Una lupa feminista sobre el atentado a Cristina Kirchner

✍️ A diez días del intento de magnicidio contra la vicepresidenta, ¿qué líneas nos abren los feminismos para seguir pensando el atentado?

Más de una semana ha transcurrido desde el intento de magnicidio a la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de parte de Fernando Sabag Montiel. En un mundo que se maneja con la rapidez de las redes sociales y la capacidad de síntesis de Twitter, donde todo se reduce a 280 caracteres, ponerse a reflexionar sobre el hecho diez días después de lo ocurrido parece una noticia vencida. Sin embargo, el tiempo dilatado -en el cual por su parte no dejaron de ocurrir cosas y escucharse nuevas voces- permite dar otra visión de los hechos, tal vez más analítica y con aristas variadas.

Como bien se sostuvo del atentado a esta parte, la figura de Cristina está atravesada por una seguidilla de discursos de odio que, desde hace más o menos una década, buscan estigmatizarla construyendo un personaje cruento, despótico, tiránico y todopoderoso. 

Como bien conocen los feminismos, pero también los movimientos de la diversidad, los pueblos originarios, los colectivos racializados y las personas que luchan por los derechos de los animales, objetivar al sujeto permite despersonalizarlo, quitándole su carácter sensible generando un alejamiento que corroe la empatía básica por le otre. En términos coloquiales, mientras más nos alejamos simbólicamente de les demás, entendiéndolos como peligrosos o enemigos, más fácil va a resultar poder (y querer) aniquilarlos, incluso como parte del supuesto instinto de supervivencia. 

Llamarla yegua, chorra o montonera, entre otros términos, no resulta casual en este marco. A través de tapas como las de revista Noticias, las cuales ya fueron denunciadas en su momento, editoriales periodísticos y discursos mediáticos, se construyó sobre CFK un personaje cuasi diabólico capaz de despertar tal odio de parte de ciertos grupos -no únicamente las élites- que incluso agradecieron y festejaron el intento de magnicidio. No parece así tan lejano éste de otros discursos sociales que se articulan frente a la necesidad de justificar conflictos bélicos.

Sin duda no podemos quitar del medio la visión de género y pensar que ser mujer y detentar poder es algo que aún hace arder las heridas de quienes bregan por un orden moral donde mantenerse sumisas es el rol principal de las mujeres.

“Haría falta un vocablo nuevo para conjugar esas dos palabras, porque las condiciones de posibilidad para apuntar y disparar a la cara de una líder política, una capaz de amenazar a los poderes concentrados por las multitudes que puede convocar a las calles, están cimentadas sobre su cuerpo de mujer. Un femicidio que no fue, un magnicidio que no fue; pero que podría haber sido, porque el mensaje es que hay algunos cuerpos, algunas existencias, que no sólo pueden ser asesinadas, sino que sus cuerpos, los rasgos que los identifican, pueden y deben ser ajusticiados”, escribió Marta Dillon en su nota donde utiliza el término “Femi-magnicidio” para referirse al episodio y nombra como creadores de cuerpos descartables a “los discursos sociales que culpabilizan a las víctimas”.

“Ese revólver en la cabeza a Cristina es un revólver en la cabeza para todas las mujeres, lesbianas, travestis y trans que se animan a dar disputas y a dar debates en sus espacios políticos”, aseveró Luci Cavallero en Tiempo Argentino.

Por otro lado, es importante hablar de la tenencia del arma: 7 personas mueren por día en Argentina, de acuerdo a LatFem, por disparos de armas y 99 de cada 100 personas que portan armas en nuestro país son varones. Según el Centro de Información Judicial, casi una de cada cuatro víctimas de femicidios perpetrados en la Argentina entre 2017 y 2020, fue asesinada con armas de fuego (24%). 

Aunque casi resulta obvio, cabe aclarar que la portación de armas tiene relación directa con el mandato de la masculinidad y se sostiene gracias a la necesidad de mostrarse fuerte, prepotente y heroico.

“La proliferación de armas de fuego en la sociedad está asociada a la imposición de estereotipos propios de una masculinidad hegemónica. La (errada) idea del arma de fuego como un medio de protección frente a ‘la delincuencia’ está estrechamente vinculada a las representaciones hegemónicas de la masculinidad asociadas al hombre como ‘proveedor del sustento familiar’ y responsable de la ‘protección del hogar’. Pero ese poder de ‘proteger’ frente a los supuestos peligros del exterior se convierte también en un poder para ‘dominar’ hacia el interior del hogar. En ese sentido, el arma vuelve a ser un vehículo de esa dominación, con el agravante de potenciar los riesgos de lesión y muerte que su presencia implica”, explicó Julián Alfie de Inecip hace algunos años a este medio. 

Que un hombre ponga una pistola en la cabeza de una mujer no deja de ser un acto que, si no queremos llamarlo de violencia de género, al menos debería atraer nuestra atención sobre lo que conlleva.

El último punto a analizar podría ser la pertenencia de Sabag Montiel y su entorno a un grupo de la derecha más recalcitrante en Argentina. Si bien es necesario correrse de la idea de que toda la juventud se inclina hacia la derecha, no queda duda de que existe una tendencia libertaria encabezada por figuras como Javier Milei que capta seguidores entre les jóvenes y adolescentes. La falta de posibilidades, la crisis económica y política, la ausencia de discursos claros sobre un futuro posible -lo que abre un mar de dudas que era menos frecuente en anteriores generaciones- juega a favor de que muches reclamen más mano dura y una política alimentada por el odio. 

Si el peronismo y el kirchnerismo fueron históricamente gobiernos que buscaron ampliar los derechos de las mayorías minorizadas -mujeres, lesbianas, travestis, trans, intersex y otras disidencias-, el intento de asesinato de la vicepresidenta no es más que un llamado a que nos quitemos los últimos restos del letargo pandémico y habitemos las calles con el tenor que supimos gestar desde el 2015. Como explicó la periodista feminista Florencia Alcaraz antes del atentado: “Los feminismos de masas que surgieron con Ni Una Menos hoy no pueden omitir los efectos en el campo popular que tiene el pedido de inhabilitación perpetua a la vicepresidenta y dos veces presidenta”. El feminismo, que demostró ser el movimiento de mayor avanzada en el país y el continente, nada debe ahorrarse a la hora de irrumpir en la arena pública y llamarse a movilizar, porque el odio nunca estuvo de nuestro lado y la victoria lejos está de conseguirse con fuego.

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