Los cien barrios maradonianos

De La Boca a La Paternal. Devoto, Flores y Villa Riachuelo. Huellas pasadas y presentes del Diego que viven en las calles de Buenos Aires.

“Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy”. Lo podría haber dicho Maradona, pero lo soltaron al viento Carlos Petit y Rodolfo Sciammarella en el famoso vals “Cien barrios porteños”. Dice el canto, en sus estrofas, que a través de una canción puede generarse un sincero homenaje de amor. Y que cada barrio trae un recuerdo. 

Con Maradona nos pasa lo mismo. Cualquier palabra puede significar cariño, cualquier consideración puede traer aparejada una anécdota. Si hay cien barrios, podemos ver cien Maradonas. Uno chiquito, en Saavedra (Parque Sarmiento) entrenando para llegar a primera y uno grande que festeja en Devoto que Boca ganó la Copa Intercontinental. Uno deportivo entrenando en Agronomía con Comunicaciones o en los Bosques de Palermo con Boca, y uno implicado en sustancias complicadas que sale de un departamento de Caballito. Hay un altar en Villa Urquiza. Hay un andar insoslayable en las paredes de La Boca y de La Paternal. 

Cada barrio es distinto porque configura una textura, construye un mundo, genera un imaginario. Con Diego pasa lo mismo: podemos ver en el asfalto de la porteñidad su reflejo permanente, constante, de una de las ciudades que más lo tiene vivo, junto a Nápoles. No se entiende el andar de Buenos Aires sin el fútbol. No se comprende el balompié porteño sin Diego. 

Identidad es ser. 

Los barrios son. 

Maradona es. 

Villa Devoto: Toresani

Cuando uno camina por la parte norte del barrio de Devoto, en la calle Segurola, siente que transita por un barrio de quintas: ruido de pájaros, espacios verdes, chalets con formas triangulares en sus fachadas, ausencia de grandes torres y de tráfico. No hay bocinas. La geografía muestra el paisaje de viviendas ociosas, separadas con claridad unas de las otras, con rejas bajas, entradas con jardín o patio, carteles de alarmas, olor a piscina desde la vereda, alambrados con cerco eléctrico, acrílicos, arquitecturas complejas. 

A la altura del 4200 hay un aura distintiva. La razón es sencilla: aparece el control negro que dice, con letras blancas: “Habana 4400 – 4300”. Es la esquina Diego Armando Maradona. 

El mechón rubio le daba distinción de época. Como los anteojos de John Lenon o el bigote de Salvador Dalí. Siete del diez de mil novecientos noventa y cinco. Maradona vuelve al fútbol después de más de un año y Boca le gana 1 a 0 a Colón. El partido quedó en la historia no por el brillante desempeño de sus protagonistas ni por el Diego de la camiseta de Parmalat. La frase se cuenta sola, frente a un enojo del Diez con un jugador de Colón. 

-A ver si a este Toresani, que no existe. Que le pregunten a La Molina si no le dije que no lo eche. Lo juro por mis hijas. Entonces le vuelvo a repetir a Toresani. Segurola y Habana 4310, 7mo piso. Y vamos a ver si me dura 30 segundos. 

La esquina, distinguida por la Legislatura de Buenos Aires, hoy tiene un altar urbano: en el poste de las calles los nombres reales de las arterias fueron reemplazados por “Diego” y “Maradona” y hay pegados stickers con referencias a Banfield, Tigre, Peñarol de Mar del Plata, Juventud de Bernal, San Martín de Burzaco, Estudiantes, la XI Fiesta provincial del Pan Casero, Raúl Alfonsin, Carlos Saúl Menem, Sergio Massa, Malvinas Argentinas, Los Andes, El Gasómetro, Defensa y Justicia, Argentinos Juniors, Deportivo Merlo, Los Borrachos de Morón, Boca, Rosario central, Instituto, River, Unión, Vélez, Peña del barrio Luqueño, Aldosivi Antifascista. También una calcomanía que dice “Diego Vive”. 

Un joven uruguayo se baja a sacar fotos. Dice que es para “sus amigos argentinos”. Dos grupos de personas se sacan selfies. Una señora de poncho dice, sin saludo alguno, que espera con ansias que alguien ponga el cartel de forma correcta porque sino la gente no sabe dónde está. No le gusta Maradona. A siete cuadras del lugar, en el mismo barrio (José Luis Cantilo al 4500) se encuentra la casa que el astro le regaló a sus padres, Chitoro y Doña Tota, cuando pasó de Argentinos Juniors a Boca. 

Cuando se suicidó Toresani, en abril del 2019, Maradona publicó esto: «Pensar que lo quise pelear, y hoy lo lloro. Después de aquella famosa discusión, él vino a jugar a Boca y fuimos grandes compañeros. Hablé muchas veces con él por teléfono. Yo pensé en traerlo como segundo mío. Lamentablemente, llegué tarde. No creí que fuese todo tan grave… Ahora, yo me pregunto, ¿por qué Boca, River o la A.F.A. no les dan apoyo a los futbolistas que pasan por esta situación? No creo que el caso de Toresani sea el único. Por otro lado, hay gente que conocía al Huevo mucho mejor que yo, y no hizo nada. Él era un tipo muy trabajador. Lo lamento en el alma. Mi pésame a toda su familia. Ojalá que los hijos tengan el mismo corazón que su padre». 

Alguna vez Dalma Maradona contó que, luego de la pelea de su padre con Toresani, cualquier taxi al que se subía venía acompañado del “Segurola y habana, ¿no?” del conductor. Hoy en día, en ese cruce, hay olor a “para siempre». 

Buenos Aires, Maradona I

La imagen se inmortalizó en dos oportunidades: la gente llenando la Autopista 25 de Mayo, el 20 de diciembre, cuando seis millones de personas salieron a festejar la copa del mundo, y en cada foto de pibes que juegan en la canchita de al lado. En la Comuna 1, en Constitución, el mural gigante de Martín Ron, con 40 metros de ancho y 45 metros de alto, impone un Maradona porteño inmenso, gritando, protegiendo. 

Un barrio cercano, San Telmo, quedó inmortalizado por un flaco de bermudas blancas, con una criolla, que le cantó en vivo a Maradona que la vida es una Tombola, de noche y de día. Ese flaco es Manu Chao. En San Nicolás, Diego se casó con Claudia, en el Registro Civil de Uruguay 753, además de hacer la fiesta en el Luna Park. En el interín, comieron una pizza de Las Cuartetas, en Corrientes al 838. En la iglesia del Santísimo Sacramento, en Retiro, se consagró al ceremonia religiosa. En Puerto Madero, Maradona tendrá su mausoleo, llamado Memorial M10, aunque también lo habita un recuerdo triste: en el hotel Faena del mismo barrio se dio la muerte de Jorge Cyterszpiler, su primer representante. 

En Villa Soldati Maradona hizo una de las mejores arengas de su vida.  Participó a través de un audio medio de la charla previa del plantel de Deportivo Riestra, que terminaría ascendiendo a la C luego de ganarle por 3 a 2 a Sportivo Barracas.  De muy buena relación con Victor Stinfale, Maradona les dijo esto: “Acá puede poner plata Víctor, podemos poner el corazón todos nosotros para que ustedes asciendan, pero la cara la ponen ustedes muchachos. El ascenso hoy lo ganan ustedes en cada pelota dividida. (…) No existen los otros, que esperen el otro campeonato, este campeonato es nuestro porque se lo ganaron a corazón, huevo y entrenamiento, dejando un montón de cosas. En cada pelota que vayan a dividir, piensen en sus hijos, en su familia, en todo lo que tienen por delante. Desde ya, gana el fútbol y ustedes lo tienen. ¡Vamos, métanle!”. 

Continuando en la Comuna 8, se puede observar una relación entre Maradona y Villa Riachuelo. En realidad, Maradona podría haber sido porteño y nacer en este barrio de la CABA. Ocurre que entre fines del siglo XIX y mediados del XX (entre 1888 y 1944 aproximadamente) se dio lugar a la rectificación del Riachuelo. El viejo cauce podría haber ubicado la casa de Maradona (en Azamor 523, Villa Fiorito) en donde hoy está el barrio de Villa Riachuelo. Así lo contó el periodista Leonardo Torresi, en el texto “Juguetes” del libro Rey de Fiorito: “Ah, porteños, una cosa, sin ofender: Diego Armando Maradona pudo haber sido uno de ustedes si unas décadas antes no hubieran enderezado el meandro Riachuelo para transformarlo básicamente en una línea recta. Pero esa obra descomunal -la rectificación- se hizo. Y por eso la porción de tierra donde se instalaron Los Maradona, que en su momento formaba una especie de punta de la Capital que penetraba casi un kilómetro adentro de la provincia, quedó del lado del conurbano bonaerense. Así que Maradona es de los nuestros porque porteño no es”. 

Villa Urquiza: “MaxiDiosko”, el santuario de Blanco Encalada

Dos polacos y su traductor colombiano se sientan en una mesa corta, redonda, en Blanco Encalada 5029. Están en Argentina porque uno de ellos compite en la Maratón de Buenos Aires del 24 de septiembre de este año. Necesitan una tarjeta SUBE y visitan lugares de Maradona: en un rato irán a la casa de Diego en La Paternal para luego avanzar hacia la Boca.  Diego los guía. Querían tomar algo y comer alfajores. 

Cristian les explica lo que es tener un kiosco temático de Diego Armando Maradona. Se ponen a hablar. En la vidriera hay un recorte con una frase de Maradona que dice: “El techo del Vaticano está lleno de oro. Y encima el Papa era arquero. Con eso te digo todo”. Cristian les cuenta la historia pero pasa por alto un detalle: Juan Pablo II era polaco. El guía colombiano le indica que el titular de la iglesia católica hasta 2005 es como Maradona para ellos. Cristian va adentro y saca una foto de Maradona con el Papa, marcando que Diego había hecho un chiste, siempre manteniendo el respeto. 

Cosas de ese tipo le pasan todo el tiempo a Cristian, que eligió ponerle a su negocio “MAXID10SCO” y convertir su lugar de trabajo en una suerte de santuario del más grande de todos los tiempos. “Arranqué con cosas que tenía en casa que iba coleccionando. Lo que primero puse fue un cuadro de Diego. Hace 12 años. Antes de las golosinas. Poco a poco la gente me fue regalando y quedó así como está”. El “como está” quiere decir un kiosco con 500 imágenes, recortes de diario, láminas de Diego en diferentes clubes, situaciones, vestimentas. Siempre con el mismo sonido ambiente: una playlist de 210 de tangos, piezas de folklore, temas de rock o música electrónica de Argentina, México, Escocia, Cuba. Todo sobre el “Pelusa”. 

“Me puse a vender cosas de Diego pero no con un valor comercial: al costo”, comenta Cristian, mientras en el grabador se escucha el ruido de la chapita de una Heineken y una Andes Rubia. “No se de donde me vino el fanatismo por Diego, quizás de grande me di cuenta de que quien admiré de chico jamás me defraudó”, agrega. Dice, a su vez, que el palo del kiosco es maradoniano, posiblemente por una cuestión de rol en la escala social: muchas veces esa profesión es “de los de abajo”. Diego también. 

Cristian vivió toda la vida en Villa Urquiza. Tiene el negocio desde hace 12 años y trabaja por la tarde junto a su padre, que hace el turno matinal. “En este barrio Diego no es el fuerte -admite Cristian-. Maradona es más contra el barrio que del barrio. Siempre fue un poco resistido en Urquiza. Igual es muy respetado, pero te das cuenta de que por cuestiones políticas hay gente que no tiene el mismo fanatismo que tengo yo”

Indica Cristian que de forma recurrente tiene visitantes en el kiosco. “Hay gente que viene especialmente. Se hizo muy conocido después del Mundial. Vinieron turistas de Polonia, Colombia, Italia. Todos los días mínimo una persona pasa porque lo vio en Instagram o porque manda un mensaje. Vienen, se sacan una foto, están un rato. Vino uno de Fiorito que vive a seis casa de Maradona. Vino en bondi, estuvo media hora acá sentado”. 

Posiblemente, piensa él, el lugar se haya hecho conocido por las redes luego de la muerte de Diego, momento en el que Cristian cerró cuatro días por el dolor y se encontró con padres que iban al lugar a llorar y a intentar explicarle a sus hijos lo que significaba Maradona. “He visto mujeres mayores de 70 años que lloraban desconsoladamente por Diego”. Cristian suele dar un regalo: en mi caso, una figurita del más grande. 

Cuenta Cristian que una mujer le contó que su suegro se murió en el momento exacto del segundo gol de Diego contra los ingleses, el 22 de junio de 1986. En realidad, dice “el gol de Diego a Malvinas”. “¿Algo que ver tiene no?”, se ríe, al lado de la vidriera llena de imágenes del más grande con una patente que lleva la leyenda “Malvinas-ARG-1982-Prohibido olvidar”.

Una señora le dijo, también, que quería ir a ver a Diego al cementerio de Bella Vista. No los dejaban entrar. Uno que tenía un pariente se los permitió. La señora tenía un hijo fallecido, en un accidente de moto. Cuando fue a la tumba de Diego se dio cuenta de qué, en la lápida de al lado de la de Diego, estaba la fecha exacta (mismo día y año) en la que había muerto su hijo. 

Buenos Aires, Maradona II

En 2021, en el Museo del Barrio de Flores, le hicieron un homenaje a Diego con Di Stéfano (el ex astro del Real Madrid y River vivió en el barrio). También en la Comuna 7 apareció, en noviembre del 2020, una foto de 1973 del Diez jugando con los Cebollitas en Parque Chacabuco contra San Telmo. La imagen se viralizó porque el otro que aparece en la foto es el conductor televisivo Marcelo Tinelli. Nunca se confirmó, de manera oficial, si la situación fue real. 

En la Comuna 6, Maradona vivió uno de sus episodios más convulsivos. En Franklin 896 1° A (esquina Rojas), el 26 de abril de 1991, a Diego lo sacaron de un departamento en las manos de la policía, cuando lo encontraron con 115 gramos de cocaína en un operativo antidrogas. Las cámaras de televisión lo esperaron a la salida, informados por fuentes gubernamentales. Cuenta el periodista Andrés Burgo, en una nota de TyC Sports, que esa jornada fue una “traición del menemismo”: “El gobierno continuaba con su política de privatizaciones y le vendía Aerolíneas Argentinas a la compañía aérea española Iberia, mientras cerraba nuevos ramales de ferrocarriles. El asesinato de María Soledad Morales, una chica de 17 años drogada y abusada por los dueños del poder en Catamarca, provocaba la salida del gobernador Ramón Saadi, la intervención federal de la provincia y la expulsión del diputado justicialista Ángel Luque por ´inhabilitación moral´. Y el ´YomaGate´, una escandalosa causa por lavado de narcodólares en una Aduana paralela en el aeropuerto de Ezeiza, salpicaba a la familia de Menem a través de su cuñada, Amira Yoma, y de su ex esposo, Ibrahim Al Ibrahim. En eso llegó la detención de Maradona: una tarea de inteligencia sabía dónde y en qué condición estaba el ídolo aquel 26 de abril de 1991. Había que llamar a los medios”. Diego estuvo preso en Tribunales y llegó a jugar a las cartas con otros detenidos.  En la Comuna 5, Diego jugó en 2006 en el club Estrella de Boedo (Constitución al 4151, debajo de la autopista 25 de Mayo) en un evento por el Día del niño. 

La Boca: El “Nuevo Mundo”

Pedro de Mendoza y su gente llegaron a La Boca en febrero de 1536. Decir que “fundaron” Buenos Aires siempre es una visión optimista: armaron un fuerte para investigar posibles caminos hacia la “Sierra de la Plata”: buscaban un viaje sureño hacia los metales preciosos de Potosí. 

Las épocas del “Nuevo Mundo” (la llegada de europeos a un continente ya poblado) hicieron que hoy el barrio de La Boca se proponga homenajear, en sus calles, a ese momento histórico de los navegantes exploradores, previo a la fundación de la ciudad. Como indica Alejandro Droznes, en el capítulo “Buenos Aires” de su libro De América, el barrio de la Comuna 4 muestra en sus arterias nombres como Palos, Américo Vespucio, Magallanes, Pinzón, Isabel La Católica y el propio Pedro de Mendoza, en una zona geográfica que despliega sus ramificaciones de asfalto al final de, obviamente, la Avenida (Paseo) Colón. El Defensa y Brasil, en el famoso Parque Lezama, queda el homenaje a “Don Pedro de Mendoza”. 

Cuatrocientos cincuenta años después de que el navegante descubriera la boca del riachuelo, un hombre con el mismo nombre de pila de su hermano (Diego) conquistó al mundo: Maradona, México, Estadio Azteca, 1986. 

Maradona llegó a Boca a principios de 1981 y debutó en febrero de ese año. Jugó allí un poco más de un año. A mediados de 1982, luego del Mundial de España, se fue a Barcelona, a buscar su propio “Nuevo Mundo”. Volvería en 1995 y jugaría hasta 1997, no sin interrupciones. 

Las calles de La Boca, así como reflejan cierto aire colonial, vislumbran a Diego. Lo hace, por ejemplo, el mural de la panadería “San Juan”, en Martín Rodríguez y Olavarría, que tiene tres imágenes pintadas en la pared: el Diego de traje gris, el que se lleva la pelota con el muslo, el que tiene la azul suplente de la selección. También en Aristóbulo del Valle y Pedro de Mendoza, un Maradona Santo, con aureola, pelota y camiseta de Boca. Las inmediaciones de la Bombonera, donde llegó a haber un altar callejero y artesanal, muestran a Diego en calles como Del Valle Iberlucea hasta Caminito, con leyendas como “hay que alentarlo para siempre” o “Diego vive”. Paredes, mosaicos, graffitis. En la orilla del río, emblema de la Boca, florece hoy “Lo del Diego”, bar temático que tiene un muñeco de Maradona bostero con la gorra del Che en el balcón. 

Diego volvió a Boca hace poco, y fue la última vez, sin que lo sepamos. Siete de marzo del 2020, Coronavirus alert, cuando Boca le ganó a Gimnasia (Maradona DT) y le robaría el campeonato a River en la última fecha. El periodista y escritor Juan Stanisci, en el portal Lástima a nadie, maestro, planteó, en una nota titulada “Nos vemos en la Socios Norte”, lo siguiente: “A las 20:30 Diego entró a una Bombonera que lo esperaba a garganta pelada, desempolvando un viejo hit. ´Vale 10 palos verdes, se llama Maradona´, retumbaba en las tribunas. Brindisi y Perotti, dos ex compañeros del Boca campeón del 81, llevaron adelante el homenaje. Aunque lo importante no era la plaqueta o la camiseta que pudieran darle. Lo realmente trascendental era el reencuentro de Diego con los y las hinchas de Boca. Era la ovación que le faltaba al álbum de figuritas.Vi todo ese partido desde la tribuna Socios Norte. Llegué sobre la hora al partido y esa es la popular donde siempre suele quedar un lugar. El espacio que suele ser habitable, es el que da la platea. Dónde antes estaba el codo. Pude ver a Diego venir hacia el túnel, agitando los brazos al ritmo de la hinchada. A él le costaba caminar, ya no era ese tipo que salía volando como un superhéroe para treparse a un alambrado. Yo tampoco era el mismo. Sino no se explica tanta distracción”. 

El 25 de noviembre del 2020, cuando Diego ya no estaba, la Bombonera lo homenajeó esa noche con la luz de su palco prendida. Cuando se apagó, Maradona ya había llegado a otro “Nuevo Mundo”. Ya pisaba la eternidad. 

Buenos Aires, Maradona III

En el barrio de Palermo, en 1991, Diego fue a entrenar con Boca en la zona de “los Bosques” mientras se encontraba suspendido. En una casa de Barrio Parque alquilada, en enero del 2002, Maradona vivió un incendio, junto con su manager Guillermo Coppola. La vivienda quedaba ubicada en Mariscal Castilla 3050. Las versiones “oficiales” dieron cuenta de un cortocircuito, que el propio Coppola confirmó, en 2018, en el programa Intrusos,  se relacionaba a una recarga de electricidad generada con la conexión en abundancia de juguetes sexuales. También estuvo internado en dos lugares diferentes: la Clínica de los Arcos, en 2010, y el Sanatorio Güemes, en 2007. Una de sus internaciones más recordadas se dio en la Comuna 2 (Recoleta), en 2004, en la Clínica y Maternidad Suizo Argentina. El estado crítico tuvo en vilo al país dos semanas, en abril del mencionado año. 

En Belgrano, Maradona llegó a entrenar en el gimnasio New Age de Daniel Cerrini, el fisicoculturista involucrado en las sustancias prohibidas que derivaron en el doping de EEUU 1994. El lugar quedaba en Teodoro García al 2600. También allí terminó su carrera: en la cancha de River, del Bajo Belgrano, jugó su último partido como profesional el 25 de octubre de 1997. En el barrio de Saavedra, en el actual Parque Sarmiento, los Cebollitas entrenaban cuando Diego arrancó. En Nuñez, Maradona vivió: su edificio quedaba en un piso 10 en Libertador, en la intersección con la calle Correa. En ese barrio, en el pasaje Rio Piedras 1736, hay un mural de su rostro con la camiseta de Defensores de Belgrano, con la siguiente leyenda: “ “Patria Bandera y Sentir Nacional. Hoy día de festín, 61 años después de Diego. Un puño prendido fuego. Ese loco berretín. El que soñó de guachín, con la copa del mundo tener un idilio. Del barro a la cima como corneta. No nació en este planeta. Pero en Libertador y Correa donde tuvo domicilio, hoy es nuestro evangelio”.

En Parque Patricios, Comuna 4, Maradona hizo, quizás, el mejor gol de su carrera. La jugada se dio cuando estaba en  Argentinos, en 1977 e incluyó un caño a Jorge Carrascosa, que llegó a ser capitán de la selección argentina de Menotti, y la definición ante el arquero Héctor “Chocolate” Baley, campeón del mundo en 1978. Los que lo vieron, varios, dicen que fue mejor que el gol de Diego a los ingleses. También Maradona disputó allí un partido jamás jugado. Así, como suena: el Diez habló en 2004, en el programa Mar de Fondo (2004), sobre una patada que recibió del Mariscal Roberto Perfumo en un partido contra River en cancha de Huracán. El defensor central afirmó la existencia de la anécdota pero lo cierto es que el partido jamás se jugó: no hay ningún partido oficial entre Maradona y Perfumo con Argentinos y River. En la misma Comuna, en Pompeya, está el lugar elegido por Diego para homenajear a su madre, Doña Tota, cuando recibió su primer sueldo: la llevó a comer a la pizzería La Rumba ( Av. Sáenz 963). 

En Villa del Parque, Comuna 11, Diego tuvo su primera casa con Argentinos: fue un lugar de vivienda temporal, hasta que le compraron, a él y a su familia, la casa de Lascano y Bernardo De León. La vivienda se situaba en Argerich 2750. En esas calles, y no en Lascano, conoció a Claudia Villafañe. 

Agronomía vio lucirse a Maradona en un entrenamiento el 6 de septiembre de 1993, días antes de firmar su contrato con Newell´s. Diego entrenó en el Estadio Alfredo Ramos (cancha de Comunicaciones) de la calle Tinogasta, invitado por Miguel Ángel Lemme, DT de Chacarita, que jugaba un amistoso contra “Los Carteros”. Fue el día posterior a la pelea de Bilardo, Sanfilippo y Goycochea. Cuando terminó el entrenamiento, se quedó pateando tiros libres. Cuenta Horacio Carballo que a Diego le sonó el Movicom y lo atendió. Era de la producción de Neustadt. Maradona respondió: “Decile que se vaya bien a la concha de su madre que ayer llamé setenta veces para darle al botón ese de Sanfilippo”. 

La Paternal: Corazón 

La hamburguesa con papas fritas se sirve sobre una mesa de madera con dos fotos de Maradona vestido con camisetas de Argentinos Juniors: una roja con el viejo logo de Adidas y otra blanca con el escudo. Todas las mesas tienen imágenes similares y portan, a modo de adorno, una réplica plástica de la Copa del Mundo. Cuento 77 fotos en la “Cafetería de Dios”, en la esquina de Jonte y Gavilán. Sobre el mostrador lucen tres ejemplares de la revista Goles y uno de El Gráfico que datan de 1993 y 1994, entre el repechaje con Australia y el Mundial de Estados Unidos. 

“Todo rincón de Paternal tiene su nostalgia”, indica el mozo. La carta se divide en dos partes: una en castellano y otra en inglés. La Paternal no tiene a Caminito, ni ningún monumento rimbombante, ni ninguna flor de metal o un show de luces y teatros al anochecer. Pero visitantes no le faltan: el turismo es Maradona. Muchos negocios, desde bares hasta ferreterías, llevan en sus nombres la nomenclatura “de D10S”, una suerte de significante comercial que deja una certeza: la estrategia de marketing lleva, en este caso, un significado en sí mismo. Maradona es Paternal.

Diego jugó en Argentinos Juniors y brilló en La Paternal entre 1976 y 1980, con 116 goles y 40 asistencias en 166 partidos. Pero fue bastante más. Cuenta Hernán Russo Zyseskind, autor de D10S es Argentinos, libro sobre el pasaje de Diego en “el Bichito”, que “Pelusa fue el único jugador del mundo que le cambió completamente la vida a un club. Messi no lo hizo con el Barcelona, ni Pelé con el Santos, ni Cristiano con el United. Desde lo económico, en momento de crisis en la época de la dictadura militar, Argentinos, con el préstamo a Boca y luego la venta al Barcelona, pasó a ser el club más rico de la Argentina. No hubiese sido, sin Diego lo que fue después. Se convirtió en ´el semillero del mundo´: los chicos iban a jugar ahí porque ahí jugó Maradona”. 

Desde Bernardo de León y Jonte hasta San Blas y Boyacá, dando la vuelta manzana a la cancha de Argentinos Juniors (que se llama Diego Armando Maradona y tiene un “10 en la popular”) hay 7 cuadras. Se pueden vislumbrar 50 murales, pintadas, graffitis, insignias sobre Diego en esas paredes. Un cartel lo identifica con claridad: “Nunca nadie podrá pagar tanto Diego”. Sobre Jonte y Gavilán, frente a la cafetería, se encuentra uno de los homenajes más completos: un mural de Diego en la fachada de un edificio, junto con una réplica  del famoso Rastrojero que llevaba a los Cebollitas

Todos los Diegos, el Diego: hay un Diego melenudo, otro con pelo corto, otro haciéndole un gol a Shilton con la mano. Hay varios Diegos en Argentinos, hay varios chicos, varios grandes, hay uno con Chitoro y Doña Tota, uno en Cebollitas, otro en sus inicios con la celeste y blanca, uno en el Mundial 86, uno con Cani, uno en Napoli, uno en el 94, dos como DT en Sudáfrica: uno con el equipo de gimnasia y otro con el famoso saco gris. Hay uno en Barcelona, uno con el Checho Batista. Diegos. 

Sobre Boyacá hay un santuario, cerrado por momentos con barrotes negros. Hay una imagen de Maradona con la camiseta local. Brilla una virgen con cientos de camisetas, banderines. Muestra el lugar una foto-secuencia del gol a los ingleses. Dice la placa que conmemora: “Al mayor exponente de la historia del semillero del mundo”. Sobre la calle, un padre le dice a su hijo que no interrumpa una foto. Le empieza a cantar “Dieguito Maradona” al ritmo de la canción italiana Ho visto Maradona

“Diego, La Paternal y Argentinos son sinónimos -cuenta Zyseskind-. En la actualidad se ve más en todas las calles. Con las miradas, los detalles, los recuerdos, Diego está vivo. Diego es del barrio de La Paternal”. Además, el periodista cuenta que en ese barrio se dio el primer y más grande anhelo de Maradona: “La Paternal para Diego significó el primer sueño cumplido: darle la casa a los padres. La Paternal para Diego era felicidad. Aquellos que lo vieron jugando lo destacaron: Diego fue feliz en Paternal. En julio de 1977 a través de la comisión directiva Argentinos le da la casa de la calle Lascano 2257”. 

En esa dirección hoy funciona La Casa de D10S: un museo temático que replica la casa de los Maradona, tal como fue reflejada en la serie de Amazon Maradona: Sueño Bendito (de hecho, allí se filmó). Funciona desde 2016 por iniciativa de Alberto Miguel Pérez Martín, al frente de la Junta de Estudios Históricos de Paternal y Villa General Mitre.  El lugar es un viaje rápido a los ochenta, con la moto Zanella, el piano Baldwin Fun Machine, el tocadiscos, la estufa Yelmo, el TV Noblex, los discos de vinilo de Cacho Castaña y Ramona Galarza. El tiempo se detiene en el aire: respirar a Maradona en el patio interno y en su pieza, con las frazadas azules iguales a las que aparecen en las fotos, es una suerte de ritual interior. Por la ventana, Diego saltaba al baño de la terraza, que se completa con un santuario y dos murales: uno sobre él, grande y otro con la famosa frase de Hugo Maradona: “Mi hermano es un marciano”. Está intacta la parrilla de Chitoro. 

También está la cocina, los dos dormitorios de hermanos y hermanas, el living comedor. Un televisor muestra momentos de la serie. En la parte de arriba, al lado del santuario, priman las frases con marcador: “pibe de oro aún existes”, “una parte de mi se fue con vos”. Las paredes llenas de fotos o letras parecen buscar un anhelo imposible: llenar de Diego los muros es una forma de evadir el vacío. 

Cuando uno transita por el barrio, camina con Diego. Inicios, calles, sonrisas, recuerdos. Una parte de la capital Federal futbolera vive en las calles de un barrio que no se entiende sin el astro. O, como dice Zyseskind, “el corazón de Maradona en Buenos Aires sigue latiendo en La Paternal”. 

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