La Argentina en una encrucijada energética

Nuestro país está frente a un cambio de paradigma internacional sobre el que puede proyectar su desarrollo industrial y energético. El Grito del Sur dialogó con especialistas para entender el panorama general de las renovables y las posibilidades de una transición energética en el país.

¿Puede Argentina transformar el viento y el sol en energía eléctrica? Sí, ya lo hace de hecho. Pero, ¿puede y debe transformarlos en desarrollo económico? La pregunta refleja la encrucijada energética en la que se encuentra. Lo que se decida hacer en la próxima década puede determinar la capacidad de maniobra en un futuro energético fundamentalmente diferente del actual.

Argentina tiene ventajas particulares y capacidades tecnológicas e industriales que permiten realizar una transición hacia las nuevas fuentes de generación eléctrica “limpia” (que no emiten gases de efecto invernadero). Las otras conocidas, nuclear e hidroeléctrica, las domina en distintos grados desde hace décadas. Sin embargo, fuentes renovables como la eólica y solar fotovoltaica moldean tendencias que pueden llevar a un cambio de paradigma energético.

¿Cuáles serían las razones generales y particulares que justifican que el país se suba a esta nueva oleada tecnológica?

La encrucijada nacional

La discusión sobre las energías renovables no es la misma de hace diez años. Desde entonces, las energías eólica y solar fotovoltaica pasaron de generar menos del 1% de la electricidad mundial a casi el 10%.  A fuerza de subsidios y otras políticas de incentivos, los fabricantes de equipos renovables alcanzaron una economía de escala que disminuyó los costos de estas tecnologías. Las redes eléctricas se han adecuado para gestionar una energía de característica intermitente (su capacidad de generación está sujeta a factores climáticos). Usar renovables en gran escala demostró ser factible.

Por el contrario, es el alcance potencial de esta transformación y sus implicancias lo que ahora está en discusión. Hay quienes ven por debajo de la ecuación económica de las renovables un debate más profundo, sobre política y desarrollo. Adrien Sergent, ingeniero eléctrico y politólogo especializado en relaciones internacionales y energía, señala a El Grito del Sur que es probable que, en el futuro, las matrices de generación eléctrica que no hayan migrado a renovables tengan una generación más cara, por descansar más en combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo).

Sergent explica que “hay una tendencia bajista en el costo de generar electricidad con renovables, que no está sucediendo con las tecnologías convencionales, incluso en las más eficientes, como son los ciclos combinados de gas”. Si se sostiene en el tiempo, es probable que tener fuentes renovables abarate el costo del insumo electricidad, lo que se traduce en una mayor competitividad relativa de la economía y potencial bienestar de la población de un país.

En un mundo con una dominancia mayor de las energías renovables, un país productor de hidrocarburos y con una matriz de generación que depende de los mismos, como es el caso de Argentina con el gas natural (insumo con el que se genera el 50% de la electricidad en el país), se hallaría en un doble problema. Por un lado, la producción de hidrocarburos podría perder su potencial exportador y quedaría restringida al abastecimiento del ámbito local. Por el otro, el encarecimiento del insumo electricidad sumaría otro problema más de competitividad general en la economía y en la industria en particular.

Al margen de las tendencias y probabilidades, lo cierto es que Argentina se encuentra en una encrucijada energética: la oportunidad para desarrollar una industria nacional de energías renovables es ahora. Así lo entiende Diego Roger, politólogo especializado en economía del desarrollo y coordinador de la sub comisión de Transición Energética del Partido Justicialista nacional, al señalar que “las renovables están al inicio de un gran ciclo tecnológico, una ventana de oportunidad en la que existen menos barreras de entrada”.

Roger advierte que la clave principal de esta revolución tecnológica energética está en el desarrollo de los bienes núcleos relacionados con la generación de la energía, como son los aerogeneradores (las turbinas que generan la electricidad mediante la acción cinética del viento). En ese sentido, el país “tiene grandes capacidades para introducirse en ese ciclo: avanzó mucho en nuclear, tiene un manejo completo de la tecnología hidroeléctrica y en eólica ya existen desarrollos nacionales de aerogeneradores de 2 MW de potencia”.

El presente augura un gran futuro para las nuevas tecnologías “verdes”, aunque no están exentas de problemas y traen nuevos desafíos. Las renovables son fuentes de energía variable y eso importa mucho a la hora de gestionar una red eléctrica estable y confiable. Para Sergent, la experiencia internacional indica que la expansión e interconexión de las redes nacionales de transmisión eléctrica, la presencia de otras fuentes complementarias (hidroeléctrica, tecnologías de almacenamiento y nuclear), y la disponibilidad de recursos renovables geográficamente bien distribuidos, permiten integrar altos niveles de generación renovable y gestionar las redes sin riesgos de colapso en su funcionamiento.

Una transición posible

Los especialistas coinciden en que Argentina tiene ventajas y capacidades tecnológicas e industriales para hacer una transición energética que incluya el desarrollo local y uso de fuentes renovables. Para lograrlo será necesario un rol activo del Estado en dirigir esa transición, pero desde una mirada sistémica del entramado energético.

La calidad y distribución de los recursos renovables y la existencia de una red nacional de transmisión son dos ventajas grandes. Sergent ejemplifica que, en Estados Unidos, las tecnologías eólicas necesitan mayores dimensiones para alcanzar el mismo factor de capacidad que se logra en Argentina con equipos de menor altura y diámetro. En cuanto a la red, el país “tiene una suerte que muchos países con grandes extensiones territoriales, como Estados Unidos o China, no tienen: una sola red integrada y manejada con un único centro de operación. Eso permite balancear la falta circunstancial de renovables en una región con oferta desde otra región. El efecto de escala de la red argentina reduce el problema de la variabilidad”.

Otra ventaja estratégica enfatizada por ambos es la disponibilidad de energía hidroeléctrica. Su presencia contribuye a la estabilidad de la red, en la medida que es muy flexible para responder a la variabilidad de las renovables (una turbina hidroeléctrica necesita pocos minutos para llegar a potencia máxima) y las represas pueden ser configuradas para almacenar energía. “Hoy a nivel internacional se considera, en términos comparativos, que un país con 30% de generación hidroeléctrica puede plantearse un porcentaje similar de fuentes variables, como mínimo”, dice Sergent. En Argentina el 20% de la generación de electricidad es hidroeléctrica.

El presidente Alberto Fernández junto al gobernador de La Rioja Ricardo Quintela durante la inauguración de una nueva ampliación del Parque Eólico Arauco. Octubre 2020.

Las ventajas nacionales y tendencias internacionales dan cuenta de que la transición energética no necesita descansar en un solo tipo de fuente. Roger entiende que lo aconsejable es planificar y ejecutar la transición energética desde una mirada sistémica, con eje en todas las tecnologías energéticas libres de emisiones en las que el país ya cuenta con distintos grados de acceso tecnológico y capacidad industrial: nuclear, hidroeléctrica y renovables.

Tan importante como lo anterior es que el ritmo de aplicación esté acoplado a las necesidades y capacidades nacionales. La transición debe ir en sintonía con el desarrollo de proveedores de insumos y soluciones tecnológicas locales. Se necesita evitar que la transición energética sea demasiado costosa o que se transforme en otra fuente deficitaria en dólares.

Roger grafica su planteo con un contraejemplo: el Programa RenovAR, ejecutado durante el gobierno de Macri. “(El RenovAR) es un mecanismo básico de búsqueda de renta. Recuperan muy rápido la inversión en los parques eólicos y, en consecuencia, se paga energía más cara de la que deberíamos tener. De lo contrario, no se explica cómo en RenovAR pagamos los precios que pagamos teniendo el doble de viento que en Europa. Eso se explica porque quieren amortizar el parque en siete años, cuando el contrato de operación es por veinte”, sentencia Roger.

RenovAR estimuló la construcción de parques eólicos y la apertura de fábricas ensambladoras de aerogeneradores con tecnología importada, en perjuicio de empresas nacionales con tecnología propia, como es el caso de IMPSA. Según Roger, no es factible ni provechosa una transición energética que consume divisas (vía importaciones y colocación de deuda externa para construir los parques), es costosa (por la búsqueda de rentas rápidas) y que no genera conocimientos tecnológicos aprovechables. “Las empresas se reservan el diseño del aerogenerador y el mantenimiento de los parques. Sin desarrollos propios no vamos a acceder nunca al conocimiento”.

Para recorrer el camino contrario, Roger advierte que sería necesario crear un vehículo estatal encargado de la transición energética, con dos objetivos: dirigir el proceso de innovación tecnológica (marcar la dirección tecnológica y el ritmo de aplicación a las empresas privadas y públicas) y construir proyectos (por ejemplo, parques eólicos) para generar el flujo de caja con el cual financiar el desarrollo tecnológico y parte de la transición, con contratos que se amortizan en el largo plazo para evitar encarecer la energía. “No hay ningún actor hoy en día que tenga los incentivos ni las capacidades y herramientas para poder hacer la transición. Hay que crear ese sector”. Una transformación que podría generar 1 millón de nuevos empleos industriales.

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Nicolas Deza

De la pobreza se sale industrializando. Periodista de industria y energía. @nicolasdeza en Twitter