“Ser macho en un grupo de machos”: naturalización y naturaleza de la violación en Palermo

🧐 Este mes se realiza el juicio contra los seis acusados de la agresión sexual contra una joven. En diálogo con este medio, el médico psiquiatra Enrique Stola analiza la construcción de la conciencia social de intervenir y denunciar. ¿Es consciente un varón que viola?

En la película “El Club” (2015), el director chileno Pablo Larraín –hoy el único latinoamericano en competir en la máxima categoría del Festival de Cine de Venecia con “El Conde”, una sátira política que muestra al dictador Augusto Pinochet como un vampiro– reúne dos cuestiones como parte de una misma trama: la fraternidad y el abuso sexual. La complicidad entre miradas silenciosas, el todos saben y nadie dice nada, la confesión. Allí, un sacerdote es enviado de parte de la Iglesia Católica para cerrar la casa de penitencia a donde fueron excomulgados cuatro curas y una monja. —Hermana, usted y yo sabemos por qué los hermanos están acá, lo que yo necesito saber es si ellos están conscientes de por qué están acá— le avisa el enviado, quien minutos después, cuando comienza a interrogarlos uno por uno, les pregunta: —¿Ha pensado alguna vez que usted es un delincuente?—.

Ángel Pascual Ramos, Lautaro Dante Ciongo Pasotti, Thomas Fabián Domínguez, Franco Jesús Lykan, Alexis Steven Cuzzoni e Ignacio Retondo son los acusados de entre 21 y 25 años del juicio que comenzó y se llevará a cabo durante todo el mes de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional (TOC) 14 de la Capital Federal por abusar sexualmente de una joven de 20 años. La carátula es por “coautoría del delito de abuso sexual con acceso carnal agravado”, porque tanto el abogado de la denunciante (Hugo Figueroa) como la fiscalía entienden que existió una «participación necesaria” de cada uno. Señalan que los imputados comparten las mismas responsabilidades, que podrían tener condenas desde 8 a 20 años.

El hecho se ejecutó el lunes 28 de febrero de 2022. Hace más de un año. Un feriado, alrededor de las 15 horas. Un Volkswagen Gol blanco estacionado en Serrano al 1300, donde una joven, quien no dio su consentimiento, es retenida por cuatro varones (Ramos, Pasotti, Lykan y Cuzzoni) dentro del vehículo. Afuera, dos de ellos (Domínguez, el único que pidió la excarcelación, que le fue denegada y que además le enviaba videos distorsionando los hechos y con amenazas a la denunciante; y Retondo que en sus redes decía ser feminista), cantaban y tocaban la guitarra a modo de «campana».

La joven, quien permanecía en un estado de doble vulneración por haber consumido drogas y alcohol, logra denunciar, tras ser rescatada por la dueña de una panadería que advierte lo que estaba pasando y junto a su pareja y otro vecino dan aviso a las autoridades. Antes de ser trasladada a un centro de salud, la joven relata el hecho. La inconsciencia proviene de otra naturaleza. Así, se retoma la pregunta inicial de esta nota: ¿cuánto es conciente un varón que viola?

“Nunca van a reconocer las implicancias del término violación”, reflexiona el médico psiquiatra especializado en violencia de género y masculinidades, Enrique Stola, en diálogo con El Grito del Sur. “Sabemos que son muy pocos les niñes y jóvenes que han recibido Educación Sexual Integral, por lo que desde el comienzo de la revolución tecnológica fue ganando terreno la pornografía en el disciplinamiento de los cuerpos con la concepción machista del ejercicio de la sexualidad, de qué forma lograr el goce masculino y la importancia de ejercer poder a través de la genitalidad para ser considerado macho por otros machos. O sea que muchísimos varones abordan el cuerpo femenino o trans-travesti con la idea de que no importa el consentimiento, porque a ‘ellas les gusta de cualquier forma’. Aun los autores de violaciones correctivas piensan que es la mejor manera de que esas lesbianas “aprendan” lo que es gozar con un macho”, amplía.

Enrique Stola

No es ninguna novedad que nombrar a un hombre como “macho” lo animaliza. Denunciarlo así permitió identificar al machismo y sus conductas viriles que los mismos varones se atribuyeron, que los hace merecedores y también padecientes (la masculinidad frágil).

Categorías como las de animalizarlos nacen en el intento de analizar, de crear conceptos para comprender cómo alguien (más aún un joven con amigos y amigas, y que hasta participó de marchas feministas) comete tal acto aborrecible. Entonces lo desprenden de su humanidad desterrándolo a un ámbito bestial. El claro ejemplo de esto es cómo en España bautizaron el caso (con características muy similares a éste: la joven conoce a sus agresores en un evento festivo, la cobertura mediática consecuente, y podemos seguir enumerando) como “La Manada”.

En Argentina, las olas feministas permitieron que este caso tuviera algunos cuidados como preservar la identidad de la denunciante, orientar el sentido del paro nacional del 8M a promover discusiones, interpelar a las masculinidades, y exigir que se cumplan medidas políticas de prevención y amparo. 

Reflexiones que parten de la premisa que dejó la socióloga Rita Segato (en Las estructuras elementales de la violencia) donde analiza que el “violador es un disciplinador”, “un moralizador que se ocupa de aleccionar a una mujer que se salió de su lugar esperado”. No un animal. Y que, como reflexionó la filósofa y escritora española Celia Amorós (en su texto Hacia una crítica de la razón patriarcal, 1985), –a quien hemos citado– este disciplinamiento se fortalece cuando se estrecha el “pacto masculino”.

De todas formas, y pese a todo pronóstico de que una violación se suele enmarcar en el silencio, esto sucedió a plena luz, a la tarde, en un barrio tan céntrico como es Palermo. “No importa el contexto, lugar ni hora, así de naturalizada está la agresión sexual contra las mujeres”, manifiesta Stola. 

El médico psiquiatra identifica un contexto actual que se divide en dos reacciones frente a la fuerza del cambio de paradigma, al “se va a caer” que instalaron los géneros desde el Ni Una Menos. Por un lado, “una transgresión saludable que tiene que ver con romper normas que impiden el ejercicio y la creación de nuevos derechos”. Por otro, “una aliada de la precarización de la vida que está atravesando nuestros cuerpos y deteriorando valores”. “En ese marco aumenta la sensación de impunidad para millones de varones y la idea de que la libertad es hacer lo que a uno se le antoja sosteniéndose en el egoísmo y en lo que se suponen derechos adquiridos por ser macho, integrando un grupo de machos y que son los encargados de imponer su ley moral sobre el cuerpo de una mujer. Es una de las maneras en la que se hace visible la jerarquización masculina, la asimetría estructural”, identifica.

Romper esa asimetría bien aprendida entre hijos sanos del patriarcado que van sellando a partir de acuerdos explícitos e implícitos, también es un acto emancipatorio colectivo. Como el de la dueña de una panadería que estaba frente al auto donde tenían captada a la joven logró identificar el abuso, e intervenir junto a su pareja y otro vecino. ¿Cómo es posible generar conciencia social para denunciar e intervenir en un país como el nuestro que carga la herencia del «no te metas»?

“Sí, el ‘no te metas’ se manifestaba muy bien en esa expresión popular ‘¿Yo?… argentino’”, ratifica Stola al tiempo que aborda la complejidad de esta cuestión con un caso personal: “Hace algo más de 20 años le recomendé a un varón que estaba con una mujer violenta de la que quería huir, que lo concretara un domingo pues habría mucha gente en el edificio, y que cuando ella escondiera la llave para no dejarlo salir, comenzara a gritar pidiendo auxilio. Le dije: —Sos varón, y la gente va a responder al pedido de auxilio. Cuando golpeen la puerta pedí que se queden hasta que puedas salir. Si fueras mujer no te propondría esta estrategia pues no te darían bola—. Así sucedió y pudo irse con sus pertenencias protegido por los vecinos”. 

“Que las personas fueran involucrándose con las situaciones que afectan a las mujeres es un logro cultural de la lucha de los feminismos. Esta conciencia de que los derechos de las mujeres existen y que es necesario intervenir en las situaciones de violencia de género extrema va ganando terreno (todavía falta mucho) y es lo que facilitó que la panadera haya denunciado lo que estaba sucediendo”, manifiesta.

En Argentina, las olas feministas permitieron que este caso tuviera algunos cuidados como preservar la identidad de la denunciante, orientar el sentido del paro nacional del 8M a promover discusiones, interpelar a las masculinidades, y exigir que se cumplan medidas políticas de prevención y amparo. 

Mientras el juicio se lleva a cabo, los feminismos siguen impulsando una reforma judicial transfeminista, con perspectiva de género que amplía los debates acerca de qué hacer frente a esta clase de delitos. Que comienzan primero, garantizando el cumplimiento de la ESI. Pero que también continúan en cuestionamientos más complejos. Tomar el escrache como medida -por un lado- se instala como aviso (para que otras no pasen por lo mismo), pero también alienta a una sociedad que desde la cancelación no sólo no aborda efectivamente la problemática sino que potencia más violencia. Como dijo Gramsci: “claroscuro –entre el viejo mundo que muere y el nuevo que tarda en surgir– surgen los monstruos”. 

Entonces, si sostenemos que los agresores no son monstruos, ni bestias, sino chicos con un círculo íntimo y criados en una cultura de la violación (como fundamenta Segato). ¿La solución es caerles con todo el peso de una justicia punitivista? ¿No condenarlos sería continuar fomentando sus actos y permitir que vuelvan a violar?  

“El escrache y las posiciones punitivitas son inevitables mientras no se den respuestas institucionales contenedoras y justas, y a la vez mientras exista tal dispersión de organizaciones populares y feministas las que, hasta el momento, no han logrado hacer un acuerdo mínimo para la acción que se exprese en un frente nacional que pueda proteger derechos y enfrentar la contraofensiva machista”, responde Stola. 

“El Estado es patriarcal, eso explica por qué ningún gobierno ha tomado medidas fuertes para que la ESI se aplique en todos los niveles de enseñanza y para que también exista una Educación Sexual Comunitaria. Lograr su aplicación implica darle voz a niñes que están sufriendo incesto paterno-filial (está comprobado que el 80% de las infancias logra denunciar después de una clase de ESI), a quienes están sufriendo agresiones por otros familiares o amigues de la familia. Significa visibilizar a agresores sexuales docentes, psiquiatras, psicólogos, políticos, empresarios, gremialistas, activistas de TODOS los partidos políticos y demás integrantes de la sociedad que sostienen la cultura de la violación. Aplicar la ESI es enfrentarse a la Iglesia Católica (que lidera la lucha contra los estudios académicos de género y los feminismos) y a los sectores más conservadores. En ese marco de indefensión, las mujeres y trans-travestis pelean como pueden para lograr ante cada agresión un acto justo en un Poder Judicial conservador y patriarcal».

Para el médico especialista en violencia de género, es muy probable que “algunos o todos los participantes reciban alguna condena”. Sabe que “la misma no detendrá la práctica machista de agredir sexualmente a las mujeres”, pero confía en que vuelva a poner en eje la urgencia del cumplimiento integral y transversal de la ESI, a la que apuntan los candidatos de La Libertad Avanza, como Victoria Villarruel (que la considera “adoctrinamiento”) y Ramiro Marra (al fomentar la educación mediante “la pornografía”).

“Hay que defender que en el Estado exista el Ministerio de la Mujer y Géneros y Diversidad, porque si bien no es la solución de los problemas de asimetría social estructural ni de las violencias machistas, al menos su existencia expresa el resquebrajamiento del Estado patriarcal gracias a la lucha feminista, teniendo la posibilidad de incidir en las políticas públicas”, considera. “Necesitamos políticas transformadoras de la realidad socio-económica en la que nos sumergió la actual etapa capitalista y lograr instituciones estatales que sostengan la ética y praxis feminista”, finaliza. Solo así impediremos que se sigan naturalizando prácticas que no son naturales, sino culturales.

Ante cualquier situación de violencia de género, comunicate con la línea 144 gratuita y disponible las 24 horas para contener y brindar asesoramiento en todo el país.

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