Sandra Toribio, la primera médica Wichí de una universidad pública: «Significa una victoria a tantas luchas»

🩺"La salud para los indígenas es una combinación entre lo mental, espiritual y el cuerpo, por ello la última opción es ir a un centro, donde los prejuicios y la mala atención colaboran con que decida no acudir al médico", visibiliza la joven, convencida de regresar a su comunidad para trabajar en el sistema público.

El viernes 15 de diciembre, Sandra Toribio terminó de rendir su última materia en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), de la provincia de Corrientes, que la convirtió en la primera médica wichí recibida en una universidad pública argentina. Con la Whipala entre sus manos, ya relajada, la identidad de sus raíces, su familia, su tierra. 

“Todos los que rendimos ese día, estábamos llenos de miedo y temor a fallar, solo teníamos 10 minutos para completar el examen pero fueron muy largos”, comparte la médica a El Grito del Sur, mientras recuerda ese día: rodeada de sus seres queridos, que la esperaron con un cartel en honor a la graduación y abrazos. “El hecho de saber que era una materia que definía el fin de la facultad se podía compartir el sentimiento de felicidad y a su vez muchos nervios. Cuando salimos –ya sabiendo que todos estábamos aprobados– reencontrarnos a festejar fue lo que más nos conmovió. Nadie conoce los sufrimientos mejor que nuestras familias y que esa materia significa una victoria a tantas luchas”, expresa.

Sandra tiene 28 años y es oriunda de Ingeniero Juárez, una ciudad al noroeste de Formosa y a 460 km de la capital donde residen más de 12 mil habitantes con una alta proporción de residentes originarios entre wichis y tobas. Desde allí viajó a Corrientes, donde estudió y se erige como la decimoprimera estudiante indígena de la UNNE pero la primera médica.

“Escogí medicina porque me pareció una carrera apasionante” –asegura– “y que a su vez no es sólo a beneficio de uno sino de muchos. Por muchas razones no pude estudiarla en mi provincia y tuve que esperar un tiempo para decidir definitivamente cursarla”.

Sandra estudió mediante una beca del Programa Pueblos Indígenas, que acompaña a los estudiantes de forma pedagógica, con especialistas y una o un tutor: que es otro estudiante indígena con la cursada más avanzada dentro de la universidad. Rol que en el presente desempeña Sandra, para ayudar a nuevos ingresantes de medicina, y continuando una cadena colectiva y colaborativa.

“Lo que más me costó del tiempo lejos de Ingeniero Juárez fue, en cierta forma, lo académico. Los primeros años de la facultad fueron muy duros”, repasa, mientras recuerda que sus primeros meses en Corrientes –allá por el 2015, cuando alquiló con el apoyo de su padre un departamento para instalarse– “fueron más que nada de adaptación e independizarme en muchas cosas”.

Contarle a su familia que iba a estudiar medicina fue un puntapié de orgullo y emoción. “Mis padres vienen de familias que apoyan bastante el trabajo y el estudio, y con mucha alegría aceptaron que también realice una carrera universitaria”, comparte la doctora. Su padre desarrolla un emprendimiento de artesanías indígenas, trabajo por el que durante sus primeros años de primaria se trasladaron desde su ciudad natal a la capital de la provincia. Hasta entonces, Sandra realizó el jardín de infantes e inició la primaria en una escuela bilingüe que le permitió aprender el español castellano así como reforzar los conocimientos de la cultura indígena. Al mudarse, terminó la escolaridad y la secundaria en colegios que no mantuvieron la enseñanza intercultural.

“Manejarse con los idiomas se siente igual que ser extranjero. A pesar que ya convivimos con gente blanca en mi provincia, siempre se hace difícil poder manejar continuamente el castellano”, identifica, mientras proyecta sus ganas de regresar a la tierra donde creció para volver a sentir completa su identidad. Porque (como también dijo a Télam) estar lejos significa “no hablar mucho mi idioma” y “no vivir como indígena», frase a la que se ha dotado de un peso y un prejuicio social, al que Sandra responde. 

En la actualidad hay muchos indígenas que tuvieron que abandonar las costumbres, entre ellas mi familia, porque debemos adoptar el estilo de la gente blanca para sobrevivir en esta sociedad que ya es multicultural. Convivimos con blancos y criollos; sin embargo nunca abandonamos nuestra identidad, hay muchas otras formas de seguir con nuestras tradiciones y cultura, entre ellas preservando nuestro idioma y los festejos que siguen existiendo. En mi familia mantenemos nuestro idioma, lo hablamos y lo escribimos; y seguimos queriendo alimentarnos con los frutos y vegetales del monte. Quizás ya el estilo de vida es diferente, pero la identidad wichi siempre seguirá siendo nuestra y manteniéndolo para las generaciones que vienen”, refuerza. 

Fotos: @unneargentina

En Formosa el Pueblo Wichí está conformado por unos 20.000 habitantes, distribuidos en unas 120 comunidades, que entre sus principales problemáticas lidian con impedimentos para el acceso al agua y a la salud. También contra la persecución y actos de violencia por parte de varios sectores sociales, por lo que muchas mujeres embarazadas se esconden en el monte.

“Los problemas son múltiples, lo que para muchos representa no tener acceso a una vida digna: la falta de agua potable, por ejemplo, sigue siendo el gran problema, junto a la necesidad de una alimentación sana y de asistencia en salud, que son los principales desafíos para el sistema público”, denuncia la médica egresada. 

“La mujer embarazada y el niño por nacer aún sufren mucho gestaciones de alto riesgo que no son detectados, chicos que siguen enfrentando enfermedades infecciosas, crónicas y de adicción. La falta tanto de educación en mujeres y jóvenes, como de profesiones que puedan enseñar. Son los factores claves para el desarrollo económico y asegurar a las personas que puedan sobrevivir y que demanda la sociedad. Por ello la última opción de encontrar salud es ir a un centro de salud, pero los prejuicios y la mala atención colaboran con que un indígena decida no acudir al médico”, advierte Sandra. 

¿Cómo es la visión de salud de las comunidades wichí? “La salud para los indígenas siempre va a ser una combinación entre lo mental, espiritual, los seres exteriores y el cuerpo. La complejidad de lo que es realmente hoy en día la medicina occidental. Para el indígena estar enfermo muchas veces es estar completamente en desequilibrio y el cuerpo en extremo malestar, por ello su última opción es ir a un centro de salud. Los prejuicios y la mala atención colaboran con que un indígena decida no acudir al médico”, visibiliza. 

Por ello, Sandra tiene en mente regresar a Formosa, una vez que finalice el internado rotatorio que realiza en Corrientes. “Pienso volver a las comunidades y ayudar en el sistema público para evaluar las situaciones de la salud. Hoy en día no sólo se habla de la salud intercultural sino de la salud intracultural, reinterpretación que generamos nosotros los profesionales indígenas”, cierra Sandra. 
Su historia es inspiradora, como se enorgullece la UNNE, institución a la que los “llena de orgullo” haberla recibido como estudiante, hoy médica. No porque “no se trate de un ser humano capaz” –como reprocha en redes sociales algún comentario irrisorio que no entiende “por qué hace la diferencia”– sino justamente porque representa una conquista que no es aplastante, ni excluyente. Es legítima, solidaria, y sobrepuesta a tantas barreras.

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