El delito de ser hincha

⚽️ Desde hace cuatro fechas, la Policía de la Ciudad reprime a los hinchas y las familias que van a ver a Boca Juniors. Testimonios de la violencia y una pregunta por la responsabilidad del macrismo.

La calle tiene un vallado que se abre y se cierra como una mordida. Pasan unas cincuenta personas. Una fila de policías vuelve a cerrar el paso. Forman un muro con los escudos. Alguien pide pasar con un niño, no lo dejan. La pared se abre, pero a los veinte metros aparece otro embudo. Son tres paredes formadas por policías: una de frente y una a cada costado. A los que están sobre la vereda les gritan que se pongan los cascos. Después de acatar la orden, afirman los escudos. Un borracho canta que dale Boca y arenga para que el resto lo siga. Pero nadie lo acompaña.

Estamos todos quietos sabiendo lo que puede venir. “Mientras siga hablando boludeces se van a quedar acá”, dice un policía haciendo referencia al borracho. En una hora arranca Boca – Huracán y todavía faltan tres cuadras para llegar a La Bombonera. El policía camina por delante de los escudos. Va y viene mirándonos. Miro hacia uno de los bloques del costado. Otro policía alterna su mirada entre nosotros y su bastón.

Media hora después empezaría la represión. Con minutos de diferencia, el olor ácido de los gases lacrimógenos y el ruido seco del golpe de los palos, dirían presente en las calles de La Boca. No parece un error sino algo buscado. En los tres últimos partidos que el xeneize hizo de local, la policía reprimió a los y las hinchas: contra Atlético Tucumán, el domingo 28 de agosto, y contra River, el pasado 11 de septiembre. 

La cantidad de policías para el partido contra Huracán fue ampliamente superior al operativo realizado contra Atlético Tucumán, que terminó con represión, por lo cual no se podría decir que salió bien. “La industria de los operativos policiales en el fútbol es el único negocio que crece ante el mal desempeño. Si no anduvo, más efectivos. Increíble. Como si una panadería fuera furor por vender pan duro”, twitteó hace pocos días el periodista Sebastián Varela del Río. 

A la tribuna norte de la Bombonera –a cualquiera de las tres bandejas- se ingresa por la calle Pinzón. El primer cordón policial estaba en la esquina con Martín Rodríguez, a 350 metros de las puertas. El segundo en Pinzón entre Martín Rodríguez y Palos, a menos de media cuadra del anterior. El tercero en Pinzón y Palos. Tres en una cuadra. En cada embudo las personas quedaban rodeadas por policías que, en la mayoría de los casos, provocaban y buscaban la reacción del hincha. 

Laura tiene 36 años y va desde hace quince a la cancha. Viajó desde Solano hasta La Boca junto a su hijo y su nuera. Llegaron a las 18:30, media hora antes del comienzo del partido. “Cuando llegamos ya vimos que un par estaban corriendo tapándose la cara porque se ve que ya habían tirado gas pimienta. Ya se sentía el olor de lejos”, me cuenta por WhatsApp. 

Tomás tiene 27 años, es de Olavarría y desde que vive en Buenos Aires va siempre a ver a Boca. Su lugar está en la tercera bandeja de la tribuna sur, es decir la que da al Riachuelo. El ingreso a ese sector se da por la calle Brandsen, donde, hasta el lunes, la policía no había reprimido. “A diferencia de los anteriores, en este partido también me tocó vivirlo en la tercera sur, que era algo que hasta el momento no había ocurrido”, cuenta a través de Twitter. 

Agustín Rossi estaba haciendo los últimos ejercicios precompetitivos, mientras sus compañeros se pasaban la pelota. No eran los únicos que se preparaban para empezar “su partido”. El operativo estaba llegando al punto en que las diferentes variables se tocarían: el apuro de los hinchas, los embudos sin sentido y las provocaciones de los policías, generaron el clima perfecto para que las fuerzas de seguridad hagan lo que mejor saben: pegar.

Los minutos para el comienzo del partido pasaban y la detención en cada embudo se hacía más larga. Entonces alguien, que no necesariamente estaba adelante, empezó a presionar. Los de la primera fila empujaron la valla. El escenario que la policía había armado estaba llegando al punto buscado. Alguien dio la orden. Los escudos avanzaron. El olor ácido. El ruido de las botas aplastando el asfalto. Los bastones en las manos. Abrieron el embudo con el espacio justo para que pase una persona: quien caminaba por ahí podía recibir de manera aleatoria un empujón, un palazo, una gaseada o un golpe con el escudo. “Estaba con un amigo y nos corrimos para atrás donde vimos que se estaban preparando. Y pasamos mano en alto para que no peguen”, dice Tomás. Pudieron pasar sin recibir golpes, pero viendo como otras personas no corrían la misma suerte. 

“Cuando estábamos por entrar ya se veían tres o cuatro cordones de la policía con cascos y palos en mano como para reprimir. Se movían de a grupos. Donde veían que uno levantaba la mano el grupo ese de cinco o seis policías se iba a agarrar a esa persona”, describe Laura. Ella no tuvo la suerte de Tomás. “Llegamos al lugar y quisimos pasar. Esperamos un rato a que pasara el tumulto de gente corriendo por delante de la policía, levantando los brazos para que no le pegaran. Y cuando estamos pasando nos quieren cerrar el paso y viene un cordón de policías y ahí empezaron a pegar. Le pegaban a los pibes que querían pasar. A mí me dieron, no sé si fue un palazo o con el escudo que usan ellos”, cuenta y envía la foto del hematoma que le quedó de regalo en las costillas. 

Camila tiene 27 años y va a La Bombonera desde marzo de este año, cuando pasó a ser socia activa. Nunca había visto una represión en la cancha. El lunes fue con su papá. Ella pudo pasar por un costado, junto a otras mujeres y los niños y niñas. Llegaron cuando el partido estaba por empezar. “La represión arrancó en el último corte previo al molinete Entre todos los cortes a mi papá lo retuvieron 40 minutos. Justo en el último corte empezaron a empujar, la gente pedía que ya los dejen pasar. De tanto que empujaron se cayeron las vallas y ahí pegaron”, recuerda. A diferencia de Laura, que fue golpeada en Pinzón y Martín Rodríguez, Camila vio como reprimían a la altura de Pinzón y Palos. Ella pudo pasar. A su papá le dieron. “Le pegaron con la tonfa, a la altura de la canilla. Tiene el hematoma grande del golpe pero no es grave”, añade. 

Las imágenes y videos de la represión fueron apareciendo en las redes sociales. Muchos pedían algún comunicado de parte del club. No faltó quien relacionase al macrismo, hoy oposición en Boca y oficialismo en la Ciudad, con la represión en los últimos partidos. Desde el departamento de prensa aseguran que ya elevaron un pedido al Gobierno de la Ciudad para que la situación no se repita y desestiman que haya una jugada política detrás de estos operativos. “Es una interna en el Gobierno de la Ciudad”, aseguran. 

Laura, Tomás y Camila no se cruzaron ni se conocen, pero los tres tienen vivencias similares. “Viene pasando hace cuatro fechas aproximadamente”, dice Laura. “En el partido contra Atlético Tucumán ya me había ocurrido en el ingreso de Pinzón. Siempre bajo la misma modalidad de operativo”, aporta Tomás. “Con River fue algo parecido pero con Huracán mucho peor”, plantea Camila. 

¿Es posible pensar que un operativo que debería brindar seguridad a quienes van a la cancha, en realidad esté armado para lastimarlos? Al parecer sí. “Ya sabés que vas a cobrar, hagas o no hagas algo”, aporta Laura con sus quince años de experiencia en canchas. Y remata sobre la policía: “Vienen así, con ganas de pegar”.

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