Si nos hubieran dicho, si hubiera Justicia: a Silvina Luna la sentimos en el cuerpo

😥 La muerte de Silvina Luna pone en agenda nuevos debates sobre la belleza hegemónica y las cirugías estéticas. Dialogamos con Nadia Rodríguez, víctima de mala praxis con implantación de siliconas.

—Es tu cuerpo, no el implante— le dijo el cirujano a Nadia Rodríguez el día que le mostró el daño que las siliconas le provocaron. “La violencia es terrible; ellos nunca van a aceptar que lo que te pusieron te generó una enfermedad”, visibiliza la hoy psicóloga. ¿Cómo trabaja ella para erradicar un germen tan arraigado como el querer vernos bellas y bonitas? ¿Y cómo quizás y antes de morir, la modelo pudo rescatarla?

“Con Silvina Luna me pude contactar después de operarme, hará más o menos un año” –cuenta– “Me comuniqué con ella y le mandé información a partir de mi caso. Me contestó que no sabía que los implantes mamarios pudieran estar provocando tal enfermedad. Mi caso no fue como el suyo porque no tuve metacrilato desparramado por todo el cuerpo pero sí silicona en sangre: está estimado que se pierden 30 centímetros de silicona por año y yo tuve los implantes durante 12 años, y por lo tanto, mucha silicona desparramada en sangre. Eso me fue afectando la salud”.

Silvina Luna denunció por primera vez a Aníbal Lotocki en declaraciones a Intrusos en 2014, cuatro años después de la mala praxis que le cometió el cirujano en una operación estética de glúteos. En ese entonces contó por primera vez: «Tengo que limpiar mi cuerpo de sustancias tóxicas que recibí».

Desde entonces, la modelo cambió su rutina de cuidado y alimentación. Orientó sus entrevistas y su contenido de Instagram a advertir a “chicas, adolescentes y no que con un mensaje tan dañino (sobre su cuerpo), la pueden matar”. Incluso, en diciembre de 2022 (casi por la fecha de la conversación con Nadia), lanzó su libro Simple y consciente: un viaje sanador físico, mental y espiritual, donde plasmó acontecimientos de su vida -en palabras suyas- “que me marcaron y con los que seguro se van a sentir identificad@s; ciertas decisiones y acciones tuvieron sus consecuencias, al punto de perder mi salud”.

Mientras tanto, Lotocki siguió trabajando, incluso estando procesado (sin prisión preventiva) por el homicidio del empresario Rodolfo Cristian Zárate. Hasta hace dos meses, que se dispuso su inhabilitación. Para ese entonces, perjudicó a otras personalidades como a Stefanía Xipolitakis, Gabriela Trenchi, Pamela Sosa, y el productor de moda e indumentaria, Mariano Caprarola, quien falleció en los últimos días, tras como Silvina, luchar contra complicaciones en su salud derivadas de aquella intervención. Para aquel entonces, la modelo ya estaba transitando su última internación en el Hospital Italiano del barrio porteño de Almagro. En estado crítico, peleando por su vida.  

“Es muy injusto y grave todo lo que Silvina tuvo que pasar”, manifiesta Nadia en diálogo con El Grito del Sur, conmocionada ante la muerte de la modelo a sus 43 años. “Me sentí muy identificada. El denominador común entre ella, yo y quienes pasamos por una cirugía estética es que además del dolor de cómo una queda después del quirófano, también cargamos con la culpa posterior que niegan los médicos: ‘vos sabías a lo que te exponías, el médico hizo todo lo que pudo, ahora bancatela’”, expone.

Un millón en una, no al revés

Se calcula que 2 millones de personas se hacen cirugías estéticas en el mundo. También que la Argentina se ubica entre los diez países en los que se realizan más operaciones estéticas (Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética; Isaps, por sus siglás en inglés). En este contexto, 8 de cada 10 mujeres argentinas se siente insatisfecha con su imagen corporal (primer estudio de Bellamente, una cuenta creada para contrarrestar los Trastornos de la Conducta Alimentaria, TCA). Y según la revista Forbes, durante 2021 y 2022, el mercado generó ganancias que crecieron de 69,47 a 75,9 mil millones de dólares, estimando que el sector tenga una facturación de alrededor de 156 mil millones de dólares para el año 2030.

—Es tu cuerpo, no el implante— le dijo el cirujano a Nadia Rodríguez el día que le mostró el daño que las siliconas le provocaron, el día que después de años de reflexionarlo se animó a pedirle que se las explantara. “Me trató de que eran ideas mías, de que si a mí me parecía que eso me estaba enfermando, él me la sacaba… pero que como yo había millones de mujeres que tenían prótesis y ninguna tenía problemas, que era un invento de grupos de Facebook —Sos una en un millón—”, me dijo.

“Yo le dije que no me importaba, y saqué un crédito, que fue la única manera de acceder a la cirugía para explantarme. Eso me llevó a otro capítulo: después de la operación sufrí mucho: a los 3 días se me hizo un hematoma ya que la cápsula que recubría una de las prótesis estaba adherida a pulmones y costillas. Me tuvieron que poner un catéter y volver a drenar. Me tomó un mes recuperarme. Fui de a poco. Muchos de los síntomas desaparecieron casi totalmente pero me llevó un año tomar la decisión de sacarme los implantes, más el proceso de conectarme con mi cuerpo, establecer una conciencia corporal, de quererme, apoyarme, aprobarme. Porque yo lo único que quería cuando pasé por la primera operación era sentirme mujer”, analiza la hoy psicóloga.

Nadia Rodríguez

¿Te duele ser linda?

«No es que me costó ser linda, a mí me dolía ser linda» evidenció la conductora Karina Mazzocco en una entrevista. Lejos de puntualizar la declaración, funciona de puntapié. Nadia había cumplido sus primeros años de juventud, recién pasando la adolescencia cuando decidió operarse. 

“Muchas veces yo me pregunto si en mi caso me hubieran dicho que me iba a traer todos los problemas de salud que me trajo, si me habría operado igual, creo que en ese momento, con el nivel de conciencia que tenía y con lo que pensaba que me iba a dar la cirugía estética, hubiera igualmente elegido operarme. Yo solamente pensaba que podía ser y vivir, si pasaba por esa cirugía. De lo contrario iba a estar mal, depresiva, nadie me iba a querer o mirar; no iba a ser mujer”, acepta sincera.

“Sentí todo relativamente bien, hasta los 5 años de estar operada que empecé con infecciones urinarias a repetición, problemas en los riñones. Mi cuerpo comenzó resistirse a los antibióticos que me dieron durante un año. Eso me generó además problemas gastrointestinales. No sabían qué recetarme. Estaba inmuno deprimida. A partir de esto me diagnosticaron fibromialgia: dolores terribles, crónicos, migrañas, fatiga; depresión, ansiedad, alergias, acné, prurito, manchas en la piel, pérdida de cabello. Todo progresivamente. Fui pasando por diversos médicos y especialistas: reumatólogos, psiquiatras, RPG, traumatólogos, kinesio. Todos me decían que era estrés o nervioso”, recuerda. Hasta que luego de que le diagnostiquen Síndrome de Asia (una enfermedad autoinmune) y síndrome de Raynaud (problemas circulatorios en los dedos de la mano y en los pies), un reumatólogo (hoy su médico actual) descubre la reacción se debía a que su cuerpo estaba rechazando los implantes. Además, identifica el encapsulamiento de una mamá.

“Así fue que en la pandemia empecé a investigar”- añade, a viceversa de la estadística, que marca este período como el de aumento en las consultas por cirugías- “Comencé con médicos de Colombia -porque así fue como fue en Centroamérica el boom de las cirugías estéticas, ahora después del 2020 es el boom de los implantes, y de sacarse las prótesis mamarias-, a averiguar cómo poder aceptar mi sistema inmune de manera natural, cómo puedo limpiarme de metales pesados (que se sabe que la silicona tiene) y a contactarme con un montón de profesionales más holísticos, con una base de que somos un todo ‘mente, alma, espíritu’, y cómo lo que comemos va a influir en nuestro estado de ánimo”, como plasmó Silvina en su libro. Quizá, antes de que le mandara un mensaje Silvina hizo con Nadia, lo que Nadia generó en sus amigas. Quizá antes de morir, Silvina haya podido rescatarla.

“Una espera de un médico que te cuide, que admita lo que hizo”

Esto declaró Silvina Luna en una de sus invitaciones a la mesa de Mirtha Legrand. No se puede reducir una problemática a la conclusión simplista de que las personas se operan por inseguridad. La trillada conclusión de que si algo nos falta, lo buscamos afuera. Sino que desde la literatura, hasta la cultura más contemporánea –como analizamos con Shakira en sus canciones– nos vemos atravesadas por imágenes y esas imágenes nos señalan la dirección. Nos matan y matamos por ser bellas. ¿No fue así que la Reina Malvada pidió el corazón de Blancanieves? ¿No es la moraleja del cuento de Caperucita el camino que la niña elige y no el engaño del lobo?

Cuando a las mujeres las cargan con el proceso de doble culpa, un agente desaparece: la industria. Que siempre, siempre gana. A costa de invertir en “belleza”. A costa de invertir en salud. A costa de demostrarnos que siempre nos van a faltar cinco para el peso. Es así de inalcanzable.

Así se sienten los feminismos cada vez que piden que no haya Ni Una Menos. La demora, y de nuevo la culpa por haber llegado tarde y no haber salvado esa vida. Y si los y las pacientes son responsables, ¿qué margen le queda al efectivo responsable que aún procesado por otro homicidio siguió atendiendo? y hasta incluso fue invitado a Telenoche -al prime time televisivo- para que lo entrevistaran. ¿Hoy tiene algo para decir? ¿Lo escucharíamos?

Así como existe la mala praxis médica, también existe la mala praxis periodística. Mientras que los medios y la televisión -un tanto conmocionada, un tanto inescrupulosa- le sacarán la última gota de noticiabilidad al caso, hay muchas personas en el lugar de Silvina Luna. La pregunta es ¿cómo evitamos que la sobredemanda de filtros en redes sociales, de la cultura de la delgadez, no siga influenciando? ¿cómo sostenemos un amor propio, por fuera del slogan y de un posteo de Instagram? ¿nos hacemos la que no nos afecta? ¿mostramos la contradicción de militar una diversidad corporal pero frustrarnos en la primera de cambios? ¿cómo evitamos que ese amor propio bloquee el mostrarnos vulnerables? ¿pero a la vez cómo nos mostrarnos vulnerables si puede convertirse en el foco de mayor violencia detrás del que se esconden quiénes vulneran?

“A mí me ayudó hacer terapia y hacer terapias que me lleven a mí”, responde Nadia. “Lo que trabajo con mis pacientes es la soberanía individual sobre sus cuerpos. Es un trabajo que lleva mucho tiempo y que por lo menos tenemos que intentarlo. Trabajar el amor personal tiene que ver con salir de la positividad tóxica, del ilusorio de que hay que ser feliz y toda la teoría new age, y a la vez militando la diversidad corporal. Qué es la belleza tiene que ver con patrones sociales muy profundos y arraigados que impone hegemonía. Ahí el trabajo en terapia consiste fundamentalmente en validar los sentimientos, fortalecernos desde la conciencia. Lo contrario de la culpa que como me pasó a mí, proyectan tantos cirujanos”, señala.

“La violencia que se sufre con los cirujanos plásticos es terrible, porque ellos nunca van a aceptar que lo que te pusieron te está generando una enfermedad. Habría que ver qué patologías psiquiátricas pueden estar detrás de una persona (como Lotocki) que no siente culpa, ni pide perdón y se cree que aunque hayan muerto personas, no se hacen cargo de nada. La Justicia llega tarde y eso es lo que más preocupa. Lo mismo pasa en los casos de violencia de género, donde nunca está ni acompaña. Como psicóloga, pienso que deben hacerle pericias psiquiátricas o psicológicas. Desde todos lados tenemos que presionar para que la Justicia intervenga y actúe, porque si no vale todo, y si vale todo nosotras perdemos nuestras vidas”, finaliza.

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