«Para agregar un plato más de comida, le ponemos menos a los otros»

🔪Unidad Piquetera, la UTEP y la Coordinadora por el Cambio Social marcharon de la mano por primera vez en la era Milei. Fueron hasta las oficinas de la ministra Sandra Pettovello a denunciar que hay hambre. El ajuste a los comedores populares se dio en simultáneo al crecimiento de las personas que los necesitan. La calle, cada vez más caliente.

Lorena llegó al reclamo de alimentos para los comedores comunitarios junto con su hija, Naara. Bajita, morocha, ella debía andar por los 50 años, y la hija por los 30. Contó que tiene un comedor en su casa de Florencio Varela, junto con la hija. Lo abrieron hace ya siete años para dar una copa de leche; después, con la pandemia y la crisis, fueron agregando comidas. Lorena y Naara son parte de una organización social, a la que hoy le pasa lo que a todas. En momentos en que llega más gente a pedirles una vianda, están desabastecidas porque el gobierno nacional les cortó el envío de insumos, acusándolos de cometer un delito todavía no agregado al Código Penal: el de ser intermediarias entre el Estado y los vecinos. Siguen cocinando con lo que consiguen, pero no les alcanza. 

—La semana pasada vino una chica a anotarse, con dos nenas —cuenta Lorena- y tuve que decirle que ya no estamos agregando gente. La chica se me puso a llorar: no habían comido en todo el día. 

Lorena baja la voz, se pasa la mano por el brazo, para quitarse la piel de gallina y agrega que le llenaron un taper y la anotó.

¿Cuánto se puede estirar la comida? ¿Cómo? En otros momentos, en estas marchas los entrevistados daban opciones para la cuestión. Pero este 23 de febrero, cuando se acumulan dos meses largos de gobierno de Javier Milei y movilizaciones sin respuestas, la entrevistada corta por lo sano.

—Si no hay no se puede. Para agregar uno más, le ponemos menos a los otros. 

Protesta de organizaciones sociales en el Ministerio de Capital Humano

Pettovello une a los movimientos sociales

Frente al despacho de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, este viernes se realizó una de esas protestas que son un hito. Los movimientos sociales, del primero al último, se juntaron para exigir una respuesta para sus comedores y merenderos. La unidad para salir a la calle nunca había sido tan amplia.  

Apoyados en este acuerdo, los manifestantes desafiaron el protocolo antipiquetes, bajando de las veredas para cortar la calle pese a la policía, que hizo su despliegue y no se privó de tirarle a algún grupo gas pimienta, pero sin que la represión pasara a mayores. Había demasiada gente en la Avenida 9 de Julio como para poder desalojarla. 

Nunca conocimos tanto sobre los comedores y merenderos comunitarios como en la gestión de la ministra Pettovello. Sabemos que hay 40 mil inscriptos en el Renacom, es decir con existencia comprobada por el Estado Nacional, que hay 140 mil cocineras y que preparan diariamente -en la mayoría de los casos sin un salario- unas 10 millones de porciones. 

Nos enteramos también de que la primera política de asistencia alimentaria masiva fue lanzada tras la recuperación de la democracia -lo hizo Raùl Alfonsín, con la caja PAN, en 1984-, con la idea de que sería una medida transitoria, sólo por dos años. 

Vimos, finalmente, una serie de escenas imposibles: una ministra que se hizo la canchera (“¿Tiene hambre la gente? Yo voy a atender uno por uno a los que tienen hambre, no a los referentes. Chicos, ustedes tienen hambre, vengan con el DNI”, desafió Pettovello a una de las manifestaciones), pero que ahora parece estar en la cuerda floja, desbordada emocionalmente (“lloró desconsoladamente y dijo que quiere renunciar”, publicó Clarín). Vimos una fila del hambre de treinta cuadras de largo que le tomó la palabra y se presentó a anotarse. Renunciaron los dos funcionarios que debían ocuparse del tema de los alimentos porque -dejaron trascender- en dos meses no consiguieron mandar un camión de mercadería a ningún lado. Pettovello firmó dos convenios con Cáritas y con los pastores evangelistas de Aciera, pero tampoco a ellos los alimentos les llegaron todavía. Tal vez menos personas estén al tanto de que se presentó un pedido de amparo para que la Justicia ordene a Capital Humano que entregue insumos a los comedores, frente a la “grave situación de hambre existente”, ya que está acreditado que el gobierno nacional cuenta con fondos aprobados y disponibles para políticas alimentarias, pero no los usa. 

Sobre la 9 de Julio, la referente de una de las organizaciones más numerosas de la UTEP contó que en enero llegaron a tener algunas reuniones con los equipos de los funcionarios de Desarrollo Social que luego renunciaron. “Fueron amables, pero no tenían forma de darnos respuestas. Se quejaban de que Pettovello sólo se comunicaba con ellos por mail”, asegura. 

Carmen y Nilda, cocineras de un comedor del FOB en Lomas de Zamora, indicaron que para enfrentar el desabastecimiento tratan de juntar fondos: “compramos remeritas y las sorteamos para vender rifas. También hacemos pan y prepizzas o pastelitos para vender, pero ya no hay un peso en la calle”. Lo que más bronca les da es ver lo que están pasando las niñeces. “Tenemos que dar de comer menos días de la semana. Y a veces vemos que, aunque el comedor está cerrado, los niños fueron igual a la puerta a hacer fila”. 

La especialista en políticas sociales Adriana Clemente describió, en el libro Necesidades sociales y programas alimentarios (Espacio Editorial, 2010), la situación de estos niños que van solos a los comedores. Son casos en los que “la relación de los referentes de los comedores comunitarios con las familias es limitada y sujeta a demandas concretas y urgentes. Los niños, que son la población que más concurre a los comedores, no actúan (como es de esperar) como nexo con sus padres, que en general son parte de grupos que padecen desocupación e indigencia. La falta de relacionamiento con los miembros adultos del hogar y el abandono de los niños y adolescentes es uno de los aspectos más críticos del trabajo de contención que realizan estas organizaciones en sus comunidades”. 

La jornada de protesta incluyó movilizaciones en 500 puntos del país y generó una réplica del Ministerio de Capital Humano. En un comunicado oficial, la ministra Pettovello reconoció la afectación “de los que menos tienen” por “ el proceso de normalización de la economía que iniciamos cuando asumimos”, pero argumentó que la política más eficiente es la Tarjeta Alimentar. La tarjeta es valorada por los movimientos, que sin embargo apuntan que cubre a 3,8 millones de personas cuando los pobres llegan a 27 millones. 

La anécdota del día la dejó un policía, en el cordón que rodeó a los manifestantes. Sucedió delante de las cámaras, cuando un militante se quejaba, exaltado, contra el operativo de seguridad: “esta es la respuesta de Pettovello y Milei, que no le dan de comer a los pibes y mandan a la policía. ¡Qué vergüenza, muchachos!” era la imprecación a los canas. Había uno que trataba de calmarlo, pero el militante la seguía: “no hay de comer en los barrios”. En ese punto el policía perdió todo el libreto y le contestó con un argumento que rápidamente se haría viral: “Todos estamos igual”.   

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