El club que le ganó a la dictadura militar

💙❤️ La Legislatura porteña vota hoy la ley de Rezonificación para que San Lorenzo pueda construir su estadio en los terrenos recuperados de Av. La Plata. Los cuervos y las cuervas le torcieron el brazo a un proyecto de ciudad volcado al negocio inmobiliario.

La última dictadura cívico-militar fue, como ellos mismos lo llamaron, un intento de reorganización política, económica y social. Proceso donde no solo se desarrolló una violenta proscripción política (que incluyó persecución y desaparición de personas), sino que también puso en práctica diferentes medidas que buscaban socavar las bases del modelo desarrollista del Estado de Bienestar. Ese modelo no implicaba sólo desterrar prácticas económicas sino también sociales: para introducir por la fuerza ese nuevo modelo de acumulación, era necesario a su vez imponer un nuevo orden social. Y para eso fue indispensable disciplinar a una sociedad que tenía que aceptar ese nuevo orden naciente.

Ese proceso disciplinatorio incluyó, sobre todas las cosas, arrancar de cuajo todo rasgo de cultura popular. Un ejemplo claro de esto fue la eliminación de los feriados de carnaval y sus manifestaciones callejeras. Lo pagano, lo popular, lo plebeyo debía ser extirpado de ese cuerpo social, supuestamente inviable para el modelo neoliberal que iba a imponerse en el mundo entero.

Este régimen también incluyó un plan para la Ciudad de Buenos Aires que, aún hoy, en muchos aspectos sigue vigente. El intendente de facto, Osvaldo Cacciatore, proyectó en lo urbano una serie de cambios profundos. Su idea era construir una ciudad residencial, que dejase por fuera todo lo obrero y popular, potenciando una idea de disciplina arquitectónica. Los militares desarrollaron una nueva lógica del espacio urbano a partir de la expulsión de los sectores populares con dos políticas principales: la Ley de Normalización de Locaciones Urbanas, del 30 de junio de 1976, que supuso la liberalización de los alquileres, hasta entonces regulados por el Estado. Y la Ordenanza 33.652, sancionada el 19 de julio de 1977 para la ejecución de un plan de erradicación de las llamadas “villas miseria”. Así se intentó expulsar a los sectores populares y perfilar una ciudad residencial y de servicios, expulsando la industria y priorizando la circulación automotora. El negocio inmobiliario comenzaría hacer de Buenos Aires lo que hoy conocemos, un lugar cada vez más caro y exclusivo.

Este proyecto de ciudad para pocos, se llevó puesto también al club San Lorenzo de Almagro: en 1979 Cacciatore decidió expropiar los terrenos al club, con la supuesta excusa de realizar la apertura de la calle Avelino Díaz, (que cortaba la cancha en dos partes desde la entrada principal de Avenida La Plata) y también la construcción de viviendas populares para la zona. Esto nunca sucedió y, a mediados de la década de 1980, la empresa francesa Carrefour compró el predio e instaló allí una de las sucursales más grandes del país.

San Lorenzo no era un negocio para el sur de la Ciudad. Además, el club no era bien visto para ese nuevo orden que venía a destruir el tejido social con bases de cooperación y solidaridad que emanan los clubes de barrio. En Boedo había un club con una fuerte intervención social. Era uno de los principales lugares de referencia de los corsos porteños, donde participaban jóvenes sin importar clases sociales y se fomentaba la cultura entre las y los vecinos. Por otra parte, era un club con un fuerte recorrido político, primero muy ligado al ala radical del yrigoyenismo, con Pedro Bidegain como principal estandarte (diputado nacional, firme defensor de los más desfavorecidos) y luego con el peronismo, que también pasó a ser parte de la vida del club. Pero la gota que rebalsó el vaso fue cuando el Viejo Gasómetro se transformó en el escenario donde las Madres de Plaza de Mayo realizaron su primera aparición pública.

En fin, ya sea por todo el tejido social y político o por su importancia en esta nueva lógica del mercado inmobiliario, San Lorenzo y su club en Avenida La Plata tenían los días contados. El cierre del viejo Gasómetro se transformó en la manera de castigar, disciplinar, destruir lo anterior y mostrar una ciudad futura, una ciudad para pocos, que olvida sus raíces y rompe las relaciones interpersonales. La que busca que nos olvidemos de la identidad de los barrios, de esa relación social que se genera a través de los clubes, sociedades de fomento y la que garantiza también seguridad y posibilidades de desarrollo. Nos convencen que la modernización es olvidarse de todo el pasado y nos olvidamos de la importancia que tiene mantener nuestro patrimonio.

Pero las hinchas y los hinchas de San Lorenzo no se olvidaron de ese pasado. Así como en otras áreas de nuestra historia, la memoria se transformó en una bandera fundamental para repensar el país que queríamos construir. Los cuervos y las cuervas hicieron todo lo contrario a lo que esa disciplina militar buscaba “corregir”. Al contrario de la desmoralización y desorganización que estas acciones llevaban como objetivo, la gente de San Lorenzo se organizó durante mucho tiempo, sin ningún interés económico: simplemente para recuperar su espacio social legítimo. Con un poco de nostalgia tal vez, pero sobre todo con un sentido de justicia.

San Lorenzo no tiene ningún beneficio económico o deportivo con la votación histórica que hoy se dará en la Legislatura. El club y sus socios han aportado plata que, desde la lógica mercantil que hoy impera en todas nuestras relaciones sociales y en el fútbol, no tiene sentido. Podría haber mejorado sus instalaciones en el predio del Bajo Flores, podría haber comprado jugadores de sueldos extravagantes para conseguir torneos o copas. Pero no. Paradójicamente, la expulsión y el destierro generó todo lo contrario a lo que la cultura del individualismo vino a imponer desde la década del 70´.

En San Lorenzo primaron prácticas solidarias, de ayuda mutua: se creó un fideicomiso con un aporte solidario de cada socio, donde cada uno compró su metro cuadrado y con eso se compraron los terrenos a una multinacional que entregó la sucursal más rentable que tuvo en este país. En San Lorenzo se revindicó la organización popular y la política: se organizaron marchas y cortes multitudinarios; se presentaron diferentes proyectos de ley, al principio rechazados por todos los bloques políticos; se logró votar una primera ley de Restitución Histórica, para recuperar los terrenos. Y hoy se termina de votar una segunda Ley, la de Rezonificación, para construir definitivamente el nuevo estadio en Boedo.

Si el interés de la dictadura militar con San Lorenzo fue buscar disciplinar a sus hinchas, le salió todo lo contrario. Porque un club social se movió como nunca antes para conseguir volver a donde lo desterraron. Y hoy se premia también ese rol solidario que tuvieron y tienen los vecinos y vecinas de esta ciudad, hinchas de San Lorenzo, que con acciones de reciprocidad y de total fraternidad han peleado simplemente por volver a su lugar de origen. Si su objetivo fue priorizar una ciudad de negocios, los vecinos de Boedo aportaron un pequeño granito de arena para pensar una ciudad con identidad, con arraigo popular, que no olvida sus raíces y en donde no todo es el dinero.

43 años después de que el Viejo Gasometro cerrara sus puertas, San Lorenzo va a volver a Boedo. Va a demostrar que no existen utopías. Y entre abrazos de llantos con barbijos, la Ciudad va a reparar el mayor daño histórico que se le hizo a un club. San Lorenzo es de Boedo, por lucha, por organización y por justicia. San Lorenzo volvió y nunca más se volverá a ir.

Compartí

Comentarios

Nahuel March Rios

Delegado Gral. de la CGI Banco Credicoop. Siempre cerca de ser Sociólogo. Cuervo de alma por herencia y decisión (siempre Club Social, nunca S.A.). Militante por la patria liberada. Autopercibido periodista, win derecho y asador de achuras.