«Impacta ver cómo nuestros cuerpos están todo el tiempo en venta»

📚 La Licenciada en Psicología y fundadora de Bellamente presentó Consumidas, su segundo libro, un ensayo contra la violencia estética, que combina información con experiencias personales. Un coro de testimonios propios y de su comunidad para prevenir e impedir que el mercado de inseguridades actúe desapercibido sobre nosotras.

Entre coordinar el trabajo de una semana agitada, me apuro para llegar a la entrevista. De la computadora al espejo, me aplico corrector de ojeras y me arqueo un poco las pestañas para disimular el cansancio, para verme presentable. Del espejo a la computadora. Activo el link de la videollamada y la veo conectarse a Candela Yatche. Sé que vamos a hablar de estereotipos, de cómo imperan sobre nosotras mandatos y productos, de cómo disuadir una imposición estética de una decisión. Sin embargo, yo ahí tapando cierta naturalidad, pienso: ¿por qué estamos una y otra vez en ese ciclo? ¿llegará el día en que se termine?

“Creo que este libro también me ayudó mucho a amigarme con mi imagen”, asegura la Licenciada en Psicología y creadora de Bellamente (fundación para la prevención de los trastornos alimentarios) en exclusiva con El Grito del Sur. “Yo no me maquillo; hay un montón de cosas que hace años que no hago y de repente si me quiero poner un rimmel me lo pongo y no pasa nada. Y juego también con mi imagen, porque en algún punto la moda y todo lo que tiene que ver con el decorado tiene que ver con una forma de expresarse. No porque te hayas puesto corrector de ojeras vale menos tu aporte en esta entrevista, por ejemplo: decir bueno, yo podré entrevistar, abrir conversación sobre esto y darle lugar al debate o el intercambio de opiniones, pero hoy en día no me siento cómoda si no me pongo tapaojeras. Después puedo revisarlo internamente, pero también no ser exigente porque sino una se suma otra exigencia: «tenés que aceptarte y amarte con todo». Consumidas lo que tiene es que soy parte de la comunidad a la que le hablo, porque también quiero visibilizar cómo la industria pasó por mi vida, porque vivo en esta sociedad y por ende soy responsable también de que este ideal de belleza siga imperando. Así que arrancar fue analizarme a mí misma e ir buscando esos hilos para tirar”, reflexiona Candela.

Como en una charla nos hizo reflexionar la antropóloga y activista travesti, Marce Butierrez, “ningún cuerpo es netamente biológico” ni natural. Peco en la autorreferencia porque creo –como Shakira– que cuando hay que hablar siempre es mejor empezar por una misma. Más aún si el objeto a analizar es cómo y desde dónde nos afecta la cultura de la belleza, y cuánto bien nos hace sentirnos bien con nuestros cuerpos. Esto es justamente lo que Candela trabaja como autora: incorpora a la información y testimonios de su comunidad y seguidorxs (el libro, además, está escrito en lenguaje inclusivo), su propia experiencia. No se deja afuera; se incluye e interpela, no habla sólo de lxs demás, sino que se toma como muestra y objeto de estudio.

“Uf, este libro fue una piña en la cara para mí”– nos cuenta– “La pasé muy mal pero a la vez siento que escarbé, que trabajé mucho conmigo misma. Como yo soy psicóloga y activista siempre analizo socialmente los contextos y, en este caso puntualmente, también fui revisando conductas mías y recapitulando mi experiencia trabajando de esto también, en la deconstrucción, en el proceso y en el cuestionamiento. Hay mucho mío también que nunca había contado hasta este libro y la elección creo que fue un poco mostrar que no hay un gurú que ama su cuerpo completamente como es, sino que todas consumimos”.

“A mí me pasaba ya como activista y ya habiendo arrancado a dedicar mi vida a la lucha contra los trastornos alimentarios, que me hacía el alisado. Yo sabía que había papers que decían que podía traer cáncer, y decía: no puedo creer que sabiendo esto y trabajando esto, no puedo aceptar mi pelo como es y me tenga que alisarlo porque sino no quiero mi pelo natural. Tenía el chip muy instalado y me acuerdo una vez que hasta me daba vergüenza que la gente me viera con el pelo muy lacio porque se van a dar cuenta que es alisado”, comparte. 

Consumidas es el segundo libro de Candela (luego de Bellamente, Planeta, 2019) donde condensa y reúne en un material ameno y cercano, el material y aporte social que realiza desde su fundación y una cuenta de Instagram con más de 275 mil seguidores, quienes también forman parte del texto. Cada capítulo contiene un apartado de preguntas con testimonios y un apartado especial para los Logros Bellamente de la Semana, una consigna que se volvió insignia de su movimiento, donde las personas se animan a compartir situaciones y acciones para ser concientes de la propia evolución. Así es posible apropiarnos el libro, y a través suyo las causas. Un coro de historias (junto a los mensajes iniciales de diversas activistas y comunicadorxs como Ana Correa, Yolanda Domínguez, Lous Yupanqui, y más) que mechan datos, permiten reconocernos, ayudan a entendernos para prevenir e impedir que la violencia estética y el mercado de inseguridades –como lo rebautiza a la industria– actúen sobre nosotras y nosotres desapercibido.

“Tomando esto se me viene a la cabeza esto del consumo y de pensar en cómo a nivel social se critica a quién consume y a quién no consume. Sobre todo para las feminidades: si no consumís estás desarreglada pero ahora, si consumís no te querés y sos plástico. Entonces abramos el abanico dando toda la información para que cada una elija. No sos ni menos feminista ni criminal por ponerte tapaojeras un día, depilarte, hacerte el alisado o lo que te quieras hacer. Los Logros Bellamente de la semana justamente buscan eso: resaltar lo positivo del avance del proceso, donde las contradicciones son parte. Yo no conozco a nadie que el proceso de deconstrucción lo haya vivido de una forma muy hermosa y además sigue, ¿no?”, cuestiona con la pregunta picando.

Desde la primera página metaforizás ese ciclo que se repite desde que nos perforan las orejas con aritos. Como el meme que muestra a una generación gritando «somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar» y en la viñeta siguiente a la abuela preguntándote si no estás más gorda. ¿Cómo fue para vos traer la historia de tus abuelos al libro? 

Yo soy judía y mi familia vino por la Segunda Guerra Mundial a Argentina. Mi abuelo nació en Siria y cuando tanto él como mi abuela llegaron no tenían trabajo, ni sabían el idioma. El momento de la comida para una familia judía es muy especial. Se come mucho, con condimentos turcos, árabes, y en los freezer siempre se guarda mucho por si en algún momento falta, saber que está. En el libro lo que transmito es el haberme criado en esta cultura en donde la delgadez tiene un acento muy importante y a la vez en una familia donde la comida tiene un lugar muy importante. O sea, cómo fue ese momento en que le digo a mi abuela –que demostraba mucho amor cocinando– por primera vez: «no quiero comer». Y no por un tema de salud. Entonces sentía por un lado la necesidad de empezar a restringirme y a la vez la culpa que te genera reprimirte cuando venís de una familia donde faltó comida. Hasta hoy, la comida tiene para mí un lugar especial.

La portada es hasta performática con las partes de cuerpos envasadas. ¿Cómo la pensaste?

Fue un trabajo en equipo que construimos con Mandy y Manu, dos artistas. Queríamos generar esta sensación de que como se compra una remera, una bufanda, o un pantalón, hoy también se pueden comprar unas tetas, unos labios, unas uñas. También el impacto de cómo nuestros cuerpos están todo el tiempo en venta, fragmentados. No somos personas, somos un culo, unas piernas. La cosificación está muy atenta ahí y también la autocosificación: nos empezamos a ver por partes y no como un todo. Al principio tenía dudas sobre cómo iba a resultar. Me acuerdo de noches de mostrárselas a distintas personas y que cada una me dijera algo distinto. Pero cuando publicamos tuvimos una recepción muy buena. Es como los paquetes de cigarrillos donde vemos imágenes muy fuertes. Creo que cumple. Objetivo logrado.

El libro está escrito en lenguaje inclusivo y un dato importante que identificas es la falta de antecedentes de estadísticas de trastornos alimenticios en la comunidad LGTBQI+.

Que no haya datos, es un dato. Tenemos que trabajar fuertemente y empezar a poner en agenda esta falta sobre el colectivo LGBTQI+ y la intersección entre la salud, la salud mental y los trastornos alimentarios particularmente. EM y las personas que forman parte del colectivo. Para visibilizar cómo podemos prevenir de alguna manera que se sigan aumentando los casos.

¿Las fiestas son el cuco de la aceptación corporal? Estamos en verano, y regalar «consumidas» es una excusa u oportunidad para que se instale en las mesas. ¿Eligieron que el libro salga para estas fechas?

Fue súper pensado. Es temporada alta. Son tremendas las fiestas. Desde los medios y todo lo que se transmiten: «cinco tips para la panza chata», hasta las charlas familiares donde decidís responder o no, que decimos ‘no hablar del cuerpo’ y lo primero que te dice la tía que no ves hace seis meses es un comentario de tu cuerpo.   

Este libro va y lo visualizo en muchas piletas y en muchos parques y en muchas plazas, en el río y en el mar y donde estén en el verano, para que se tomen un ratito. Es un abrazo para quienes pasaron por una mala praxis estética, para quienes pasaron por un trastorno alimentario. Y una reflexión a cuánto pesa lo que decimos para pensar hasta dónde llega un comentario que hacemos de la apariencia de otra persona. Es para la resaca que está dejando esta belleza y que podamos construir otra.

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