Perritos de Porcelana y la revolución de los afectos

🪂 El Grito del Sur presenció la cuarta temporada de “Perritos de porcelana”, la obra de “Los Pipis”, y hablamos con sus directores sobre la experiencia de indagar a través del arte en los vínculos afectivos, sexuales y familiares de las personas con identidades disidentes.

Es domingo por la tarde y la feria de Parque los Andes, en el barrio porteño de Chacarita, comienza a desmembrarse. Entre manzanas acarameladas, perros callejeros y ropa deportiva, los paseantes emprenden el retorno a sus hogares.

Enfrente, sobre la calle Santos Dumont al 4040, suena música pop al palo mientras la gente espera su ingreso al teatro. Estamos a finales de enero y a pesar del éxodo estival, las butacas están llenas y la capacidad colmada. Los actores bailan y saltan mientras más de 150 personas esperan el comienzo de una obra que promete indagar sobre los vínculos afectivos, la sexualidad y las tensiones familiares. 

“Perritos de porcelana” es la primera obra dirigida por la compañía teatral “Los Pipis” de Matías Milanese y Federico Lehmann, quienes son pareja en la vida real. Interpretada por Camila Marino Alfonsín, Matías Milanese, Lucía Deca y Federico Pezet, la obra se creó en 2019 y formó parte del ciclo ‘Aventuras’ en el año 2020, que contó con la curaduría de Maruja Bustamante en el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas. Luego se presentó en el Cultural San Martín en el año 2021 y fue seleccionada para formar parte del Festival Internacional de Buenos Aires 2022.

El aire fantasmal de distopía propia de la pandemia, donde los trabajos “esenciales” fueron los más precarizados, y la ternura punk adolescente, que busca romper con lo establecido, se conservan en la puesta en escena de su cuarta temporada.

La historia comienza cuando uno de los personajes encuentra el arma de fuego que guardaba su vecina, tras rescatarla de un accidente doméstico. De ahí en más empezarán a entrelazarse la historia de un amor marica, una delivery arrasada por la saturación de su tarea y la pérdida de un amigo en un crimen de odio. Dos chicos que coquetean en la facultad, la imagen de un amigo muerto que se viraliza en las redes, un graffiti con una frase de Nietzsche. Como explica la reseña: “los protagonistas de esta historia no son inocentes, no son dulces, ni felices. Son extremadamente honestos, o cursis con fracasos selectivos”. 

Foto: Leticia Berterré @laetitiafotografa

Entre guiños poéticos y anécdotas cotidianas, la obra despliega recursos del teatro físico y la danza para interpelar acerca de lo silenciado en las familias queer, los deseos sexuales de los padres, los vínculos de amistad como redes de soporte y el rol de un Estado “gay friendly” que no se hace cargo de la precariedad a la que son expuestas las identidades disidentes. 

En diálogo con El Grito del Sur, Milanese y Lehmann, que actualmente encabezan la residencia artística “Adiós mundo cruel” en el Konex, explican las razones que los llevaron a escribir la obra y lo revolucionario que es cuidar a los afectos.

¿Cómo fue el proceso de gestación de la obra? ¿Qué relación tuvo con la pandemia?

El texto de la obra se escribe antes de pensar en el material final como una obra escénica. El texto, que tenía una esencia narrativa, seguía las aventuras de un grupo de amigos por la ciudad en la que viven al mismo tiempo en el que empiezan a descubrir su sexualidad, formar vínculos más adultos, etc. Antes de la pandemia se montó una versión de la obra con un solo actor, que prontamente tuvimos que guardar por el contexto ya que los teatros debían cerrar y la circulación por la ciudad era escasa. 

Durante el periodo de aislamiento preventivo, volvimos a trabajar en la obra y las ficciones que narra en el ciclo “Aventura”, creando un recorrido virtual para que los espectadores puedan sumergirse en una suerte de juego de ‘Elige tu propia aventura’ de las obras que se presentaban. «Perritos» se presentó como un recorrido de tres semanas, donde un grupo de espectadores era guiado por la ciudad en soledad para completar la historia. Cada semana se presentaba un relato diferente que correspondía al arco de uno de los personajes de la obra. 

Nos dimos cuenta que el contexto potenciaba mucho las sensaciones que describen los personajes, sus vínculos cobran más sentido con el filtro de esa nueva óptica y, por sobre todo, la desinformación y el aumento incesante del consumo de información mediante internet que vivíamos en esos días, comenzaron a ser pilares fundamentales para la construcción de la misma. En este contexto surgieron los temas que creemos que sostiene la obra: asumirse una identidad diversa y la identificación del terror que atenta contra esas identidades.

Foto: Leticia Berterré @laetitiafotografa

¿Por qué eligieron hablar sobre los vínculos afectivos en la comunidad LGBTQ+?

La mayoría de las personas que formamos la compañía pertenecen al colectivo LGTBIQ+ y es imposible escindir la identidad de quienes hacemos lo que hacemos, de las obras. Lo queer aparece en las historias, en las formas de montar una escena, el código de actuación, etc. Uno de los elementos constitutivos e históricos de la escena teatral es la representación y una pregunta que nos aparece todo el tiempo a la hora de crear es (y más en estos tiempos) cuál es la importancia de generar sistemas de representación y qué implica sentirse representado.  

¿Hay algo particular de ellos que les interesaba retratar?

En Perritos de porcelana el foco está puesto en ese momento de la vida en donde se pasa de la adolescencia a la adultez, y en cómo las personas que no pudieron expresar su identidad libremente durante su adolescencia muchas veces viven este momento un poco más tarde. La obra describe un momento donde se conoce el amor al mismo tiempo que el terror. Nos interesaba pensar en cómo es la construcción de un amor o una forma de vincularse afectivamente diversa, al mismo tiempo que la subsistencia es una prioridad. 

¿Cómo se conectan las tres historias con el paisaje de la ciudad?

La Ciudad de Buenos Aires fue el lugar en donde pasamos toda nuestra juventud, donde nos conocimos, militamos, hicimos teatro y es inevitable que al momento de crear se cuelen esas emociones. Sobre todo porque creemos en la potencia de homenaje que tienen las palabras y cómo podemos enaltecer con belleza las cosas que a simple vista (o por el automatismo cotidiano) parecen estar desprovistas de ella.
Pero por otro lado, la pandemia potenció esta característica. Que los espectadores tuviesen que trasladarse, literalmente, a los lugares en donde sucedía la historia para continuarla; posibilitó que la ciudad aparezca como un personaje más; retratando algunas contradicciones, paisajes, habitantes, momentos del día, monumentos, estatuas, etc.

En la obra también aparece el vínculo de las personas queer con sus familias. ¿Por qué eligieron abordar el tema de la sexualidad de los padres? 

Tanto en Perritos de Porcelana como en El mecanismo de Alaska -que fue la última obra que estrenamos en 2022- muchos espectadores se acercan a contarnos que decidieron volver a ver la obra con sus xadres porque les resultaba una manera de contarles a ellos ‘en qué andaban’ o cómo estaban entendiendo el mundo. Nos parece hermoso que esto suceda porque vuelve sobre el problema de representación del que hablábamos antes. 

Foto: Leticia Berterré @laetitiafotografa

El texto tiene partes muy poéticas y otras muy coloquiales. ¿Cómo fue mezclar estos dos lenguajes?

Al tratarse de un grupo de amigos, el lenguaje por momentos está plagado de formas cotidianas de vincularse, que atienden a la improvisación de lo que surge en el momento, pero también pensamos mucho en el lenguaje como un gesto de época. El texto de la obra es extenso y en esa verborragia que aparece como bloque, se cuela la belleza poética, lo cotidiano, los nombres, las canciones. El texto se presenta como una primera capa formal plagada de cosas; se describe el contexto, las acciones, las emociones, se metaforiza, los personajes dicen lo que piensan y lo que hacen, etc. Como si la primera acción fuese la necesidad de enunciar todo para que exista y usar la palabra como una herramienta para abrir paso a la belleza y a las situaciones en un espacio vacío.  

Además de abordar la temática de género indagan en la perspectiva de clase, ¿por qué era importante para ustedes hacerlo?

Durante la pandemia sentimos que no podíamos desatender el privilegio del que estábamos gozando, de tener un lugar donde permanecer, medios de comunicación para hablar. En este reseteo de posibilidades nos llamó la atención cómo el aislamiento y la cuarentena era tomada de diferentes formas por cada estrato social: lo que para unxs era una oportunidad para relajarse, para otrxs significaba una oportunidad para pedalear sin parar y conseguir hacer una diferencia económica, incluso cuando eso implicase no resguardarse ante el monstruo que acechaba en todo momento en la agenda y el cotidiano. “Por sucumbir un poco al goce es que este mundo me castiga”, dice la Delivery en su bici después de ser atropellada por un colectivo. 

Algo parecido sucede con el Pinkwashing. En el último tiempo hemos sido testigos de miles de ejemplos, principalmente en el mes de julio, donde las marcas e instituciones se acuerdan de que existe un grupito de desviados que, pareciera, pueden comprar lo que sea mientras esté pintado con los colores de un arcoiris. Tomamos el ejemplo de la estación de la línea del subte, ya que nos parece una clara representación de un espacio o producto totalmente intervenido por la “aceptación” y promoción de una igualdad marketinera pero que a la hora de ser resguardo o refugio de alguien que lo necesita, cierra sus puertas. Estamos atentos y nos parece importante actualizar las militancias, que estén en constante análisis.

“Perritos de porcelana” tendrá su última función el domingo 4 de febrero en Dumont 4040 (CABA) a las 20 hs. Para conseguir las entradas se puede ingresar a este link de Alternativa Teatral.

Compartí

Comentarios

Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios