¿Cuántas veces me han abierto?

🏳️‍🌈 En Argentina no existe una ley que proteja a las personas intersex de intervenciones quirúrgicas no consentidas y médicamente innecesarias. Voces y testimonios de los abusos del poder médico hegemónico.

“¿Cuántas veces me habrán abierto?”, eso se preguntó Alejandro López Bemsch luego de años sin certezas, buscando entender los recuerdos que tiene de su primera infancia entrando y saliendo de quirófanos. Desde entonces empezó un largo proceso para comprender su pasado y decidir sobre su presente, en el que hoy se afirma una persona intersex. 

Alejandro nació en Tucumán, en 1989, y es director del Comité Intersex de ILGALAC. También lidera Argentina Intersex. Su activismo nace de la búsqueda de justicia por los abusos del poder médico hegemónico que incidieron en él desde el día en que llegó a este mundo.

“Cuando nací, a los médicos se les había ocurrido que yo tenía que ser mujer y empezaron a hacer millones de cirugías y también a darme hormonas, para que mi cuerpo encaje en esa feminidad. Nada más que les salió mal. Mi cuerpo iba para otro lado”, cuenta.

Le gustaba jugar a la pelota, la clase de educación física y era muy bueno en los deportes. Cuando llegó la pubertad, no se desarrollaba la mujer que todos esperaban: sus pechos no crecían y la voz se le ponía más gruesa. Mientras tanto, las visitas al médico continuaron hasta sus 15 años, y por más de que Alejandro pedía a gritos una explicación, los doctores lo pasaban de largo y se dirigían a sus padres. 

“A mí me dejaban afuera. Yo solamente entraba para que me toquen, para ver cómo tenía una erección, cuál era la cantidad de sensibilización que tenía. Ellos querían probar todo, filmar, sacar fotos de todos los ángulos que podía haber”, recuerda.

Las terapias hormonales, infecciones, inflamaciones, curaciones y dolores se volvieron insoportables. A sus 28 años, empezó a buscar información y dio con una ginecóloga que le hizo unos estudios porque tenía sus dudas. El cariotipo, un análisis de sangre para ver el conjunto completo de los cromosomas, mostraba ‘XY’: Alejandro, como siempre lo había sentido, tenía la genética de un varón.  

Una vez que se despojó de los diagnósticos de “hermafroditismo verdadero” e “hiperplasia suprarrenal congénita” tatuados en su cuerpo junto a las cicatrices de las cirugías, su ginecóloga le preguntó qué quería hacer ahora. “Era la primera vez, con 30 años, que me preguntaban eso. Yo nunca me sentí como una mujer, nunca me preguntaron si quería esto. Ella me dijo: ‘nunca es tarde para comenzar a ser la persona que vos querés ser’. Ahí empecé con mi cambio de identidad. Soy una persona intersex, pero también soy una persona trans”. 

“Hay gente que me pregunta, ¿por qué te demoraste tanto en esto? Pero cuando uno está en un sistema que constantemente te patologiza y te dice que sos una persona enferma, te terminás creyendo que sos una aberración de la naturaleza. Ningún niño debería pasar por todas esas palabras tan degradantes, porque condiciona tus relaciones de amistades, sexuales, afectivas. ¿Cómo podés querer a alguien si vos te considerás un monstruo? ¿Si lo único que recibiste durante toda la vida es que vos estás mal?”, enfatiza.

Hoy, en Argentina, no existe una ley que proteja a las personas intersex de intervenciones quirúrgicas no consentidas y médicamente innecesarias que buscan normalizar cuerpos que no están enfermos ni tienen riesgo de salud.

En noviembre de 2020, se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de Ley Nacional de Protección Integral de las Características Sexuales, que tiene por objetivo “garantizar los derechos a la autonomía, a la integridad corporal, a la no discriminación, y a la verdad de todas las personas, con independencia de sus características sexuales”.

Se trata de una iniciativa conjunta de distintas organizaciones como la Red Plurinacional Intersex, Orquidea Intersexual, NOA Intersexual, Potencia Intersex, Justicia Intersex y activistas independientes; Abosex y la Liga LGTBIQ+ de las Provincias.

El proyecto va más allá de las personas intersex. Es, sobre todo, la búsqueda de la conservación de rasgos comunes a todas las personas, como son cromosomas, gónadas o genitales. A lo que apunta la ley es a asegurar que éstas no se modifiquen quirúrgicamente en los casos de quienes nacen con características sexuales que varían respecto del promedio. 

Uno de sus impulsores es el activista Mauro Cabral Grinspan, director de Justicia Intersex, primer espacio creado en torno a la intersexualidad en el país, fundado en la década del 90. A raíz de las Semanas de Visibilidad Intersex –del 26 de octubre al 8 de noviembre–, publicó un comunicado en el sitio de la organización: 

“A pesar de todos estos avances, las violaciones a los derechos humanos de las personas intersex siguen produciéndose. Todos los días se practican intervenciones que, en su intento de normalizar los cuerpos intersex, mutilan nuestra carne, nuestro placer, nuestro deseo, nuestra salud, nuestro derecho a decidir, nuestras experiencias, nuestra vida. Todos los días, quienes hemos sido víctimas de esas intervenciones nos enfrentamos a sus consecuencias en cada rincón de lo que somos (…). De todo esto, también, está hecha la visibilidad intersex, y su intento de transformar la violencia que rememoran nuestras cicatrices en un llamado personal y colectivo a la justicia”.

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