Seis factores que explican la nueva crisis en Haití

🇭🇹 Haití sigue atrapado por la trampa del racismo de la llamada comunidad internacional. Amnistía a los golpistas, fuerzas paramilitares, intervención de la OEA, infiltración de ONGs y la migración forzada como arma estratégica.

Foto: AP

Haití es conocido en el mundo entero por su gloriosa historia que puso fin a la agenda racista global de los países occidentales durante el siglo XIX. Esta sangrienta revolución encabezada por afrodescendientes, cimarrones, mestizos y africanos fisuró el sistema económico, político, social y la filosofía blanca de la época, dado que países como Francia, España y Portugal eran potencia gracias al lucro generado por este genocidio de personas afrodescendientes y originarias.

Si bien hubo muchos ideólogos abolicionistas y de la revolución haitiana -tales como Sismonde de Sismondi y Jean Louis Vastey-, no se ha logrado impedir que Haití esté atrapado en la trampa del neocolonialismo occidental e imperialismo norteamericano. Haití pagó el equivalente actual de 100.000 millones de euros a Francia para evitar un genocidio en la isla, el cual terminó de pagar en pleno siglo XX. Justo al inicio de este siglo, la marina estadounidense robó el equivalente de 50 millones de dólares al Banco Central de Haití. Años más tarde fue neocolonizado por los estadounidenses, quienes reclamaron también una indemnización tras haber sido forzados a dejar la isla.

Frustrada por la inclinación política del presidente Dumarsais Estime tras la ocupación, empezó a orquestarse un golpe de Estado hasta imponer la tiranía de los Duvaliers al pueblo haitiano. Finalmente, éste derrotó otra vez la dictadura del neocolonialismo en 1986. Desde entonces, el establishment blanco-occidental está sembrando caos en Haití dado que la resistencia del pueblo haitiano sigue firme.

Seis trampas que explican la situación caótica actual de Haití (desde 1990 hasta 2014)

  1. La doble cara de Estados Unidos en el escenario político haitiano

Elegido por sufragio universal de manera unánime, el primer presidente democrático de Haití, Jean-Bertrand Aristide, recibió un golpe el 29 de septiembre de 1991, por el ejército haitiano. Los oficiales militares haitianos, principalmente el general del ejército Raoul Cédras, el jefe del Estado Mayor del ejército Phillipe Biamby y el jefe de la Policía Nacional, Michel François, por su inclinación ideológica más hacia la izquierda popular y política económica enmarcado por el socialismo. Bajo la iniciativa de Estados Unidos llamada “Retorno a la Democracia”, el teólogo de la liberación, Jean-Bertrand Aristide, y el golpista Raoul Cedras, negociaron, entre otras, estas condiciones para estabilizar la política haitiana: 

  • Implementación, tras los acuerdos con el gobierno constitucional, de cooperación internacional:

a) Asistencia técnica y financiera para el desarrollo;

b) Asistencia para la reforma administrativa y judicial;

c) Asistencia para modernizar las Fuerzas Armadas de Haití y establecer una nueva Fuerza de Policía con la presencia de personal de las Naciones Unidas en esas zonas.

  • Amnistía a los golpistas por el Presidente de la República en el marco del artículo 147 de la Constitución Nacional.

Estados Unidos informó haber dado a Cédras 1 millón de dólares y alquiló tres propiedades como incentivo para que deje el poder. Y el Presidente de la República, Jean-Bertrand Aristide, volvió el 30 de octubre de 1993. Liberalizó la economía nacional a favor de la burguesía internacional, tal como se sugiere en el acuerdo. También privatizó las empresas nacionales, caducó la fuerza de defensa nacional reemplazándola por las misiones de las Naciones Unidas. 

Tras la infiltración de las informaciones confidenciales del Pentágono revelado por Wikileaks, años más tarde, los militares que ejecutaron el golpe en contra de Jean-Bertrand Aristide fueron todos agentes de la Agencia Central de Inteligencia desde 1980 hasta el golpe de 1991. Fue un doble juego de Estados Unidos, siendo a la vez el “Salvador Blanco” de la democracia tras “disciplinar” al líder popular con el exilio forzado. 

  • La manipulación del Consejo de las Naciones Unidos y la creación de fuerzas paramilitares para controlar Haití

Desde 1993, las Naciones Unidas están involucradas en todas las estratagemas de los Estados Unidos, han auspiciado 16.000 soldados para “Restaurar la Democracia”. El 15 de marzo de 1995, desplegó a la Misión de las Naciones Unidas en Haití (MINUHA) cumpliendo así el rol de las fuerzas de defensa nacional de Haití.

En febrero de 2004, un golpe encabezado por militares de Estados Unidos y franceses y paramilitares (hoy llamada Bandas Armadas) dirigidos por Guy Phillipe, estaba financiado por la Central de Inteligencia Americana (CIA) pero fue descubierto esta vez. Las Naciones Unidas aprobaron ex post facto por el golpe de Aristide ONU, llevando así el país al caos. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó después una misión multifuerza para junio del mismo año denominada MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas por la Estabilización de Haití), que tendría por objetivo: a) Estabilizar el país; b) Pacificar y desarmar las bandas armadas; c) Promover elecciones libres e informadas; d) Fomentar el desarrollo institucional y económico de Haití.

A pesar de todas las carencias en materia legal, histórica y ética de la Resolución 1542, Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, se obligó a los militares a “estar listos para usar la fuerza para cumplir con su misión”. En cuanto a la Resolución 1529, declara en forma mentirosa “que la situación en Haití constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales”.

Esto no solo terminó en la misión humanitaria más larga de la historia de Haití (2004-2017) sin producir ningún cambio real. Al contrario, favoreció una mayor impunidad y violación de los derechos humanos: muchas personas continúan siendo victimas de las consecuencias de estos ilegales y arbitrarios actos. Si bien fue reemplazada la Misión de las Naciones Unidas por el Apoyo a la Justicia en Haití (MINUJUSTH) y actualmente se encuentra la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH), está última produjo un resultado quizás peor. La federación de las bandas armadas -hoy liderada por Jimmy Cherizier (Alias Barbecue)- fue defendida por la presidente de la BINUH, Helen Lalime, argumentando que los líderes de las bandas armadas no son criminales sino líderes comunitarios y sociales.

  • La instrumentalización de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en el escenario electoral haitiano

Mientras que la seguridad en los centros de votación y el transporte de las urnas, que debían conservarse intactas hasta el final del proceso por los agentes de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) — compuesta por unos 9.000 cascos azules de Brasil, Chile, Argentina y otros países —, los observadores han denunciado fraude electoral a favor del candidato presidencial, René Preval (2006-2011).

Los resultados electorales oficiales, en los cuales fue “electo” el presidente Michel Martelly (2011-2016), nunca fueron publicados por el Colegio Electoral Provisorio/Permanente (CEP). En la elecciones de Jovenel Moïse (2017-2022), apadrinado por Joseph Martelly, casi todos los observadores denunciaron la manipulación de los resultados electorales producto de las presiones de la Secretaría de Estado de Estados Unidos, sin hablar de los fraudes electorales denunciados además del clima de inseguridad el cual causó que el porcentaje total de votantes no superara el 26%, cifra que representa la tasa de participación más baja para las elecciones nacionales en el hemisferio occidental desde 1945. 

Sin profundizar en la implicación del presidente Michel Joseph Martelly y su sucesor Jovenel Moise en la dilapidación del fondo PetroCaribe -más de 3,8 mil millones de dólares estadounidenses- producto de una alianza entre Venezuela y el país caribeño, esto causó en definitiva graves crisis de infraestructura, socioeconómicas y políticas en el país durante la MINUSTAH hasta hoy en día.

El representante especial del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y Jefe de su Oficina en Haití (2010), Ricardo Seitenfus, fue removido tras haber declarado que «la ayuda humanitaria es efectiva. Pero cuando ella se vuelve estructural, cuando reemplaza al Estado en todos sus misiones, entonces terminamos con un desempoderamiento colectivo. Si hay pruebas de que la ayuda internacional ha fracasado, es Haití».

  • La infiltración social y cultural a través de las ONGs en Haití

Dos meses después del terremoto de 2010, los 12.000 millones de dólares recaudados y administrados por la Comisión Interina de Reconstrucción de Haití (CIRH), -copresidida por el ex presidente estadounidense Bill Clinton y el ex ministro haitiano, Jean Max Bellerive- fueron usados para otros fines y no a favor del desarrollo del país. La mayoría fue gastado por las ONG internacionales y en beneficio de las empresas, los ONGs y el Gobierno estadounidense. El enviado especial de las Naciones Unidas para Haití reveló que el dinero del fondo humanitario, o $2.400 millones, se distribuyó de la siguiente manera: el 34% se devolvió a las organizaciones civiles y militares de los donantes para la respuesta de emergencia, el 28% se asignó a Agencias de la ONU y ONGs, el 26% se asignó a empresas privadas y otras ONG, el 5% se donó a sociedades nacionales e internacionales de la Cruz Roja, el 1% se pagó al gobierno haitiano y el 0,4 % a ONGs haitianas.

  • La migración forzada como arma estratégica en la política exterior de Estados Unidos y Europa

Basta mirar los países elegidos para el programa de parole humanitario de Biden, por ejemplo, para entender la lógica del llamado “humanitarismo” de dichos programas: los ciudadanos de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Haití. El arte de la guerra de Sun Tsu sugirió que “la mejor manera de luchar contra un adversario es dejar una puerta abierta (…) Muchos luchadores se escaparan y los más valientes serán pocos”. Esta lógica, sin duda, atraviesa la política exterior de los países cómplices de la situación actual de Haití, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Francia e incluso Brasil que había liderado la intervención militar de 2004. Todos fomentan programas “humanitarias”, pero llamados por algunos sociólogos “Gain Grain” (Robo de Cerebro).

Por la situación inviable planificada por la llamada comunidad internacional, tomando conciencia que esto podría provocar una revuelta popular de consecuencia sistémica, el otorgamiento de visas “humanitarias” también es parte de la jugada geopolítica. Según The GLOBAL ECONOMIC, Haití figura en el Top 3 de los países caribeños y Top 10 de los países en el mundo con mayor índice de desplazamiento humano «por políticas y considera que esto tendría consecuencias severas en el desarrollo de un país”. Cabe precisar que Palestina también se encuentra en el Top 10 de países como mayor fuga de cerebros.

CONCLUSIÓN

Hoy en día “dimite” el primer ministro Ariel Henry, quien ha sido nombrado por el sindicato de las embajadas “Core Group” en Haití -liderado por la Embajada de Estados Unidos tras el perplejo asesinato de Jovenel Moise por militares colombianos entrenados por el Pentágono y la complicidad del mismo Ariel Henry, según los informes de la Fiscalía de Haití-. Su dimisión se funda en el hecho de que la federación de las bandas armadas (paramilitares) ocupó la zona aeroportuaria tras firmar una intervención militar liderada por Kenia y República Dominicana rechazó su estancia.

Cabe subrayar también que la misión de Ariel Henry era reducir la inseguridad generalizada y organizar las elecciones de este año. Por lo tanto, abandonó el poder por presiones del propio Estados Unidos, tras firmar un decreto que sacó el subsidio del Estado en el petróleo en beneficio de Estados Unidos y un acuerdo de cooperación en seguridad internacional con dicho país que establece el lanzamiento de la Unidad de Investigación Criminal Transnacional (UTCE) en Puerto Príncipe para dar poder de intervención fiscal en el territorio haitiano.

Recientemente se pudo observar el “diálogo para la transición democrática en Haití”, hecho por Antony Blinken del Departamento del Estado Americano junto con otros dirigentes del Caribe pero sin la presencia de ningún líder haitiano. Lo que complejiza el debate político haitiano desde una perspectiva etnico-racial, dado que históricamente Norteamérica y Occidente usaron a nuestros propios compatriotas como victimarios para llegar a sus fines mientras usaban las famosas retóricas de la democracia, libertad, humanitaria, seguridad internacional, derechos humanos y la paz. Mientras tanto, Haití sigue atrapada por la trampa del racismo de la llamada comunidad internacional.

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