Mutilación Genital Femenina: el documental que ahonda “para que se rompa esta tradición”

😱 Prohibida en 52 países, aún con leyes que la impiden, esta práctica se sigue realizando en la clandestinidad, y se estima que entre 3 y 4 millones de niñas están en riesgo de pasar por esto cada año. En su Día Internacional, la experiencia detrás de los testimonios para comprender el contexto y dimensionar cómo puede dejar de existir.

“El viaje fue muy importante”, describe, a punto de contarlo. Luego de una investigación sobre el tema, y datos que bajo el lente de la pantalla te preservan en resguardo, a distancia, trasladarse a los territorios donde ocurre la mutilación genital femenina fue una vivencia reveladora para difundir con el mundo.

Un efecto similar dio origen a la fecha. Un 6 de febrero, pero de 2003, la nigeriana y primera dama, Stella Obasanjo, conmovió a varios líderes de la Unión Africana en Adis Abeba, (Etiopía), con un potente discurso durante la conferencia liderada por el Comité Interafricano en Prácticas Tradicionales que afectan a la Salud de Mujeres y Niñas, que motivó la lucha contra la práctica extendida en el territorio. Su voz, al exigir “Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina” en África, la posicionó como una de las grandes referentes en la lucha y desde entonces, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó la fecha para que conmemora la visibilización y conciencia, y en 2012 dictó una resolución en la que prohíbe la práctica de la mutilación a nivel mundial. 

Desde otros puntos de vista, Camila Valero fue una de las periodistas realizadoras, conductora y postproductora de Antártica Press –autodefinido como un medio que cuenta historias que no deberían existir– que participó del documental “Mutilación Genital Femenina”, una serie de episodios documentales (disponibles en YouTube) que trazan un viaje a Kenia, España, Suiza, Austria, Sierra Leona, Alemania, Etiopia y Somalia para conocer desde testimonios de sobrevivientes, hasta sus familias y de parte de quienes implementaron esta intervención. 

“Fue un poco salir del relato de lo que leíamos o veíamos para poder crear nuestras propias impresiones desde Nairobi, Garissa, incluso viajando después a Etiopía, a Sierra Leona y conociendo las particularidades de cada uno de esos lugares”, aporta Valero a El Grito del Sur. “Justamente porque no es un problema aislado sino que tenemos que comprender el contexto en el que se desarrolla esta práctica, para poder entenderla bien y dimensionar qué posibilidades hay de que deje de existir”, añade. 

Existen varios prejuicios asociados a la mutilación genital femenina. No es una tradición estrictamente vinculada a la religión, sino que tiene que ver con la intención de restringir el placer del sexo, de modo tal que se eviten las relaciones sexuales prematrimoniales y al momento de arreglar un matrimonio, la niña tenga “más valor”. Precisamente, la ONU se encarga de puntualizar que es “una práctica tradicional nociva que se lleva a cabo entre el nacimiento y los 15 años “por motivos no médicos” que consiste en la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos o en otras lesiones de los órganos genitales femeninos. 

“Cuanto más pequeño el agujero (y mi madre daba instrucciones de eso) mejor, porque ahí estaba la niña perfecta”, relata Asha Ismail, sobreviviente, directora de la fundación Save A Girl Save a Generation, y protagonista del documental. 

“En este sentido” — advierten— “la experiencia del sexo se convierte en algo doloroso, traumático y hasta peligroso en algunos casos, otra forma en la que se refuerza la idea de que la intimidad debe ser reservada para el matrimonio”. Frente a las barreras de las femineidades hacia su autonomía y libertad, además de la deconstrucción del basamento cultural (la educación familiar, la tradición, herencia, entre otros factores), existe un paso más allá que es el de la intervención física, dentro del propio cuerpo, la mutilación.

“Ese día, me acuerdo lo feliz que iba de niña a ese lugar donde vivían mis abuelos, porque sabía que algo importante iba a suceder en mi vida. Claro, me habían dicho que me iban a «purificar» pero no sabía que «purificar» consistía en cortarme”, recuerda Asha. Metafórica pero literalmente el documental la va a buscar a su presente (Madrid), para regresar a su ciudad natal y relatar las heridas de un pasado que quiere evitar para sus hijos.

https://youtu.be/dcunGUR2ZqY

“A Asha la habíamos conocido en Madrid y fue muy interesante para todos acompañarla a Kenia, conocer a su madre, a sus hermanos; poder estar ahí presentes en el lugar donde suceden los hechos; conocer la profundidad de la problemática desde el entorno; hablar con las chicas, que nos cuenten sus sueños, qué es lo que quieren, qué es lo que esperan, qué posibilidades reales tienen de progresar, cumplir sus metas y cómo la mutilación genital femenina afecta en toda su vida”, detalla Valero.

Según los datos que recolectó a partir de su investigación, en el mundo hay 200 millones de mujeres vivas que sufrieron Mutilación Genital Femenina, y se estima que entre 3 y 4 millones de niñas están en riesgo de pasar por esto cada año. Si bien sucede mayormente en países de África, no son los únicos territorios: en Europa los casos se contabilizan en más de 600 mil y solo en Estados Unidos, 500 mil. Son 92 los países donde se registraron sobrevivientes, mientras que en Latinoamérica sólo uno: Colombia.

En el 2007, dos niñas llegaron al hospital con grandes hemorragias en la zona genital. Tras el asombro y el desconocimiento de los médicos comenzaron a investigar. Identificaron que pertenecían a Emberá, una comunidad indígena que entre sus tradiciones, practicaban la mutilación genital femenina desde hace décadas llamándolo “curación” o “corte de callo”, considerando al clítoris –no tienen una palabra para mencionarlo– como una parte sucia del cuerpo asociada con “dolor” antes que “placer”. Ante este antecedente, la ley contra los femicidios en el país (2015) incluye la muerte por mutilación.

Stella Obasanjo (imagen intervenida). Imagen: Antártica Press

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En medio de un camino de tierra, hay niños que juegan entre sí y cabras que circulan. El destino al que Camila y el equipo de documentación llega es una pequeña casa muy precaria donde una mujer es la fundadora de GirlKind, un centro de capacitación de oficios para que las mujeres de la comunidad puedan tener propias salidas laborales.

“Fatuma da cursos de costura y de informática para brindarles herramientas, que sean independientes, y puedan sostener a sus hijos y a sus hijas. Porque los matrimonios arreglados son una de las mayores problemáticas sobre todo allí en Garissa (Kenia), pero la dependencia del hombre es inevitable si estas mujeres no tienen herramientas para poder trabajar y generar sus propios ingresos”, nos cuenta.

En uno de esos interiores, donde funciona el taller de costura, hay una somalí que es ex-mutiladora. “Yo antes lo que hacía era la mutilación, el tipo 3: infibulación. Lo he hecho muchos años. Era como me ganaba la vida y como alimentaba a mi familia, pero luego el gobierno lo prohibió y ya no tenía ingresos”, relata en el documental y al tiempo exhibe cada uno de los materiales que usaba: “la cuchilla para cortar… para cada niña usaba una distinta; también tengo esto: es una hierba medicinal que tiene poderes antibiótico para tapar las heridas y que no se infecten, y el huevo por si sangraba mucho y se ponía encima; lo que utilizaba para cocer eran espinas, así las cerraba”.

Junto a la GirlKind, este año, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Fondo de las Naciones Unidas para las Infancias (UNICEF) impulsan el lema “Her Voice. Her Future. Investing in Survivor-Led Movements” (Su voz. Su futuro. Invertir en movimientos liderados por sobrevivientes) con el objetivo de contribuir en crear ambientes donde se defiendan los derechos de las niñas y las mujeres promoviendo su bienestar y una vida saludable.

“En este contexto conocimos a Sowda, una chica somalí con la que nos comunicábamos mediante Fatuma –que hablaba inglés– y nos contó un poco cómo era su historia. Era analfabeta, que había venido de un pueblo del interior hacia Garissa, a vivir a la casa de sus tíos para poder hacer este curso para sostener a sus dos hijos. Y finalmente cuando empezamos a hablar de la mutilación, ella comentó que lo entendía como parte de la tradición, que a ella se lo habían hecho y que si no estaría prohibido por ley se lo haría a sus hijas”, destaca Valero. 

“Creo que uno de los testimonios que más me marcó fue exactamente el de Sowda. Porque fue muy impactante poder hablarlo con ella y ver la naturalidad con la que lo pensaba, las complicaciones que tenía en su vida, que eran más allá de esta práctica, y poder entender lo importante que es que estas historias se hablen, se piensen, y se debatan, para que se rompa esta tradición”, manifiesta.

Actualmente, la Mutilación Genital Femenina se encuentra prohibida en 52 países y en ellos la tasa de mutilaciones bajó considerablemente. Sin embargo, incluso en donde existe una ley en contra, se sigue practicando en la clandestinidad. De forma histórica, Sudán se convirtió en 2020 en uno de los últimos Estados en sancionar una ley que pena la práctica con hasta tres años de cárcel, considerándola ahora “como un crimen”. Allí, el 86,6 % de mujeres entre los 15 años y los 49 han sido sometidas a ella.

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