Milei y la invención del cuerpo neoliberal

🧐 El dispositivo libertario acopia y quiebra lenguajes existentes para que viejas palabras políticas se vacíen y vuelvan a llenarse con nuevos significados. Nace una nueva identidad de época: el universal de los ajustados.

En 1983, en la elección que proclamó a Raúl Alfonsín presidente de la Argentina, un spot de campaña de la UCR comenzaba con la frase: “Más que una salida electoral es una entrada a la vida”. El slogan sobreimprimía sobre un fondo negro mientras la cámara se movía hacia un rectángulo luminoso: allí, en un blanco nítido, aparecía la voz de Alfonsín recitando el preámbulo de la Constitución Nacional y una plaza llena gritando “Alfonsín, Alfonsín”. Fue una de las metáforas más potentes de la democracia emergente: el movimiento desde la oscuridad hacia la luz. Una retórica de las penumbras comenzaba a quedar atrás. Llegaba el tiempo de la claridad. Cuarenta años después, Javier Milei se apropia de esa metáfora y propone el movimiento desde “la noche populista” al amanecer de la libertad. 

El dispositivo libertario actúa por absorción y por inversión: acopia y quiebra lenguajes existentes para que viejas palabras políticas se vacíen y vuelvan a llenarse con nuevos significados. Por eso hay en proceso el despliegue de un diccionario mileinista. El ajuste, por ejemplo, ya no significa sólo una restricción económica: es, además, una oportunidad de integrar la comunidad épica de los que resisten el dolor. Nace, de ese modo, un cuerpo neoliberal: aquel que se ofrece con orgullo a sacrificarse con las restricciones de un plan económico hiperortodoxo. ”Me las banco todas”, gritaba uno de los manifestantes el domingo en la plaza. Es la proclama asceta de quien dice “aquí tienen mi cuerpo, hagan lo que quieran con él, puedo soportarlo todo”. Es decir: el ajuste aparece vinculado al orgullo de quien va a ser ajustado

Vale la pena, dirán: en el final de ese acto voluntario de renuncia al bienestar nos reencontraremos con la refundación nacional. La máxima libertad es la renuncia a la libertad de protegerse: el cuerpo neoliberal cede su propia materialidad para que el poder actúe sin límites sobre él. Milei promueve un nacionalismo sádico. Para ello se le ofrecen en disponibilidad esos cuerpos neoliberales que gozan con la libertad de volverse esclavos. 

Junto al reclamo de que “la política” se ajuste, están ellos mismos  -el núcleo duro de los seguidores de Milei- dispuestos a ser ajustados. Por lo cual, nace una nueva identidad de época: el universal de los ajustados. Estamos ante una segunda inversión del significado de la palabra: para el mileinismo, ajuste es también un acto de justicia. Y un acto igualador: todos unidos seremos ajustados. Finalmente, la palabra también es el nombre de una venganza: contra los políticos y los que no trabajan que impiden la creación de un gran país. 

Se sobreentiende de lo expuesto que el término ajuste, en el nuevo diccionario propuesto por el líder libertario, pretende actuar como un articulador social: apoyar el ajuste en el presente supone refundar una gran nación en el futuro. 

Junto al reclamo de que “la política” se ajuste, están ellos mismos  -el núcleo duro de los seguidores de Milei- dispuestos a ser ajustados.

En paralelo, el apoyo al ajuste aparece asociado a la carencia: la remera más vendida durante la asunción presidencial fue, justamente, la que lleva la leyenda “No hay plata”. Tal como lo plantean no es una apuesta ideológica: es un dato de “la realidad”. Lo contrario de la emisión es la ausencia. De allí la fuerza de la tautología: “si no hay, no hay”. 

Las consignas de los manifestantes mileinistas tienen, además, la síntesis de las oraciones unimembres: “mano dura, mano dura”; “policía, policía”. Son de memorización automática y de sentido unívoco. A la restricción monetaria le corresponde la restricción lingüística. 

Por supuesto: estamos describiendo al núcleo duro de La Libertad Avanza. Parece haber otros sectores de votantes de Milei que no necesariamente apoyaran el ajuste si fuera dirigido contra ellos. Habrá, por lo tanto, velocidades diferentes en la pérdida de legitimidad del Gobierno frente a distintos sectores de su base heterogénea. 

En todos los casos, el nuevo Presidente propone actuar sobre tiempos largos: lo que termina, dice, es un periodo histórico de decadencia de más de cien años. O: estamos enterrando décadas de Populismo. Milei se piensa a sí mismo como un ser grandioso, una especie de emperador milenario, con objetivos enormes. Viene a refundar un nuevo tiempo acompañado por las fuerzas del cielo y por sus perros clonados. 

Desde su perspectiva, el Populismo genera caída de la actividad económica, del empleo y de los salarios reales y el aumento de la pobreza y de la indigencia. El neoliberalismo económico, que él promueve, producirá los mismos resultados, aun cuando posteriormente, según ellos, haya luz al final del túnel. No hay escapatoria: todos los caminos conducen al ajuste, la crisis y el empeoramiento de las condiciones de vida. De allí la promoción de ese cuerpo neoliberal: el que esté dispuesto a bancarse todo, a sufrir y a afrontar el malestar. La mano dura es también contra uno mismo. 

En ese escenario, junto a la democratización del ajuste posiblemente haya una teatralización de sus diversas intensidades: las restricciones sobre la política probablemente serán puestas en el centro del dispositivo de medios concentrados. En la Argentina del sadismo, el sufrimiento se soporta mejor si hay otros que sufren más. En este keynesianismo del dolor, la nación es un producto de la convivencia con el suplicio. En el nuevo diccionario mileinista, el sufrimiento no se oculta sino que se redefine: es un insumo imprescindible en la comunidad de los que creen que la Patria es la angustia del otro.

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