales en estas cuestiones son las y los vecinos. En ocasiones son ellas y ellos mismos los que piden las rejas como una medida preventiva. 

D.V.: La idea de vecino es un concepto muy polémico que ha cambiado a lo largo del tiempo. Es la forma en que el GCBA/PRO se refiere a los propietarios y habitantes que considera legítimos de CABA. Por ejemplo, un ciudadano de clase media que usa el Parque Centenario para salir a trotar o tomar mate sería el caso de un buen usuario, que el gobierno local identificaría como vecino. Pero unos pibes que se juntan para tomar cerveza y andar en skate no van a ser tomados como vecinos, vivan o no, en la zona. Lo de las plazas creo que tiene dos aristas: hay una clara intencionalidad del gobierno por cerrar las plazas y demostrar su capacidad para ordenar ese espacio. Y también, hay un diálogo con cierta parte de los ciudadanos de la CABA, identificados como «el vecino» de estos barrios, que ha apoyado y juzgado como positiva esta medida. No por nada el PRO gobierna desde hace tantos años la Ciudad.

J.M.: El rol de los usuarios es central a la hora de entender ciertas decisiones. El término usuario, justamente, responde a los usos que las personas les dan a ciertos espacios y cómo deben quedar configurados; cómo se usa el espacio. 

Una cuestión reviste cierta duda: ¿qué pasa con los límites entre lo público y lo privado? ¿Se puede hablar en términos de exclusión?

J.M.: Puede llegar a funcionar de manera excluyente, en cierto sentido se genera una tensión entre lo público y lo privado, aunque la verdad es que lo público depende de ciertas ideas sociales y políticas que le dan un marco de actuación y definición, producto también de vínculos sociales. Responde a una decisión o ideal político de lo que debería ser el espacio público y cómo hay que habitar en el mismo. También existen prácticas como la arquitectura hostil que tratan de impedir o desanimar ciertas conductas en determinados lugares.

D.V.: En este sentido al enrejamiento no lo veo como una privatización de la plaza, tampoco como exclusión. Las rejas funcionan para todos igual. Creo que existe una barrera para el libre acceso, pero es una barrera universal. Cuando está abierta, lo está para todos, lo mismo cuando está cerrada. A mí siempre me resultó más productivo pensarlo como regulación y orden urbano.

El caso del Parque Lezama y el Parque Centenario son dos finales distintos ante el avance del enrejado: en el primero, mediante asamblea y movilización vecinal se pudo evitar el uso de rejas, pero el segundo, aún con resistencias, acabó siendo cercado. Un caso intermedio es el de Plaza de Mayo, que desde 2001 tuvo vallado, hasta que en 2019, mediante un acuerdo entre el gobierno nacional y el porteño, se decidió quitar el cerco que la separaba de Casa Rosada.

J.M.: Aún así, ante la restricción existen resistencias y personas que buscan transgredir esta norma, por ejemplo, un grupo de jóvenes que cuando la plaza está cerrada, saltan las rejas e ingresan igual. Hay espacio para las resistencias y para quienes estén en contra del uso de las rejas en un área pública. Por eso también se conforman grupos de vecinos por un bien en común: evitar el cercamiento de una plaza o en contra de cualquier otro proyecto que vaya contra el interés del barrio y sus habitantes. 
D.V.: Lo que sucedió en Parque Lezama y Parque Centenario son casos típicos para estudiar los conflictos urbanos por la apropiación del espacio: cómo se organizan los actores, qué estrategias desarrollan, los resultados, etc. De acuerdo con una frase de Herni Lefebvre, un clásico de la sociología urbana, «es imposible inmovilizar lo urbano». A pesar de las intenciones del poder, siempre va a haber resistencia, proyectos alternativos, tensiones y conflictos. Es decir, las imaginaciones de otra ciudad posible van a existir siempre. La realidad de buena parte de las plazas y parques en este contexto es la del enrejamiento, pero no hay por qué pensar que serán permanentes. Dependerá de la capacidad de los actores para imponerse en y por el espacio. El ejemplo del Parque Lezama es una muestra de que se puede.

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