«Las plataformas digitales son las nuevas formas de explotarnos sexualmente»

✊ La activista y sobreviviente de explotación sexual y prostitución, Sonia Sánchez, estrenó su película “Nuestra venganza es ser felices”, de Malena Villarino. ¿De qué hablamos cuando hablamos de trata y qué representación se le da en el arte?

Lo primero que Sonia resalta es que su película es “políticamente incorrecta”. “Porque es mi historia de vida y yo no soy políticamente correcta. No soy esa ex víctima que va a contestar lo que vos querés que conteste, que los ministerios quieren que aplauda. No, y no lo seré jamás. Yo te voy a cuestionar. La película es incorrecta porque cuestiona. Principalmente a los varones, porque son ellos los que sostienen la prostitución, los que nos violan, vulneran nuestros derechos sociales y culturales. Voy a dejarlo bien claro: la prostitución existe porque existen los torturadores prostituyentes”.

Su tono de voz es dulce. Acorazado y reaccionario, también porque la vida a veces pone peajes muy caros. Cada oración que enuncia la acompaña con un chamiga, que no sólo describe su procedencia sino que te involucra en aquello que cuenta. “Yo hablo como siento”, cuenta al empezar a conversar con El Grito del Sur.

Sonia Sánchez es activista abolicionista, autora de los libros Ninguna mujer nace para puta (2007, junto a María Galindo) y La puta esquina: campo de concentración a cielo abierto (2019), feminista, anarquista y sobreviviente de explotación sexual y prostitución, redes donde fue retenida desde su adolescencia. Historia y lucha que estrenaron recientemente su propio documental: “Nuestra venganza es ser felices”, dirigido por la cineasta y compositora Malena Villarino (“De cerca nadie es normal”).

“Nos costó encontrarnos”, recuerda Sonia. “Cuando Malena empezaba a investigar sobre la prostitución y la trata, yo estaba viajando por las provincias con mis charlas, que son mi fuente de trabajo”, cuenta. Mientras que Malena asegura a este medio que “a partir de ese día comenzó un vínculo muy fuerte que sigue creciendo con el tiempo”.

“Yo ya había rechazado a muchas otras y otros documentalistas, que estaban haciendo películas sobre trata y prostitución porque siempre ponían las dos miradas: las de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) que dicen trabajo sexual frente a las que dicen prostitución de AMADH (Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos). No apoyo esa postura porque para mí hay una sola mirada y es abolicionista. Lo es Argentina como Nación pero además porque no es trabajo. Para mí esa doble mirada de poner corte y pegue, corte y pegue con esta cosa de víctima, o pobrecita es una gran chotada, y no le hago la segunda a ningún ni ninguna proxeneta”, reafirma la protagonista.

“Lo que queremos evitar con Sonia es que esta película se use como ring”— complementa la directora— “Sonia accedió porque yo le planteé que no iba a ser un documental sobre las dos campanas, porque entendía que no es un 50% las regulacionistas tienen razón y otro 50 las abolicionistas, porque me parece que hay derechos (como la salud o la obra social) que deben estar garantizados para cualquier persona en la Argentina”.

“La película, como mis libros, la utilizo como prevención. Es una herramienta más de lucha”, destaca Sonia. En paralelo, se gestan otras transformaciones. Mientras directora y protagonista se ocupan de presentar el documental federalmente, la Legislatura porteña aprobó el proyecto de la legisladora María Patricia Vischi (UCR-Evolución) que implementará el nombre de Raquel Liberman en la estación Callao de la línea D de subte. La identidad de aquella primera mujer en denunciar y desarticular una logia de explotación sexual en Argentina, la Zwi Migdal de proxenetas judíos, una de las más poderosas y que ejercían en tiempos donde la prostitución en Argentina era legal.

“Originalmente, el documental iba a hablar de la historia de la prostitución y de la explotación sexual en Argentina desde Raquel Liberman hasta ahora” —revela Malena— “y decidí centrarlo en Sonia, un personaje actual militante y luchador, que responsabiliza al Estado como el mayor de los proxenetas”.

“Yo a Raquel le agradezco todos los días desde el más acá y todas deberíamos hacerlo. Porque fue la primera mujer que nos enseñó a romper el silencio, el miedo, porque había que denunciar en esos años. Gracias a su valentía se descubrió cómo estaban organizados los proxenetas en la Argentina. En la Zwi Migdal eran alrededor de 400 judíos los que traían mujeres de Europa, principalmente de Polonia. A mí me duele que haya muerto tan joven, a los 33 años, y a la vez me pone feliz que pongan su nombre porque significa que se ha hecho un poco de justicia. Una calle lo debería tener. Ojalá que además pongan una placa que diga que ‘fue traficada para ser prostituida’. Tenemos que recuperar la memoria, y eso implica nombrarla. Todo esto es gracias a Myrtha Shalom (autora del libro La Polaca: inmigrantes, rufianes y esclavas a comienzos del siglo XX), quien la sacó del olvido”, expresa.

Hay otra conexión simbólica entre Raquel y Sonia. Sonia define que las esquinas de explotación y trabajo sexual son un “campo de concentración a cielo abierto”, una mirada interesante si consideramos que Polonia fue uno de los países que más sufrió el exterminio nazi. “Cuando la pude nombrar ‘la puta esquina’, fue cuando empecé a cuestionarla pero también ahorita tenemos que decir ‘a cielo cerrado’: que son las plataformas digitales, los prostíbulos ilegales y hoy están violando a nuestras hermanas en las habitaciones de sus casas. Es tremendo cómo este sistema se aggiorna para seguir explotando”, lamenta Sonia.

Sonia Sánchez

“Esa conexión me lleva a pensar muchas cosas, partiendo de nuestro propósito de que el documental fuera un relato de su vida pero más amplio: no sólo la violencia hacia Sonia sino hacia todas nosotras en las distintas escalas” —añade Malena— “La prostitución existe porque existen las guerras, la prostitución existe porque se cree que hay gente superior a otra, llamalo nazi u hombres que creen que pueden alquilar a una mujer y violarla un tiempo determinado. La explotación existe cuando los papelitos están a cielo abierto. Esa es una de sus frases que me parecen más brillantes porque nos llama a relacionar exterminios que siguen sucediendo todos los días a conveniencia de jueces, fiscales, policía como la Zwi Migdal. Incluso haciendo revisionismo, ya no se dice más Trata de blancas, porque siempre se le dio más importancia a las rubias que traían de Europa que a las mujeres locales que eran mucho mayores en número, por supuesto en ambos casos es un horror. Es muy grave que ahora esos campos de concentración nos los quieran vender como una opción que una elige, como lo mejor que nos puede pasar, en plataformas y dólares”.

Problematizar el sistema prostituyente es uno de los puntos más álgidos del feminismo, donde ese neoliberalismo que Sonia denuncia continúa a través de los gobiernos sin terminar de erradicar porque genera dinero con el que tantos se enriquecen; dinero que a su vez necesitan tantas personas. ¿Qué hacemos mientras se da esta discusión? ¿Mientras decenas de compañeras siguen permaneciendo en las calles? ¿Mientras a otras tantas no se les garantiza la posibilidad de un cupo laboral, porque los tiempos +burocráticos del sistema no son los del hambre, ni mucho menos los de la inflación?

“Fijate que de 19.200 mujeres prostituidas rescatadas, ¿cuántas de ellas tienen la restitución de los derechos económicos, sociales y culturales? 3 o 4”, responde Sonia. “Las demás vuelven a caer en la prostitución o en la trata, ¿por qué? Porque no hay trabajo. Entonces, en Argentina -y lo quiero dejar bien claro, y de eso hablamos en la película- a las mujeres nos empujan a ser putas, etiquetadas como trabajadoras sexuales, como un kilo de papas, que nos reducen a boca, vagina y ano; o nos empujan al alquiler de vientres porque esa es otra de las explotaciones que estamos empezando a padecer las mujeres en Argentina. Hablo de las mujeres empobrecidas, desempleadas, precarizadas y endeudadas». 

«Acá el debate es cómo el feminismo debe exigir a los gobiernos de turno qué agenda tiene para erradicar la prostitución en nuestras vidas: cuáles son las políticas públicas para prevenir la prostitución no sólo en las mujeres adultas, jóvenes y también en las niñas y adolescentes; cómo vamos a generar ESl en todas las escuelas, padres y madres que de su ignorancia no la están aplicando”, agrega Sonia.

“Decir los argumentos regulacionistas de que a todos nos explotan, o que la mayoría no tiene los laburos que quiere y le pagan dos mangos, y que eso sea visto como una salida laboral me parece que es un maquillaje a la pobreza estructural donde un montón de chicas terminan siendo engañadas al día de hoy. No es algo que le pasó a Sonia y no pasa nunca más. Hay toda una confusión en el campo del feminismo. Es todo el tiempo tratar de engañarnos y generar rivers y bocas. Nosotras decimos que hay que perseguir al Estado como tal, que no se puede cobrar el 21% IVA por facturar una violación, que tribute como ir a comprar un paquete de yerba, que a su vez el paquete de yerba tiene atrás la explotación infantil y se hacen los boludos. Nosotras estamos en la lucha de abolir todas las explotaciones: sexual, laboral, laboral infantil, intelectual, psicológica. Existe la trata porque existe la prostitución, que en el 90% no es voluntaria porque existen engaños, manipulaciones y necesidades. Consideramos que el Estado no puede tomarlo de forma natural porque la explotación infantil también existe”. 

Malena Villarino

Hacer un documental, “es un paso para sanar”

“Nuestra venganza es ser felices” nació metafórica y físicamente del “estar rotas” hacia la búsqueda de reparar. “Hace 7 años me rompí el pie derecho estando en Buenos Aires”, recuerda Malena. Para ir a rehabilitación cruzaba la plaza Miserere, y “a ver las chicas prostituidas, los papelitos, los proxenetas, entonces decidí que tenía que hacer algo”. “Soy una acérrima defensora del arte como elemento de transformación”, manifiesta. Cada vez más, el documental fue tomando matices personales.

“A raíz de mi investigación, mi madre me cuenta que teníamos ancestras prostitutas. Su bisabuela había sido prostituta en un pueblo de Galicia y había venido con uno de sus hijos a Argentina. Después descubro que mi bisabuela también, porque ella trabajaba en una orquesta de señoritas con Tita Merello, de copera; que eran una pantalla donde también se las prostituía”, revela. Al tiempo, desbloquea más recuerdos: “En mis primeros recuerdos de últimos años de primaria cuando luego de haberme criado en Bariloche volví a Buenos Aires, son de mis compañeros volviendo del campo de deportes, gritándole ‘puta de mierda’ a una chica en esa situación que estaba en una esquina, y preguntarme por qué. Siempre fue un tema que me atravesó de forma directa. Nunca pude no verlo, ni sufrir en paralelo. Lo asociaba con ser mujer y eso al toque te identifica con muchas cosas pero después de ver que venía de mis raíces, me shockeó y entendí muchas otras”, reconoce.

Hasta dónde mostrar, es otra de las decisiones de la película. Malena cuida el testimonio de Sonia del morbo que atrae el tema en sí y a la vez crea recursos –como la banda sonora que compuso ella misma siendo chelista– para que no pierda contundencia en un mundo que inevitablemente está compuesto de imágenes.

“Lo primero que le planteé a Sonia como directora era que yo quería que fuera una película desobediente en su contenido, que no quería que edulcorace todo lo que ella vivió, pero también quería ser muy cuidadosa de no caer en los golpes bajos, ni en las imágenes amarillistas. Le planteé entonces algunos elementos como la sombra, los espejos, el quiebre de la identidad, la violencia pero a través de recursos poéticos. Todo eso se recrea con sutilezas, material de archivo como mirada crítica a los medios de comunicación y a nuestros consumos culturales. La primera media hora es durísima, de hecho hay gente que no la resiste, y eso que no hay imágenes fuertes en términos de película yankee que reconstruyen tal cual la situación. Y por esto tiene más fuerza que una biopic: Sonia es el personaje, la locomotora que se encarga de mostrar todos los hilos del neoliberalismo y demostrar que aunque este sistema consumidor arrasa, no se puede vender y comprar”, destaca.

Para Sonia, “es un paso para sanar”. “Después de la proyección siempre hay debates, donde muchas pueden nombrar sus abusos, nos abrazamos profundamente y me preguntan cómo dije basta, cómo estoy así fuerte”, señala.

Con 16 años migró desde el norte de su Chaco natal a la querida e impiadosa Buenos Aires, persiguiendo la aspiración que le inculcó su madre: “progresar”. Un propósito que de adulta y durante los primeros minutos de documental destierra pronunciando su propia máxima: “El progreso en un liberalismo espantoso es sólo una ilusión”.

En la capital porteña trabajó como empleada doméstica y niñera en el barrio de Floresta, hasta que notó que su sueldo no era el mínimo que publicaban las noticias. Le pidió un aumento a su patrona, quien se negó, y ella, rebelde, renunció. Fueron noches frías durmiendo en Plaza Flores, hasta que un día, reuniendo un arrebato quién sabe de dónde, caminó y caminó hasta llegar a Plaza Miserere donde luego de cinco meses pasando hambre, comenzó a ser prostituida, en lo que luego definirá como la puta esquina. Pasó un año soportando, sistemáticamente, todos los días, con 17 años. Entonces, en su propósito de buscar otra alternativa, consiguió un supuesto puesto de trabajo como “camarera” en Río Gallegos. La recibieron en el aeropuerto con un cartel que llevaba su nombre, y como Raquel Liberman y las polacas de mediados de los años ‘20 y ‘30, fue engañada y retenida en una red de trata. Pasó otros cinco años hasta que logró escapar y volver a Buenos Aires. El cimbronazo en su vida se dio luego de que un torturador prostituyente, como Sonia los redefine, la golpeara hasta casi dejarla sin vida.

“Una vez me preguntaron: Sonia ¿por qué no escapaste antes?”—cuenta— “¿Perdón? Qué fácil es decirlo sin saber la violencia emocional y física que ejercen. De una u otra manera, hay cadenas invisibles que nos impiden decir basta. Te meten tanto miedo. Lo mismo pasa con only fans, divas play, los sugar daddy y hasta con niñas de 13 años. Hoy las plataformas digitales son las nuevas formas de explotarnos sexualmente, que desde la tele, Instagram o TikTok muchas vedettes hasta Candelaria Tinelli promueven. No son plataformas de trabajo. No es fácil escapar porque te dicen que no es prostitución porque nadie te hace daño, no te penetran pero no prestás atención de cómo tu imagen se está expandiendo en el mundo. Cada foto que se sube como erótica, es pornografía y la pornografía es parte de la prostitución. Te la están exigiendo los puteros a los que no les ves el rostro, no sabes nada de ellos y son los dueños. Y cuando quieras decir basta no vas a poder porque te extorsionan con esas fotos diciendo que se las van a mostrar a tus amigos, a la escuela a donde vas. De ahí a que te paren en una puta esquina nadita falta”.

“Nuestra venganza es ser felices” es una frase de Sonia, que dice casi al final de la película como dejando un lema, que en el trailer, se enciende entre luces de neón como los carteles de prostíbulos. Un mensaje que contiene la fortaleza -que reunió para su resiliencia, proceso que como ella misma reconoce, aún está en reconstrucción-, y el impacto de una amenaza pero que en realidad es una promesa. Porque avisa, no traiciona: a la connotación agresiva de lo que implica un castigo equivalente al daño, la dota de justicia poética. Su satisfacción no es la de una Kill Bill que revienta todo (la que históricamente ilustró el cine, la televisión, la cultura en sí), sino más profunda: es vivir, mirarse al espejo y saber quién es.

Porque a una la intentan doblegar. Como sucedió con Raquel, como sucede con cada mujer que en la prostitución o en una red, cambia o le cambian el nombre. “No hay dos Sonias, hay una sola”, reafirma. Cuando escribió Ninguna mujer nace para puta sintió la necesidad de crear una manifestación artística que no había. Lo mismo le sucede con sus charlas. “De hecho, con ese libro fue la primera capacitación que di a policías y gendarmes en Santa Cruz y fue tan fuerte. Cuando empecé a ver que iban llegando, azules y verdes entré en estado de pánico. Caía la nieve pero yo tenía un calor tremendo. Corrí al baño, cerré la puerta con llave. Y mirándome al espejo me dije gritando: «No sos la puta que está corriendo, sos Sonia Sánchez». La gente de Derechos Humanos que me contrató empezó a golpear la puerta, preocupada. Los tranquilicé y les pedí que repartieran papelitos y para que escriban ¿qué es una puta? Mis charlas son performáticas. Al rato, comisario, se paró, después de hacerme un montón de preguntas que se las iba contestando, y me dijo con todas sus insignias colgadas: —¿Cuántos años usted fue… ? —y silencio. Hasta que pudo decir… «prostituida». Entonces yo pregunté a la gente: ¿Yo dije «prostituida o prostituta»? Y respondieron: «Noo». Entonces el tipo con tanta rabia me dijo con el micrófono en la mano: —¿Cuántos años usted fue puta? Y yo sentí una cachetada que me golpeó. Todo el mundo lo notó. Hice un silencio absoluto. Él me miraba a los ojos y yo lo miraba a él, y no vi más nadie aunque había más de 200 personas. Caminé despacio, me acerqué, le puse mi cuerpo sobre su cuerpo, rompí su cerco íntimo. Ahí sentí su incomodidad y le dije que repita la pregunta. Lo hizo. Entonces le contesté: temblaste. ¿Sabés cuántas veces yo temblé de miedo y de dolor cuando la policía me cagaba a golpes en la calle y dentro de un calabozo? Ah no, ese comisario jamás se olvida de esa charla”, ríe satisfecha hoy.

“Nuestra venganza es ser felices” es una frase de Sonia, que dice casi al final de la película como dejando un lema, que en el trailer, se enciende entre luces de neón como los carteles de prostíbulos.

“Mi desafío también era no caer en un final feliz, porque como dice Sonia, todavía se está reconstruyendo para ser una mujer libre y desendeudada”, comenta Malena con cariño y orgullo. Documentales como éste no sólo instalan conversaciones sino que permiten rescatarnos y escucharnos.

“Estoy aprendiendo a desear porque en la prostitución no se desea, se sobrevive. Tener deseos propios también es un gran trabajo en este neoliberalismo sangrante donde nos construyen el deseo. He aprendido que desear es estar viva. Yo viajo a toda la Argentina profunda con mi historia pero no soy completamente libre porque hay dolor, que proyectaron en mí centenares de torturadores pero que no me pertenece ni a ninguna persona que haya sido prostituida. Mi deseo profundo como feminista, y si digo feminista digo abolicionista porque lo demás es patriarcado con purpurina, y anarquista, es ser libre. Y sé que lo seré”, cierra. Otra promesa.

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